Título
original: Una vida no tan simple. Dirección: Félix
Viscarret. País: España. Año: 2023. Duración: 107 min. Género:
Drama.
Guión: Félix Viscarret. Música: Mikel Salas. Fotografía: Óscar Durán. Montaje: Victoria Lammers.Producción: Lamia Producciones, A
Contracorriente Films, Movistar Plus+, ETB.
Sección Oficial del
Festival de Cine de Málaga 2023.
Fecha del estreno: 23 Junio 2023 (España).
Reparto:
Miki Esparbé (Isaías), Álex García (Nico), Ana
Polvorosa (Sonia), Olaya Caldera (Ainhoa), Julián Villagrán, Ramón Barea, Xabi
Valcárcel (Vanhoutten).
Sinopsis:
Isaías, 40 años, era un
prometedor arquitecto. Ahora pasa sus días entre su estudio de arquitectura y
el parque a la salida de la escuela, donde juegan sus hijos. Dondequiera que
esté, Isaías siente que no está donde debería. Con su mujer Ainhoa se nota el
paso de los años y lo agotadores que pueden ser los niños. Isaías entabla una
amistad con Sonia, madre de otro niño del cole, que le va a mostrar que esto de
criar a tus hijos y entrar en la vida adulta no es tan simple.
Comentarios:
Ha declarado Félix
Viscarret, el director de esta comedia
dramática,que le gusta llevar las
historias "hacia un lado esperanzador, como es el sentimiento de que, a
pesar de lo fugaz que es todo, la vida merece la pena vivirla". Y esa idea
la ha traducido en imágenes en su hermosa película Una vida no tan simple,
un retrato generacional, de hombres y mujeres que ahora son cuarentones, que a
pocos dejará indiferente. Y es que el cine español también puede ser
esperanzador.
El protagonista, Isaías,
fue una gran promesa de la arquitectura pero ahora, con 40 años, sobrevive como
puede con su estudio, junto con su amigo Nico, mientras hace malabares para
atender a sus dos hijos, todavía pequeños, al lado de su paciente esposa
Ainhoa. Se siente fracasado en las perspectivas que tenía en su vida por ello,
cuando se hace amigo de Sonia, madre de otro niño del cole, a ambos les une el
desencanto, la percepción de que la vida adulta no es lo que esperaban.
Pocas películas españolas
actuales contienen tantos mensajes que inequívocamente provocan el debate. Así,
este film habla de crisis generacional, del paso de la juventud a la madurez en
un contexto laboral complicado, más aún cuando se intenta sacar adelante una
familia. Los cuatro personajes principales de esta trama: Isaías, Ainhoa, Nico
y Sonia son cada uno de ellos muy representativos. El primero todavía no ha
madurado lo suficiente para saber lo que es realmente importante en la vida,
por el contrario su mujer, Ainhoa, es la que "tira del carro" y tiene
clara la belleza de la lucha de la vida cotidiana. Nico ha sido siempre
alérgico al compromiso pero, a medida que cumple años, se está dando cuenta de
que ha perdido enormes oportunidades personales de ser feliz. Mientras que
Sonia es una buena madre pero vive inquieta y obsesionada por detalles pueriles
que tienen solo el valor que ella quiera darles. A estos personajes los
encarnan de forma excelente Miki Esparbé, Olaya Caldera, Alex García y Ana
Polvorosa, haciendo sus interpretaciones creíbles, de principio a fin, como la
imagen del joven matrimonio, agotado, cargando a sus hijos en brazos por la
noche…
Y es que esta historia,
escrita y repensada por Viscarret, ha sido tejida con vivencias reales cercanas,
de ahí que suenen tan auténticas. Para este profesional es su quinta película,
debutó con la recomendable Bajo las estrellas y consiguió el
reconocimiento popular gracias a ser el codirector de la serie televisiva Patria,
basada en el libro homónimo de Fernando Aramburu.
Una vida no tan simple
hace reflexionar pero también sonreír, como ocurre con la propia existencia.
Resulta muy ingenioso como se plantea el tema del éxito profesional y la
competitividad laboral en una sociedad individualista en la que cada uno va a
lo suyo y en la que todos se arriman al caballo ganador. (Juana Samanes)
Título
original: Close. Dirección: Lukas
Dhont. País: Bélgica. Año: 2022. Duración: 104 min. Género:
Drama.
Guión: Lukas Dhont, Angelo
Tijssens. Música: Valentin Hadjadj. Fotografía: Frank van den Eeden. Montaje: Alain Dessauvage. Sonido:Yanna
Soentjens, Vincent Sinceretti. Dirección
de Arte: Eve Martin. Producción: Michiel Dhont, Dirk Impens.
Gran Premio del Jurado
del Festival de Cine de Cannes 2022.Gran Premio del Jurado y
Mejor Actor (Eden Dambrine) en el Festival de Cine Europeo de Sevilla (SEFF 2022).
Nominada a Mejor Película en los Premios del Cine Europeo 2022.
Fecha del estreno: 25 Noviembre 2022 (España).
Reparto:
Eden Dambrine, Gustav De Waele, Émilie
Dequenne, Léa Drucker, Igor van Dessel, Kevin Janssens, Marc Weiss.
Sinopsis:
Léo y Rémi, de 13 años,
son amigos de toda la vida. Hasta que un suceso impensable los separa. Léo se
acerca entonces a Sophie, la madre de Rémi, para tratar de entender.
