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viernes, 21 de junio de 2024

Ciudadano Kane y William Randolph Hearst

 
Ciudadano Kane. William Randolph Hearst.
La ambición. El poder. El cine y el periodismo amarillo entre otras nimiedades atemporales.
 
 

 
 
 
Pilar Lebeña Manzanal

 

Érase una vez un hombre tan insultantemente rico hecho a sí mismo -ya saben, ese arquetipo masculino del self made -término acuñado en Estados Unidos a mediados del XIX- que su único hijo, en lugar de pedir una pelota para jugar al fútbol en el exclusivo patio de su exclusivo cole donde desollarse las rodillas junto a sus exclusivos amiguitos, llegó a pedir a su progenitor que le regalara el castillo de Windsor y el museo de Louvre. Así. Del tirón. Como el que pide un cola cao y una galleta María. Qué culpa tenía el chiquillo si era un abrir la boca y tener a Aladino y su lámpara mágica bailando en su dedo meñique.

Lo que sí le regaló unos añitos más tarde tras ser expulsado de Harvard fue un periódico, el San Francisco Examiner, que su millonario y congresista padre había aceptado como pago previo a una apuesta.

Ese niño era William Randolph Hearst. Tenía entonces 23 años, 1886 para que se ubiquen, y el muchacho lo petó saltándose a la torera todos los códigos de ética periodística como veracidad, rigor, imparcialidad, equidad o responsabilidad pública que llevan a todo profesional que se precie a dormir con la conciencia tranquila por las noches. El San Francisco Examiner fue el pistoletazo de salida para una carrera empresarial de cuidaíto que vienen curvas a base de editoriales, reportajes y fotografías donde la verdad importaba poco y el sensacionalismo lo ocupaba todo con el único objetivo de que se vendiera como rosquillas parar ganar mucho, mucho, mucho dinerito. Tanto que generó pingües beneficios a su joven propietario alimentando ese tipo de ambición desmedida donde los límites se difuminan en una línea prácticamente invisible que le arrastran, para ir haciendo boca, a comprar periódicos como el que come pipas una tediosa tarde de domingo. 

 

Sintiendo que la costa oeste se le queda pequeña y en su lucha con su gran competidor, el que hasta entonces era el rey y señor de la prensa sensacionalista, Joseph Pulitzer, se traslada a Nueva York donde compra el New York Journal en clara competencia al The World de Pulitzer a quien, sin escrúpulo alguno y en una disputa sin cuartel talonario en mano, le roba periodistas, fotógrafos e ilustradores como el autor de la tira cómica yellow kid, “el chico amarillo”. De ahí que The New York Times, periódico serio y por tanto muy crítico con este tipo de prensa, acuñara el término “prensa amarilla” jugando con las palabras pues yellow no sólo significa amarillo, también cruel y cobarde. Una prensa seria que llegó a denunciar el control que ambos magnates ejercían sobre el gobierno por lo que llegaron a sugerir que la prensa sensacionalista o amarilla fuera eliminada. Sin éxito como podemos ver a estas alturas de 2024.

Permítanme que les traiga a modo de ejemplo un episodio que históricamente nos pilla emocionalmente cerca. Convencido de que desde la atalaya de su imperio periodístico lo mismo podía deponer o alzar a un presidente que provocar una guerra. Acostumbrado a afirmar, “el poder de un periódico es la mayor fuerza dentro de cualquier civilización”. Vocero de sus principios y, como decía Groucho Marx, “…y si no le gustan tengo otros”. Partidario de la doctrina creada y enraizada en Estados Unidos a mediados del XIX, el Destino Manifiesto -que por resumirla en una frase breve sentencia que Estados Unidos tiene como misión y destino el defender y promover la democracia de un lado a otro del mundo. O como afirmaba el presidente Lincoln, “Estados Unidos es la última y mejor esperanza sobre la faz de la tierra”- William Randolph Hearst, precipitó sin escrúpulo alguno la declaración de guerra de su gobierno contra España desde las páginas de sus diarios.

