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sábado, 24 de noviembre de 2012

Adiós a José Luis Borau


 



José Luis Borau Moradell (Zaragoza, 8 de agosto de 1929 - Madrid, 23 de noviembre de 2012)

Tuve la ocasión de conocer a José Luis Borau hace unos años en un seminario de cine organizado por la Universidad Internacional de Andalucía en su sede de Baeza dirigido por el crítico y profesor Esteve Riambau.

La sesión de esa mañana consistía en dos conferencias en las que se hablaría de los españoles que con mayor o menor fortuna habían intentado dar el salto a Hollywood. La primera conferencia la daba Jaume Figueras haciendo un repaso general a todos esos españoles y contando las anécdotas de aquellos que habían acudido a la ceremonia de los Oscars.  A continuación le tocó al turno a José Luis Borau que iba a hablar sobre su experiencia americana con la película Rio Abajo. Riambau acertó al pensar que la mayoría de los 20 asistentes a la charla no habíamos visto la película así que hicimos un visionado la tarde anterior para poder hacerle preguntas a Borau.  La película nos pareció a todos sin excepción un desastre. A la escasa calidad técnica había que sumarle un guión con diálogos imposibles. David Carradine hacía de David Carradine y Victoria Abril parecía totalmente perdida.

 
Los ánimos después de ver la película no estaban para alabar a Borau, ni mucho menos,  y Riambau escuchando nuestros comentarios creo que se temía que las preguntas que hiciéramos a Borau no fuesen muy “cariñosas”.

Durante la conferencia, el señor Borau fue desgranando una a una las penurias que tuvo que pasar para encontrar la financiación para este “capricho” suyo que incluso le habían llevado a hipotecar su casa. También nos habló de las grandes dificultades que tuvo que pasar durante el rodaje, especialmente con los sindicatos, David Carradine y el joven protagonista (quien se veía así mismo como una estrella emergente a pesar de que a día de hoy nadie se acuerde de su nombre). Borau habló con pasión de su profesión y a pesar de que todos estábamos de acuerdo en que la película no merecía tantas penas, nos convenció de que lo importante para un cineasta es defender su proyecto pase lo que pase. Supo transmitirnos ese amor suyo por el cine a todos los asistentes.

Cuando llegó el turno de preguntas el guión cambió radicalmente a cómo los asistentes lo habíamos planteado… Pasamos todos de puntillas por esta película y las preguntas empezaron a dirigirse hacia otras de sus películas como Furtivos, Hay que  matar a B, Tata Mía, etc.  Nos habló de sus inicios, problemas con la censura, etc. Contestó a todas nuestras preguntas con paciencia e incluso charló con algunos de los que a la salida seguíamos preguntándole. Supo conectar con los que allí estábamos por su sencillez y cercanía.

 
  
Es innegable que a pesar de su no muy extensa filmografía es un referente para muchos directores. Excepto por Furtivos, reconozco que no soy muy “fan” del “especial” cine de Borau pero me quedo con ese día en el que tuve la suerte de escuchar hablar con el entusiasmo parecido al de alguien que empieza, a quién se ha hecho merecedor de un hueco importante en el cine español.
 
Artículo de Macarena Orellana García-Tapial.

2 comentarios:

  1. Comparto la opinión de la autora de este artículo en lo referente al cine de Borau. Salvo “Furtivos”, otros filmes suyos se me quedaron flojos. Esto no quiere decir que me llevase una impresión patética de los mismos, simplemente que me resultaron tan solo aceptables. “Hay que matar a B” considero que da el mínimo exigible, aunque imita un poco a Jean Pierre Melville, el cineasta del cine negro francés – o “polar”-, quien, a su vez, trataba de acercarse al cine negro americano, Meca a la que parecen llegar todos los caminos. Me resultó curioso en su momento porque no me parecía una película española; con el tiempo me enteré de que la censura franquista tuvo algo que ver en ello, obligando a cambiar la nacionalidad del protagonista. Aquellos eran los tiempos en que para el poder todo olía a subversivo, algo que trataba de arreglar imponiendo rocambolescos estados de excepción. Fueron duros para el cine español aquellos momentos. Parece que España es un país en el que nunca termina de salir el sol.