Comentarios:
Tras ganar la Cámara de
Oro y el premio de la FIPRESCI en Cannes 2018 por su ópera prima (Girl), el
cineasta flamenco Lukas Dhont vuelve a mostrar aquí la misma mirada limpia,
abierta, conductista y respetuosa que ya delataba en aquel film a un realizador
con una definida personalidad, pero esta vez aplicada a la historia de dos
niños (Léo y Rémi) de once años cuya intensa amistad preadolescente, en el
inicio de un tránsito siempre difícil, genera los previsibles equívocos entre
sus compañeros del colegio. Los códigos de la masculinidad tradicional se
cruzan entre medias, cuando los niños no tienen todavía las defensas
intelectuales ni la madurez necesaria para tomar distancia o para construir su
propia identidad. En medio de tan problemática coyuntura, la tragedia puede
estar a la vuelta de la esquina, sin que ninguno de los dos niños pueda
controlar la dinámica que la provoca.
La cámara de Lukas Dhont
sigue entonces a Léo, el protagonista principal, con la misma distancia y con
el mismo respeto con el que observaba a Lara, el chico trans que quiere
operarse para poder vivir su feminidad y practicar ballet clásico en su film anterior.
Es la mirada personal (cuestión de distancia, de diapasón, de elipsis
oportunas, de pudor y de mesura) de un cineasta que filma imágenes muy limpias,
siempre cercanas y, sin embargo, siempre distantes, situadas en esa difícil
perspectiva que le permite acercarse a vivencias decisivas y dolorosas con
calidez, sin sensacionalismo, sin cargar las tintas, sin concesiones
melodramáticas, cuando estas últimas, sobre todo, eran tan difíciles de
esquivar como en este caso. Le sobra quizás a la película la demasiado obvia
metáfora final del brazo roto y de la escayola, pero todo lo demás acaba por
componer una obra de notable envergadura, capaz de encontrar una sensible
verdad interior sin enfatizar el gesto, sin subrayados, sin retórica
discursiva, con humildad y con modestia. (Carlos F. Heredero)
Título
original: Modelo 77. Dirección: Alberto
Rodríguez. País: España. Año: 2020. Duración: 125 min. Género:
Drama, Thriller.
Guión: Rafael Cobos, Alberto
Rodríguez. Fotografía: Alex Catalán.
Música: Julio de la Rosa. Producción: Atípica Films, Movistar
Plus+.
Sección Oficial (fuera de
competición) del Festival de Cine de San Sebastián 2022.
Fecha del estreno: 23 Septembre 2022
(España)
Reparto: Miguel Herrán, Javier
Gutiérrez, Jesús Carroza, Fernando Tejero, Xavi Sáez, Catalina Sopelana, Polo
Camino, Alfonso Lara, Javier Lago, Iñigo Aranburu, Iñigo de la Iglesia, Víctor
Castilla, Javier Beltrán, Julián Valcárcel, Aimar Vega, José Gabriel Campos,
Daniel Mantero, Marc Pujol, Carlos Bernardino, Jordi Minguella, Xesco Palacín,
José Luis Rasero, Julio Vargas, Ana Cecilia Mendes.
Sinopsis:
Cárcel Modelo. Barcelona,
1977. Manuel, un joven contable, encarcelado y pendiente de juicio por cometer
un desfalco, se enfrenta a una posible pena de entre 10 y 20 años, un castigo
desproporcionado para la cuantía de su delito. Pronto, junto a su compañero de
celda, Pino, se une a un grupo de presos comunes que se está organizando para
exigir una amnistía. Se inicia una guerra por la libertad que hará tambalearse
al sistema penitenciario español. Si las cosas están cambiando fuera, dentro
también tendrán que hacerlo.
Comentarios:
Alberto Rodríguez lleva
demostrando desde que empezó en el cine que su talento para narrar historias es
inconmensurable. La obra maestra absoluta que es “La isla mínima” u obras
excelentes como “Grupo 7” o “El hombre de las mil caras” nos enseñan que, si
algo consigue el realizador español, por encima de todo lo demás, es convertir
casi cualquier narración en una lucha tremenda. Bajando al barro sin temor a
ensuciarse para conseguir colocar el foco en el mejor lugar posible para
explicarnos lo que le interesa. Dejando, eso sí, muchísimo espacio a sus
personajes (y a los actores que les dan vida) para crecer durante el
largometraje y conectarlos con el espectador.
En esta ocasión,
Rodríguez vuelve a la cartelera española por la puerta grande con “Modelo 77”.
Película que nos traslada, gracias a la portentosa forma de narrar de Alberto,
a la emblemática cárcel barcelonesa de la Modelo. Situándonos en plena
transición española y contándonos una historia inspirada en hechos reales.
Huelga decir que la
transición, en España, supuso un periodo ultra convulso de multitud de cambios,
luchas y reivindicaciones. Una época que consistió en la búsqueda de una nueva
España que dejase atrás los horrores de la dictadura franquista que había
anclado al país durante casi cuarenta años. Prácticamente todos los ámbitos
estaban afectados por este proceso de cambio y los presos, aunque olvidados en
muchas ocasiones, no eran menos. De todos es sabido que, por culpa de un código
penal fascista, las cárceles estaban repletas de personas que no debían estar
allí. O que estaban en unas condiciones casi infrahumanas. Y, justo aquí, y en
este momento histórico, es donde arranca la película.
“Modelo 77” se sitúa en
ese lugar, muchas veces olvidado, y nos cuenta una historia sobre un preso
común llamado Manuel que, esperando una pena muy corta, se da cuenta que va a
tener que cumplir muchísimos años a la sombra por culpa de un sistema que
olvida, sistemáticamente, a sus encarcelados. Y que solo los recuerda cuando le
conviene.
