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sábado, 10 de noviembre de 2018

Los estrenos en Sevilla de 09-11-2018


10 películas se estrenan el 9 de noviembre de 2018 en la cartelera cinematográfica de Sevilla. Tres producciones son estadounidenses, dos españolas, dos italianas, dos japonesas y una mexicana. Resaltar que tres de los estrenos de esta semana son películas de animación. Repasemos los estrenos de la semana para acertar en la elección.  



Lazzaro feliz. (Italia, 2018). Dir. Alice Rohrwacher. 
Premio al Mejor Guión en el Festival de Cannes 2018 y Premio Especial del Jurado en el Festival de Sitges 2018.
Drama sobre la amistad, interpretado por Alba Rohrwacher, Adriano Tardiolo, Agnese Graziani, Luca Chikovani y Sergi López.
La mirada de una adolescente en tránsito hacia la madurez sirvió a Alice Rohrwacher para describir un universo orgánico, con la voluntad totalizadora de una gran novela pero sin caer en la tentación de lo discursivo, en la sobresaliente “El país de las maravillas” (2014), película que revitalizaba el espíritu de ese neorrealismo atravesado por la ensoñación que definió al primer Fellini, el que aún no había caído bajo el hechizo del oropel y el cinismo de la urbe. Con sus imágenes rodadas en 16 mm. y definidas en la inestabilidad de un grano y unas impurezas que hablan de memoria, vida y materia, “Lazzaro feliz” coloca en su centro a un personaje que, a diferencia de la Gelsomina del anterior largometraje de la directora, se mantendrá, de principio a fin, como una constante, aunque este relato que concilia estricto realismo y libre fantasía le haga cruzar, de ida y vuelta, la frontera que separa la vida de la muerte.
El Lázaro del título encarna una serie de conceptos que cotizan a la baja en el cine de la posmodernidad: la bondad, la pureza, acaso la santidad. Su mirada, resistente a identificar diferencias (y crueldades) de clase, será el centro de un discurso complejo que oscilará entre lo social –la burbuja fuera del tiempo donde una marquesa decadente mantiene a sus campesinos bajo un régimen de explotación feudal- y lo poético –el lobo, la improbable amistad entre el angélico protagonista y la oveja negra de la familia noble-, mientras algunos de los temas ya presentes en “El país de las maravillas” –la dialéctica entre el campo y la ciudad, la erosión del tiempo, el fin de un mundo- adquieren una nueva vida sin que nada parezca redundante.
Lázaro vuelve de la muerte como si nada hubiera pasado, aunque sobre quienes le rodearon se haya ensañado el tiempo y Rohrwacher rueda y filma como si la videocracia berlusconiana no hubiese devastado la áurea memoria colectiva del cine italiano, como si el humanismo pasoliniano o la mirada afectuosa de Olmi siguieran ahí… porque siguen, gracias a la maestría de esta cineasta gigantesca. Recomendada.



Dogman. (Italia, 2018). Dir. Matteo Garrone.
Premio al Mejor Actor (Marcello Fonte) en el Festival de Cannes 2018.
Thriller ambientado en los años 80, interpretado por Marcello Fonte, Edoardo Pesce, Nunzia Schiano y Adamo Dionisi.
Matteo Garrone no tomó la decisión más razonable de su carrera con “El cuento de los cuentos”: su adaptación de algunos relatos del Pentamerón de Giambattista Basile le permitió explorar un territorio ya abordado por una de sus figuras tutelares –Francesco Rosi- y se resolvió en una película cargada de incontestable fuerza plástica, que revelaba lazos entre ese inconsciente colectivo, canalizado en los cuentos de tradición oral, y algunas contemporáneas patologías del comportamiento –la fijación fetichista, la compulsión maternal, el culto a la belleza-, pero todo se desestabilizaba a causa de un medular problema de lenguaje. Lo que hubiese requerido de la musicalidad del dialecto napolitano optaba por la funcionalidad (y la impersonalidad) de un inglés manejado como estrategia para abrir mercados. El pie forzado provocaba que el artificio se impusiera a la verdad. Con “Dogman”, no obstante, el cineasta demuestra que el viaje no fue del todo inútil, porque algo se trajo de vuelta para aplicar un nuevo –y estimulante- cortocircuito a la memoria del neorrealismo.
Si en “Reality” (2012) Garrone jugó a hacer neorrealismo desde un foco tan desconcertante, en principio, como la subjetividad paranoica de su protagonista, en este historia de un avasallado cuidador de perros que deberá hacer frente al descontrolado ogro que lo somete será el lenguaje simbólico y arquetípico de los cuentos tradicionales lo que se superponga sobre una realidad concreta, tangible, degradada y sucia, que, a través de ese juego lingüístico, se transformará en universal y abstracta. Marcello Fonte, con su mirada desamparada, el físico de un junco a punto de romperse y la grandeza de un caricato trágico de posguerra, hace de su personaje una verdadera creación: un ángel mancillado, un pusilánime irritante, un patético payaso de las bofetadas que, cuando intente recorrer el camino del héroe, solo encontrará silencio y vacío. Recomendada.