Así, cuando el acorazado norteamericano Maine de visita rutinaria a Cuba explota en el puerto de La Habana el 15 de febrero de 1898 por razones que aún hoy se creen fortuitas causando la muerte de doscientos sesenta y seis de los trescientos cincuenta y cuatro hombres que conformaban la tripulación, la marina estadounidense abre una investigación que concluye la inexistencia de sabotaje en favor de un posible accidente dentro del acorazado. El gobierno norteamericano por su parte no cuestiona el informe interno ni tiene en mente provocar un conflicto contra España. Hearst sin embargo lo tiene claro, recuerden su lema “I make news”. Publica en sus periódicos sin rubor alguno que en opinión de los oficiales de la armada, a los que ni había entrevistado ni contrastado la noticia, la explosión ha sido provocada por una mina española. Posteriormente envía a la isla a uno de sus dibujantes, Frederick Remington, quien una vez allí y comprobado que todo está en calma, que no hay más noticia que dar, reporta, “todo en calma. No habrá guerra. Regreso” a lo que Hearst le contesta, “usted facilite las ilustraciones que yo pondré la guerra”. Dicho y hecho. Sus lectores asistirán a tremendas crueldades de los españoles en la isla, batallas inexistentes, entrevistas falsas.

 

Exageraciones desmedidas. Manipulación informativa y sensacionalismo en estado puro que posicionó a una opinión pública que muy posiblemente no se cuestionó si estaba siendo informada imparcialmente aun cuando la prensa seria publicaba lo contrario. Una prensa que desde sus páginas insistía en mantener la calma. Contrastar la información. Esperar los informes. La prensa seria dando noticias. La prensa sensacionalista creándolas.

Aquello fue como afirmó Pulitzeruna guerra perfecta con la cual se puede mantener despierto el interés de los lectores”. ¿Les parece pertinente hablar de fake news, tan de moda el palabro en estos tiempos que corren, o de noticias falsas que queda igual de chulo y se entiende divinamente? ¿Les suena?

 

¡ESPAÑA CULPABLE!

EL MAINE DESTRUIDO POR UNA MINA FLOTANTE

EL MAINE PARTIDO EN DOS POR UNA MINA ESPAÑOLA

¡ESPAÑA TRAIDORA!

¡EXTRA! ¡EXTRA!

TORPEDO ESPAÑOL HUNDE BUQUE NORTEAMERICANO EN LA HABANA 

¡EXTRA! ¡EXTRA!

Caso omiso. Hearst se salió con la suya. El gobierno norteamericano exige al español que abandone la isla que, como saben, estaba en guerra con Cuba desde 1895. España rompe relaciones diplomáticas con Estados Unidos. Los titulares de los periódicos sensacionalistas cada vez más grandes, más escandalosos, más belicosos. El 25 de abril Estados Unidos declara la guerra a España. Ataque de la armada norteamericana contra la flota española en Filipinas. Adiós Cuba. Adiós Filipinas. Adiós Puerto Rico. Adiós canal de Panamá. Adiós. Adiós.

Pulitzer y Hearst. Hearst y Pulitzer. Sí, el mismo. El que da nombre a los prestigiosos premios Pulitzer. Dueños y señores de las dos cadenas de periódicos más poderosas de los Estados Unidos de América. En pugna constante para ver quién vendía mayor cantidad de diarios llevando a sus páginas el crimen más espeluznante, el adulterio más inaudito, el escándalo político más sobresaliente, la portada más seductora, el tamaño de letra más grande posible, las fotos más espectaculares, la seudociencia más verdadera al grito de ¡Exclusiva! ¡Exclusiva! Hasta un terremoto en Boston que nunca aconteció fue portada de sus diarios durante días. Sin rubor alguno porque “I make news”, o lo que es lo mismo, “yo no doy noticias, las fabrico”. Vender. Vender. Vender. Ganar. Ganar. Ganar. Y La opinión pública consumiendo. Sin filtros. Deglutiendo sin cuestionar intelectualmente lo que leen mientras quienes ya sabemos siguen engordando los bolsillos. Aquí la abuela de más de uno de ustedes exclamará, “Pues como ahora que abres un periódico o ves la tele y no hay más que basura, ¿no? Eso ya que cada uno si me permiten lo hable con su abuela.