Por lo tanto, el
personaje al que da vida un enorme Miguel Hernán (que está ante su mejor
papel), va a tener que adaptarse a su nueva situación mientras lucha, al mismo
tiempo, por cambiar el sistema desde dentro. Y nosotros, como espectadores,
vamos a tener que adaptarnos con él mientras le seguimos en sus pequeños (pero
muy importantes) pasos.
La cinta arranca con un
ritmo elevadísimo y desde que nuestro protagonista cruza esas puertas y se
cierran tras él, nosotros estamos allí encerrados también. La película es
claustrofóbica y opresiva cuando lo requiere. Consiguiendo que empaticemos con
el joven Manuel y su historia donde no van a faltar abusos, resignación y
sublevación ante un sistema en caída libre.
Pero, al mismo tiempo,
sabe separarse de ese clima opresivo para generar espacios casi intimistas
donde Manuel se abra a algunos de sus compañeros y la cámara se cuele en esas
celdas, con nosotros subidos en ella, para conocer las relaciones de lealtad
que se establecen tras esos barrotes que te condenan a tener que confiar
ciegamente en extraños, con lo que esto conlleva.
Javier Gutiérrez está
fantástico y su personaje, tan críptico al inicio, pero muy rico en matices
cuando se abre ante nosotros, es gran parte del alma de esta película. Jesús
Carroza, que da vida a “el negro”, está excelso. Y aporta ese puntito cómico y de
luz en un lugar donde hace mucho que se anda en tinieblas. Por último, tenemos
a un Fernando Tejero absolutamente maravilloso, que vuelve a estar en su mejor
nivel interpretativo, y demuestra que es capaz de manejarse en papeles
dramáticos con total solvencia. Dar vida al “Marbella”, no es fácil. Y el
veterano actor español consigue transformarse en él durante sus pequeñas (pero
muy importantes) apariciones en la película. No me sorprendería que todo el
reparto acabe nominado en los próximos Goya y que alguno se alce con la
estatuilla en la gala.
En cualquier caso, como
ya he dicho antes, creo que los personajes son el alma de la película. Y que
por ellos es por donde como espectadores quedamos enganchados al relato. Pero,
debo decir, que no es en el único punto donde anclarnos a esta historia.
El largometraje no deja
de ser, obviamente, cine de denuncia. Y, como tal, funciona en muchas
ocasiones. Esa lucha contra el sistema, ese pájaro de la libertad gritando
desde cada celda y ese fuego de la revolución que arde contra un sistema
corrupto hasta lo más bajo es gran parte de la victoria de este fantástico
drama carcelario que te envuelve con él hasta el final haciendo que te coloques
tú también tras las barricadas.
Es evidente que estamos
ante una película dura, cruel y violenta. Pero es tan certera cuando quiere
serlo y se siente tan honesta y realista en los momentos en los que coge a la
justicia para quitarle la venda y mostrarnos su rostro que únicamente puedes
caer rendido y aplaudir a Alberto Rodríguez por volver a lograrlo una vez más.
Quizá no sea la mejor
película española del año. Hay muchísima competencia apretando fuerte
(especialmente Alcarràs con su Oso de
oro de Berlín bajo el brazo y su candidatura a los Oscar). Pero, desde luego,
si que es una de las grandes y mejores cintas que nos dará el cine español en
este fantástico 2022. Sinceramente, id al cine a verla. No os defraudará. (Quique
Martín)
Título original: Valley of the Dolls. Dirección: Mark Robson. País: USA. Año: 1967. Duración: 123
min. Género: Drama.
Guión: Helen Deutsch, Dorothy
Kingsley (basado en la novela de Jacqueline Susann). Música: John Williams. Fotografía: William H. Daniels.Montaje: Dorothy Spencer. Directores artísticos: Jack Martin
Schimth & Richard Day. Producción: David Weisbart.
Nominada al Oscar 1967 a
la Mejor banda sonora adaptada. Nominada al Globo de Oro 1967 a la Nueva Promesa
Femenina (Sharon Tate)
Fecha del estreno: 15 Diciembre 1967
(USA).
Reparto: Barbara Parkins (Anne Welles), Patty Duke (Neely O'Hara), Paul Burke (Lyon
Burke), Sharon Tate (Jennifer North), Tony Scotti (Tony Polar), Lee Grant (Miriam),
Susan Hayward (Helen Lawson), Martin Milner (Mel Anderson), Charles Drake (Kevin
Gillmore), Alexander Davion (Ted Casablanca), Richard Angarola (Claude Chardot),
Naomi Stevens (Miss Steinberg), Robert H. Harris (Henry Bellamy), Jacqueline
Susann (Periodista).
Sinopsis:
Despiadado retrato del
mundo del espectáculo. Las protagonistas son tres jóvenes aspirantes a la fama.
Una de ellas, Jennifer North, averigua que tiene cáncer y que no podrá seguir
haciendo películas pornográficas. Otra es una ambiciosa cantante, Neely O'Hara,
que, incapaz de asimilar el éxito, se convierte en una adicta a las pastillas.
La tercera, una remilgada joven de Nueva Inglaterra, Anne Welles, tiene que
conformarse con hacer spots publicitarios y acaba también enganchada a las
drogas.
Comentarios:
En el argot
norteamericano de los narcóticos, durante los ácidos días de la ya de por sí
convulsa década de los sesenta, la metadona era conocida como doll ('muñeca')
dada su similitud fonética con Dolophine, marca bajo la que dicha droga era
comercializada. De ahí que el, en apariencia, inocente título del best-seller
de Jacqueline Susann (1918–1974) se preste a un juego de palabras más que
revelador, en alusión a las adicciones en las que tanto viejas glorias como
aspirantes al estrellato se verán atrapadas.
