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viernes, 29 de diciembre de 2017

Los estrenos en Sevilla de 29-12-2017



6 películas se estrenan el 29 de diciembre de 2017 en la cartelera cinematográfica de Sevilla. Tres producciones estadounidenses, una francesa, una británica y una alemana. Ningún estreno español para esta semana y se queda sin editar la interesante cinta alemana “Recuerdos desde Fukushima” (Doris Dörrie, 2016). La película estuvo nominada a Mejor Película en los Premios del Cine Alemán 2016 y trata sobre una joven alemana que entabla amistad con una mujer mayor japonesa durante un tour por la región de Fukushima, una zona afectada por el terremoto en del 2011 en Japón. Por otro lado, destacar el reestreno de “Gremlins” (Joe Dante, 1984). Un éxito ochentero reeditado. Apostamos por el reestreno de los clásicos y no por los absurdos remakes que dejan mucho de desear. Echemos un repaso a los seis filmes estrenados.     


El gran showman. (USA, 2017). Dir. Michael Gracey. 
Nominada a Mejor Película de Comedia en los Globos de Oro 2017.
Cuando, en 1980, Cy Coleman y Michael Stewart estrenaron en Broadway un musical inspirado en la figura de P. T. Barnum, la crítica dictaminó que a la propuesta le sobraba moderación y le faltaba sentido del exceso para hacer justicia al personaje, célebre empresario que fundó el flameante Barnum & Bailey Circus tras convertir la exhibición de fenómenos humanos en rentable negocio. Nadie acusará de lo mismo a esta película que se sirve del mismo tema para ofrecer algo que, por lo menos hasta “La La Land”, llevaba tiempo siendo la más improbable de las atracciones de multisala: un musical escrito directamente para la pantalla.
Han sido, de hecho, Benj Pasek y Justin Paul, compositores de “La La Land”, los responsables de escribir el conjunto de exultantes números musicales que convierten “El gran 'showman'” en agotador concentrado de show-stoppers: hay una épica marcadamente OT en estas canciones que avanzan en perpetuo crescendo hasta la anhelada ovación y que celebran en Barnum la figura de un idealista romántico antes que al empresario al que se le atribuyó la agria frase “nace un tonto a cada minuto”. En un momento que da la medida del tono, Hugh Jackman, desaforado como un obús canoro, se desgañita a todo correr por las calles, se sube a un tren en marcha y continúa con el himno desde el último vagón.
“El gran 'showman'” acaba siendo un imponente objeto kitsch dotado con un gratificante poder de seducción si uno se entrega a sus barrocos encantos. Al contrario que en la película de Damien Chazelle, no son ni la puesta en escena, ni la coreografía los vectores dominantes de este musical que confía demasiado en el montaje, pero el recorrido está sembrado de ideas visuales que van de la eficaz obviedad –el plano que relaciona unas oficinas con un camposanto- a la brillantez –la transformación de unas sábanas tendidas en espectral cuerpo de baile, el uso rítmico de martillos en la pegada de carteles o los golpes de chupito sobre barra cantinera-. La energía de Hugh Jackman merecía este campo de juegos. Recomendada.


The Disaster Artist. (USA, 2017). Dir. James Franco.
Concha de Oro en el Festival de Cine de San Sebastián 2017 y nominada a Mejor Película de Comedia en los Globos de Oro 2017.
El actor y director James Franco encuentra, igual que encontró Tim Burton con «Ed Wood», una extraña y maravillosa forma de cantarle su amor al cine mediante el retrato, tan ridículo como encantador, de uno de los más penosos directores que han existido, Tommy Wiseau, autor de un título ya de culto y que pasa por ser la peor película de la historia, «The Room». Si Burton hallaba poesía y clima en su deleznable director Ed Wood, Franco lo que le encuentra al suyo es una incontenible gracia desquiciada, la cual adorna con enormes dosis de vitriolo e ínfulas que lo convierten en un impresionante merluzo, pero también un entrañable y descacharrante merluzo.
James Franco y su hermano Dave componen a los dos personajes de la historia, a Wiseau y a su protagonista, Greg Sestero, sin duda el peor actor que ha tenido enfrente cámara alguna, y autor del libro en el que se basa esta película. La genialidad de James Franco se aprecia en todo el desarrollo de la historia, pero especialmente en las escenas que se ofrecen en paralelo del rodaje real de «The Room», clonadas aquí de manera asombrosa.
Pero lo increíble es que Franco consigue mediante la sátira, la caricatura sin piedad y la risa más explosiva inocular algo parecido al respeto y la admiración por sus personajes y su desquiciada aventura cinematográfica, y que su película clonada sea el mejor ejemplo de eso que tan solo está a la altura de los genios y que, dicho mal y pronto, consiste en convertir la mierda en arte. Una película en la que solo dejas de sorprenderte, de mondarte, para hacerle un hueco en tu corazón a semejantes inútiles y soñadores. Recomendada.


