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jueves, 22 de noviembre de 2012

El último rostro de Marilyn en el cine


 


Gable no ha hecho jamás nada mejor en la pantalla,
y lo mismo puede decirse de la señorita Monroe
(New York Daily News)’


Roslyn (Marilyn Monroe) es una mujer muy atractiva que se acaba de divorciar. Conoce a dos amigos, Guido (Eli Wallach) y Gay (Clark Gable), con los que pasa unos días en la casa de Guido en el campo. Pronto ambos hombres se enamoran de ella y, compitiendo por Roslyn, muestran los rasgos negativos de sus personalidades. Después de unos días aparece otro amigo, Perce (Montgomery Clift), que es quien llega a gustar a Roslyn. Los cuatro se van a cazar caballos salvajes. La situación se hace insostenible.

Vidas rebeldes es de esas películas de las que todo el mundo ha oído hablar pero muy pocos han visto. Que sea la última película de dos figuras esenciales como Marilyn Monroe y Clark Gable ya le da el suficiente caché como para correr a verla a la mínima oportunidad, pero lo que acontece en este filme -mejor referido por su título original The Misfits... los contrahechos, los desplazados, los inadaptados-, es algo totalmente milagroso, algo que está muy por encima del aspecto puramente histórico y hasta iconográfico del cine, y que entra de pleno derecho en las páginas más poéticas del séptimo arte. Todas las circunstancias, la mayoría trágicas y enfermizas, que rodearon la realización de este inolvidable drama, todo lo que está contenido en él respecto a lo que fue y significó Marilyn, y la suma de talentos que lo hicieron posible, convierten a The Misfits en una pieza insustituible de la cinematografía norteamericana, un clásico que el tiempo ha tratado cada día mejor porque cada día envejece menos, si es que no ha hecho más que rejuvenecer desde su estreno hace más de cuarenta años.




The Misfits puede interpretarse desde tantos puntos de vista, y todos ellos reveladores, que resulta vano cualquier intento por abarcar su grandiosidad con apenas el uso de las palabras y la memoria. Quizá lo más atractivo sería hablar de The Misfits como una radiografía de la personalidad marilyniana realizada desde la inteligencia y sensibilidad de su entonces marido, Arthur Miller, el mayor dramaturgo de su tiempo, en aquellos momentos sólo unido a su mujer por la necesidad de sacar la película adelante -al terminar el rodaje, Marilyn comunicó oficialmente el divorcio-; pero eso, aunque recurrente y cierto, sería también espantoso. Cómo soportar la crueldad que significó para Marilyn encarnar a una chica que ella no quería ser pero que era como la veía su marido, alguien que escribía verdades sobre ella en boca de sus criaturas -“Es desconcertante... a veces parece boba, una chiquilla... pero qué bien se mueve, ¿no?”-, al tiempo que le hace hablar con desarmante sabiduría -“Todos estamos muriendo, cada minuto... y no nos estamos enseñando a los otros lo que realmente sabemos”-, y penetra en su alma dejándola bailar sola en las sombras del jardín, como una silueta desdibujada, para terminar abrazada a un árbol.

Pero The Misfits es mucho más que un puente tendido directamente al corazón hambriento de Marilyn, es una ventana abierta a la destrucción de los mitos del salvaje oeste, a la lenta muerte del sueño americano; es la desesperada epifanía de un puzzle cuyas piezas no encajan entre sí, un desfile bajo la luz del desierto de almas solitarias que no pueden dejar atrás su soledad. Gay (Clark Gable, que toca la gloria con los dedos cada vez que ocupa la pantalla) sigue creyendo en el curso de la naturaleza, donde nada vive si algo no muere, y se aferra a esa certeza como si fuera un clavo ardiendo en un mundo que no se detiene para esperar a los que son incapaces de cambiar. Como los‘mustangs’que cazan para servir de pasto a los perros, todos estos personajes (Gay/Gable, Rosilyn/Monroe, Guido/Wallach, Perce/Clift, Isabelle/Ritter) son reliquias fuera de su tiempo o fantasmas condenados al olvido, un grupo de rebeldes sin causa que ve y siente las cosas de forma muy distinta al resto del mundo. Necesitan mantenerse juntos para sobrevivir.
 