La adaptación
cinematográfica de la novela, dirigida por el canadiense Mark Robson, supuso un
sonado éxito de taquilla pese a ser mucho más light en su contenido que el
libro, llegando a recaudar cincuenta millones de dólares en todo el mundo
(rodarla había costado cinco...) La banda sonora, por otra parte, a cargo de
John Williams, le valió al compositor la primera de la larga serie de
nominaciones que atesora. Sin embargo, ni la crítica ni el paso del tiempo han
sido clementes con una cinta que, tres años después de su estreno, tendría una
secuela dirigida por Russ Meyer: Más allá
del valle de las muñecas (1970).
De lo primero no hay por
qué sorprenderse, habida cuenta de la absoluta falta de credibilidad de unas
interpretaciones que han hecho que la película figure habitualmente en las
listas de peores filmes de la historia. Y de cómo el más de medio siglo
transcurrido desde su estreno tampoco ha contribuido a revalorizarla dan fe los
abultados tupés esculpidos a golpe de laca que lucen las actrices, entre las
que destaca la hermosa Sharon Tate, ajena al aciago final que le esperaba, en
un papel inspirado parcialmente en Marilyn Monroe.
Porque, siguiendo la
senda marcada previamente por títulos como Ha
nacido una estrella, ése había de ser el atractivo de una historia basada
en las biografías de algunas de las "muñecas rotas" más célebres de
Hollywood, con Judy Garland a la cabeza, quien, irónicamente, se rumorea que
fue despedida del set de rodaje de Valley
of the Dolls por culpa de la misma dependencia del alcohol y las pastillas
que se pretendía reflejar en la pantalla. Su puesto lo ocuparía Susan Hayward,
encargada de dar vida a Helen Lawson: una artista en horas bajas, pero dispuesta
a todo con tal de mantener a raya a las jóvenes arribistas que se disputan su
reinado. (Cinefília Sant Miquel).
Fue
un enorme fabulador. En el cine, en los libros, incluso a la hora de recordar
su vida. Y también un creador adelantado a su tiempo y a la vez muy del siglo
XX. En Anger convivió el cineasta experimental apasionado del cine ocultista,
que abrió camino a nuevas generaciones de directores queer, como John
Waters, o apasionados por lo onírico en la pantalla, como David Lynch, o de las
imágenes turbadoras, como Gaspar Noé, con el escritor que hizo negocio de
desvelar y hacer ficción de los secretos más turbios y, si eran depravados,
mejor, de las estrellas de la época dorada del cine estadounidense en los dos
volúmenes de Hollywood Babilonia, libros que se vendieron por todo el
mundo y de los que no llegó a hacer una tercera parte “por miedo a las demandas
de quienes sigan vivos”, tal como él mismo contaba.
Hoy,
el eco de esos libros se pierde ante las redes sociales, que desvelan los
secretos al segundo. Un ruido que deviene en negocio con la web TMZ. Pero antes
de TMZ existió Kenneth Anger. Supo inventarse y reinventarse: nunca fue actor
infantil, aunque así lo contaba en las entrevistas. Pero sí fue de los primeros
directores de cine psicodélico y queer. Apasionado del ocultismo, por su
pasión por Aleister Crowley y la música rock, piezas como Invocation of My
Demon Brother (1969), Lucifer Rising (1972) y The Man We Want to
Hang (2002), han influido, especialmente las dos primeras y Scorpion
Rising (1963), en generaciones posteriores tanto de realizadores de vídeos
musicales y artistas arietes del cine guerrilla.
Anger
nació como Kenneth Wilbur Anglemyer en Santa Mónica (California) en 1927. El
cine alimentó su vida. Nieto de una reputada diseñadora de vestuario del cine
mudo, contaba que a los cinco años había hecho de príncipe en Sueño de una
noche de verano (1935), de Max Reinhardt, mentira que se vino abajo con las
nuevas restauraciones del filme. Su instituto estaba pared con pared con los
estudios de la 20th Century Fox, y desde sus ventanas espiaba los rodajes. Ya
entonces Anger dirigía películas caseras, como Ferdinand the Bull (1937)
o Who Has Been Rocking My Dreamboat (1941), que él definió como su
primer trabajo decente. En un pase de películas experimentales conoció a Curtis
Harrington, uno de los pioneros del Queer Cinema estadounidense. Con él,
Anger dio dos pasos que cambiaron su vida: juntos fundaron una productora para
sus películas, Creative Film Associates, y Harrington le descubrió la figura
del británico Aleister Crowley y su teoría filosófica Thelema.
ç
Crowley
fue uno de los primeros pensadores occidentales en importar filosofías orientales,
en un cóctel de mística budista, yoga y alucinógenos, al que, felices, se
apuntaron años después los rockeros (Crowley sale en la portada del Sgt.
Pepper’s Lonely Hearts Club Band de The Beatles). Sin embargo, debido a que
Crowley invocaba demonios que requerían sacrificios de sangre, a pesar de que
se burlaba de la magia negra, sus sucesivas generaciones de seguidores
alteraron sus textos y enseñanzas tras su muerte, en 1947, convirtiéndole en el
gran satanista. Toda la obra fílmica de Anger quedó marcada por Thelema y su
pasión por la imaginería cosmogónica egipcia.
