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viernes, 6 de abril de 2018

Los estrenos en Sevilla de 06-04-2018



6 películas se estrenan el 6 de abril de 2018 en la cartelera cinematográfica de Sevilla. Dos producciones españolas, una estadounidense, una francesa, una alemana y una japonesa. Esta semana se queda sin editar en Sevilla el documental estadounidense “Marea humana” (Ai Weiwei, 2018) que estuvo presente en la sección oficial del Festival de Venecia 2017 y “Mis Dalí” (Ventura Pons, 2018), basada en la biografía de la hermana pequeña del pintor Salvador Dalí. Echando en falta estas ausencias en nuestra cartelera, vamos con nuestro repaso semanal a los estrenos de esta semana en Sevilla.      


Campeones. (España, 2018). Dir. Javier Fesser.   
Comedia española interpretada por Javier Gutiérrez, Juan Margallo, Luisa Gavasa, Jesús Vidal y Daniel Freire.
El talento de Javier Fesser es solo comparable a su voluntad de riesgo, a su gusto por bailotear en el acantilado, y es más fácil verlo y disfrutarlo desde cierta distancia que compartir el mareo, la filigrana y las piruetas de vértigo y reflexión que su cine, aparentemente de «risa» y singularmente «serio», produce en cualquiera de las modalidades que lo ofrezca, en cortometrajes como «Bienvenidos» o «17 años juntos», en largometrajes como «El milagro de P. Tinto» o «Camino», y hasta en spot publicitarios tan originales como guasones.
Si el riesgo y la diversión son dos de las notas esenciales del cine de Fesser, en «Campeones» las reúne de un modo asombroso al irse a explorar con la indumentaria y utensilios de lo cómico en ese terreno resbaladizo, quebradizo y emocional de las discapacidades intelectuales: el hombre que mejor ha entendido y transfigurado el universo de Ibáñez, nos ofrece ahora su mirada divertida, humana, ácida y audaz de ese mundo en el que las limitaciones mentales y físicas suponen un aprendizaje, un sobresfuerzo y una relación con el entorno especial. El argumento se centra en un entrenador de baloncesto que por circunstancias deportivas (el arranque ya marca el tono cómico y dramático de la historia) ha de encargarse de un grupo de chavales con diversas discapacidades, y no excesivamente dotados para la práctica de ese deporte rápido y espectacular que es el baloncesto.
Lo que sí es rápido y espectacular es la capacidad de Fesser, o su película, de conectar todo con todo, entrenador, equipo, situaciones y estado de ánimo del espectador, y demostrar que, como siempre, lo sencillo y cercano es también lo más difícil de conseguir, y que las mezclas imposibles tienen un encanto especial. Un actor tan profesional como Javier Gutiérrez se tatúa con ese grupo de personas, no actores y dueños de sus propias limitaciones, y asume el riesgo de transformar la incomodidad o la tristeza en diversión. Hay también algo de Ibáñez en “Campeones” y mucha puntería al disparar en la diana de las auténticas discapacidades sociales. Recomendada.



Un sol interior. (Francia, 2017). Dir. Claire Denis.
Sección Oficial del Festival de Cine Europeo de Sevilla (SEFF) 2017.
Drama interpretado por Juliette Binoche, Gérard Depardieu, Valeria Bruni Tedeschi, Nicolas Duvauchelle, Josiane Balasko y Xavier Beauvois.
Juliette Binoche es la protagonista absoluta de «Un sol interior», de la veterana directora Claire Denis, que debutó con «Chocolat» dos años antes del chocolate más famoso que preparó la actriz con Johnny Depp. Casualidades del destino. Aquí la taza es más profunda y espesa. «Un sol interior» narra el drama de una mujer madura, artista separada, en busca del amor o en su defecto de algo de roce. La novela de Roland Barthès «Fragmentos de un discurso amoroso» marca la pauta.
Como tributo femenino a un tipo de personaje que el cine comercial desprecia, la cinta se merece un aplauso sonoro, aunque como espectáculo cinematográfico llegue a producir un tedio sordo. Falla al transmitir un estado de ánimo tan complejo, pese a contar con actriz tan luminosa. El guión no le quita ojo, pero tampoco termina de ponerle alma, en parte por lo errático de su comportamiento. «Ese es mi problema, nunca se sabe lo que pienso», llega a decir. Peor es el decepcionante catálogo de hombres, por más que el ser humano no aprenda ni con la edad a emparejarse. Depardieu aparece a los postres y es el mayor farsante de todos. No Recomendada.



