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domingo, 1 de mayo de 2022

Alcarràs (Carla Simón, 2022)

 

Alcarràs, ganadora del Oso de Oro de la 72 Berlinale


La tierra, la tradición, el oficio de cultivar y la familia son los temas en los que se fijó Carla Simón en Alcarràs, su segunda película, con la que se ha convertido en la primera mujer española en lograr el máximo galardón del Festival de Berlín. Después del éxito de Verano 1993, “presión había”, reconoce la directora catalana, que regresa a su universo personal para narrar la historia de la familia Solé, que afronta su última cosecha después de 80 años cultivando la misma tierra. “Mis tíos y mi familia cultivan melocotones y cuando estaba escribiendo Verano 1993 murió mi abuelo y fue un momento de pensar dónde quedaba su legado y qué pasaría si desaparecían estos árboles”, explica Simón sobre el origen de este drama, que le resultó más complejo que su ópera prima.



“La segunda peli tiene esa cosa de si estás definiendo algo en relación a tu cine. Y para mí es importante que cada proyecto tenga su reto y algo que lo identifique”, aseguró la realizadora, que pone el foco en “el oficio más viejo de la humanidad, lo hacemos desde la prehistoria”.

Alcarràs “es una historia sobre la pertenencia a una tierra, a un lugar, pero también un drama sobre las perpetuas tensiones generacionales, la superación de antiguas tradiciones y la importancia de la unidad familiar en tiempos de crisis”. La coralidad del relato exige, pese a su aparente sencillez, exige un pleno dominio del guion, la cámara y el montaje, para que cada personaje tenga una mirada y una voz propias, sin jerarquías pero dispuestas con una claridad luminosa.



A la familia protagonista la encarnan actores no profesionales y trabajadores de la tierra de la zona de Alcarràs, el pequeño pueblo de Cataluña, en la provincia de Lleida, que da nombre a la cinta. “Íbamos a las fiestas de los pueblos y si alguien nos encajaba le decíamos que viniera al cásting”, recuerda Simón; para ella era fundamental “que nadie tuviera que fingir el acento específico de este sitio”, ni su conexión con la tierra, pues “a los agricultores se les nota en el aspecto, en la forma de coger la fruta”, señala Simón.

Para escribir el guion, firmado por la propia Simón junto a Arnau Vilaró, ambos se trasladaron a la masía de la familia de Simón, donde fueron testigos “del ritmo acelerado de una cosecha. Hay mucha gente junta y cada loco con su tema. Están pasando muchas cosas paralelas todo el rato. Decíamos que estábamos escribiendo un thriller”, bromea la directora.



Para Simón “colocar la cámara es una posición filosófica” y junto a la directora de fotografía Daniela Cajías eligió primar las interpretaciones y no romantizar la naturaleza. “La cámara va donde va la emoción de los actores. Ese paisaje a veces con la luz tenía una aspecto espectacular, pero no tenía sentido que nosotros viniendo de la ciudad idealizáramos el campo. Ese paisaje da sus frutos, pero es duro y hace calor… esta familia lo vive desde dentro”. El gran conflicto de la película, la pérdida de sus tierras, paradójicamente, viene de mano de las energías renovables. “Siempre es más complejo cuando el malo no es solo malo. Para mí era importante que el dilema fuera lícito. Que el espectador pueda entender la opción de las placas solares. Evidentemente vamos con esta familia, pero la energía solar es necesaria, aunque se tiene que aplicar correctamente”, explica.


Esta esperada película, obra de un equipo liderado mayoritariamente por mujeres, llega a las pantallas después de haber cosechado numerosos reconocimientos en distintos festivales, ahora le toca al público disfrutar de ella.






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