Durante
sus años en la universidad de Southern California descubrió su homosexualidad y
la plasmó en Fireworks (1948), filme con momentos eróticos por el que
fue detenido, ya que en aquellos años en EE.UU. la homosexualidad era un
delito. Anger se mudó a París y allí se hizo amigo de Jean Cocteau y trabajó en
la Cinemateca francesa. Siguió filmando (él recuerda esa temporada, que incluyó
una estancia en Roma, como de las más felices de su vida). En 1954 filmó Inauguration
of the Pleasure Dome, otro mediometraje thelemita y se mudó con el sexólogo
Alfred Kinsey, la figura paternal que siempre echó en falta. Tras la muerte de
Kinsey se asentó en París. Deprimido y sin dinero, reunió y coloreó los rumores
y las historias contadas en voz baja que había escuchado durante décadas y en
1959 publicó en Francia Hollywood Babilonia, un compendio de carnaza,
sexo, asesinatos, ídolos caídos y regodeo en el barrizal de las cloacas de lo
que él mismo llamaba el bulevar de los sueños truncados.
Hay
que reconocer que el libro, que no se editó en EE.UU. hasta 1974, fascina tanto
por su material como por su estilo ampuloso y su habilidad para subrayar el
detalle escabroso. Durante las siguientes décadas, Anger vivió de las rentas
del libro, de becas de fundaciones para realizar cine experimental y de amigos
como Mick Jagger, Jimmy Page o Keith Richards. De 1982 a 1999, Anger se retiró
del cine, que no del cotorreo: en 1984 publicó Hollywood Babilonia II.
Recuperó
la cámara en este siglo para filmar The Man We Want to Hang, en la que
sencillamente rueda pinturas de Aleister Crowley expuestas en una galería en
Londres, como despedida de su guía vital. Y se despidió del arte con Elliott’s
Suicide (2007), tributo al músico Elliott Smith, y con Mouse Heaven
(2005), 11 minutos de imágenes de Mickey Mouse y de su memorabilia, que Anger adoraba.
En total, su filmografía suma 36 cortometrajes y ocho horas de duración.
En
un cajón decía que guardaba Hollywood Babilonia III: “Hay un apartado
entero dedicado a Frank Sinatra y sus problemas con las drogas. No pude
publicarlo en la segunda parte porque Sinatra estaba vivo y era violento y
vengativo. Si todavía no ha salido el libro es porque un capítulo está dedicado
a la Iglesia de la Cienciología, un culto que considero peligroso”, contaba durante
una entrevista que le hicieron en 1999, en el marco del festival de Gijón,
donde le homenajearon. Aunque también analizaba el cambio de moralidad: “Antes,
quienes cometían esos pecados jamás volvían a trabajar, y ahora los ejecutivos
parecen perdonar los delitos, quizá porque ellos también los cometen”. Y
contaba, disfrutando, historias como esta: “Los estudios Warner casaron en 1925
a la estrella que les salvó de la bancarrota, el pastor alemán Rin tin tin, en
una espectacular ceremonia envuelta en los fastos más increíbles de la época,
que incluía trajes de novios y cama matrimonial, con una perra que resultó ser
hermana suya, de la misma camada”. Por todo su pasado, Anger se definía como
“un poeta del cine y detective de archivos”.
El
pasado 11 de mayo de 2023 moría a los 96 años, según anunció la galería de arte
Sprüeth Magers (con sedes en EE.UU. y Europa), donde había expuesto sus últimos
trabajos, y sin dar más datos de su muerte.
Que
Victoria Mary
Sackeville-West,
Vita
para los amigos. Una de las presencias más predominantes de la
Inglaterra victoriana de finales del XIX y mediados del XX.
Novelista, periodista y poetisa consagrada. Colateral al grupo de
Bloomsbury.
Inspiradora de la novela de Virginia
Woolf, Orlando.
Diseñadora de jardines. Aristócrata. Que Vita
Sackeville, digo,
sintiera rendida fascinación por la figura de su abuela materna por
sus raíces gitanas hasta llevarla a visitar campamentos romaníes,
viajar a Málaga,
indagar en sus orígenes y plasmarlas en su obra Pepita,
de nombre artístico La
estrella de Andalucía,
resulta perfectamente comprensible.
En
un entorno más que acomodado con aromas a alcanfor añejo. Formas
rígidamente establecidas. Sonrisas heredadas. Almidonadas de lady,
milady,
barón,
duque,
milord
o sir,
que el abuelo de Vita,
lordLionel
Sackeville -segundo
barón de Sackeville
y diplomático de prestigio para más señas- cayera, pobrecito,
rendido en brazos de la arrebatadora bailaora malagueña, sin más
pedigrí qué maldita falta hizo que la de gitana de belleza sin
igual aliñada con una sensualidad que le brotaba por las costuras,
resulta una guinda pintoresco lúdico festiva que sin comerlo ni
beberlo todo pastel aristocrático que se precie paladea, pasea y
presume.
Bien
se encargaron a lo largo del siglo XIX autores románticos como
Théophile Gautier,
Charles Davillier o
George Borrow
de alimentar un romanticismo muy de época que sembró una atracción
irresistible por lo exótico, haciendo que otros autores, pintores y
hasta burgueses cansados de sus vidas anodinas, llegaran a España en
busca de un sinfín de aventuras, especialmente a Andalucía.
Persuadidos como estaban de que este país contenía todas las
esencias de Oriente, aliñadas de gitanas, bandoleros, toreros y
manolas.
Autores románticos que
adornaron ese pueblo roma, carente de historia, que en el siglo XV
vivía ya en lo que hoy es España, Francia, Italia o Inglaterra, y
en el siglo XVI había llegado incluso a Estados Unidos. Que poblaron
sus libros de estereotipos donde los gitanos andaluces eran seres
libres, amantes de la vida nómada, instintivamente artistas, en
contacto permanente con la naturaleza a la vez que sus mujeres
andaban sobradas de una belleza salvaje y una sensualidad que
subyugaban sin remedio. Belleza y sensualidad que acentuaban en sus
bailes, absolutamente enloquecedores para cualquier mirada masculina
que se preciara, capaces de despertar la pasión más adormecida. Eso
sí, mira tú por dónde, especialmente en aquellos que no eran de su
raza. No se pongan a elucubrar mucho sobre el asunto y váyanse del
tirón a la Carmen
de Mérimée
quien, dicho sea de paso, se inspiró en la novela de Borrow,
The Zincali.
