Título original: Notorious. Dirección: Alfred Hitchcock. País: USA. Año: 1946. Duración: 101
min. Género: Thriller, Cine Negro.
Guión: Ben Hecht. Fotografía: Ted Tetzlaff. Música:
Roy Webb. Montaje: Theron Warth. Producción: Alfred Hitchcock (RKO Radio Pictures).
Sección Oficial del
Festival de Cannes 1946. Nominada al Oscar 1946 al Mejor Actor de Reparto (Claude
Rains) y Mejor Guión Original.
Fecha
del estreno: 6 Septiembre 1946 (USA)
Reparto: Cary
Grant, Ingrid Bergman, Claude Rains, Louis Calhern, Leopoldine Konstantin, Reinhold
Schünzel, Moroni Olsen, Ivan Triesault, Alex Minotis, Wally Brown, Charles
Mendl, Ricardo Costa, Eberhard Krumschmidt, Fay Baker.
Sinopsis:
Tras la Segunda Guerra
Mundial (1939-1945), el padre de Alicia Huberman, un espía nazi, es condenado
por traición contra los Estados Unidos. Después del juicio, Alicia da una
fiesta en la que aparece un apuesto desconocido llamado Devlin. Se trata de un
agente de los servicios de Inteligencia que reclama su colaboración para
atrapar a Alexander Sebastian, el cerebro de los nazis en Brasil. Al principio
se muestra reacia, pero finalmente accede, sobre todo, porque se ha enamorado
del atractivo agente americano. Una vez en Brasil, Alicia se gana la simpatía
de Sebastian y se va a vivir a su casa. Pero su implicación en el asunto acaba
poniendo en peligro su vida.
Comentarios:
Tras ‘Recuerda’ (‘Spellbound’, 1945) Alfred Hitchcock volvió a contar con Ingrid Bergman para su siguiente película, una de las cotas más altas alcanzadas en la carrera del director británico, ‘Encadenados’ (‘Notorious’, 1946), película sobre la que figuran algunas de las anécdotas más curiosas en la vida del maestro del suspense. Con Cary Grant intentando cambiar su imagen de galán de comedias, Hitchcock le dio la vuelta a la tortilla haciendo que la trama de misterio o suspense, en este caso una historia de espías, deviniese en historia de amor pura y dura en otro de esos juegos cinematográficos tan del gusto de su autor, y que para realizadores como François Truffaut, profundo conocedor de la obra de don Alfredo, ésta era su mejor película.
Tal afirmación no me sorprende lo más mínimo, sin duda estamos ante una de las obras maestras de su director, y que alguien como Truffaut diga que es su mejor película sin duda se debe a la imponente historia de amor, establecida como mortal juego de suspense donde el MacGuffin importa poco, como siempre, y lo importante es la relación entre los personajes. Lo que en principio iba a ser una producción de David O. Selznick acabó siendo una producción de Hitchcock, que juntándose con su amigo Ben Hectch, escribió un guión que les causó verdaderos dolores de cabeza durante un buen tiempo hasta estar completamente terminado. El resultado sigue dejando con la boca abierta años después, que se dice pronto.
Hetch y Hitchcock querían hacer una historia de espionaje y mientras pensaban en el MacGuffin tuvieron varias ideas que fueron desechando hasta llegar al uranio con el que los villanos fabricarían una bomba atómica. Todos pensaban que era una idea ridícula, faltaba poco para que Hiroshima demostrase que la realidad supera a la ficción, el momento en el que guionista y director trabajaban en el proyecto y que les llevó a entrevistarse con un científico que ante la cuestión del uranio les espetó que hacían preguntas muy peligrosas. Es más, Hitchcock aseguró años más tarde que el FBI le estuvo vigilando unos tres meses por hacer dichas investigaciones. Delirante y hasta divertido, casi como el argumento de una de sus películas.
