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jueves, 25 de noviembre de 2021

Ryan Phillippe (1974-)


La cara de Ryan Phillippe es una de esas que permanecen inalterables en el imaginario colectivo: la mayoría del público no ha vuelto a verla desde que, hace 20 años, parecía destinado a ser la próxima superestrella de Hollywood.  Ryan Phillippe (New Castle, Delaware; 10 de septiembre de 1974) es un actor, director y escritor estadounidense, en la actualidad luce más curtido, más musculoso y más tatuado, aunque mantiene todavía el aspecto de un ídolo adolescente. Y eso es todo lo que el público le ha permitido ser: un fetiche nostálgico y un sex symbol generacional.

 

Ryan Phillippe interpretó en 1992 a Billy Douglas en el culebrón 'One life to live'. Billy fue el primer adolescente gay de la televisión en abierto.

 


En Sé lo que hicisteis el último verano, Ryan Phillippe encajaba en el físico de los ídolos adolescentes de los noventa. Como Leonardo DiCaprio, Nick Carter o Jason Priestley, tenía rasgos angelicales (es decir, femeninos y, por tanto, inofensivos) que, según los cánones estéticos griegos, evocaban bondad y pureza de espíritu. Pero Phillippe añadía un factor extra: sexo.

 

Ninguno de sus personajes era un galán romántico, un héroe aventurero o una brújula moral. Pero todos eran seductores. En 54 interpretaba a un chaval tan obsesionado con ser alguien que no dudaba en utilizar su erotismo para conseguirlo. El propio Phillippe reconoció en la revista FemaleFirst que sentía envidia de la vida de fama, fiestas y modelos de DiCaprio. En 54, el dueño de la legendaria discoteca neoyorquina le indicaba que si quería entrar tendría que quitarse la camiseta. Y así, sin camiseta, aparecía Phillippe en el póster de la película. Poca gente vio 54, pero mucha vio aquella imagen de su torso desnudo.

 


Crueles intenciones, una adaptación de Las amistades peligrosas con adolescentes pijos de Nueva York, era una fantasía perversa sobre lo sencillo e irrevocable que resulta arruinar la reputación de una jovencita mediante el sexo. Sin embargo el único miembro del reparto que salía desnudo era Ryan Phillippe. Él era la tentación prohibida. Él era la femme fatale. Él era el objeto sexual. Él era, de acuerdo con la tradición de Hollywood, la chica de la película.

 


Phillippe también aparecía desnudo en Tormenta blanca y en Little boy blue, ante lo cual admitió sentirse incómodo en la difunta edición estadounidense de la revista Premiere: “No quiero ser conocido como el tío que enseña el culo en todas sus películas”. La prensa de la época describía el físico de Ryan Phillippe como “un adonis rubio con morritos de guaperas”, “sexualmente tentador y completamente entrañable” o “un chapero en una orgía de Fellini”. En 54, una Sela Ward de 42 años le acariciaba el torso frente a un espejo susurrándole que tenía “el cuerpo del David [de Miguel Ángel] y la cara de un Botticelli”. En definitiva, a Ryan Phillippe se le trataba como durante décadas solo se había tratado a las actrices. La cultura del cambio de siglo estaba proponiendo un nuevo tipo de hombre, el “metrosexual”, tan ofrecido sexualmente, tan consumible, tan cosificado y tan explotado como las mujeres. Y Ryan Phillippe fue el máximo representante en Hollywood.

 

En enero de 1999 David LaChapelle lo fotografió para la revista Flaunt en situaciones que evocaban una sensualidad tradicionalmente femenina u homoerótica: saliendo de una piscina empapado, abierto de piernas con un crop top de rejilla junto a un póster de Madonna, mostrando las axilas con una camiseta de encaje negro o tumbado en la cama con una camisa rosa abierta y una toalla enrollada a la cintura mientras un señor (sesentón, con barriga y con la cara oculta) apunta una videocámara a su entrepierna. Ryan Phillippe jamás conseguiría librarse de esa imagen pública de utopía erótica.