Propietario de veintiocho periódicos, dieciocho revistas como Harper´s Bazar o Cosmopolitan, que a buen seguro les suenan, llegó a tener en los años 30 más de veinte millones de lectores diarios. Productoras de cine, emisoras de radio varias. Empresas editoriales. Publicista. Político. Gran inversor en arte que a veces ni se desembalaba. Magnate. El gran magnate de la prensa sensacionalista y los medios estadounidenses, obsesionado con el poder que montó un imperio al que no le tosía una mosca desde finales del XIX, primeras décadas del XX. El primero en demostrar que la prensa puede ser un temible cuarto poder. William Hearst. El rey de la manipulación informativa con el único fin de amasar una fortuna sin que sus intereses económicos y políticos sufrieran el más leve rasguño. Propietario de extensas propiedades en su país y en México, que cuando llegó la revolución al país vecino se le pusieron los pelos como escarpias mientras activaba sus hilos de poder para descabezarla no le fueran a incautar medio acre de tierra.

Xenófobo. Anticomunista. Pronazi declarado que regaló páginas y páginas de sus periódicos para favorecer a Hitler. Y cuando le pareció oportuno, cansado de tanto trasiego, se retiró a su colosal mansión, San Simeón, construida sobre el irrisorio terreno de trescientos kilómetros cuadrados donde para rellenarlo mandó, además, construir tres suntuosas casas de huéspedes, jardines para aburrirse. Piscinas y fuentes para ahogarse y refrescarse y volverse a ahogar unas cuantas veces. Cuarenta y dos cuartos de baño en caso de un apretón agudo, sin olvidar el zoo más grande del mundo desde donde siguió dirigiendo su imperio y a su amante, la actriz Marion Davis. Desde la mansión quiero decir. El zoo era para las visitas pelotas y agradecidas.

Érase una vez un niño talentoso y precoz nacido en Wisconsin que se subió por primera vez a un escenario con apenas tres años. Toca el piano. Pinta. Con diez dirige y protagoniza su primera obra de teatro, El extraño caso de doctor Jekyll y Mister Hyde. Con diecisiete debuta en Broadway. Antes de cumplir los veintidós dirige varias producciones teatrales, además de fundar la compañía de teatro Mercury Theatre. Un año más tarde, en 1938, y junto a varios actores de su compañía, representa en la radio –recuerden que aún no existía la televisión por lo que los seriales radiofónicos eran muy populares- la obra de H.G. Wells, La guerra de los mundos con la que conmociona a un país que escucha y cree que una invasión extraterrestre está aconteciendo, causando tal terror que más de un oyente termina suicidándose. Una emisión que lo catapulta a la fama de tal modo que RKO le firma un contrato para tres películas en Hollywood dándole libertad tanto en el guión, como en la elección del equipo de rodaje o en la de reparto. Libertad absoluta a un muchacho que nunca había cogido una cámara para dirigir. 

Actor. Director. Guionista. Productor. Locutor de radio. Nombrado en 2002 por el British Film Institute el mejor director de la historia del cine. Sed de mal. El tercer hombre. El proceso. El cuarto mandamiento. La dama de Shangai. Otelo. Macbeth. Campanas a medianoche. Ciudadano Kane, su soberbia ópera prima. La cinta considerada por muchos de la industria y de la crítica cinematográfica la mejor película de la historia del cine, no muy bien recibida sin embargo tras su estreno.

 

Orson Welles. El gran director que cree firmemente que es imposible hacer una buena película sin una cámara que sea como un ojo en el corazón de un poeta.

