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lunes, 5 de septiembre de 2022

Banda Sonora Original: Out of Africa (Memorias de África)

 


“A los nativos les disgusta la velocidad, como a nosotros el ruido…”, reza una de las frases del relato autobiográfico “Memorias de África” (Out of Africa) de Isak Dinesen, seudónimo de la escritora danesa Karen Blixen. La película de Sydney Pollack, con guion del escritor Kurt Luedtke, adapta el libro escrito en 1937, sumándole material adicional de otra obra que Dinesen publicó en 1960, “Sombras en la hierba”, y recoge en el metraje esa lentitud que la autora asignaba a la vida en el continente africano. Sin embargo, no fue ruido lo que compuso el maestro británico John Barry, que supo captar la belleza e inmensidad del África como pocas veces ha logrado un compositor cinematográfico. Y siendo una banda sonora relativamente corta, lo que sí acordaron Pollack y Barry fue jugar con los silencios y los sonidos de la naturaleza.

 

“…Era importante no saturar la película de música”, recordaba Barry. “Únicamente escribí 35 minutos de música para Memorias de África, lo que contrasta con los 90 minutos que compuse para Bailando con lobos, y sin embargo parece una banda sonora larga. Esto se debe a la precisa dirección de Sydney, que me proporcionó instrucciones específicas acerca de dónde debía insertarse la música. A los dos nos encantan los silencios y los sonidos de África (los gritos de los animales, el silbido del viento, el crepitar del fuego cuando se incendia la granja), que sugieren la inmensidad del continente. No queríamos que la música impidiera oír aquellos sonidos.

 


Su trabajo se llevó el Oscar a Mejor Banda Sonora Original en la entrega de la Academia de 1986, venciendo a El color púrpura de Quincy Jones, Silverado de Bruce Broughton, Único testigo de Maurice Jarre y Agnes de Dios de Georges Delerue, y Barry, siempre autocrítico, expresó su sorpresa ante el galardón, mientras sostenía que no lo merecía ya que no había escrito más de 35 minutos de música para las dos horas y media que duraba la película. Sin embargo, es el medido empleo de la música lo que le garantiza el efecto preciso en el plano narrativo y emocional y su inmediato éxito.

 

Cuando Pollack se reunió con Barry por primera vez, le transmitió su visión musical: quería que la banda sonora se estructurara sobre melodías autóctonas africanas, como una forma de enmarcar geográficamente la historia. Pero el compositor rechazó la idea y le sugirió que lo mejor sería ir por algo mucho más elemental y poderoso: la música debía marcar la emoción de los personajes. El paisaje, siempre podría hablar por sí mismo. Pollack se rindió a la apuesta de Barry, y su enfoque demostró ser una de las decisiones dramáticas más astutas e inspiradas de su carrera.

 

“A la hora de trabajar con directores de cine, es importante tener la capacidad de sorprenderlos; no puedes hacer simplemente lo que ellos te piden. Por eso me gusta trabajar con directores como Sydney Pollack o John Schlesinger. Los buenos directores se alegran cuando ven que has añadido algo fresco y valioso a lo que te habían pedido; en una película siempre hay pasajes en los que una buena banda sonora puede contribuir a la narración de la historia. Lo más importante es encontrar tu propio sonido como compositor cinematográfico, no sólo en lo referente a la orquestación sino también en lo que respecta a los elementos armónicos y melódicos”.

 


Para Barry, Memorias de África requería una banda sonora lírica, majestuosa y romántica: “El director, Sydney Pollack, hizo hincapié en la importancia de usar la banda sonora para establecer un vínculo emocional con el público. El riesgo radicaba en que nos limitáramos a usar una música majestuosa y a interpretar los paisajes. Utilicé el mismo enfoque en esta película y en Bailando con lobos: seleccioné dos temas principales y utilicé el resto como refuerzo dramático. Intentaba imaginar lo que veía y pensaba el personaje, y componía una música que reflejara sus sentimientos. En la primera escena de la película, en la que se ve a Karen de pie en la parte posterior del tren, suena un fragmento musical que sugiere el clima y el misterio del lugar. Para esta pieza musical traté de imaginarme el modo en que las personas de aquel tiempo debían percibir el continente africano. A continuación irrumpe el tema de Karen, y aquí fue cuestión de componer una música que resultara muy melódica y memorable, con una poderosa resonancia emocional que ubicara firmemente al personaje en el corazón del film. Sydney me había advertido de que la historia no tenía una trama propiamente dicha: ‘Se trata simplemente de dos personas’. Por ese motivo resultaba fundamental que la música dramatizara las emociones de ambos personajes”.

