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lunes, 24 de noviembre de 2014

Cine y pintura: Sarah Woodruff en La mujer del teniente francés




Título original: The french lieutenant’s woman. Dirección: Karel Reisz. País: Reino Unido. Año: 1981. Duración: 123 minutos. Guión: Harold Pinter, basado en la novela homónima de John Fowles. Producción: Leon Clore. Fotografía: Freddie Francis. Montaje: John Bloom. Dirección Artística: Allan Cameron, Norman Dorme y Terry Pritchard. Diseño de Vestuario: Tom Rand. Música: Carl Davis.

Intérpretes: Meryl Streep (Sarah/Anna), Jeremy Irons (Charles/Mike), Hilton McRae (Sam), Emily Morgan (Mary), Charlotte Mitchell (Mrs. Tranter), Lynsey Baxter (Ernestina).

Meryl Streep como Sarah Woodruff


Hay películas de las que sobresale, en el recuerdo, la fuerza de una personaje. Es el caso de Sarah Woodruff, papel protagonista de La mujer del teniente francés, una mujer de la Inglaterra rural de 1867, que arrastra un pasado oscuro y que entabla amistad con el caballero Charles Smithson.

La obra es un ejemplo de cine dentro del cine, porque, en realidad, éste es el argumento de la película que ruedan los actores Anna y Mike, que, a su vez, mantienen una relación adúltera y secreta, al tener ambos pareja.

Charles y Sarah

Anna y Mike





















Si puede ocurrir que una vida exitosa se base en una mentira (El hombre que mató a Liberty Valance) aquí vemos cómo la infamia marca una vida de oprobio y cómo se busca que se cumpla lo que no fue verdad en su momento. El personaje de Sarah desprende magnetismo desde que podemos contemplar su rostro por primera vez: sola en el espigón, mirando el mar en medio de una fuerte tormenta, se gira y mira a Charles. Mira al espectador y nos atrapa.

Veo a Sarah y veo a las mujeres fatales que retrató Dante Gabriel Rossetti (1828-1882) en la última etapa de su vida. El pintor y poeta prerrafaelita, bohemio, bebedor y mujeriego, vivió atormentado por el suicidio de su mujer, Elizabeth Siddal, modelo suya y modelo de otros pintores prerrafaelitas (por ejemplo, posó para quedar inmortalizada como la Ofelia de Millais). Mandó exhumarla para recuperar los poemas inéditos que había enterrado con ella y le dijeron que su pelo rojizo no había dejado de crecer ocupando todo el ataúd (¿conocería este dato García Márquez cuando escribió Del amor y otros demonios, aunque se inspirara en una anécdota de su tierra?).

La abundante cabellera cobriza, símbolo habitual de sensualidad y pecado que Rossetti subraya en sus obras, es también un distintivo de Sarah Woodruff, cuya honestidad puede quedar en entredicho al aparecer en público con el cabello suelto: la mujer victoriana reservaba esto para la intimidad. 

Detalle de Proserpina (Rossetti, 1874)
Sarah Woodruff














El hecho de que Sarah sea pelirroja, como la mayoría de las protagonistas de los cuadros de Rossetti, sólo es una coincidencia externa, si bien con implicaciones semánticas. Pero una me trae a la memoria a las otras por lo que esconden detrás.

La pintura de Rossetti dejó progresivamente de centrarse en temas medievales y mujeres candorosas para retratar otro prototipo de mujer con connotaciones más simbólicas y mayor protagonismo en la composición: enigmáticas, con rostros que causan fascinación, con miradas lejanas de ojos tristes y profundos, sensuales a la vez. Son mujeres que, como Lilith, la Eva de los textos hebreos, o Pandora, la que abre la caja de los males, traen el infortunio a los hombres. O qué decir de Helena de Troya, que desencadena una guerra, o es la excusa para llevarla a cabo: a fin de cuentas, origina la destrucción.

Lady Lilith (Rossetti, 1866-1873)
Pandora (Rossetti, 1878)




















Helena de Troya (Rossetti, 1863)

Como ellas, Sarah abraza su estigma y se recrea en él: al mirarse en el espejo, literal y figuradamente, (recordemos que un espejo es también símbolo de duplicidad y aparece en esta película, para advertírnoslo, ya desde la primera secuencia en que Anna, preparándose para interpretar a Sarah, se nos presenta de espaldas), juega con los papeles del cómo soy/cómo me ven/cómo debería ser. Se rebela ante el rígido patrón impuesto por la sociedad vigente y, en ese sacudirse las normas, arrastra a un destino incierto a quien desee acompañarla. Rossetti habla en un verso de “ojos de abismo”: bien se le podría aplicar a Sarah. 

Una de las pocas secuencias nocturnas, cerca del desenlace

En un momento dado de la película le dicen: “mirar el mar como usted lo hace es provocativo, intolerable y pecaminoso”. Y quizá sí podamos entender lo de “provocativo” si atendemos al diálogo íntimo que establece con la naturaleza en varias secuencias y que la revelan como un ser apasionado, poseedor de una “melancolía oscura”.

Ensoñación (Rossetti, 1880)
Bellísima la fotografía de la película





















Dejamos sin desvelar las últimas decisiones de Sarah/Anna (¿coincidirán?), pero ambas comparten una personalidad valiente que les hace elegir su vida sin ceñirse a las pautas del guión. Quien las quiera seguir...



Para una valoración completa de la película, se puede consultar este enlace:
Meryl Streep es La mujer del teniente francés

1 comentario:

  1. Estupendo artículo Isabel: Los cuadros de Rossetti preciosos. Esta es una de mis películas preferidas. Gracias por enriquecer su contenido.

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