Rodeado del mejor equipo técnico que pudiera tener. Los mejores actores y actrices que Welles consideró. Al magnífico Herman Mankiewicz, Mank para los amigos, con quien escribe el guión, quien además tiene hilo directo con la mansión de Hearst, San Simeón, y con su amante, la actriz Marion Davis con la que Mank vive largas noches de alcohol y confidencias hasta el amanecer y que no desperdició para el guión. Orson Welles se estrena en la meca del cine como director con su inconmensurable Ciudadano Kane donde él como protagonista interpreta al multimillonario Charles Foster Kane, personaje que traiciona sus propios principios mediáticos cuando el dinero comienza a entrar como un tsunami. Propietario de emisoras de radio. Revistas. Periódicos. Fábricas de papel. Dos sindicatos. Líneas de navegación, además de una colección de arte no siempre desembalada en su majestuosa mansión de Xanadú. En resumen, el trasunto del magnate de los medios Willian Randolplh Hearst.

Estrenada en Nueva York el 1 de mayo de 1941. Una duración de ciento diecinueve minutos. Música de Bernard Hermann. Un reparto excelente capitaneado por él mismo y un Joseph Cotten inolvidable. Con nueve nominaciones a los Óscars, de las que se llevará al de mejor guión, expone magistralmente la estrecha relación entre los medios y el poder político mientras el lector vive ensimismado, manipulado y entretenido como una marioneta, ajeno a lo realmente importante de la sociedad en la que vive. La ambición desmedida de poder que lleva a comportamientos despreciables. Cuanto más poder tiene, más rico es, más despótico y violento se vuelve a la par que la vejez y la soledad le invaden irremisiblemente. La vejez, “la única enfermedad de la que uno no tiene prisa en curarse”, afirma Jedediah Leland (Joseph Cotten) en un momento determinado de la película. Una descarada crítica al capitalismo. Una revolución visual y temática.

La realización de Ciudadano Kane se nutre de su director favorito John Ford del que estudió sus películas al detalle una y otra vez. De lo absorbido del cine soviético. Del expresionismo alemán. Y es que Orson Welles muestra en la película un estilo visual inédito hasta el momento, con una narrativa cinematográfica impecable. Un uso de la técnica sobresaliente donde los flashback van ubicando al espectador en la historia en una mezcla de géneros, cámaras, luces, sombras y enfoques dignos de estudio. 

Fácil imaginar que William Hearst precisó únicamente del primer minuto de metraje en la gran pantalla para que le hirviera la sangre hasta el extremo ante la caricatura de sí mismo que tenía delante. Escuchar a un viejo y moribundo Kane pronunciar, con el público al otro lado de la pantalla como único testigo, la misteriosa palabra Rosebud mientras rodaba de su mano una bola de nieve justo antes de que una enfermera entrara en la enorme y solitaria estancia, debió dejarlo violeta de ira. Rosebud, el apodo que solo su amante y él conocían. La confidencia una de las largas noches de fiesta y alcohol que Marion Davis le había hecho a Mank. La palabra con la que Hearst nombraba a su clítoris. Rosebud, capullo de rosa.

Ya había intentado frenar su estreno sin haberla visto, y prohibido a todos sus medios que hablaran de la película. Pero aquello debió desbordar la indignación.

Si Hearst afirmaba lindezas como “Si no pasa nada, tendremos que hacer algo para remediarlo: inventar la realidad”. “Ponga usted las fotos que yo pondré la guerra”. “Dadme una portada con una mujer guapa, un perro o un bebé y os daré una revista que vende”. “Yo lo único que hago en mis periódicos es insertar noticias en los huecos que deja la publicidad” Kane no se queda a la zaga. “Si no hubiese sido tan rico, hubiera sido un gran hombre”. “Si el titular es grande, la noticia se convierte en sensacional”. “Yo no sé dirigir un periódico. Hago lo que se me ocurre”. Como ven, la ética brillando por su ausencia y la degradación moral campando libre como el viento.

