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miércoles, 7 de diciembre de 2022

El cuchillo en el agua (Roman Polanski, 1962)

 

Título original: Nóz w wodzie. Dirección: Roman Polanski. País: Polonia. Año: 1962. Duración: 94 min. Género: Drama.

Guión: Roman Polanski, Jerzy Skolimowski, Jakub Goldberg. Fotografía: Jerzy Lipman. Música: Christopher Komeda. Producción: Kamera-Film.

Premio FIPRESCI en el Festival de Venecia 1962. Nominada al Oscar 1962 a la Mejor Película de habla no inglesa

Fecha del estreno: 8 Julio 1968 (España).

 

Reparto: Leon Niemczyk, Jolanta Umecka, Zygmunt Malanowicz.

 

Sinopsis:

En el transcurso de un día a bordo de un yate de vela se establecerá un extraño triángulo entre tres personas, una pareja y un hombre, de diferentes estratos sociales, convirtiéndose la mujer en el centro de una lucha de poder entre los dos hombres.

 

Comentarios:

- “¿Qué lleva ahí?”, es muy probable que le preguntara el oficial del puesto fronterizo entre Polonia y Alemania, encargado de inspeccionar el destartalado Mercedes-Benz convertible de un polaco de 28 años que intentaba abandonar el país ese día de 1962. El oficial de aduana había encontrado unas latas redondas en medio de las pertenencias –un poodle negro incluido- de este joven.

- “Es una película que hice”, supongo que fue la respuesta de Roman Polanski.

Le sellaron su pasaporte y dejó atrás Polonia. Volvería a Francia, donde por cosas del destino nació, y donde había filmado recientemente un curioso cortometraje, El gordo y el flaco (Le Gros et le maigre, 1961), el primero que hacía tras culminar los estudios de cine en la Escuela Cinematográfica de Lodz. Se iba de Polonia decepcionado, pues el estreno de su primer largometraje –ese cuyas latas iban con él- el 9 de marzo había sido poco auspicioso.

En la exhibición ante las autoridades gubernamentales hubo quejas sobre los desnudos de la protagonista y respecto al final ambiguo, mientras el Secretario del Partido Comunista, Wladyslaw Gomulk, arrojó un cenicero contra la pantalla de cine mostrando su rechazo. Los críticos de cine no fueron menos benévolos. Terminaba así un proyecto que se había iniciado más de dos años antes, cuando a Polanski se le ocurrió una idea para un largometraje: “Desde el principio la historia tenía que ver con la interacción de personalidades antagónicas en un espacio confinado. Aunque teatral, la noción de aislar a tres personas en el mundo perdió su teatralidad cuando el entorno pasó a ser un velero. Escribí un breve esbozo y pronto firmé un contrato con la productora polaca Kamera”, relata Polanski en su autobiografía Roman, publicada en 1984.

 

 

La película iba a llamarse El Cuchillo en el agua (Nóz w wodzie, 1962) e inicialmente el guion lo empezó a escribir junto a Kuba Goldberg, sin avanzar mucho. Aparece en escena Jerzy Skolimowski, un poeta y boxeador aficionado que aspiraba a entrar a la Escuela de Lodz. Entre él y Polanski darán cuerpo definitivo al guion, cuyo relato ya no se extendía a lo largo de tres o cuatro días, sino que se concentra –la idea fue de Skolimowski- en el lapso de 24 horas. Luego de tres semanas de intenso trabajo, los coguionistas enviaron el proyecto al Ministerio de la Cultura, que lo rechazó por “preocupaciones temáticas” y “cuestionables valores morales”, recomendando una serie de cambios indispensables para su aprobación, incluyendo un compromiso social afín a la política comunista y una moraleja que el público pudiera aprender. Año y medio más tarde Polanski volvió a someter el guion al Ministerio con algunas escenas remendadas y unos diálogos añadidos. Esta vez fue aprobado.