Verano de una familia en Tokio. (Japón, 2017). Dir. Yôji Yamada.
Comedia japonesa, tercera secuela “Una familia en Tokyo”, interpretada por Satoshi Tsumabuki, Yû Aoi, Kazuko Yoshiyuki, Yui Natsukawa y Isao Hashizume.
El cine es tan apasionante que la amplia línea que separa una de las grandes películas familiares de Yasujiro Ozu de una de las malas de Pedro Lazaga es capaz de cruzarla un director japonés en apenas un lustro, y sin que algunos se den cuenta, invocadores impertinentes del espíritu del maestro japonés cuando el que grita por ahí es Paco Martínez Soria. Con toda seguridad Yoji Yamada no habrá visto “La ciudad no es para mí”, “Abuelo made in Spain” y “El abuelo tiene un plan”, pero casi 50 años después está haciendo películas de semejante corte y confección, aunque en idioma nipón. La última, “Verano de una familia de Tokio”, tercera entrega de las desventuras de una prole de idiotas de tres generaciones distintas, tras “Una familia de Tokio” (2013) y “Maravillosa familia de Tokio” (2016), de notable éxito en los cines españoles de versión original, y que ha provocado incluso un remake en China. "¿La cultura popular?", que cantaba Siniestro Total. No, la tontería global de toda la vida.
Lo que comenzó siendo una nueva versión de la intocable, deslumbrante e imperecedera “Cuentos de Tokio” (Ozu, 1953) ha acabado, dos películas después, con un anciano machista y faltón conduciendo por la ciudad junto a una especie de doble narrativa de Florinda Chico a la japonesa. Yamada, de 86 años y con casi cien películas a sus espaldas, ha compuesto una película de anciano decrépito, chistes rancios y situaciones alargadas, rodada a la ligera como una comedia de situación de canal televisivo de bajo coste, y en la que se presenta un país en el que cualquier personaje que se presente por la casa, ya sea un repartidor de comida rápida, un policía o un enfermero, no va mucho más allá del encefalograma plano.
Algo que tendría cierta gracia si el retrato llevara aparejado una crítica de algún tipo, un análisis certero del desvarío familiar, de las sempiternas luchas de poder y las rencillas en cualquier casa de vecinos, o, en fin, de la amarga vejez. Sin embargo, excepto un par de frases en la parte final del relato, cuando abandona por un momento el vodevil para acercarse al melodrama, “Verano de una familia de Tokio” es el escalón más bajo de una saga que comenzó aspirando a la quietud, el humanismo y la depuración estilística de Ozu y ha acabado soltando añejos improperios para las nueras.
Y no será la última, Yamada está en fase de posproducción de la cuarta entrega. No Recomendada.



Inmersión. (Alemania, 2017). Dir. Wim Wenders.
Película inaugural del Festival de San Sebastián 2017.
Película de intriga sobre terrorismo interpretada James McAvoy, Alicia Vikander, Alexander Siddig, Celyn Jones y Reda Kateb.
El score está compuesto por Fernando Velázquez.
Cuenta Wim Wenders que el problema es nuestra incapacidad para mirar adentro, para aceptar que la desilusión, la infelicidad tal vez, es más realista y hasta deseable que su opuesto. "Nos sentimos tan contentos con el espectáculo de la Tierra desde la Luna que nos negamos a mirar hacia dentro", dice. La última película del alemán es básicamente eso: un viaje a lo más hondo de sí mismo, allí donde habitan cada uno de los monstruos, ángeles y demonios que configuran la filmografía del director de “París, Texas”. No sería de recibo sorprenderse de lo pausado, quizá inmóvil, de cada uno de los movimientos de cámara, de sus conversaciones labradas en el vacío, de sus miradas intensas, de la quietud casi litúrgica de cada plano. Wenders no va a dejar de ser él aunque cuente con los carismas, los talentos y los cuerpos de James McAvoy y Alicia Vikander en el reparto. Él se limita a hundirse. Y con él, todos los demás.
Sobre el papel, justo es admitirlo, estamos ante la película más provocadoramente convencional del director en años. Él es espía y ella, oceanógrafa. Él tiene por misión acabar con el yihadismo y ella, dar con rastros de vida en lo más profundo del mar. Es decir, los dos se han marcado como objetivo ir hasta el fondo. Sobre este presupuesto, lo han adivinado, todo es metáfora, todo es hundirse. Y, así, la película discurre completamente ajena a las motivaciones, los deseos o las aventuras de sus personajes. “Inmersión” vive tan sólo pendiente de su rigor, de su extraño y pomposo empeño de abstracción. Y claro, agota. Tan adentro no hay aire. No Recomendada.