Tu hijo. (España, 2018). Dir. Miguel Ángel Vivas. 
Película inaugural de la Seminci de Valladolid 2018.
Thriller interpretado por José Coronado, Pol Montañés, Ana Wagener, Sergio Castellanos, Sauce Ena y Ester Expósito.
Películas de padres justicieros hemos visto muchas, pero no como esta: española, de producción y de ambiente; Sevilla, barrio alto, burgués, de casa de médico cirujano, fría, casi desabrida; pero también barrio bajo, de salita mínima atiborrada de cachivaches, mesa camilla, televisión perennemente encendida, niñas maquilladas como una puerta cantando copla en Canal Sur. Andalucía, la moderna, la del chanchullo, diversa.
Es “Tu hijo”, aguerrida película de Miguel Ángel Vivas, adictiva, quizá discutible, interesantísima, un thriller social sobre la indefinición de las clases sociales cuando se trata de algo tan propio, tan universal y tan impetuoso como la defensa de un hijo, y también sobre el machismo instalado, la violencia de género, y sobre la sideral distancia entre el universo de los jóvenes y adolescentes, y el de los adultos.
Un plano fijo de, a ojo, algo más de dos minutos, ejemplifica este último subtexto, el de jóvenes y adultos, y clarifica también el esencial, el de las clases sociales. José Coronado, magnífico en su papel, busca a los que han dejado a su hijo en el hospital al borde de la muerte tras una paliza. Cámara dentro del coche, a las puertas de una de esas discotecas de los suburbios, ancladas en medio de un par de naves industriales, donde igual toman copas, bailan, se drogan, fornican, hacen botellón, viven y se divierten los pijos que los poligoneros. Dos minutos que aterran, por el encuadre en contrapicado, el tratamiento de sonido, ruido ensordecedor para el padre, música para los oídos de los que están de marcha. También porque un adulto ahí es un bulto sospechoso con su mirada nerviosa.
Esa misma distancia, enorme, la hay en la casa familiar, cada uno con su móvil, con adolescentes cerrando la puerta en las narices a sus padres. Desconocimiento absoluto. Se nota la mano del coguionista, Alberto Marini, en la escritura y el tono de “Tu hijo”. Fusión entre toque social y puro entretenimiento, como en “Mientras duermes”, de Jaume Balagueró, y “El desconocido”, de Dani de la Torre, ambas escritas en solitario por Marini. Y Vivas, por su parte, articula un gran recurso de puesta en escena, de cámara, como metáfora externa de todo lo interno: la reducidísima profundidad de campo alrededor de Coronado, siempre presente. A apenas medio metro, todo está borroso, vive en su mundo.
Como en la reciente “Searching”, todo se graba, se fotografía y se difunde. Todo se sabe si se sabe mirar. Aunque la película, sobre todo en su primer tercio, tenga mucho más que ver con “Padre coraje”, la formidable serie de Benito Zambrano, que con un thriller americano. Y en ese ambiente destaca la presencia, puntual pero portentosa, del actor Ramiro Alonso.
Con un plano final relativamente abierto y, como película de tesis que es, por tanto, cuestionable, y un giro dramático perfecto antes del último trayecto del relato, que pueden ver venir los amantes de la complejidad en el cine pero que no deja de ser certero, “Tu hijo” es una obra que debe dar que hablar a la salida del cine. Te coloca en una tesitura de la que quizá sea imposible salir. Con una paliza mortal a un hijo, no hay matices. No hay clases sociales. Ni lumpen ni clase obrera ni intelectualidad. Ni salvajismo ni educación. Todos podemos ser animales, explotar, ser injustos. O quizá no. Recomendada (con reservas).