Gable & Monroe
 
Acaso sin darse cuenta, John Huston rodó su propia parada de los monstruos, tan humana y cruel y escalofriante como la de Tod Browning. Quienes ponían cara a esos personajes apenas tenían que ser ellos mismos, también inadaptados en sus propias vidas. El volcánico corazón negro’que fue el director de La jungla de asfalto, donde comienza la historia de Marilyn, agarró un relato que podría haber terminado en un melodrama country’y lo convirtió en un aterrador tesoro emocional: “Leí el guión como un boxeador en guardia y, de repente, recibí un puñetazo en el estómago”, recuerda. Para ayudar a los actores en su intensa caracterización, exigió rodar la película en orden cronológico, creó una atmósfera de conflictos y efervescencia emocional que trascendió del plató a la pantalla, estuvo a punto de echar por borda el dinero de la producción en el casino del hotel. The Misfits, acaso como Bob Dylan, Madame Bovary o la catedral de Burgos, es una parada obligatoria en la autopista de la vida, para que nunca tengamos que preguntar aquello que pregunta Marilyn despidiéndose para siempre de la pantalla: “¿Cómo encontrar el camino de regreso en la oscuridad?”. Ella, que lo iluminaba todo.
  
 
 
Marilyn interpreta un papel en el que hay distintos fragmentos
que evocan su propia vida
(Life)
 

2 comentarios:

  1. I
    Hace unos meses echaron un documental fascinante en La 2 sobre Marilyn. Si hubiese sabido que iba a ser tan bueno lo habría grabado, todavía me estoy tirando de los pelos por no haberlo hecho. He de reconocer que es buena actriz, le da una vida y una soltura a sus papeles bastante aceptables, aunque he de confesar que nunca la he tenido en mi panteón de actrices favoritas, que casa mejor con otras divas como Ingrid Bergman por ejemplo; tal vez sea por ese aire de rubita algo simplona que le suele perseguir en muchas de sus películas, algunas de ellas obras maestras.

    Tal vez por este motivo no hice la grabación del documental. Fue un grave error pues terminó siendo uno de los reportajes más impactante que yo haya visto nunca. A medida que transcurrían los minutos se iba descubriendo toda una trama absolutamente perversa escondida tras el glamour de la que fue “la novia de América”. Bajo el oropel de todo el éxito que la rodeaba se escondía una persona completamente neurótica y depresiva, con media vida entre psicoanalistas, y la otra media en la nube mental que le provocaban los antidepresivos de los que abusaba. Es cierto que esto es algo bien sabido por todos, pero el desglose detallado que te hacía el documental sobre el asunto le daba otra dimensión. Y qué mejor muestra de este delirio que esta grandísima película, “Vidas rebeldes”, de John Huston, otro de los “monstruos” del cine, y a cuyo rodaje el documental le dedicó bastante tiempo.

    La película fue famosa por la truculenta relación que se estableció entre sus participantes, pero esto suele suceder en muchos filmes, por lo que aquí era algo más, era otra cosa. El doble fondo era otra peli en sí mismo. Para empezar, decir que Marilyn se plantaba frente a la cámara, cuando iba, totalmente dopada de ansiolíticos, y el momento en el que pudiera aparecer era un enigma para todos. Incluso en más de una ocasión se dejó ver totalmente borracha. A veces no podía sostener un vaso por el temblor del pulso, por lo que tenía que apoyar el codo en la mesa; otras se caía al suelo, por lo que había que sujetarla: en el baile inicial con Eli Wallach, en el que se descalza, el pobre actor estaba más pendiente de que se mantuviese en pie que de otra cosa; y en muchas ocasiones, cuando vemos a Clark Gable rodeándola con sus brazos y llevándola amorosamente no era tanto por exigencias del guión como por el hecho de que había que sujetarla para que mantuviese el equilibrio. Tras ese maravilloso momento del que hablas, Paco, en que ella acaba abrazada a un árbol, su coprotagonista la lleva hacia el coche de este modo… Sus crisis neuróticas eran constantes, y la conflictividad con todo el equipo, así como con el director y con el resto de actores, algo habitual. Cualquier comentario que se le hiciese lo interpretaba como un menosprecio hacia ella: la inseguridad y la depresión eran crónicas.