Juego de ladrones. El atraco perfecto. (USA, 2018). Dir. Christian Gudegast.
Película de acción, robos y atracos, interpretada por Gerard Butler, Pablo Schreiber, O'Shea Jackson Jr., Curtis '50 Cent' Jackson y Sonya Balmores.
El score está compuesto por Cliff Martinez.
La influencia de “Heat” en el cine mundial de los últimos 25 años es tan grande que ha llegado un momento en el que ciertos directores ni siquiera hacen el menor esfuerzo por enmascararlo. Van a por el estilo Michael Mann con la escuadra y el cartabón de la emulación, tanto en el fondo como en la forma, en lugar de dejarse atraer por un sentido del thriller de atracos que, partiendo de su base, intente alcanzar nuevos territorios. Y donde no hay nuevos caminos, todo es dirección prohibida, porque el modelo es para (casi) todos demasiado inalcanzable.
Christian Gudegast, hasta ahora guionista de dos extraños productos con apariencia de serie B pero plagados de estrellas —Diablo y Objetivo: Londres—, más dotados para el banal fuego de artificio que para la atmósfera de energía y desesperanza con la que Mann suele abastecer a sus thrillers, parece haber estudiado a fondo “Heat” para componer “Juego de ladrones. El atraco perfecto”. Ese retrato compacto del grupo de bandidos, solidario, fiel e incluso ético dentro de la ilegalidad. Esos criminales que gozan de lazos familiares, que llevan una vida de moral intachable, que provocan empatía, mientras el otro lado, el del grupo de policías, viene comandado por un borracho infiel con demasiados problemas personales y sociales.
Y también en su estilo. Con esas tomas aéreas, nocturnas, calmadas de la ciudad de Los Ángeles, con música envolvente y las luces de los automóviles como una forma de estética de la desolación entre la jungla de asfalto, tan propias de otra obra maestra de Mann: “Collateral”. Y, sin embargo, pese a sus toques de western urbano y a su metraje más allá de las dos horas, inflado hasta la hinchazón, nunca es Mann, nunca se llega a ese estado casi etéreo de su cine, a la profundidad de sus diálogos. Quizá Gudegast piense que con un tratamiento de sonido semejante en los tiroteos se roza el espectáculo. Pero no basta. Porque no es solo el ruido. Es el ruido y la furia. Y aquí no hay más que bisutería, y un cierto hastío. No Recomendada.



Resort Paraiso. (España, 2016). Dir. Enrique García.
Thriller andaluz interpretado por Nora Aguirre, Susana Almahano, Rafa Castillo-Romero y Virginia de Morata.
Tuvo su puesta de largo en la anterior edición del Festival de Cine Español de Málaga, dentro de la sección “Estrenos Especiales”, y ahora, por fin, llega a las salas comerciales “Resort Paraíso”, el segundo largometraje del malagueño Enrique García, quien sorprendiera gratamente hace unos años con “321 días en Míchigan”. De aquel drama carcelario salta García a la acción y el terror, manteniendo una constante: todo, 100x100 made in Málaga.
La habitación 738, la más lejana a la recepción del hotel Resort Paraíso, es la elegida por Pablo (Rafa Castillo) y Eva (Virginia de Morata) para esconderse tras perder su casa y trabajo. Pero, alojarse en un establecimiento cerrado durante la temporada invernal, puede convertirse en una pesadilla para este matrimonio en crisis, que tendrá que enfrentarse a un psicópata (Héctor Medina) para poder sobrevivir. Se trata de que el público «disfrute sufriendo», asegura García, quien cuenta con mucha sangre y acción a raudales para que mantener a los espectadores pegados a la butaca.
Rodada en Torremolinos, en plena Carihuela, y con algunas secuencias en Benaoján, la película es, sobre todo, una apuesta arriesgada: demostrar que en Málaga se puede rodar una película comercial con un presupuesto muy escaso. Veinticinco jornadas de continuo rodaje (exactamente las mismas que “321 días en Míchigan”), en las que luchaban por «ganar horas al día», además de la dificultad logística, provocaron que el cansancio fuese haciendo mella en los protagonistas. «Caídas, carreras, largas secuencias bajo el agua y mucho frío hicieron que el rodaje fuese duro en algunos momentos», reconoció De Morata. Y es que, como recordaba la actriz, más de uno sufrió algún percance que le dejó secuelas físicas. Sin embargo, la unión que surgió entre el equipo facilitó mucho el trabajo, «nos sentimos muy arropados y apoyados y eso fue fundamental» afirmaban.
La película es pionera en España en el uso de la neurociencia durante su proceso de creación, una tecnología que permite medir las respuestas emocionales del espectador durante su visionado utilizando una serie de sensores. En el caso de 'Resort Paraíso' la técnica de neuromárketing empleada ha mezclado un sistema alemán de análisis ocular –eye traking– con un método norteamericano de respuesta emocional, que sustituye el tradicional casco por un minimalista arco que rodea la cabeza con 14 sensores. A pesar  de todo ello, no nos arriesgamos a recomendarla. No Recomendada.

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