 

Hay algo en la película que hace que nos importe lo que está pasando: la música de John Barry. Su tremenda capacidad para sublimar la belleza no se queda en los paisajes, sino que se mete en la angustia de Karen Blixen, a la que dota de su propio tema, con especial énfasis en las maderas y el piano, dividido en tres movimientos a lo largo del film, y que en la edición discográfica denomina “I’m Better at Hello”, “I Had a Compass from Denys”, y “If I Know a Song of Africa”. A su vez, busca crear un dramático contraste contraponiendo la tranquila intimidad del tema de Karen con la mayor extensión del tema de la Granja y, de esta forma que parece tan simple, apuntala la película, eligiendo lo emocional por sobre lo ambiental, el interior por sobre el exterior.

 

A veces, era Pollack quien aportaba su visión y Barry la aceptaba y la incorporaba a su propia conceptualización musical. En un primer acercamiento a la espléndida secuencia del safari, que transmite la atracción mutua que sienten Karen y el cazador Denys Finch Hatton (Robert Redford), Barry había compuesto un tema majestuoso que iba apagándose a medida que avanzaba el viaje. Pollack no quedó satisfecho con la forma en que había rodado las escenas y le pidió al compositor que invirtiera la música, es decir que empezara más sutilmente y fuera in crescendo hasta llegar a esa majestuosidad que Barry había previsto en un principio. “Un requisito fundamental para componer una buena banda sonora es dar con la escala correcta de la escena, el entorno, el tamaño, su aspecto, su intimidad”, dijo.

 

Sin perjuicio de que, como vimos, no fue el centro de la concepción musical del film, Barry hizo una breve concesión a los sonidos locales africanos en uno de los pasajes más sombríos del viaje de Karen, en el tema que denominó “Karen’s Journey / Siyawe”, incorporando voces étnicas femeninas. Además, también se incluyen en la banda sonora varias piezas prestadas de música clásica, como el “Concerto for clarinet and orchestra in A (K.622)”, la “Sonata in A major (K.331) Rondo alla turca”, la “Sinfonia Concertante in E flat major for violin & viola (K.364)”, y “Three Divertimenti (K.136,137,138)”, todos de Wolfgang Amadeus Mozart; y el “Bridal Chorus (Here Comes the Bride) de “Lohengrin” de Richard Wagner.

 


Sin duda, lo mejor de la partitura es el magnífico tema central que Barry denomina “I Had a Farm in Africa”, uno de los más gloriosos que jamás haya adornado la pantalla grande, en el que demuestra todo su lirismo y ese “sonido Barry” que venía consolidando durante años. La melodía principal, una de las más inspiradas de todos los tiempos, alcanza su culmen durante las escenas del vuelo en el que Denys lleva a Karen, magistralmente fotografiado por David Watkin (que ganara el Oscar por su trabajo). Fotografía y música, combinadas y ensambladas a la perfección, captan con gran sensibilidad los matices y la majestuosidad de los espacios abiertos africanos, las nebulosas praderas bajo el sol abrasador de Kenia.

 

Así lo recordaba el propio Barry: “En otros pasajes de la película utilicé la orquestación para reflejar los vastos espacios abiertos de África. En la escena de la avioneta, este aspecto adquiere una importancia aún mayor. Imaginé que sobrevolar aquellos paisajes a bordo de una avioneta debía de resultar una experiencia más espiritual que jubilosa. La escena debía transmitir una sensación de misterio, un aire de grandeza inefable, de manera que aquí utilicé las voces. Por otra parte, cuando la avioneta desciende hasta casi rozar el suelo haciendo que una enorme bandada de pájaros levante vuelo, las imágenes parecen reforzar la sensación de grandeza. En términos de orquestación, es una pieza muy clásica, nada sofisticada, con una marcada melodía descendente interpretada por las violas”.

 

Memorias de África, es un canto al salvaje continente y al amor perdido. La pasión y la nostalgia pintadas como una sinfonía con el toque elegante de un Barry en todo su esplendor. Una de las obras más resonantes de la exitosa carrera del maestro británico, de esas que logran mostrar el alma que muchos compositores aspiran a alcanzar, pero que solo los elegidos consiguen dibujar sobre el pentagrama. (Eduardo J. Manola)

 

Os dejamos con el tema principal de la Banda Sonora de “Memorias de África”, a cargo de la FSO (Film Symphony Orchestra), bajo la dirección del maestro Constantino Martínez-Orts.




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