Tras confeccionar el reparto empezaría un difícil rodaje en el verano de 1961 en el distrito lacustre de Mazurskie, donde arrendaron una casa flotante para acomodar a todos los miembros del equipo. Filmar en el interior de un yate –donde transcurre la mayoría de la acción- implicó también un gran esfuerzo técnico, pues no era nada sencillo acomodar y ocultar a la docena de personas requeridas para rodar cada escena.

En una entrevista para The New York Times Magazine en 1971, Polanski afirmó que “Lo que prefiero es una situación realista donde las cosas no encajen por completo. Me gusta empezar con una disposición de ánimo, una atmósfera. Empiezo a poblar esa atmósfera con personajes. Cuando pensaba en El cuchillo en el agua, pensaba inicialmente en el norte de Polonia donde solía navegar y de un tema que no involucrara un gran número de personajes”.

Esta historia involucra a solo tres. Un matrimonio, Andrzej (Leon Niemczyk) y Krystyna (Jolanta Umecka), y un autoestopista innominado, aparentemente un estudiante, interpretado por Zygmunt Malanowicz, en un papel que Polanski quería para él mismo. Y aunque al final optó por reclutar a un actor novato, sin embargo es su propia voz la que oímos en el filme, doblando la voz original de Malanowicz.

 

 

La pareja, que por poco atropella al joven con su auto, lo recoge y lo acerca hasta el muelle, donde piensan pasar el día en el yate de su propiedad. Andrzej decide invitarlo a navegar con ellos, sin más motivo que alardear de su status social. El matrimonio representa el establecimiento, los acomodados seguidores del Partido Comunista que contrastaban con la pobreza y las carencias de la juventud, representada en ese autoestopista sin nombre. Se suponía que en la Polonia comunista de principios de los años sesenta no había –por lo menos en la teoría- esas diferencias de clase, pero Polanski no era ni ciego ni sordo. Como anécdota, el director recordaba que se le exigió eliminar del guion a un Mercedes-Benz como automóvil de la pareja, pues reflejaba la decadencia occidental, inconsistente con la política oficial. Para su sorpresa, uno de los oficiales del Partido que fue a visitar el rodaje conducía un automóvil de la misma marca y modelo que se le obligó a retirar.

Hay pues en el filme una lucha constante entre lo establecido y lo novedoso, entre la comodidad y la rebeldía, entre los reinantes y los subyugados, un tema que se ve desde el tercer cortometraje que Polanski realizó como estudiante en Lodz, Interrumpiendo la fiesta (Rozbijemy zabawe, 1957) y que va a hacerse más obvio en El gordo y el flaco, cortometraje en el que el propio Polanski interpreta a una suerte de sumiso esclavo contemporáneo, imposibilitado para escapar de su destino. Quizá por eso quería el rol del autoestopista para él, pues representaría la venganza del que siempre ha bajado la cabeza ante la voluntad ajena. La lucha de clases en el yate se transforma en una competencia entre dos hombres por los favores de una mujer. Cada uno quiere demostrar que es el más fuerte, el más viril, el más digno de la atención de una mujer sensual que parece disfrutar verlos luchar por ella. Más que físico, el combate es psicológico, de miradas voyeristas, de frases contundentes y agudas. Polanski decide dejar de lado la Segunda Guerra Mundial y la actualidad política –dos temas casi imposibles de ignorar en el cine polaco- y se centra en el drama humano, en el conflicto derivado de la irrupción de un tercero en una pareja, tal como volverá a mostrarnos en Cul-de-Sac (1966) y La muerte y la doncella (Death and the Maiden, 1994).

Mientras Polanski intentaba recomponer su carrera en Francia, El cuchillo en el agua fue presentada en Estados Unidos en el primer Festival de Cine de Nueva York en 1963 y, mientras eso ocurría, la película fue portada de la revista Time del 20 de septiembre. Que fuera nominada al premio Oscar a mejor película extranjera no fue sorpresa para nadie. Bueno quizá sí. A lo mejor los miembros del Partido Comunista polaco de la época fueron ingratamente sorprendidos con tan inexplicable noticia. Allá ellos. (Juan Carlos González)

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