Overlord. (USA, 2018). Dir. Julius Avery.
Presentada en la sección oficial del Festival de Sitges 2018 (fuera de concurso).
Una historia de Billy Ray que pivota sobre el género de terror, la ciencia-ficción, el bélico, la acción…
Interpretada por Wyatt Russell, John Magaro, Bokeem Woodbine y Iain De Caestecker.
Desde que el videojuego “Wolfenstein” hiciera realidad los sueños húmedos de cualquiera de los mil hijos clonados del doctor Mengele, la asociación nazis y zombis es ya tan evidente como gozosa. Y repulsiva a la vez. “Overlord” se limita a explotarla. Y lo hace tan convencida de que el muerto viviente es el gran monstruo de nuestros días de feliz algarabía consumista como que Hitler es el último gran icono del mal con bigote. ¿Qué puede salir mal?
Básicamente, todo es disfrutable en una cinta con tan limitados prejuicios como sobrada de recursos. Brillan las escenas de acción y dan dentera los alardes de terror. El problema, que lo hay, es que ni Julius Avery ni su productor JJ Abrams se conforman con simplemente tener entretenida a la muchachada y, de rondón, intentan colar dos o tres reflexiones sobre los límites de la ciencia, el sentido del patriotismo y, ya puestos, la moral necesariamente inmoral de la guerra. Y eso ya no. Si abandonamos la ironía, el zombi deja de comer carne y ya sólo mastica pan. Y eso, por el gluten, es malo. Recomendada (con reservas).



Fahrenheit 11/9. (USA, 2018). Dir. Michael Moore.
Documental sobre la campaña electoral y la presidencia de Donald Trump.
Dando la vuelta a un título suyo anterior, “Fahrenheith 9/11”, consagrado a las consecuencias del atentado de las Torres Gemelas y a la presidencia de George W. Bush, Michael Moore proyecta ahora en “Fahrenheit 11/9 su perspicaz mirada al día que Donald Trump ganó las elecciones y a sus aciagas consecuencias. Levantando las alfombras, Moore se remonta a las primarias del Partido Demócrata, aparentemente favorables a Bernie Sanders pero ganadas por Hillary Clinton, para explicar la desafección de tantos votantes por la clase política y el sistema mismo y el triunfo de tantos populistas de instintos dictatoriales en todos los confines del planeta.
El desparpajo narrativo y la omnipresencia de su cámara incisiva siguen siendo la marca de la casa en un documental abiertamente combativo, sin apenas presencia del propio director, lo que se agradece, y que deja un resquicio esperanzador a través de los jóvenes que se atreven a tomar la iniciativa y pedir explicaciones a los responsables de tanto despropósito. Recomendada (con reservas).