En 1946, Orson Welles tendrá que trasladarse a Europa bajo la acusación de ser comunista, como sucedió con tantos otros en Hollywood y, por ende, enemigo de los Estados Unidos de América, lo que le obligará a trabajar como actor para poder financiarse sus producciones. No regresará a Hollywood hasta 1958 para rodar Touch of Evil, (Sed de Mal), pero esa es otra historia de la que quizás hablemos otro día.

 

 

sábado, 1 de junio de 2024

Patricio Guzmán, cincuenta años de memoria filmada en Chile

 

Cincuenta años de memoria filmada en Chile.

Patricio Guzmán y su obra fílmica documental,

testimonial y comprometida (1973-2022)


Un texto de Clara Pérez Murillo

 

 "Un país que no tiene cine documental es como una familia que no tiene álbum de fotos. Filmar la realidad es fundamental para la Historia, para la MEMORIA, para el presente".  Patricio Guzmán.


Patricio Guzmán nació en Santiago de Chile en 1941. Estudia en la Escuela Oficial de Cinematografía de Madrid y consagra su carrera al cine documental. Después del golpe de estado, Guzmán es detenido y llevado al Estadio Nacional de Santiago donde permaneció 2 semanas incomunicado y amenazado de fusilamiento. Logró abandonar su país en noviembre de 1973. Ha vivido en Cuba, España y Francia. Como el mismo cineasta señala: Desde aquel golpe de Estado, nunca volví a vivir a Chile, aunque toda mi carrera la dediqué a mi país. Sin embargo, Guzmán es el cineasta por excelencia de 50 años de la Historia de Chile.

Nos disponemos a señalar su prolífica filmografía:

          En 1973 realizó La batalla de Chile, un documental de 5 horas sobre el final del gobierno de Salvador Allende, filmado en Chile de marzo a septiembre de 1973, pero montado posteriormente fuera del país a modo de trilogía: La insurrección de la burguesía (1975), El golpe de Estado (1976) y El poder popular (1979). La batalla de Chile da testimonio de la lucha de la Unidad Popular por mantener el control político. Al mismo tiempo, registra y denuncia los actos de violencia de la derecha chilena conformada por organizaciones conservadoras (Frente Nacionalista “Patria y Libertad”) apoyadas por gran parte de las fuerzas armadas, secundadas por la CIA, por la multinacional estadounidense ITT y las políticas de Richard Nixon y Kissinger tendentes a generar el “caos constructivo”, constructivo de regímenes dictatoriales en América Latina. Todos estos factores contribuyeron a derrocar al gobierno democrático y constitucional de Allende, y de este modo preservar los intereses económicos de la oligarquía y de las grandes empresas norteamericanas frente a las reformas de la “vía chilena al socialismo” iniciadas por el gobierno de la Unidad Popular. 



La batalla de Chile ha sido considerada como una de las diez mejores películas de cine político, fue aclamada y difundida internacionalmente, aunque en Chile se proyectó por primera vez con la llegada de la democracia, a finales de la década de los noventa. En el contexto del cine político documental latinoamericano, ocupa un lugar fundacional, y es considerada una referencia obligada junto a otros directores del cine político de la época, como el argentino Fernando Ezequiel Pino Solanas, el cubano Santiago Álvarez Román y el brasileño Eduardo Coutinho.

          En 1985, Patricio Guzmán viaja clandestinamente a Chile para realizar la película En nombre de Dios donde se registran los movimientos de resistencia popular, las terribles represiones militares en las calles y la violencia del régimen de Pinochet. Es también un testimonio que da cuenta de los trabajos en defensa de los Derechos Humanos, llevados a cabo en el seno de la Vicaría de la Solidaridad (1973–1992), dependiente de la Iglesia Católica de Chile, para ayudar en su búsqueda a los familiares de los desaparecidos durante la dictadura. La Iglesia Católica chilena, inspirada en los principios del Concilio Vaticano II y de la Teología de la Liberación, jugó un papel transcendental en la defensa de las víctimas de la Dictadura.

