Chaqueta
de cuero, gafas de sol, sombrero, bufanda, camisa por fuera de los pantalones
vaqueros, botas altas, cigarro en mano. Amable, brutal, cariñoso, cínico,
solidario, egocéntrico, depresivo. Crítico, sincero, trasgresor, polémico,
descarnado, suicida. Creador.
Catorce
años de vida profesional. Una treintena de obras de teatro dirigidas y escritas
o adaptadas por él. Cuatro producciones radiofónicas. Dos cortometrajes.
Veinticuatro películas para cine. Diecisiete para televisión, incluyendo cuatro
series que suman un total de veintitrés episodios. Cine de gangsters, una
particular incursión en el western y en la ciencia-ficción, adaptaciones
literarias y teatrales, melodramas. Productor, co-productor y guionista de la
gran mayoría de sus películas y de tres obras ajenas. Fotografió y se ocupó de
la escenografía de algunos de sus films. Participó en el montaje de casi todas
sus obras bajo el seudónimo de Franz Walsch. Actor protagonista, secundario o
figurante en sus propias películas y en las de otros autores.
Desde
su ópera prima, El amor es más frío que la muerte (1969), hasta su obra
póstuma, Querelle (1982), Fassbinder articula un discurso donde los
sentimientos y las emociones humanas estallan como consecuencia de la tensión y
la violencia que rigen las relaciones entre unas personas que son producto de
su sociedad. Las clases altas, medias y bajas; las facciones políticas de todo
signo; el pasado y el presente del pueblo alemán no se libraron de una mirada
crítica, profunda e insobornable que escandalizó a la conservadora nación
alemana de los años setenta.
Criado
por su madre tras el traumático divorcio de sus progenitores, vivió desde
pequeño sumergido en el ambiente teatral y cinematográfico. La madre, traductora
y actriz, le animó a que ingresara en una escuela de teatro donde Fassbinder
conocería a una joven intérprete, Hanna Schygulla, que con el paso de los meses
se convirtió en una de sus musas artísticas y en protagonista de buena parte de
sus films.
Con
ella se introdujo en el mundo de los escenarios como director y ambos fundaron
una compañía independiente de vanguardia cuyos postulados radicales llevarían a
la Administración alemana a prohibir sus actividades. Aunque ya para entonces
Fassbinder, Schygulla y otros actores como Kurt Raab, Peer Raben o Irm Hermann
habían creado estrechos lazos de amistad y un ferviente deseo de continuar
juntos sus carreras.
Ésta
fue precisamente una de las bases sobre las que Fassbinder asentó su
trayectoria fulgurante: una compañía más o menos estable de actores que, sin
apenas ensayos, eran capaces de lanzarse a cualquier aventura que se les
propusiese y salir airosos del empeño. Algo que resultaría crucial para un
cineasta que enlazaba película tras película sin descanso, e incluso
simultaneando dicha actividad con el teatro.
¿Por
qué le da el ataque de locura al señor R.? supuso el primer espaldarazo internacional a su cine y provocó la
admiración generalizada por el demoledor retrato que se hacía de un psicópata,
aparentemente respetable, que escondía bajo su apariencia de buena persona a un
asesino capaz de matar a su familia y a un vecino. Aunque, como se vino a
demostrar pronto, Fassbinder era alguien imprevisible y por tanto el
desconcierto estaba asegurado: Whity, por ejemplo, marcaba un giro
completo a su trayectoria al beber en las fuentes del western, aunque la
ironía, el sarcasmo y la gélida estética alemana acababan imponiéndose a
cualquier condicionante de género.
Como
su ritmo de trabajo era imposible de soportar para los productores
cinematográficos, más acostumbrados a esperar la amortización parcial de sus
films antes de seguir adelante, Fassbinder acabó alternando teatro con cine y
con televisión, medio para el que rodó varias series de éxito que luego,
convenientemente cortadas en su metraje, fueron estrenadas en las salas
comerciales de exhibición. Este fue el caso de El mercader de las cuatro
estaciones, amarga crónica de la decadencia de un humilde vendedor, o de Berlin
Alexanderplatz, fresco histórico sobre la Alemania contemporánea.
Fotograma de "El mercader de las cuatro estaciones"
Las
amargas lágrimas de Petra Von Kant,
adaptación de una obra teatral escrita por él mismo, le asentó definitivamente
en la primera línea internacional. La polémica de su contenido, que narraba la
historia de una lesbiana que durante años ha debido ocultarlo por miedo a las
repercusiones sociales y familiares, quedó amortiguada por la enorme
plasticidad de sus imágenes y el intenso lirismo con el que era tratado el
tema. Lo cual puede trasladarse igualmente a títulos como Todos nos llamamos
Alí, sobre una relación interracial entre un emigrante magrebí y una
alemana acomodada, o La ley del más fuerte, donde el propio Fassbinder
encarnaba a un trabajador homosexual que tras conseguir una importante suma de
dinero en la lotería acabará perdiéndolo todo, incluso la dignidad.
Pero
Fassbinder deseaba también sobrepasar los márgenes del cineasta de culto para
llegar a más amplios sectores de público, por lo que con Effi Briest
comenzó a manejar elevados presupuestos que le permitían abordar historias de
época. Esta tendencia llegaría sobre todo a su punto culminante con La
ruleta china y Querelle, protagonizadas por un reparto de estrellas
y en las que intentaba armonizar su universo personal con las relativas
sumisiones de una distribución internacional.
Ambientes
marginales, reflexión histórica sobre Alemania y cierta capacidad
presupuestaria encontraron finalmente acomodo en El matrimonio de María
Braun, uno de los largometrajes más emblemáticos de la carrera de Rainer Werner
Fassbinder. Relato metafórico sobre el ascenso de una prostituta hasta las
mayores cotas del poder económico, este film denunciaba la hipocresía de la
sociedad alemana y la falsa solidaridad que imperaba entre los desfavorecidos.
Por
su parte, Lilí Marleen y La ansiedad de Veronika Voss cerrarían
con broche de oro una trayectoria que tuvo su última y definitiva estación en Querelle,
rodada poco antes de morir a consecuencia de una sobredosis de droga y cuyo
montaje fue culminado por sus colaboradores.
La
vida como exceso. Pasión enfermiza por el trabajo: “Ya dormiré cuando esté
muerto”. Una compleja vida sentimental, alcohol, drogas, tranquilizantes,
somníferos: “Cada cual debe decidir si es mejor llevar una vida breve pero
intensa o larga y rutinaria”. Eligió vivir intensamente y murió joven, en junio
de 1982, a los treinta y siete años de edad, mientras trabajaba en un nuevo
guión. Sin embargo, Rainer Werner Fassbinder vive a través de su arte, porque
resulta imposible distinguir al hombre del artista: sus películas son él. En
ellas plasmó hasta el más íntimo de sus pensamientos. Su desaparición supuso el
fin del llamado Nuevo Cine Alemán y el comienzo de su entrada en la Historia
del Cine.
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