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lunes, 30 de mayo de 2016

La Gran Historia del Cine: Pathé y Gaumont

Capítulo 5. Pathé y Gaumont



Si el francés Méliès fue el primero en descubrir el potencial creativo del cine, dos   compatriotas suyos iban a ser los primeros en intuir las posibilidades comerciales del nuevo invento, dando lugar a los primeros imperios cinematográficos. Ellos, Charles Pathé y Léon Gaumont, dotaron al cine de los medios que necesitaba para transformarse en una industria.

El gallo de Pathé, tan famoso entonces como luego lo sería el león de la Metro, se convirtió en el símbolo comercial más reconocible de las primeras décadas del cine. La empresa fabricaba y vendía aparatos a los feriantes y también se encargaba de suministrarles las películas que debían exhibir. Para ello construyó estudios y contrató a actores y directores que rodaban toda clase de filmes, desde melodramas a historias moralizantes, pasando por temas fantásticos. Charles Pathé encontró su hombre de confianza en Ferdinand Zecca, un antiguo cantante de  café-concierto,  que  empezó  como «explicador» de las películas de la casa en los cines, para convertirse más adelante en actor, director y responsable principal de la producción de la firma, que entre 1896 y 1920 superó los siete mil títulos.

A la misma velocidad que producía películas, el negocio de Pathé crecía ampliándose a  nuevas ramas, como la fabricación de celuloide o las salas de exhibición. En 1908 inauguró el Pathé-Journal, equivalente a nuestro No-Do, y se lanzó a la venta de  proyectores caseros para impulsar el cine familiar. El canto del gallo se extendió por todo el mundo y pronto tuvo sucursales hasta en los países más lejanos. Es fácil entender así el chiste de Marcel Pagnol, que  aseguraba  que  «en chino  cine  se dice Pa-thé».


Léon Gaumont siguió los pasos de su compatriota y también creó su imperio, compitiendo  con  Pathé  en  todas  las ramas  del  negocio cinematográfico. Si este  tuvo su brazo derecho en Zecca, Gaumont lo encontró en Louis Feuillade, director de sainetes, adaptaciones de novelas y, en especial, de las llamadas películas de episodios, como el famoso serial policíaco de Fantomas (1914-17), que se seguía con pasión en los cines de la época.

Fuente: “El cine contado con sencillez”,
Juan Zavala, Elio Castro-Villacañas y Antonio C. Martínez.

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