 


En la película La Cruz del Sur (1992) Guzmán realiza un cuidado documental sobre las religiones en América Latina a través de tres contextos geográficos, históricos y antropológicos paradigmáticos, a saber: Mesoamérica, Los Andes y Brasil. La parte dedicada a Mesoamérica, filmada en México y Guatemala, se centra en las religiones prehispánicas (Azteca y Maya) a la llegada de los españoles, en los procesos de evangelización, aculturación y sincretismo religioso. Igualmente sucede con la parte dedicada a los Andes, donde pormenorizadamente se van mostrando las pervivencias de la ritualidad prehispánicas sincretizadas con el cristianismo. La tercera parte dedicada a Brasil es un botón de muestra de la cultura afroamericana y sus manifestaciones en el candomblé. Como hilo conductor de esta trilogía religiosa aparece un espacio controvertido entre la oficialidad, el poder dogmático por un lado y la religiosidad popular por otro. El film retrata la pugna entre las doctrinas hegemónicas y las liberadoras, entre el cristianismo, vinculado al poder, cómplice de dictaduras, frente el cristianismo encarnado en los pobres.


 

En 1997 se rodó Chile, la memoria obstinada, Se inicia con una reconstrucción meticulosa del bombardeo al Palacio de la Moneda el 11 de septiembre de 1973 que dio inicio a la dictadura de Pinochet y en la que Allende perdió la vida. Como en una especie de cine en el cine, se destacan las escenas donde Guzmán proyecta por primera vez en el país La batalla de Chile a jóvenes de diversas instituciones educativas, y filma las proyecciones. Las distintas reacciones de los estudiantes frente a la película, que se manifiestan fervorosamente a favor o en contra de la dictadura y del gobierno de Allende, nos dan una idea del agitado clima político y social en los primeros años del retorno a la democracia. Por momentos, Chile, la memoria obstinada, no sólo reconstruye la historia de la filmación de La batalla de Chile, sino también narra cómo un tío de Patricio Guzmán logró sacarla de Chile por tierra y mar tras el golpe de Estado. Esta película es una magnífica historia de historias recurrentes que, a través de las fotografías de los álbumes familiares, van desgranando microhistorias o historias de vida.

 


En 2001 filmó El caso Pinochet que revela todos los esfuerzos, tanto en Chile como internacionalmente, por sacar a la luz los crímenes de lesa humanidad cometidos por el régimen de Pinochet, otorgando a España el papel primordial en dicha investigación. Es transcendental el testimonio de Joan Garcés, abogado español y principal consejero de Allende, Garcés logró salvar su vida tras el fatídico 11 de septiembre de 1973, y desde España se convirtió en el principal abogado del caso Pinochet, logrando que en 1996 se implicara el fiscal Carlos Castresana hasta sacar a la luz todos los crímenes del dictador utilizando como principal fuente los testimonios y denuncias de los familiares y amigos de los detenidos-desaparecidos, custodiados en la Vicaría de la Solidaridad, documentos ante los que la “justicia” chilena hizo caso omiso hasta que el fiscal Castresana, por solidaridad con el pueblo chileno, otorgó a España un papel transcendental en desvelar los horrores de la Dictadura y conseguir que Pinochet fuese detenido en Londres, donde se recuperaba de una operación, agasajado por su amiga Margaret Thatcher.

En 2004 con la Película Salvador Allende, Patricio Guzmán traza un perfil biográfico del personaje a través de la Memoria de cuantos lo cocieron. Concluyendo con esta última lo que algunos autores denominan la Trilogía de la Memoria (Cambridge University Press: 15 August 2022) que se inicia en 1997 con La Memoria Obstinada para continuar con El caso Pinochet hasta Salvador Allende.

