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jueves, 21 de noviembre de 2019

¿Hablas conmigo? Una mirada sobre “Taxi Driver”



Los nerviosos y metálicos compases del tema musical de la secuencia inicial indican claramente que la película va a resultar amenazadora. En la calle, una densa nube de vapor brota desde el suelo y deja la pantalla en blanco. Como surgiendo de la nada, un taxi amarillo atraviesa la inquietante cortina de vapor y humo, pasa a cámara lenta. La música en off se pierde a lo lejos en armonías graves, el fantasmal taxi desaparece y tras él la nube vuelve a cerrarse. Dos ojos negros aparecen en primer plano acompañados por un melodioso tema de jazz. Miran a uno y otro lado bajo la luz vacilante de las farolas, como observando el entorno. Son los ojos de Travis Bickcle (Robert de Niro), un taxista neoyorquino que terminará convirtiéndose en ángel vengador.

“Taxi driver” ha dividido a la crítica desde su estreno en 1976. Para unos, el protagonista sufre una desorientación moral, presume de ser el salvador de una joven prostituta (Jodie Foster) y, al final, en una sangrienta locura homicida encubierta, ajusticia a tres figuras sospechosas, por lo que la prensa la aplaude como si fuera un héroe. Tras un análisis más detenido, otros críticos advirtieron en las melancólicas imágenes un lenguaje cinematográfico magistralmente estilizado y descubrieron en la figura del loco homicida Travis Bickle un tipo urbano, sociopatológico, de los que se dan en todas partes del mundo. “En cada calle, en cada ciudad hay un don nadie que sueña con ser alguien”, decía uno de los textos de los carteles que promocionaban el film.
Travis no puede dormir por las noches. Es un excombatiente que sufre de insomnio postraumático. Se hace taxista para ganar unos dólares. ”Lleva a la gente cuando y adonde quiera” dice en la entrevista de solicitud de empleo, incluso a los barrios que sus colegas evitan desde hace tiempo. Son zonas en los que la luz es excesiva o bien escasa, en las que las bandas callejeras campan a sus anchas y las prostitutas adolescentes esperan clientes bajo la estridente publicidad luminosa. Travis obtiene el trabajo. Él y su taxi son una sola cosa y la catástrofe inicia su curso.

Al igual que Travis, el espectador contempla la noche desde el taxi en marcha. Pocas veces ha aparecido Nueva York en secuencias tan impresionantes. El estilo fotográfico alterna entre el enfoque semidocumental y el subjetivo. La sugestiva música de Bernard Hermann, que no se limita a acompañar al film, sino que lo estructura acústicamente, da lugar a una unión absolutamente peculiar de imágen y sonido. Viajar en el taxi viene a ser nada menos que una metáfora del cine. Travis fracasa en su intento de entablar una relación amorosa con Betsy (Cybill Shepherd) que colabora en la campaña electoral. Incapaz de hacerse comprender y de expresar sus sentimientos, acaba recurriendo a las armas. Recorre la ciudad solo y sin rumbo fijo. La historia de Travis es similar a la del taxi amarillo que parte en dos la nube de humo al principio del film. También él surge de la nada, se deja ver brevemente a la luz nocturna de la gran ciudad y vuelve a desaparecer en la nada. Travis no es un héroe, aunque en el estreno de la película muchos celebraron su implacable locura homicida. Naturalmente, la violencia es un tema importante en el film, pero en este caso no se trata de la violencia física, sino de la violencia social: Travis personifica a un hombre que se ha perdido en la gran ciudad.  
Schrader, Scorsese y De Niro

Scorsese destaca por realizar sus películas en el papel. Las dibuja previamente a modo de boceto en un guión gráfico. Sus imágenes son un verdadero lenguaje. Paul Schrader escribió el guión de “Taxi driver”. Fue la primera colaboración íntima entre estos dos fanáticos del cine. Inolvidables las escenas en las que Travis se planta ante el espejo con el torso desnudo y con un revolver desenfundado y se bate en duelo consigo mismo: “¿Hablas conmigo?, ¿Me estás largando un rollo?”. Es una escena repetidamente evocada, pero el modelo no ha sido todavía superado. Un clásico moderno.
¿Hablas conmigo?

Taxi driver de Martin Scorsese es un film patrio de un sin patria, un western que transcurre en los cañones de las calles de Nueva York, con un cowboy que, en lugar de a caballo, cabalga en un taxi amarillo”, según la crítica de Der Spiegel.

¡Qué puedo decir de Bernard Hermann! el padre de la música sinfónica en el cine. En “El hombre que sabía demasiado” (1956) hizo un cameo y actuó haciendo de sí mismo dirigiendo la Orquesta Sinfónica de Londres. También había compuesto la música de la película. En definitiva, Bernard Hermann, que había nacido en Nueva York el 29 de junio de 1911, inmortalizó a más de un clásico. Comenzó trabajando en la radio; después colaboró en el cine, entre otros con Alfred Hitchcock, Orson Welles, François Truffaut, Brian de Palma y Martin Scorsese. Dotó de un rostro musical inconfundible y de un aura tonal a películas tales como “De entre los muertos” (1958), “Psicosis” (1960), “Con la muerte en los talones” (1959), “Ciudadano Kane” (1941), “El cuarto mandamiento” (1942), “Fahrenheit 451” (1966)  y “Taxi driver” (1975).


Hermann podía componer en una línea conservadora y clásica, pero también alcanzar zonas sonoras en las que, al compás de unos instrumentos de viento, sonoros y oscuros, la cuerda imitaba el sonido de cables metálicos oscilantes. Le fascinaban la literatura romántica y sombría de las hermanas Brontë y el Moby Dick de Melville. El mar con su poder incontenible le ofrecía una partitura para sus composiciones. Podía escuchar el ascenso y descenso de las aguas profundas e inspirarse en ello para escribir música. Como persona, Hermann no era de trato fácil, tal vez por ser un genio. Era irascible y obstinado. Se enemistó con Hitchcock cuando trabajaba con él en “Cortina rasgada” (1966). Sin embargo también se comportó como un auténtico profesional de primer orden en su último trabajo para el cine, la banda sonora de  “Taxi driver”, que terminó la víspera de su muerte, que tuvo lugar el 24 de diciembre de 1975.
Estoy preparando un homenaje al gran director del film, Martin Scorsese. Ya os cuento.

                                                                                                        Virginia Rivas Rosa 



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