 


En 2015, una periodista lo entrevistó para Elle y arrancó el reportaje confesando que, al llegar al bar donde habían quedado, fingió no ver al actor de lo nerviosa que se puso. “Lo vi con su gorra y su camiseta a rayas y empezó a sonar en mi cabeza Colorblind de Counting Crows [la banda sonora de Crueles intenciones]. Decidí imaginarme que eso no era una entrevista, sino mi fantasía adolescente hecha realidad. Porque Ryan Phillippe fue el primer chico del que me enamoré. Y, sin él saberlo, ha influido en mi percepción de mi sexualidad femenina”.

 

Su matrimonio con Reese Witherspoon elevó su estatus, hasta el punto de que en 2002 Vanity Fair los describió como “la pareja de actores más arrebatadora desde Paul Newman y Joanne Woodward”. Se conocieron en la fiesta del 21º cumpleaños de la actriz y ella solía contar que, cuando lo vio por primera vez, le dijo: “Así que tú eres mi regalito de cumpleaños”. Aquella anécdota alimentaba esa percepción de que Phillippe era un hermoso objeto. Phillippe y Whiterspoon se casaron cuando tenían 24 y 23 años, estando ella embarazada de seis meses, y tuvieron un segundo hijo cuatro años después.

 

“Un día Ryan se estaba despidiendo de Reese y ella se puso a llorar”, contó la actriz de Una rubia muy legal Jennifer Coolidge. “Él le dijo: ‘¿Por qué lloras? Vas a seguir viéndome durante el resto de mi vida’. ¿Qué chica no querría escuchar algo así?”. Ryan Phillippe parecía diseñado para satisfacer todas las fantasías adolescentes femeninas y, sin duda, cumplió el sueño infantil de Witherspoon de tener una familia perfecta antes de los 25.

 


Mientras él alternaba películas sin repercusión con papeles secundarios en dramas de prestigio como Gosford Park, Crash o Banderas de nuestros padres, ella cobraba los cheques con más ceros de todo Hollywood gracias a Una rubia muy legal. En los Oscar de 2002 presentaron un premio juntos y, cuando llegó el momento de abrir el sobre, él dijo “Venga, léelo tú que para eso ganas mucho más dinero que yo”. Ante los rumores de que Phillippe no sabía gestionar esta disparidad, Witherspoon sintió la necesidad de defenderlo, también en Vanity Fair: “Nunca hemos sido competitivos. Ryan tiene mucho éxito. Le llegan montones de ofertas, de mucho dinero. Enormes sumas de dinero”.

 

La misma publicación celebró aquella improvisación como “la mejor broma de la gala”, pero años después Witherspoon admitió en la cadena CNN haberse sentido aturdida por el comentario. “No estaba en el guion, no me avisó de que lo iba a decir”, aclaró la actriz en 2020. “Pero las normas de género han cambiado bastante desde entonces. A mi hija le he inculcado que jamás debe sentir vergüenza por ganar dinero. Hay muchas mujeres en todo el mundo que no tienen esa oportunidad, así que nunca debe sentir pudor por ganar más dinero que su pareja”.

 


Tras la ceremonia de los Oscar de 2006, en la que ella ganó como mejor actriz por En la cuerda floja, un vigilante de seguridad le pidió a Phillippe su entrada para una fiesta. Él respondió: “Mi mujer es mi entrada”. Se separaron cuatro meses después. Tras el divorcio, Phillippe no solo pasó un año y medio sin trabajar, sino también, según él mismo confesó al semanario People, cinco meses sin salir de la cama. “Me quería morir. Estaba listo para suicidarme. No me cuidaba en absoluto. Nada más despertarme, lloraba y vomitaba”.

 

Desde entonces, Phillippe ha huido de su imagen de sex symbol evitando las películas románticas e interpretando a militares, policías, agentes de la CIA y francotiradores. En 2010 ejerció de presentador de combates de lucha libre. Cuando se declara antibelicista pero dice cosas como “daría mi vida por haber combatido en la Segunda Guerra Mundial”, Phillippe parece estar intentando adscribir su imagen a cierta masculinidad tradicional.