 



De 2010 a 2019 tres películas constituyen la denominada Trilogía Subjetiva (Cambridge University Press: 15 August 2022): Nostalgia de la luz (2010), Botón de nácar (2015) y Cordillera de los sueños (2019). La referida Trilogía aborda acontecimientos del pasado reciente a través de la subjetividad. En dicha Trilogía las imágenes del desierto de Atacama, de la cordillera de los Andes y del océano Pacífico se acompañan de macro-tomas del universo y del océano que otorgan al paisaje un protagonismo sublime, casi épico. Desierto, mar y cordillera son más que paisajes, son los lugares de la memoria donde se inscribe la historia con un eco persistente que pregunta ¿dónde están los cuerpos de los desaparecidos? Toda la obra de Patricio Guzmán interpela los crímenes de la dictadura de Pinochet.

 


Nostalgia de la luz (2010) presenta como escenario al desierto de Atacama y a su cielo estrellado que es puro pasado, pura memoria contemplada y contempladora. Un universo “memorioso” plagado de estrellas, que explosionaron hace millones de años, que aún guarda el recuerdo de su fulgor. Un cielo estrellado que fue contemplado por hombres de todas las edades desde la Prehistoria a la contemporaneidad, desde las sociedades de cazadores-recolectores a los trabajadores, explotados colonialmente en las salitreras, cuyos infrahumanos habitáculos, transcurrido medio siglo, cobijaron también a los detenidos por la dictadura. Obreros del salitre y detenidos contemplaron el mismo cielo, a él confiaron sus más profundas confidencias antes de fundirse con las estrellas. El cielo de Atacama y la arqueología van recomponiendo la memoria histórica, cuyas protagonistas son las mujeres de Calama que buscan incansablemente los restos de los desaparecidos.

Botón de nácar (2015) nos lleva a las tierras australes donde se guarda la memoria y la lucha de los pueblos originarios como mapuches, pehuenches y más al sur, en la Tierra del Fuego, los yámanas, onas, kawésqar. Pueblos resistentes y masacrados en aras del “progreso colonial” que solo benefició a la ¿civilización? occidental. El “darwinismo social” sentó las bases del genocidio que han venido sufriendo estos pueblos desde el siglo XIX. Botón de nácar juega con la metáfora del botón como símbolo de la civilización occidental, como elemento aculturador de “bárbaros”, pero también el botón de nácar es un testigo que yace en el fondo del océano para recordarnos la barbarie de la dictadura de Pinochet y de los vuelos de la muerte que arrojaron al fondo del Pacífico a un ingente número de desaparecidos. Como en Nostalgia de la luz el cielo nocturno y sus estrellas que son las almas de los ancestros, siempre nos contemplan como jueces y memoria de nuestros actos.

La cordillera de los sueños (2019) cierra la Trilogía Subjetiva en la que la voz de Patricio Guzmán narra de forma intima, amorosa y confidencial desde un yo sabio y transcendente la historia y el alma de Chile, su propia alma como motivación del film: “Esta cadena de montañas gigantescas, que son el corazón de mi tema, se transformó en una metáfora de lo inmutable, de lo que nos queda y nos habita, a pesar de la desaparición de una parte de nuestra historia. Explorar la cordillera me empuja a explorar mis sueños. Observando sus empinadas cumbres, entrando en sus valles profundos, empiezo un viaje introspectivo que tal vez me revelará los ocultos secretos de mi alma chilena”.

En 2022 Mi país imaginario revela las desigualdades sociales y la exclusión como consecuencia del sistema económico neoliberal. A cincuenta años del Golpe de Estado de Pinochet los Chicago Boys lograron su sueño: el sometimiento y la casi desaparición del Estado al servicio de las empresas privadas, de las transnacionales. En definitiva, la pérdida de la soberanía, el deterioro medioambiental en aras de una desmedida y compulsiva explotación de los recursos naturales.

No hay cineasta que mejor haya filmado la Memoria de 50 años de la Historia de Chile como Patricio Guzmán.


Vídeo 1: Qué es el cine documental para Patricio Guzmán
 

Vídeo 2: 'La cordillera de los sueños' Goya Mejor Película Iberoamericana 2022