Una bolsa de caninas. (Francia, 2017). Dir. Christian Duguay.
Las tendencias son demasiadas veces imposibles de cuantificar, y está bien que sea así. Sobre todo si esa corriente orientada hacia un determinado tipo de dirección está relacionada con el cine, con mucho de negocio en su base, pero también con una evidente cuota de arte, ya sea mayor o menor. Sin embargo, demasiadas veces también, las inclinaciones artísticas y comerciales pueden medirse en términos numéricos: y ocho millones de franceses son muchos franceses. Justo los que vieron en el año 2004 la película “Los chicos del coro”, en la que Christophe Barratier supo aplicar ingredientes en su precisa medida para que aquella epopeya educativa y musical se convirtiera en una obra a la que imitar. Desde entonces, no menos de una decena de producciones francesas han ido aplicando semejante engranaje formal, narrativo y tonal a sus relatos ambientados en agitados tiempos históricos. Y “Una bolsa de canicas”, nuevo trabajo del veterano e impersonal director canadiense Christian Duguay, es la última de ellas.
Duguay, que comenzó su carrera en los primeros años noventa con dos inservibles secuelas de “Scanners”, de David Cronenberg, ha venido trabajando en Canadá, Reino Unido, Estados Unidos y Francia, casi siempre en torno al cine de acción, sin que ninguna de sus obras descollara. Sin embargo, es muy posible que la aplicación de las convenciones impuestas por el acercamiento de Barratier le hayan llevado a su mejor película, sin que esta sea nada del otro mundo. A saber: didáctica histórica para primerizos, fuerte componente melodramático, mínima trascendencia, personajes con capacidad para la empatía, protagonismo infantil, aliento humanista, control del ternurismo, suspense dramático y leves toques de humor, quizá el único componente que está cerca de enrojecer a la platea a causa de su impostura.
Ambientada en la Francia ocupada por los nazis, basada en una novela publicada en 1973 por su niño protagonista, de familia judía, e inspirada por tanto en su propia peripecia de éxodo, escondrijo y reencuentro, “Una bolsa de canicas” puede ser una película agradable incluso dentro de su propia tragedia. Con la dureza suficiente como para no ser acusada de meliflua, pero con el sosiego suficiente como para no enturbiar incluso una tarde de cine en familia. Así, en términos pedagógicos y éticos, casi podría configurarse como la película perfecta para un novel acercamiento a la muy compleja Francia de Vichy, prescrita para adolescentes de primer año.  Recomendada (con reservas).


El arte de la amistad. (Reino Unido, 2017). Dir. Stanley Tucci.
La historia del pintor suizo y escultor Alberto Giacometti.
Cuando Giacometti le pidió a su amigo y biógrafo James Lord que permaneciese un par de días más en París para realizarle un retrato, quizá no estaba tan preocupado por gratificar a su interlocutor como por resolver un nuevo pulso personal con un siempre esquivo ideal artístico. Sobre esos dos días que, finalmente, se convirtieron en dos semanas levanta Stanley Tucci un quinto largo como director que, antes que evidenciar un claro interés por los secretos y claroscuros de la creación artística, lo que acaba haciendo es delatar sus propias limitaciones como retratista.
El sentido del espectáculo recae aquí sobre una de esas interpretaciones camaleónicas y pirotécnicas que Geoffrey Rush ha convertido en marca de fábrica: el problema es que su Alberto Giacometti, huraño, putero y despreocupado del vil metal, acaba pareciendo la versión high-class de un celebrities televisivo inconfundiblemente chanante, contemplado por un Armie Hammer que parece un arqueo de ceja (o un maniquí de Cortefiel) hecho hombre. Divertido es, pero ¿se trataba de eso? No Recomendada.