Y es que las gitanas eran mucha gitana, que hasta la abuela de Vita,
Pepita,
era a su vez hija de una gitana que a su vez le quitó el sentío a
un rendido duque español que sin querer queriendo la dejó
embarazada. ¡Si es que no se cansaron de escribirlo! ¡¿No iban a
tener razón con el pedazo de trabajo de campo llevado a cabo?!
Ante
tanto despropósito étnico, ¿cómo escapar la sociedad acomodada
inglesa al romanticismo literario de la época si sus páginas te
hacían volar en un pis pas a una Andalucía gitana de vino y rosas,
happy flower after
hours, mujeres de
rompe y rasga generosas en pasiones pa jartarse, y bandoleros de aquí
te espero? No way.
Resulta,
sin embargo, harto difícil imaginar que tales efluvios volaran
gráciles y seguros hasta Black
Patch, Parche
Negro en
castellano, actual parque de más de veinte acres en Smethwick,
apoco más de ciento
sesenta y dos kilómetros del Londres entre algodones de Vita.
Vagabundos
de raza, como se les encasilló antes de que los abuelos de los
escritores viajeros románticos nacieran. Zíngaros. Gitanos.
Bohemios. Egipcianos. Se les diera el nombre que se les diera, eran
temidos y reprimidos a partes iguales. Depredadores de lo ajeno.
Practicantes de hechicerías… Leyendas éstas en las Antípodas de
las descritas en los libros de viajes de los autores románticos.
Desde mediados del
siglo XIX hasta el desalojo impuesto por el tribunal el 26 de julio
de 1905, que no se hace efectivo hasta cuatro años más tarde ante
la resistencia llevada a cabo por sus ocupantes, el Black
Patch fueel mayor
asentamiento gitano de Inglaterra. Ubicado a dos millas y media de
Birmingham malvivían
como podían rodeados de miseria en una capa profunda y estéril de
desechos de hornos, vigilados de reojo por el rechazo, el ninguneo,
la segregación y la intolerancia local que no paró hasta conseguir
expulsarlos de lo que ellos consideraban su hogar cual colonos que
ocupan una tierra que al no ser de nadie la sienten suya.
Universo
de indigencia el gitano que se lleva pronto a un cine en pañales.
Será Méliès
en 1895 quien ensayando con su aparato cinematográfico filma a un
grupo de roma en Campement
de Bohemiens y
unos años después, en 1913, habla sobre el carácter pasional de la
etnia con Gypsy´s
warning.
Hollywood
por su parte,
durante el periodo mudo, echa mano sin reparos de todos los avíos de
perjuicios y prejuicios existentes. Gitanos que roban niños. Gitanas
que echan el mal de ojo. Siempre en un ambiente oscuro, sucio,
misterioso y marginal, con un vestuario claramente distintivo y sin
peso argumental alguno.
Mientras
tanto, la realidad, siempre aplastante, llevaba a los gitanos por
caminos paupérrimos, sembrados de rechazo y hambre. Carentes, aún
hoy, de atención historiográfica y reconocimiento histórico.
“Nací
el 16 de abril de 1889, a las 8 de la noche, en East
Lane, en el
barrio londinense de Walworth.
Según mi madre, el mundo al que yo llegaba era un mundo feliz”.
Con esta frase comienza sus memorias, Historia
de mi vida,
publicadas en 1964, el actor, humorista, productor, compositor,
editor, guionista, director, escritor, Charles
Chaplin.
¿Nació
realmente un 16 de abril? ¿A las 8 de la noche? ¿En 1889,
considerando que los gitanos no se registraban? ¿En Londres?
¿Sabía Charles
Chaplin de verdad
dónde había nacido? ¿Sabía quién era realmente, pero quería
ocultarlo? ¿Dio pistas sobre sus orígenes, pero no se supieron
captar?
“Mirada
de cerca, la vida parece una tragedia. Vista de lejos, parece una
comedia”
En
sus memorias escribe que cuando él tiene treinta y seis años su
madre Hannah
en su lecho de muerte le revela un secreto de familia: Su abuela
materna, para vergüenza de la familia, era medio gitana. Eso sí,
los suyos siempre habían pagado el alquiler del terreno donde
acampaba la tribu.
¿Ignoró?
¿Dulcificó? ¿Escondió? ¿Alteró a sabiendas Charles
Chaplin sus
orígenes? La realidad es que a lo largo de su vida sí habló a
medias de ello. Distinto es que quienes le escucharan creyeran que se
trataba de una broma. Otra de tantas. “¿Qué
se puede esperar de un cómico?
Ya sabes, soy medio
gitano, tengo instinto.”
Aquel
gitano. Medio gitano. Gitano de las uñas de los pies a la coronilla.
Cuarto y mitad de gitano. Fuera como fuere, el niño Chaplin
protagonizó una infancia enquistada en una pobreza inconmensurable.
Un padre ausente, alcoholizado que muere joven. Una madre, cantante
de music hall,
desbordada por una realidad que le es hostil. Con dos hijos medio
hermanos a su cargo. Soledad. Desamparo. Hambre. Depresión nerviosa.
Entradas y recaídas en frenopáticos. Sus hijos entrando y saliendo
de orfanatos y hospicios de caridad. El niño Charles
que trabaja de recadero, de vendedor callejero, soplador de vidrio,
cantante callejero.
