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viernes, 4 de octubre de 2019

Mientras dure la guerra (Alejandro Amenábar, 2019)


Título original: Mientras dure la guerra. Dirección: Alejandro Amenábar. País: España. Año: 2019. Duración: 107 min. Género: Drama.  
Alex Catalán (Fotografía), Alejandro Amenábar, Alejandro Hernández (Guión), Alejandro Amenábar (Música), Fernando Bovaira (Producción ejecutiva), Belen Lopez-Puigcerver, Nacho Díaz (Maquillaje), Sonia Grande (Vestuario), Juan Pedro De Gaspar (Dirección Artística), Eva Leira, Yolanda Serrano, Ana López-Puigcerver (Casting), Belen López-Puigcerver (Peluquería).
Presentada en la sección oficial del Festival de San Sebastián 2019.
Estreno en Sevilla: 29 Septiembre 2019

Reparto:
Karra Elejalde (Miguel de Unamuno), Eduard Fernández (José Millán-Astray), Santi Prego (Francisco Franco), Nathalie Poza, Patricia López, Luis Zahera, Luis Bermejo, Inma Cuevas (Felisa), Mireia Rey (Carmen Polo), Tito Valverde (Luis Valdés Cavanilles), Luis Callejo, Carlos Serrano-Clark, Ainhoa Santamaría, Itziar Aizpuru, Pep Tosar.

Sinopsis:
España. Verano de 1936. El célebre escritor Miguel de Unamuno decide apoyar públicamente la sublevación militar que promete traer orden a la convulsa situación del país. Inmediatamente es destituido por el gobierno republicano como rector de la Universidad de Salamanca. Mientras, el general Franco consigue sumar sus tropas al frente sublevado e inicia una exitosa campaña con la secreta esperanza de hacerse con el mando único de la guerra. La deriva sangrienta del conflicto y el encarcelamiento de algunos de sus compañeros provoca que Unamuno empiece a cuestionar su postura inicial y a sopesar sus principios. Cuando Franco traslada su cuartel a Salamanca y es nombrado Jefe del Estado en la zona nacional, Unamuno acude a su Palacio, decidido a hacerle una petición.

Comentarios:
Vivimos o malvivimos una época en la que la palabra o el concepto, o lo que sea, denominado España se repite hasta el hartazgo o la náusea entre los políticos, exaltándola en el caso de tantos patriotas profesionales y aficionados ("todos gritan 'Arriba España' y se creerán que dicen algo", comenta el sarcástico Unamuno) o abominando de ella entre los independentistas, en el fondo tan parecidos como todos los temibles nacionalismos. Imagino que ha sido una de las razones para que Alejandro Amenábar, un director tan imprevisible como sólido, que hace en cada momento las películas que le da la gana, nada preocupado por eso tan trascendente y enfático de alardear de universo propio y un sello de la casa, se haya planteado crear “Mientras dure la guerra”, retrocediendo hasta 1936 para hablar de un infierno perpetrado por las dos Españas, en nombre de Dios, la patria, el fascismo, el rojerío, la hostia en verso.
Se sitúa en una Salamanca tomada por los feroces sublevados contra una República imperfecta y caótica, pero legitimada por las urnas. En esa ciudad vive Miguel de Unamuno, un hombre tan inteligente como paradójico, frecuentemente insoportable, gruñón vocacional, siempre molesto para los alternativos poderes, convencido siempre de poseer la razón, secretamente tierno, respetado, temido y odiado. Fue desterrado a Fuerteventura por criticar al rey, amó a la República, pero se sintió traicionado por ella al ver las impunes barbaridades que se cometían en ella, fue tan ingenuo o tan estúpido como para creer en la buena voluntad de los sublevados, constató con espanto la carnicería que estaban ejerciendo con cualquiera que no pensara como ellos o juzgaran mínimamente sospechoso, atravesó una inmisericorde crisis de conciencia al plantearse si se había equivocado, se negó finalmente a ser utilizado por ellos, denunció su sinrazón y su salvajismo en un discurso memorable con el que se estaba jugando la vida.
Amenábar no solo hace un retrato poderoso de ese hombre contradictorio, corrosivo, desgarrado, dubitativo, sincero y honesto. También del taimado Franco y del volcánico Millán Astray. Con Franco, no comete el error de hacer una caricatura. Sería lo fácil con ese fulano de voz atiplada y expresividad tan limitada como ininteligible. Retrata a un hombre ambicioso y calculador, astuto y frío, pragmático y despiadado, con hambre de poder y capaz de todo tipo de maniobras para instalarse a perpetuidad en el trono. Y a un Millán Astray histriónico y colérico, enamorado de la acción hasta límites surrealistas y odiador del intelecto, excesivo en todo, orgulloso hasta el delirio de sus múltiples cicatrices de guerra y de su inquebrantable fidelidad a Franco, el líder que necesitaban los sublevados porque en su mesiánica relación había constatado que poseía el don más preciado, algo divino llamado suerte.
No existe grandilocuencia ni maniqueísmo en el planteamiento y el desarrollo de esta historia trágica. Tampoco está forzada la emoción. La sobriedad que muestra Amenábar está muy pensada. También hay cosas que me molestan o me parecen innecesarias, como los repetidos flashback y sueños (es complicado que eso funcione) mostrando la felicidad conyugal de ese Unamuno que pocas veces conoció la paz y la plenitud, al lado de esa mujer que él define con romántica y enamorada añoranza como “mi costumbre”, algo que puede parecer prosaico. También me sobran algunos momentos e interpretaciones que desprenden cierta teatralidad. Creo que Karra Elejalde hace una composición notable mostrando el anverso y el reverso, los numerosos matices de una persona tan complicada. Y está brillante y veraz, como casi siempre Eduard Fernández, un actor que llena la pantalla, inquieta, te lo crees. “Mientras dure la guerra” me parece una buena, contenida y también arriesgada película, narrada con cerebro y corazón. Ignoro cuánto público la espera y si van a conectar con ella. Ojalá que le vaya bien. Las películas de Amenábar me pueden gustar más o menos, pero su actitud y su personalidad siempre me merecen respeto. (Carlos Boyero)
Recomendada.

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