Olvídate de Nick. (Alemania, 2017). Dir. Margarethe von Trotta.
Cuando en 1989 Danny de Vito estrenó la estupenda “La guerra de los Rose”, puso sobre la mesa un modelo de comedia que, amparado en los estereotipos de género, llevaba el dolor del pasado romántico común hasta la imposibilidad de un presente —y un futuro— en compañía. Una obligación de convivencia en el hogar de la felicidad de antaño, provocada por circunstancias legales, que recupera ahora la desigual comedia alemana “Olvídate de Nick”, escrita por Pam Katz y dirigida por la veterana Margarethe Von Trotta, que la pareja creativa lleva hasta el terreno de una doble lucha de géneros.
En primer lugar, la de las dos ex-esposas del tal Nick, que deben compartir la casa que, de forma consecutiva, ha amparado una parte de sus existencias junto al marido de sus actuales desvelos, y que se ha largado con una tercera, 20 años más joven. Es decir, una brega de mujer contra mujer, cada una con estilos vitales radicalmente opuestos. Y en segundo lugar, la de la mujer, en toda su extensión, contra el macho que, en diferentes circunstancias, ha acabado sepultándolas en un segundo plano desde el que ahora han decidido revelarse.
Partiendo de la base de que lo relacionado con la comedia de enredo y, sobre todo, con la comedia más física, lindando con el slapstick americano, es directamente atroz, hay en cambio muchas y variadas reflexiones interesantes en el guion de Katz, que ya escribió para Von Trotta la fascinante “Hannah Arendt” (2012). Consideraciones sobre el triunfo y la competitividad a la que parece abocada la sociedad contemporánea; sobre el ideal de belleza y sobre la moda —a la que se dedica profesionalmente una de las ex-esposas, primero como modelo y ahora como diseñadora—; sobre el poder de la mujer, los efectos de la maternidad y, en fin, la necesaria insurrección femenina contra el rastrero concepto de su fecha de caducidad para según qué aspectos de la vida.
Sin embargo, a pesar de sus dos nobles retratos de mujer, Katz y Von Trotta han olvidado algo importante: que el dibujo que han compuesto del hombre de sus desgracias, pero también de algunos de los grandes momentos de sus vidas, resulta patético, sin un síntoma, sin una esquirla, que deje adivinar dónde radicaba el interés para dos mujeres tan cerca de lo apasionante. Así, ese perfume llamado Feminista, que la diseñadora lanza al mercado, queda configurado como bendita metáfora, pero sin el imprescindible ingrediente que evite que esa necesaria lucha de poder resulte lineal y subrayada, queda también modelado como un andamiaje sin recovecos, sin sutilezas, y sin verdadero análisis. No Recomendada.


Dando la nota 3. (USA, 2017). Dir. Trish Sie.
“La La Land” fue apenas un espejismo. Un año después de su triunfo, cualquier rendija abierta para la resurrección del musical clásico parece haberse cerrado mientras una saga tan escuchimizada como “Dando la nota” anda ya por su tercera entrega. Si en la primera película de la serie, independientemente de sus virtudes musicales, que no eran demasiadas, al menos había rebeldía, refrescantes mensajes sobre la alienación juvenil, chistes escatológicos descacharrantes, incorrección política y procacidad juvenil y feminista, “Dando la nota 3” languidece ahora entre convencionalismo, falta de atrevimiento y mecánica musical de andar por casa.
Como en las dos primeras películas de la franquicia, Kay Cannon, artífice de aquellas gotas de cianuro en la lengua de la estrellitas de American Idol, sigue al frente del guion, pero nada recuerda ya a aquella bomba de relojería. Porque al brío en la puesta en escena de Jason Moore, director de musicales de Broadway y candidato al premio Tony, le sucedió sin fuste alguno la actriz y productora Elizabeth Banks en la segunda parte de la saga, y ahora la todavía más pedestre Trish Sie en la tercera. Que en cuatro años “Dando la nota” haya pasado de estar dirigida por un prestigioso director teatral a ser comandada por la artífice de “Step up: all in” solo es síntoma de los derroteros que a veces toman las vidas adultas en pos de la horterada y el encefalograma plano.
Con números musicales cada vez más anodinos, la película tiene además un hilo conductor que tampoco parece demasiado revolucionario: las chicas del grupo a capella cruzan el charco para cantar en las bases militares del ejército estadounidense en tierras europeas, entre ellas la de Rota. De modo que parte del metraje se ha ido resquebrajando entre pensamientos malsanos de una posible competición en carnavales con las chirigotas gaditanas. No Recomendada.

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