La historia sigue a
Alicia Huberman (Bergman) que acaba de salir de un juicio en el que han
condenado a su padre de ser un espía nazi al finalizar la Segunda Guerra
Mundial, hecho que supone por un lado el mal trago de ver a su progenitor
encarcelado, y por otro un alivio, pues nunca ha estado de acuerdo con sus
ideas políticas. En una fiesta en la que beberá más de la cuenta —atención, el
primer personaje femenino en la filmografía de Hitchcock que es prácticamente
una alcohólica— conocerá a Devlin (Grant) —muy significativa la forma de
presentar de espaldas al personaje, acorde con su personalidad—, por quien
sentirá una fuerte atracción —dentro de la filmografía del británico
‘Encadenados’ contiene un buen número de detalles sexuales— para más tarde
descubrir que es un agente federal que le propondrá la misión de su vida,
destapar a un espía nazi refugiado en Brasil bajo la tapadera de una importante
personalidad de la sociedad.
En su primer tercio el
film avanza a la velocidad de vértigo pero en el que nada resulta apresurado.
Hay que tener en cuenta que eran otros tiempos y el ritmo de las películas era
distinto, más rápido, pero no por ello se dejaban cosas en el tintero. De hecho
‘Encadenados’, como otras obras de su director hace gala de un gran muestrario
de personajes que entran y salen de escena, todos con algo que decir, y en el
que el detalle del enamoramiento de los dos protagonistas se resuelve con una
frase de diálogo en la que se nombran los ocho días que la pareja ha pasado
allí. Una demostración de lo bien que resolvía Hitchcock algunas cuestiones en
el guión, haciendo en este caso que nos creamos sin ningún lugar para la duda,
el enamoramiento entre Alicia y Devlin, el cual se convertirá en el verdadero
protagonista de la historia.
Resulta especialmente
conmovedor la forma en la que el director va dilatando el tempo de su película,
reduciendo por así decirlo el ritmo hasta concentrarlo en dos o tres secuencias
antológicas en las que además de demostrar una envidiable mano para la tensión
engrandece el sentimiento amoroso, desesperado por parte de Alicia, y
largamente retrasado por parte de Devlin, quien reacciona mal ante el buen
hacer de Alicia como espía al tener que compartir cama con el villano de la
función, Alexander Sebastian, al que da vida un pletórico Claude Rains, eterno
secundario que aquí logra el milagro de que le temamos y también le queramos.
Un triángulo amoroso de terribles consecuencias que culminará con la famosa
secuencia de las escaleras en el desenlace y en el que Hitchcock se corona
dividiendo el mismo punto de vista en cuatro.
‘Encadenados’ es la
sublimación total y absoluta del denominado estilo Hitchcock y varias son las
secuencias que lo demuestran. La de la fiesta, que empieza con un plano general
desde lo alto de las escaleras hasta que, por medio de una grúa que tuvo que
construirse especialmente para la ocasión, la cámara termina enfocando en
primer plano una llave en la mano de Alicia, el objeto más importante en todo
ese entorno y que llevará a la secuencia en las bodegas en las que unas
botellas de vino juegan un importante papel. Las encadenadas del proceso de
envenenamiento de Alicia una vez ésta es descubierta, por parte de Alexander y
su dominante madre —Leopoldine Konstantin en su único papel en el cine
estadounidense—, y en las que Hitchcock con un movimiento de cámara une la taza
de café en la que hay veneno, la víctima, y los demás personajes, todo ello sin
cortar plano. Y cómo ese instante previo al final, en el que Devlin se adentra
en la mansión para saber de la mujer que ama sin remedio.
Y como ‘Encadenados’ es
una gran historia de amor no podemos olvidarnos de la famosa secuencia del beso
en el que Hitchcock se burló del código Hays que obligaba a que los besos en
pantalla no durasen más de tres segundos. ¿Cómo lo resolvió? Sencillo, hizo que
los actores se acercasen para besarse y se separasen para hablar, para acto
seguido volver a besarse, así repetidas veces, consiguiendo una de las escenas
más sensuales jamás filmadas, apoyada por la excelente química entre Bergman y
Grant, marcando así lo que verdaderamente le importa al director, algo que no
se repetiría hasta su celebrada ‘Vertigo’ (1958). Con ese espectacular y largo
beso concluimos. (Alberto Abuín)
Recomendada.
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