 


En los últimos años ha aparecido en películas de la categoría de Setup, un thriller de acción con Bruce Willis y 50 Cent que el propio Phillippe describiría como “espantosa” y que, como la mayoría de sus últimas películas, se estrenó directamente en formato doméstico. Los paparazzi, sin embargo, siguen acordándose de él y lo fotografían en cada una de sus juergas nocturnas, lo cual ha ido devaluando su imagen en Hollywood. Resulta que Ryan Phillippe no era una estrella. Era, simplemente, una celebridad.

 

“La única razón por la que les intereso a los paparazzi es porque estuve casado con la actriz mejor pagada del mundo”, lamentaba el actor en 2008 en la revista de moda W. En 2011 tuvo un hijo con la modelo de 21 años Alexis Knapp, fruto de una relación de un par de meses: Phillippe se enteró de que ella estaba embarazada cuando ya lo habían dejado. En 2016, confesó que sufre depresión desde su infancia y que su lucha contra ella es diaria: entre su crecimiento personal, se muestra orgulloso de haber conseguido no mirar Instagram cada mañana nada más despertarse.

 

En 2017 su entonces pareja, la modelo de playboy Elsie Hewitt, lo demandó por agresión. En la denuncia, según informó entonces El País, Hewitt achacó su agresividad al consumo habitual de drogas de Phillippe (cocaína, éxtasis, setas y esteroides). Phillippe negó los hechos, aclaró que la agresiva había sido Hewitt y que él solo estaba defendiendo a su invitada (una chica que se había ligado en una fiesta tras discutir con Hewitt) y a sus dos hijos, que dormían en la habitación de arriba.

 


La contrademanda del actor incluía observaciones como: “Aquella noche Phillippe se sintió escandalizado por el vestido con transparencias de Hewitt y se fue de la fiesta por temor a que sus hijos vieran fotos suyas con esa mujer semidesnuda en público”. Finalmente, ambas partes llegaron a un acuerdo extrajudicial para evitar, entre otras cosas, que Reese Witherspoon fuese llamada a declarar, tal y como pretendía el abogado de Hewitt.

 

Ryan Phillippe es una promesa que nunca se hizo realidad: una estrella que no triunfó, una fantasía erótica que el público dejó atrás y una promesa de marido y padre de ensueño que, a ojos del público, no llegó a realizarse. En los últimos años ha tratado de sacar adelante una carrera como director y guionista para no pasar tanto tiempo delante de las cámaras. El único proyecto que se materializó fue Catch Hell, un thriller sobre un actor de Hollywood venido a menos llamado Reagan Pearce que es secuestrado y torturado por dos aldeanos en un rancho en medio de Louisiana. Catch Hell era una sátira sobre los medios de comunicación (los secuestradores usurpaban la identidad del actor en Instagram y publicaban comentarios racistas y homófobos que llevaban al público a cancelarlo) y una parodia del propio Phillippe. David Schiff, su representante en la vida real, interpretaba al representante de su personaje. Phillippe escribió, produjo, dirigió y protagonizó la película. La trama se le ocurrió mientras rodaba una película en Shreveport (Louisiana) y un par de operarios del rodaje lo invitaron a montar a caballo por el bosque. En pleno paseo, le entró la neurosis de que en realidad no conocía de nada a esos tipos y que podrían perfectamente estar tendiéndole una trampa. El propio Phillippe explicó a Los Angeles Times que el verdadero terror que le sobrevino es que esos dos tipos podrían torturarlo durante días sin que nadie lo echase de menos: sintió que era tan poco famoso que nadie lo buscaría.

 

Su última aparición, de momento, es en la serie de tv Big Sky (2020), interprentando el rpesonaje de Cody Hoyt dentro del elenco principal. (Juan Sanguino)

 


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