“Hay
que tener fe en uno mismo. Aun cuando estaba en el orfanato o
recorría las calles buscando qué comer, me consideraba el actor más
grande del mundo”
El niño que hace mímica por
las esquinas para ganar unas monedas. Lo que sea con tal de llevarse
algo a la boca a la par que con apenas ocho años se une a un grupo
de actores ambulantes para ir pasando de compañías modestas a
compañías modestas hasta integrar la de Fred
Karno en 1912 antes
de partir a Estados
Unidos con veinte
años a buscarse un futuro mejor e integrarse en la troupe
de los estudios Keystone,
con Mack Sennett
a la cabeza.
“La
vida puede ser maravillosa si no se le tiene miedo”
En
1914 se le encomienda un pequeño papel en el cortometraje Making
a living, que
no resulta satisfactorio ni para él ni para los directores y
ejecutivos del estudio. Sennett
quiere dar por finalizado el contrato, pero una de las directoras de
los estudios, Mabel
Normand insiste en
ofrecerle una nueva oportunidad en otro corto, Mabel´s
Strange Predicamenta pesar de las
reticencias de Charles
Chaplin a ser
dirigido por una mujer. Perdonen el pequeño inciso: Sí, han leído
bien. Una mujer. Directora. 1914.
“Maquíllate,
entra al guardarropa y ponte lo que quieras. Eso sí, que resulte
cómico”, cuentan
que le sugirió el productor. Las películas de Keystone
apelaban a un humor
físico y directo mientras que Charles
Chaplin prefería
algo más sutil a pesar de usar también su cuerpo como un lenguaje
que lo identificaba. Eligió unos zapatos grandes, pantalones bien
holgados, levita estrecha, sombrero hongo. Como Sennett
quería que
pareciera un poco mayor para el papel, añadió un pequeño bigote lo
suficientemente corto para que no le ocultara su expresión. Y un
bastón. Acababa de nacer Charlot.
Sin embargo, para el público lo haría con Kid
Auto Races at Venice,
que se estrenaría dos días antes, el 7 de febrero de 1914. Ya
saben, en aquellos tiempos se filmaban cortometrajes como churros.
Solo ese año rodó treinta y cinco de no más de dieciséis minutos
cada uno.
La
gran estrella mundial de Papua Nueva Guinea a Pernanbuco había
nacido. El actor con el mayor caché imaginable. El personaje que
conmueve en silencio. El vagabundo que Dickens
habría celebrado para adornar su obra. El genio de la comedia. El
personaje que no precisa presentación. El actor que todos los
estudios quieren. El entrañable vagabundo con aires de señorito que
hace reír y llorar a un tiempo. El cofundador en 1919 junto con Mary
Pickford, Douglas
Fairbanks y D.W.
Griffith de la
United Artists.
Para trabajar
libremente, sin ataduras ni directrices ajenas.
Ochenta películas
entre 1914 y 1966. Todas y cada una de ellas con un punto en común,
la crítica sutil a la descarada desigualdad social. Personajes a la
deriva aferrados al timón de la supervivencia. El uso del melodrama
sin melodramas buscando la emoción tragicómica sin aspavientos del
público.
Tal
vez Charlot no
precisó otear el mundo para encontrar lo que sus personajes
destilaban. Con mirar dentro de Charles
Chaplin tenía más
que suficiente. La pobreza extrema. La explotación infantil. Las
condiciones desesperadas de la clase obrera. La soledad. El abandono.
Chaplin.
Polifacético. Brillante. Un mito del celuloide.
Javier
Rioyo, periodista,
cineasta, actual director del Instituto Cervantes en Tánger,
escribe: “Con la
ternura y el humor como filtro, fue capaz de contar historias de
supervivientes con el protagonismo de un buscavidas pícaro, tierno,
algo ingenuo, siempre bien arregladito, como quizás lo llevara su
madre a la calle, a pesar de su pobreza”.
Y
cuando Charlot
desaparece en 1936 tras Tiempos
Modernos -tanto
se resistió al cine sonoro y hacer hablar a su personaje- el actor,
productor, guionista, director, compositor, escritor Charles
Chaplin, continuará
haciendo un puñado de inolvidables películas, ubicado en el mismo
lado de la vida: La denuncia. La denuncia del capitalismo. Las
dictaduras. Las desigualdades. El antisemitismo. La intolerancia.
“La
vida es una obra de teatro que no permite ensayos. Canta, ríe,
baila, llora y vive el momento antes de que baje el telón y la obra
termine sin aplausos”
Carne
de cañón para la caza de brujas capitaneada por el senador James
McCarthy entre 1950
y 1956, hay que ver lo que duran a veces las obsesiones, empecinado
como estaba con que Hollywood
era un nido de comunistas inmorales a batir, y con la convicción de
que Chaplin
en concreto “contribuye
a destruir la fibra moral de América, el país gracias a cuya
hospitalidad se ha enriquecido,
consiguió que en 1952, a la vuelta de un viaje de Londres tras
presentar Candilejas,
se le prohibiera la entrada al país. “Estoy
harto de Estados Unidos y su moral farisea”,
parece ser que Chaplin
sentencia. Curiosamente, apenas cuatro años antes había sido
candidato al Nobel de la Paz. Claro que durante la Segunda Guerra
Mundial realiza campañas de ayuda a la Unión Soviética y brinda
apoyo a varios grupos pro amistad soviético-norteamericana. ¡Si es
que me lo puso a huevo!, exclamaría a buen seguro para sí el
obstinado senador republicano por Winsconsin que no daba abasto con
tanta conspiración comunista everywhere.
