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martes, 15 de septiembre de 2015

Adiós a Oliver Sacks, el neurólogo que inspiró el filme “Despertares”



«No puedo fingir que no tengo miedo. Pero el sentimiento que predomina en mí es la gratitud». Esta es la frase final del artículo con el que Oliver Sacks, el autor de «Despertares», el neurólogo británico que trató durante toda su vida de comprender mejor la consciencia humana, se despedía del mundo el pasado mes de febrero desde las páginas del New York Times. Decidió entonces redactar un mensaje, poco después de saber que el melanoma que le dejó ciego del ojo derecho y que creía desaparecido para siempre se había reproducido de forma violenta, extendiéndose al hígado.

«Hace nueve años -escribía Sacks- me descubrieron en el ojo un tumor poco frecuente, un melanoma ocular. Aunque la radiación y el tratamiento de láser a los que me sometí para eliminarlo acabaron por dejarme ciego de ese ojo, es muy raro que ese tipo de tumor se reproduzca. Pues bien, yo pertenezco a ese desafortunado 2%». Oliver Sacks falleció el 30 de agosto de 2015 víctima de ese cáncer mortal a los 82 años de edad.

Su vida, aunque coronada por el éxito, no fue fácil en absoluto. Y si bien es cierto que sus libros, basados en experiencias reales con sus pacientes, le dieron fama y reconocimiento mundial, también lo es que sus ideas jamás fueron bien recibidas por la comunidad científica establecida, de quien recibió críticas despiadadas.
 
Tampoco su infancia fue precisamente un camino de rosas. A menudo, Sacks recordaba cuando, con apenas seis años, fue evacuado de Londres junto a su hermano Michael para evitar los bombardeos de la aviación nazi y ambos fueron internados en Midlands hasta 1943. Allí, según escribió en 2008 la periodista Nadine Epstein, de «Moment Magazine», «subsistieron con magras raciones de nabos y remolachas y sufrieron castigos a manos de un director sádico».

Oliver Sacks dio el salto definitivo a la fama mundial en 1990, el año en que su libro «Despertares», escrito en 1973, fue llevado a la gran pantalla por Penny Marshall en un inolvidable filme protagonizado por Robert De Niro y Robin Williams.

En el libro, que ya antes de la película había logrado vender más de un millón de ejemplares, Sacks se basaba en la historia real de un grupo de pacientes catatónicos tratados por él mismo y que habían logrado sobrevivir a la epidemia de encefalitis letárgica que tuvo lugar en Estados Unidos entre 1917 y 1928. La acción transcurre en 1969, cuando el doctor Malcom Sayer (Robin Williams) descubre los efectos «milagrosos» de la L-dopa, el precursor metabólico de la dopamina y uno de los fármacos más utilizados hoy en día contra la enfermedad de Parkinson.

Otros muchos libros, todos basados en casos reales, salieron de la pluma de Sacks. Nadie como él, en efecto, ha sido capaz de desmitificar, poniéndose en el lugar de sus enfermos, toda una serie de males que afectan a la percepción y a la consciencia humanas.

Entre sus casos más conocidos se encuentra el de Madeleine J., una mujer que percibía sus manos como «bolas de masa de cocina»; o el del operador de radio Jimmie G., que padeció una amnesia que duró 30 años; o el del doctor P., un hombre cuyo cerebro había perdido la capacidad para descifrar lo que veían sus ojos y que terminó confundiendo a su mujer con un sombrero, que fue precisamente el título de otro de sus libros más conocidos, «El hombre que confundió a su mujer con un sombrero». En «Un antropólogo en Marte», por ejemplo, Sacks describe con todo lujo de detalles la historia de Temple Grandin, un profesor que era autista; en «La isla de los ciegos» se cuenta la historia de un lugar en el que muchas personas sufren de acrematopsia, una enfermedad que raya con la ceguera; en «Veo una voz», el tema principal es la sordera...


Muchos de sus colegas jamás le comprendieron. Muy al contrario, sus métodos, sus libros y sus artículos fueron duramente criticados por ser considerados poco científicos. Expertos como Arthur K. Shapiro, considerado como uno de los «padres» de la moderna investigación sobre conductas compulsivas, sostenía que Sacks «mucho mejor escritor que clínico», debía su popularidad a sus publicaciones literarias más que a sus trabajos de investigación. Incluso fue acusado de utilizar a sus pacientes para dar un «espectáculo de fenómenos».


A pesar de ello, a lo largo de su vida Oliver Sacks acumuló un envidiable número de galardones y reconocimientos a su trabajo. Fue Doctor Honoris Causa por una docena de prestigiosas universidades (entre ellas la de Oxford) y, entre otros muchos títulos, fue nombrado en 2008 Comendador de la Orden del Imperio Británico.

Robin Williams y Robert de Niro en "Despertares"

«En los últimos días he podido ver mi vida igual que si la observara desde una gran altura -escribía Sacks en febrero en su despedida en el «New York Times»-, como una especie de paisaje, y con una percepción cada vez más profunda de la relación entre todas sus partes». «Me siento centrado y clarividente -escribía también el neurólogo-. No tengo tiempo para nada que sea superfluo. Debo dar prioridad a mi trabajo, a mis amigos y a mí mismo. Voy a dejar de ver el informativo de televisión todas las noches. Voy a dejar de prestar atención a la política y los debates sobre el calentamiento global. No es indiferencia, es distanciamiento». «Debo decidir -concluía Sacks-, cómo vivir los meses que me quedan. Tengo que vivirlos de la manera más rica, intensa y productiva que pueda».

Toda una lección de humanidad, hasta el final. Descanse en paz.

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