    Parece ser que John Huston, en algún careo que tuvo con esta mujer, perdió los papeles y le llegó a decir: “tú no eres una actriz, eres una furcia, y quiero que en la película seas eso, una furcia”. Aunque es posible, Paco, que, como tú dices, esto formase parte de una metodología de su dirección de actores, que estas cosas a saber, y lo digo en serio, sin ironía, que los directores hacen estas cosas.



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  2. La misma persona continúa23 de noviembre de 2012, 22:51

    II

    Los compañeros de reparto vivían aterrorizados el día a día, con la sensación de que Marilyn los podía lanzar al abismo con sus desvaríos de un momento a otro. El que, al parecer, mantuvo mejor el tipo fue Clark Gable, quien optó por ser cariñoso con ella como modo de llevarla, bien por lástima o bien para que no se le fuese a pique el negocio, que estas cosas nunca se sabe. Y esto lo podemos ver en su interpretación, totalmente condicionada por este hecho, cuando habla con ella. Es más, muchas conversaciones que tuvieron ambos en el filme se salían del guión y reproducían de modo idéntico su relación fuera de la cámara, es decir, muchas secuencias eran absolutamente reales, y Huston, como gran director, las dejó correr sin cortapisas pues veía la mina de oro que podía sacar de todo esto. Poco tiempo después de terminar el proyecto, Marilyn dijo de Gable que era un hombre adorable, aunque no para acostarse con él, sino para tenerlo como padre, y que viniese por las noches a despedirse de ella con un beso en la frente. Lo curioso es que hay una secuencia en que ella está en la cama dormida y él la besa, pero no fue un beso pasional sino cariñoso. Marilyn era un toro con el que todos tenían que lidiar. En realidad no actuaba, se dejaba llevar por su desolado estado anímico que era invariable antes y después del “corten”. Se le olvidaban los diálogos o los cambiaba para decir lo que realmente sentía en ese momento.

    Y como culminación de todo ello está la secuencia de la cacería de los caballos, y en concreto, el momento en que ella se aleja corriendo y empieza a gritarles como una loca: “¡Mentira, mentira, asesinos! ¡Sois todos unos mentirosos! ¡Yo solo quería a alguien en quien confiar! ¿Por qué no podéis ser felices con vosotros mismos? Vosotros y vuestro maldito país. ¡Libertad! ¡Os odio! ¡A los tres, os odio a los tres! ¡Os odio! ¡Sois tres monstruos!” Bien, pues atención: este no era el dialogo que tenía que decir, que debía de ser una recriminación severa y diciendo otras cosas. Aprovechó la secuencia para alejarse corriendo, algo que no correspondía, aunque la siguió la cámara, y empezar a poner a sus compañeros a caldo. Les estaba insultando de verdad, no estaba actuando, y gritando como una loca, que tampoco venía al caso. Huston, como buen director, supo “aprovechar” la pérdida de control de la actriz y en vez de obligarla a repetir la escena tras darle un tranquilizante, como habría hecho cualquier otro, metió el metraje en el filme y lo arregló con un diálogo de Wallach en el que viene a decir. “Está loca, como todas las mujeres, están todas locas”.

    El cine es como la vida misma, y en esta película más que nunca. Son personajes que se encuentran perdidos en este mundo, no por ello perdedores, que se sienten solos, y todos tienen en común la carencia de afecto, algo que buscan desesperadamente, tesis central de toda la obra. Por ello, tal vez, Marilyn, en aquel estado, encajaba mejor con la trama, y siempre nos quedará la duda de saber si ella, con un estado anímico en condiciones favorables, hubiese podido hacer el papel…
    En fin, Paco, te animo a volver a ver esta maravillosa película, en V.O, con esta nueva perspectiva. Es, como suele decirse vulgarmente, “un puntazo”.

    Un saludo, Galo.


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