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lunes, 23 de mayo de 2022

Vera Chytilová (1929-2014)

 

El pasado año 2014, la mítica Vera Chytilova, perdió la batalla contra una larga enfermedad que la había mantenido postrada de los focos y cámaras en los últimos tiempos. Chytilova perteneció a esa generación irrepetible de cineastas checoslovacos que revolvieron y pusieron patas arriba el panorama cinematográfico mundial a principios de los años sesenta, transformando de modo radical los paradigmas que a partir de entonces comenzaron a predominar en el mundo del cine, o lo que es lo mismo, dando lugar a lo que hoy conocemos como cine moderno (nada de Nouvelle Vagues ni Free cinema ni demás corrientes, fueron los checoslovacos los pioneros en reventar los armatostes clásicos del cine).

 

Todo comenzó con la película The sun in a net dirigida en 1962 por Stefan Uher. Por aquel entonces la joven Chytilova comenzaba a dar sus primeros pasos en el mundo del cine gracias al cortometraje y al documental una vez abandonados sus estudios en Filosofía y Arquitectura (dos carreras tan opuestas y surrealistas entre sí como la propia carrera cinematográfica de la de Ostrava) después de dar batacazos en ámbitos tan dispares como la moda, el dibujo o el diseño de vanguardia.

 

La aparentemente desorientada Vera centró sus motivaciones en el mundo del cine al arribar a Praga entrando a formar parte de los estudios Barrandov. Allí pasó por diversos departamentos, trabajando desde la base para ir poco a poco adquiriendo una mayor responsabilidad dentro de los estudios ejerciendo labores de guionista, actriz y ayudante de dirección. Pasado este período de aprendizaje total, la joven Chytilova ingresó en la Escuela de Praga, mítico centro formativo donde tuvo como maestro al gran sensei de la Nueva Ola checoslovaca, este es el cineasta Otakar Vávra compartiendo pupitre y andanzas a su vez con gente de la talla de Milos Forman o Jirí Menzel. La checa debutó con un cortometraje documental que llevaba por título Zelená ulice en el año 1960, precisamente el año en que se estrenó uno de los primeros éxitos mundiales del cine checoslovaco de esa incipiente década: la maravillosa Romeo Julieta y las tinieblas.

 

Una vez iniciada la experiencia en el ámbito del corto y el documental, la directora checa dirigió su primer largo en el año 1963 con O necem jinem, film que contaba con un guión firmado por la propia Chytilova. A esta experiencia le siguió la participación de la novel directora en una película de episodios de halo satírico titulada Las perlas del fondo del agua, film rodado a cinco manos con la participación de nombres tan legendarios como Jirí Menzel o Jan Nemec. Pero, es sin duda al año siguiente de este experimento cuando Chytilova dará el salto a la posteridad al filmar la que para muchos es la mejor sátira surrealista de la historia del cine, la emblemática Las margaritas, cinta multipremiada a nivel internacional, pero también prohibida por las autoridades comunistas a los pocos días de su estreno en el país centro-europeo.

 

Fotograma de "Las margaritas"

Existen pocas películas en la historia tan magnéticas, enigmáticas y subyugantes como la obra maestra de Chytilova. A nivel personal, confieso que la primera vez que me enfrenté con este monumento del cine experimental más puro sentí una sensación extraña. Resumiendo en pocas palabras, la película era una especie de cuento grotesco e idiota en el que dos jóvenes y bellas damas, ataviadas más bien con poca ropa y tumbadas en una enorme cama, empezaban a desvariar parloteando sobre temas variopintos e inconexos, utilizando gestos y muecas aniñadas pretendidamente idiotas. Es cierto que la película me cautivo si bien no entendí muy bien el porqué de esta fascinación aparentemente incomprensible. Quizás las imágenes subliminales de la cinta hicieron su efecto en una mente aún no instruida como era la propia de un adolescente inquieto. Sin embargo, unos años después cuando volví a enfrentarme con este monumento la fascinación primeriza se convirtió en veneración sublime al genio de Chytilova cuando en mi más cultivado cerebro apercibí las metáforas e intenciones de la gran directora checa. Bajo una máscara de surrealismo, comedia alocada y película deslavazada se escondía una crítica feroz en contra del comunismo en particular y de las sociedades totalitarias así como en general de la corrupción imperante en la Checoslovaquia de aquellos años. El final de la cinta, una auténtica bomba en todos los sentidos que va directa al corazón, es sin duda uno de los ejemplos más dignificantes de eso que yo llamo cine de arte y ensayo profundo y sensual. El erotismo que desprendían las atolondradas peripecias de las dos niñas traviesas que protagonizaban el film no era más que el grito desgarrador y desesperado de toda una generación de jóvenes checoslovacos que anhelaban esa libertad de la que carecían bajo el yugo de la dictadura imperante. El enorme éxito mundial de Las margaritas motivó que los trabajos posteriores de Chytilova fueran objeto de una censura implícita por parte de los gobernantes checoslovacos, los cuales miraron siempre con lupa los incisivos trabajos de la autora checa, que a diferencia de sus colegas de generación renunció a emigrar a otras tierras, desempeñando por tanto toda su carrera en su país natal. Así tuvieron que pasar cuatro años desde la realización de la obra cumbre reseñada para que la gran Vera volviera a ponerse detrás de las cámaras en la cinta surrealista We eat the fruit of the trees of paradise otra sátira descarnada, extraña y caótica basada en el mito de Adán y Eva.

 

Fotograma de "We eat the fruit of the trees of paradise"

Un año después la autora de Ostrava dirigió Karamadi, una película bastante maldita y muy poco vista que sin embargo es una de las películas de culto entre los fanáticos de Vera. Los pocos títulos que adornaron el curriculum de la checa en los setenta tuvieron su punto álgido con la tragicomedia Panelstory, película en la que se denunciaba la inmundicia y miserias de la sociedad checoslovaca de finales de los setenta y principios de los ochenta situando el desarrollo de la trama en el panal de relaciones vecinales que constituye el hábitat formado por un mastodonte barrio de apartamentos.

 

A partir de los ochenta Chytilova alternó trabajos en televisión y el documental con esporádicos re-encuentros con el cine dirigiendo películas de diversos géneros y éxito residual a nivel internacional, pero en las que nunca abandonó su estilo combativo, intelectual y feminista así como su ácido sentido del humor gracias al cual retrató con una clarividente y penetrante mirada la evolución social observada en Chequia a lo largo de casi medio siglo.

 

Hemos perdido a una cineasta única y singular, una luchadora incansable defensora de la libertad total libre de las corrupciones y vicios imperantes en el ser humano. Sin duda una artista irrepetible sin cuya presencia el cine de hoy sería menos independiente y más aburrido. Una heroína que seguramente plantará unas hermosas margaritas allá donde esté. (Rubén Redondo)

 

Varios carteles de sus películas más representativas

 

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