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lunes, 2 de julio de 2012

Mitomanía... Joan Crawford



Cuando en los años 30 los maquilladores de Hollywood se reunieron para designar a “la mujer perfecta”, eligieron la mandíbula de Joan Crawford, la frente de Greta Garbo, los ojos de Claudette Colbert, la boca de Lupe Vélez y la nariz de Constance Bennett, para formar el retrato-robot correspondiente.

Nacida en Texas, ilegítima, el verdadero nombre de Joan Crawford era Lucille Fay LeSueur. Desde los 9 años trabajó duramente para huir de la miseria en la que se veía inmersa. Su inquebrantable energía y la autodisciplina que se impuso le permitieron rápidos progresos, y pronto se convirtió en la “tercera de la izquierda de la última fila” de coristas de un conocido espectáculo neoyorquino, del que saltó al cine.

Estrella exclusiva de la Metro durante diecisiete años, su inicial imagen de ingenua y flapper fue evolucionando hasta convertirse en un velado reflejo de su propia personalidad, temperamental, dominante, autoritaria e indestructible.

El único Óscar de su carrera lo recibiría en 1946 por Mildred Pierce (Alma en suplicio), cuando la estrella ya había abandonado el estudio que la lanzó a finales del período mudo y reanudaba como independiente su carrera, que se prolongaría hasta 1970 con más de ochenta títulos.


 


Si el éxito la acompañó en todas sus empresas, no ocurrió otro tanto con su vida privada. Sus tres primeros matrimonios, con los actores Douglas Fairbanks, Jr, Franchot Tone y Philip Terry, naufragaron estruendosamente. Solo el cuarto marido, Alfred Steele, presidente de Pepsi-Cola, pareció llevarse bien con ella. Pero su súbita muerte, en 1959, dejó sola a la estrella con sus cuatro hijos adoptivos, que pronto abandonarían el hogar huyendo de la férrea disciplina y el cruel autoritarismo que se les imponía.

Como dijo machistamente la revista Life, que en 1937 la había proclamada “Primera Reina del Cine”, “es un axioma de Hollywood que las películas favoritas son normalmente hechas por mujeres. El público de Joan Crawford es predominantemente femenino, predominantemente ignorante. Antigua dependiente ella misma, fue elevada al estrellato como el sueño de todas las dependientes”.


 


Hoy la recordamos en una de sus primeras apariciones en el cine, de la mano de director Tod Browning, interpretando el personaje de Nanon, en la película “Garras Humanas” (1927). En la secuencia que veremos Nanon es el blanco de un lanzador de cuchillos manco, Alonzo, interpretado por Lon Chaney. La Crawford esta jovencísima, prácticamente irreconocible.



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