Así
es como Suiza
se convierte en el nuevo país donde se instala, y Manoir
de Ban, el hogar de
la familia hasta su muerte. Sus hijos, años después, huérfanos ya
de padre y madre, deciden entonces convertirla en casa museo que
abrirá sus puertas en 2016. Es durante el proceso de restauración y
acondicionamiento cuando descubren que uno de los cajones de una
cómoda está cerrado con llave.
“… No sabes dónde
naciste o, de hecho, no sabes quién eres. No naciste en Londres,
sino en el asentamiento gitano de Black
Patch, en la
caravana de la reina Henty
que después
de la muerte de su marido, el rey Esaú
Smith,
bendecía partos, terciaba en las disputas y servía de consejera
para todos los romaníes de la zona…
… Yo
sé la historia porque nací también allí dos años y medio después
que tú…”
Firma
la misiva, fechada en los ’70, un tal Jack
Hill. De todos los
cientos de miles de cartas que el artista recibió a lo largo de su
longeva vida, guardó ésta. Y bajo llave. Una carta de la que la
familia nunca había oído hablar si bien su hijo Michael
recuerda que su
padre le refirió sobre sus raíces cuando tenía unos diez años.
Una vez descubierta, los hermanos se unen en la búsqueda de esas
raíces a Michael,
quien ya había comenzado a rastrear los orígenes de ese padre con
quien la relación no siempre fue fácil.
“Cuando
era niño, en
casa apenas le trataba y los amigos no creían que mi padre era el de
las películas porque no llevaba bigote, bastón y bombín. Quería
que todos sus hijos tuvieran una educación ya que él no la había
tenido. Yo prefería irme al bosque a ver pájaros en lugar de ir al
colegio.
Después,
me pasé gran parte de mi juventud intentando huir de él. Era una
persona abrumadora, o al menos así lo experimenté. Pero de lo que
realmente estaba huyendo era de su fama que parecía seguirme a todas
partes, a todas las escuelas a las que fui en mi fracasada educación.
Querer descubrir
años después sus raíces gitanas me sirvió para verle de manera
más profunda”.
Michael Chaplin
Es esa necesidad,
acompañada del run run sobre las raíces de su padre, lo que lleva a
Michael Chaplin
a indagar aquí y allá, entrevistar a gente diferente, conocer
ritmos como el gysy
jazz, el flamenco,
a Camarón,
el soniquete de Jerez,
Sevilla donde
vivió un tiempo. Málaga,
donde se afincó hace años. Lugares, historias, músicas, personas
que le ayudaran a desentrañar el misterio.
Ahora,
con setenta y siete años, él como hilo conductor. Junto con sus
hijas Carmen
en la dirección y Dolores
en la producción.
Guión de Carmen
Chaplin, Isaki
Lacuesta y Amaia
Ramírez. Con el
apoyo y colaboración de toda la familia Chaplin.
Coproducción hispano-francesa-holandesa, Michael
Chaplin se embarca
en el documental sobre su padre, Charlie
Chaplin. A man of the World.
Una reinterpretación del personaje y su obra, visto desde otra
perspectiva, donde se investiga y reivindica las raíces romaníes de
su padre a través de las voces de diferentes artistas de ámbitos
diversos, junto con la de su familia, así como imágenes inéditas
del archivo familiar.
“Este
hecho permite reconsiderar la historia del cine, que se dice pronto,
y a la vez permite reconsiderar qué es ser gitano y su historia en
Inglaterra. Cuando uno revisa su filmografía sabiendo que es gitano
ocurre como en el cuento de Edgar
Allan Poe,
La carta
robada, una
carta que nadie encuentra pero que siempre estuvo encima de la mesa”,
reflexiona el cineasta Isaki
Lacuesta.
¿Cómo
las raíces gitanas de Charles
Chaplin, fuera o no
consciente de ellas, influyeron en su cine y en el cine? ¿Cuánto
pesan los orígenes en lo que somos y en lo que hacemos? ¿Es
diferente el modo en el que podemos ver su cine sabiendo de dónde
viene?.
Preguntas
éstas y otras que se intentan responder con este documental.
Cuenta
la familia que cuando Charles
Chaplin le habló
de dónde venía al escritor rumano de origen judío Konrad
Bercovici, éste
respondió, “¡Ahora
todo encaja!”.
Tal
vez Chaplin
ya manifestó en su obra que como buen romaní era un apátrida. El
niño cuya infancia descarnada le obligó a convertirse en un adulto
prematuro con una conciencia de clase que jamás le abandonaría. Con
la palabra denuncia como bandera. Practicante de una vida sin más
cadenas que las elegidas. Su patria un mundo al que se encargará de
sacarle los colores a través de sus películas.
Mientras
Charlie Chaplin.
A man of the World
llega a los cines, recuperemos una vez más la última escena de El
Gran Dictador.
Intemporal. Inolvidable. Única. Actual.
Cuando
la mayoría de Hollywood
continúa abogando por la neutralidad en la Segunda Guerra Mundial,
Charles Chaplin
firma y dirige en 1940 esta soberbia película donde denuncia el
nazismo, el antisemitismo y la intolerancia en general. Película,
recordemos, que en España solo se pudo ver después de morir Franco.
Caprichos de la censura franquista.
Derrotado
Hitler
en mayo de 1945, “el
que me robó el bigote”,
como comentaría Chaplin
en alguna ocasión, los países vencedores reconocerán y repararán
el exterminio del pueblo judío llevado a cabo entre 1933 y 1945. Sin
embargo, nunca hubo una condena ni una toma de conciencia similar
para los gitanos, cuyo genocidio, similar al judío, fue negado y
olvidado.