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martes, 29 de mayo de 2012

Montesco Vs Capuleto en West Side Story


 
El cine musical se supone que ya había alcanzado sus más altas cimas de la mano de nombres míticos como el coreógrafo y realizador Busby Berkeley y el director Mark Sandrich durante la década de los treinta. En los cuarenta las mejores obras vinieron del talento de Vincente Minelli, mientras que los años cincuenta verían en Stanley Donen y Gene Kelly a sus máximos artífices. Aquellos años de esplendor del cine musical dejaban ver coreografías siempre impresionantes, fastuosos despliegues que poco caso hacían de una trama por lo regular simple y en ocasiones apenas hilvanada para el lucimiento de las verdaderas estrellas de la función: los números musicales.

Pronto las escuetas tramas y la saturación ad infinitum de cantos y bailes desplegados a la primer provocación llevó al cine musical a un hartazgo donde pocas películas ofrecían alguna novedad. Así, en medio de ese declive del cine musical aparece en el año de 1961 West Side Story, con un sólido guión de Ernst Lehman, impresionante música de Bernard Bernstein y Stephen Sondheim y dirección de Robert Wise y Jerome Robbins, responsable también del manejo de las coreografías.
 
Siendo un éxito probado en los teatros de Broadway, su traslación al cine se convirtió en todo un fenómeno. La historia, que es en realidad una puesta al día del clásico de Shakespeare Romeo y Julieta, sirve también como pretexto para evidenciar dos problemas sociales que comenzaba a dar dolores de cabeza a las autoridades estadounidenses: el pandillerismo juvenil y los constantes problemas con las comunidades de inmigrantes. En medio de este mar de confusiones y riñas por el dominio del territorio de un barrio al oeste de Nueva York se desarrollará la historia de amor entre María, una hermosa joven recién llegada de Puerto Rico, y Tony, un yanqui ex miembro de la pandilla de los Jets, quien ahora ha decidido rehacer su vida fuera de las calles.
 
Las familias de los Montesco y los Capuleto son sustituidas aquí por las pandillas de los Jets (neoyorquinos) y los Sharks (puertorriqueños), que por ningún motivo desean entablar otra relación que no sea la de los golpes, por lo que el amor entre Tony -el mejor líder que han tenido los Jets- y María -hermana de Bernardo, jefe del clan Shark- es poco menos que imposible. Aun así ambos habrán de entablar una lucha personal en contra de los prejuicios étnicos.
 

La solidez del guión -basada perfectamente en esa lucha de contrarios- encuentra su equivalente exacto en la pantalla de la mano de Robbins, creador de una serie de coreografías majestuosas que van más allá del espectáculo caleidoscópico, es decir, cada uno de los movimientos es una puesta en escena de una pelea, cada baile maneja una pulsión de violencia que se desarrolla in crescendo, desde la secuencia inicial de la cinta -la presentación de los miembros de ambas pandillas caminando/bailando/luchando a lo largo del territorio que pretenden dominar- hasta la violenta cita bajo de un puente, donde Bernardo, Tony y Riff, su mejor amigo, se encuentran en una danza de furia y muerte.
 
Pero también la adecuada planificación de los encuadres es una muestra de que Robert Wise estuvo a la altura para dar a la cinta el equilibrio perfecto, pues más allá de los números musicales también las escenas de poderosos diálogos, la mayoría de ellos de una carga dramática pocas veces vista en el género, hacen que la tensión dramática avance de manera fluida hacia un clímax donde los celos, la mentira y la confusión se conjunten en un desenlace abrumador, impactante y melancólico.
 
Fotograma de West Side Story

Sin embargo, esta es una historia de amor, y como tal alcanza algunas de las mejores escenas del género, sobrepasando el mero ámbito de la comedia musical. Ahí está ese bello juego de plano/contraplano que Wise utiliza para enfrentar por vez primera a María y Tony en una fiesta: ellos nítidamente enfocados al centro del encuadre, mientras a su alrededor todo se desarrolla fuera de foco. Una expresión onírica donde sólo ellos dos importan y su amor es lo único verdadero, más allá de cualquier rencor de sus respectivas "familias".

Fotograma de Wset Side Story
 
Amor que irá creciendo con una fuerza natural y libre que no es comprendida, pero que ellos se esmeran en mantener con una pureza memorable. Allí quedan como ejemplo magníficas secuencias como el sueño de su boda en medio de los maniquíes de la boutique donde trabaja María, escena que finaliza con un contrapicado majestuoso de ellos dos arrodillados repitiendo una a una las palabras de su supuesto enlace matrimonial; o bien el diálogo que sostienen cuando Tony ingresa al cuarto de María, después del desenlace trágico de la pelea debajo del puente que no pudo detener.
 
Tony (Richard Beymer) y María (Natalie Wood)

West Side Story es, sin duda, una obra de arte redonda en todos los sentidos, poderosa como historia romántica y poderosa también como obra musical, aderezada por uno de los scores más recordados de la historia del cine (canciones ya clásicas como "Maria", "America", "Somewhere/Tonight") y que ya es considerada como la tercera película romántica más importante de todos los tiempos -la primera es Casablanca y la segunda Lo que el viento se llevó-, según el Instituto Norteamericano de Cine y ganadora en su momento de diez premios Oscar, cuando estos todavía tenían bastante credibilidad.
 
Os dejamos con un extracto del reportaje donde explican las dificultades que tuvo el coreógrafo y co-director de West Side Story, Jerome Robbins, para diseñar el espléndido número inicial de la película.

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