    Otra película suya, “Leo”, me decepcionó bastante, y no porque no me pareciese aceptable, sino porque las expectativas que me había creado con ella fueron demasiado altas: el bombo de la crítica, el Goya, creo que a mejor dirección, Icíar por allí metida…

    La que sí recomiendo encarecidamente es la de “Furtivos”, una película cuyo argumento no puedo contar ya que se la destruiría al espectador que aún no la haya visto. La razón de ser de este filme está en su final, un final absolutamente demoledor. Recuerdo que estuve cerca de dos días impactado, como si me hubiesen metido un tajo que me cortase la respiración y tratase de recuperarme. Diría que hasta hace cierto daño psicológico.

    Cuando me enteré de la muerte de este cineasta me percaté de que toda aquella generación de realizadores españoles que marcaron los años sesenta y la Transición son ya unos ancianos a los que el tiempo va a empezar a engullir uno tras otro en los próximos años. Todo se lo lleva el viento, ya se sabe. Y Para mí, que tengo ahora cuarenta y tres años, todo aquél periodo lo viví en la primera infancia, es decir, sin enterarme de nada. Fue después, en la juventud, cuando empecé a conocer a esta generación, salidos casi todos de aquella EOC, o Escuela Oficial de Cine, que hubo en Madrid en los sesenta, y en la que Borau impartía clases de guión. Me estoy refiriendo a nombres como Basilio Martín Patino (el que había organizado “las Conversaciones de Salamanca” a partir de su cineclub) Miguel Picazo (quien hizo la maravillosa “La tía tula”, la recomiendo, buscadla por ahí), Francisco Regueiro, Mario Camus, Antxon Eceiza, Jordi Grau, Manuel Summers, Borau, Saura (impartía clases allí), Víctor Erice, Pedro Olea, Manuel Gutierrez Aragón, etc.


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  2. La misma persona continúa25 de noviembre de 2012, 14:28

    ¿Qué fue de ellos? Supongo que los que aún viven tratarán de encontrar algún refugio en el que esconderse, y que mirarán con extrañeza el último modelo de smartphone, o la última tableta de Apple. No sé cómo se moverán en el ciberespacio, ni cómo verán la crisis del cine por las descargas ilegales en internet y el derrumbe de las subvenciones, o la prima de riesgo, las inversiones “preferentes”, los desahucios... Lo que sí sé es que, aunque parezca increíble, en su tiempo, ellos luchaban por burlar la censura franquista, por lograr una democracia, por conseguir que todos los libros censurados por el régimen saliesen a la luz pública (hoy se extinguen, no sé qué es peor), porque se legalizase el Partido Comunista. Existían por y para la lucha política, además de para el cine.

    Siempre se dice que el futuro termina siendo de cualquier manera menos como pensábamos que iba a ser. Y no me cabe la menor duda de que esta frase la llevan todos ellos marcada en la frente.

    Sin embargo, y todo hay que decirlo, desde el punto de vista cinematográfico no cumplieron con las expectativas creadas con el nacimiento de la Escuela de Cine. La mayor parte de sus películas, a mi modo de ver, se pierden en la mediocridad, salvo contadas excepciones. Casi todos tenían en su haber una, dos o tres películas, vamos a decir, buenas, y del resto mejor no hablar. El único se salvó fue el Erice, porque decidió que o hacía una obra maestra o no hacía nada; así que solo hizo tres películas y algunos cortos. Y Carlos Saura.

    Todos admiramos el buen cine americano, pero me gustaría dar un dato bastante llamativo que descubrí en una enciclopedia de historia del cine. Mientras que en España en toda la década de los años sesenta se formaron un total de 48 realizadores, en Estados Unidos, en el mismo periodo, fueron cerca de cinco mil… (aunque no todos acabasen haciendo cine)

    Vaya, ya se me ha ido otra vez la mano con el teclado y no me va a caber el texto en el apartado “comentarios”. A ver cómo me las ingenio para sortear la censura…
    Un saludo, Galo.

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