I hate New York. (España, 2018). Dir. Gustavo Sánchez. 
Documental sobre transexualidad.
Cuando la cultura de los realities visibiliza en el mainstream algunas identidades –quizá las menos desafiantes- de las comunidades LGTB –ya sea en discursos de nicho (Ru Paul’s Drag Race) o en territorios de confluencia (First Dates)-, resulta oportuno y necesario recordar que toda esta lucha comenzó en los márgenes. Fue el lumpen de la comunidad gay el que prendió la mecha de la reivindicación en Stonewall, antes de que tomara las riendas del asunto otro modelo de discurso –y otro imaginario- fundamentado en la estrategia de la neutralidad. “I Hate New York”, primer documental de Gustavo Sánchez, subraya que, antes de hablar el lenguaje del neoliberalismo en sus frentes hegemónicos, la reivindicación de las identidades LGTB emergió del subsuelo, haciéndose escuchar como un visceral grito punk.
Fruto de diez años de entrevistas, “I Hate New York” no es una documental de tesis, sino una colección de atentos, afectuosos retratos que permite que algunas ideas y reflexiones esenciales se abran paso sin forzar el discurso. Sánchez evita siempre que puede el recurso al busto parlante, retratando a sus personajes en sus entornos íntimos o en esa jungla nocturna urbana que puede ser, al mismo tiempo, lugar de autoafirmación y campo de batalla para la supervivencia. El contraste entre dos figuras tan antitéticas, en lo vital y lo ideológico, como Sophia Lamar y Amanda Lepore o la relación entre Chloe Dzubilo y T De Long proporcionan a este extraordinario trabajo mucho más que valor testimonial: aquí hay actitud, inteligencia y vida. Recomendada (con reservas).



Millennium: Lo que no te mata te hace más fuerte. (USA, 2018). Dir. Fede Álvarez. 
Thriller sobre el libro de David Lagercrantz y los personajes de Stieg Larsson de la serie “Millennium”.
Interpretada por Claire Foy, Sverrir Gudnason, Vicky Krieps, Sylvia Hoeks y Claes Bang.
El score compuesto por Roque Baños.
Con el fenómeno “Millennium” si no de capa caída al menos lejos de la cresta de la ola marcada por los alrededores de 2010, con las tres películas suecas ya estrenadas en medio mundo, la gran producción estadounidense dirigida por David Fincher anunciada, y los tres enormes libros ocupando manos y mentes ávidas de los superventas del momento, llega “Millennium: lo que no te mata te hace más fuerte”, coproducción que intenta prolongar también en cine el ya estirado chicle literario de la saga de Stieg Larsson.
La prematura muerte de Larsson no evitó que la serie de novelas continuase. Primero, porque el escritor sueco tenía planteadas y escritas en parte, al menos, dos entregas más. Y segundo, porque en un mundo como el contemporáneo parecía improbable que los implicados no se animaran a seguir estrujando la gallina de los huevos de oro. Lo sorprendente, en cambio, es que la cuarta novela de la serie poco o nada tiene que ver con lo legado por Larsson, y que el nuevo escritor, David Lagercrantz, hasta entonces conocido como el biógrafo del futbolista Zlatan Ibrahimovic, parte prácticamente de cero si exceptuamos, claro, los habituales personajes de la serie. Y todo eso se nota en la discretísima “Lo que no te mata te hace más fuerte”, la película de Fede Álvarez que adapta esa cuarta novela, publicada en 2015.
Los libros de Larsson podían no ser gran literatura, de prosa convencional y trascendencia ínfima, pero al menos contenían un excelente manejo de multitud de hilos argumentales y una buena capacidad para presentar corrupciones políticas y morales de cierto interés. Y eso, sin apenas estilo (salvo en el caso de la película de Fincher), aunque con pulcritud y ritmo, se fue llevando a las sucesivas producciones suecas.
En “Lo que no te mata te hace más fuerte” sigue sin haber un estilo reconocible ni una estética atractiva en el trabajo de Álvarez. Pero lo que más resalta es que la calidad de la trama de Lagercrantz está muy por debajo de lo alcanzado por Larsson. El drama familiar es grueso y sin fisuras. El mcguffin que mueve a los personajes, patético, de película de Steven Seagal: un cortafuegos informático, cuyo desbloqueo permitiría controlar los misiles de todos los países del mundo. Y lo peor es la inconsistencia general de buena parte de las situaciones, siempre auxiliadas por un truco mágico de guion: tres de los personajes son hackers y, por tanto, resuelven todo a golpe de tecleo en apenas segundos.
De modo que lo único que se salva es el carisma del personaje protagonista, Lisbeth Salander (esta vez Mikael Blomkvist no pasa de la condición de florero), y la enorme personalidad, demostrada en cada actuación, de su nueva intérprete: Claire Foy, dolor en la mirada de la derrota personal y la conquista social. No Recomendada.



El ángel en el reloj. (Mexico, 2017). Dir. Miguel Ángel Uriegas.
Sección Oficial (Fuera de concurso) del Festival de Annecy 2018.
Película de animación mexicana.
El debut en solitario de Miguel Ángel Uriegas, quien antes dirigió con otros tres cineastas “La increíble historia del niño de piedra”, no es el más óptimo que digamos. Si bien se agradece que haya propuestas independientes y más en la rama de la animación, “El ángel en el reloj” tiene características que te complicarán tu estancia en la sala, sobre todo si no tienes el “pretexto” de acompañar a un niño.
La historia es muy sencilla para la fácil comprensión el público más joven: Amelia es una niña que tiene como deseo detener el tiempo y, luego de la advertencia de un relojero de “tener cuidado con lo que deseamos”, la pequeña se introduce mágicamente al universo que habita dentro del reloj de su habitación. En ese lugar empieza una aventura que la aleccionará acerca de valorar el aquí y el ahora.
Hasta ahí no parece tan mal, ¿cierto? Pero esa trama contiene tropiezo tras tropiezo. De entrada, a los guionistas —el propio Uriegas y Rosana Curiel (¡Vivan los niños!)— les pareció necesario que la protagonista padeciera de cáncer, sin embargo, la enfermedad de Amelia no está homogenizada con la historia y parece más un truco chantajista para conmover al público.
Los diálogos son otra debilidad de este filme, ya que caen en obviedades, explicaciones innecesarias y terminan por lanzar evidencias enormes del desenlace. Estos elementos en dosis más moderadas podrían ayudar a la audiencia a la que va dirigida a entender la evolución de los personajes, pero aquí se lleva al extremo y pareciera que demerita la inteligencia de los más chicos de casa.
“El ángel en el reloj” puede ser disfrutable por el universo que plantea; digamos que si Pixar tiene su representación de las emociones humanas, esta producción apuesta por un mundo dentro de un reloj para ir ad hoc al mensaje que quiere dar. Asimismo, la animación resulta muy colorida pese a no ofrecer muchos detalles; mientras que el diseño de algunos personajes llamará particularmente la atención de los menores.
Si no tienes que llevar a un niño a verla, puedes ahorrártela. Si no tienes de otra, tal vez te entretengas si omites las obviedades. No Recomendada.



Maquia, una historia de amor inmortal. (Japón, 2018). Dir. Mari Okada.
Sección Oficial (Fuera de concurso) del Festival de Annecy 2018. Mejor película de animación en el Festival de Shanghai 2018.
Melodrama de animación japonés.
Aunque transcurre en un universo tan épico como el de “Juego de tronos” –compuesto de dragones y princesas prisioneras y reinos en guerra-, la ópera prima de Mari Okada es ante todo una melancólica fábula sobre los tormentos que la maternidad conlleva. En todo caso, incluye tantas subtramas y tanto enrevesamiento argumental que le harían falta 20 minutos más de metraje para lidiar con todos sus personajes y aun así no les haría justicia. Pero aunque “Maquia. Una historia de amor inmortal” resulta frustrante a nivel narrativo –también por su puntual tendencia a estrujarnos los lagrimales-, lo compensa echando mano de apabullante imaginería animada. No Recomendada.



Detective Conan: El caso Cero. (Japón, 2018). Dir. Yuzuru Tachikawa.
Película de animación japonesa. 
4 años en los quioscos, 21 películas. La saga del investigador infantil (adolescente, en realidad: es una larga historia) creado por Gosho Aoyama crea en el profano ese vértigo que solo una franquicia made in Japan puede provocar. Pero, aun sin estar puesto en la materia, El caso Cero da una idea de por qué la obra de Aoyama mantiene su popularidad: fiel a las raíces del serial en la novela clásica de intriga (no en vano su protagonista usa “Conan Edogawa” como alias), la película ofrece un misterio que puede ser más o menos ágil, pero nunca hace trampas. Como tachas, señalar esos cambios abruptos de tono entre lo infantil y lo ‘serio’, a veces postizos, y un primer acto que puede hacerse cuesta arriba a causa del derecho penal japonés y sus complicaciones dignas de Kafka. No Recomendada.

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