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domingo, 10 de abril de 2022

Las dos huérfanas (David W. Griffith, 1921)

 

Título original: Orphans of the Storm. Dirección: David W. Griffith. País: USA. Año: 1921. Duración: 150 min. Género: Drama, Cine Mudo.  

Guión: David W. Griffith (basado en una novela de Adolphe d'Ennery, Eugène Cormon). Fotografía: Paul H. Allen, G.W. Bitzer, Hendrik Sartov (B&W). Música: William Frederick Peters, Louis F. Gottschalk, Brian Benison (Versión restaurada de la película muda). Montaje: James Smith, Rose Smith. Producción: David W. Griffith (United Artists).

Fecha del estreno: 28 Diciembre 1921 (USA)

 

Reparto: Lillian Gish (Henriette Girard), Dorothy Gish (Louise), Joseph Schildkraut (Caballero de Vaudrey), Frank Losee (Conde de Linières), Catherine Emmet (Condesa de Linières), Morgan Wallace (Marqués de Praille), Lucille La Verne (Madre Frochard), Frank Puglia (Pierre Frochard), Sheldon Lewis (Jacques Frochard), Creighton Hale (Picard), Leslie King (Jacques-Forget-Not), Monte Blue (Danton), Sidney Herbert (Robespierre), Lee Kohlmar (Luis XVI), Louis Wolheim (verdugo).

 

Sinopsis:

La historia se sitúa en el siglo XVIII francés, antes y durante la Revolución Francesa. Louise nació de la unión de una aristócrata con un plebeyo, y fue abandonada a las puertas de la catedral de Notre Dame de París. Allí la recogió el padre de Henriette, un buen hombre de condición humilde, que la crió como si fuera su propia hija. Pasado el tiempo, Louise y Henriette son unas lindas señoritas que se quieren como hermanas, y los padres de la segunda han muerto. Ante la ceguera que padece Louise, ambas hermanas viajan a París, con la esperanza de que un doctor pueda curarla. Allí las desgracias se suceden. Un aristócrata pervertido rapta a Henriette, mientras que una mezquina anciana quiere aprovecharse de Louise para recabar limosna. A todo esto la Revolución estalla, y cobran protagonismo Danton y Robespierre. El primero es pintado como un humanista que busca el bien de Francia, el otro como un hombre resentido para el que el fin justifica los medios.

 

Comentarios:

Si los hermanos Lumière inventaron el cine como artilugio, David Wark Griffith lo inventó como arte. Él fue quien ensayó en sus películas la mayor parte de los recursos cinematográficos que dieron sustancia al cinematógrafo como arte distinto de los dos de los que partía más claramente, la fotografía y el teatro. Suyos son los primeros travellings (sí, ya sé que la Academia dice que en español debe decirse “travelín”, con acento en la “i”, pero me parece de lo más “ridiculín”…) del cine, y los primeros efectos de acercamiento o alejamiento de la cámara que posteriormente se conseguirían mediante lentes de zoom. Eso por no hablar de otros principios teóricos del cinema, como la utilización del fuera de campo como otro recurso más del lenguaje fílmico, entre otras muchas aportaciones.

Pero, por encima de esos descubrimientos fundamentales que cimentaron el cine de la etapa silente y pusieron las bases del posterior de los años treinta y cuarenta, hasta que Orson Welles puso patas arriba la sintaxis cinematográfica con Ciudadano Kane, lo cierto es que el cine de Griffith se caracterizó también por su poderoso pulso narrativo, por su percutante capacidad persuasiva hacia el espectador, al que casi mesmerizaba con obras (hay que ponerse en el lugar de aquel público, prácticamente virgen de cualquier tipo de representación figurativa que no fueran las tres paredes del teatro) que hechizaban a las masas. Filmes como El nacimiento de una nación e Intolerancia sentaron las bases del cine tal y como se concibió durante décadas, y esta Las dos huérfanas supuso la visión de Griffith sobre la Revolución Francesa, vista por el cineasta con cierta reticencia, tan reluctante hacia la felonía de una clase aristocrática que sojuzgaba impunemente a su pueblo, como hacia los revolucionarios (con un mefistofélico Robespierre a la cabeza), que abocaron al país a la anarquía y franquearían el paso, sin quererlo, a la dictadura imperial de Napoleón.

Las dos huérfanas es un melodrama químicamente puro. Basada en la obra teatral Les deux orphelines, de Adolphe d’Ennery y Eugène Cormon, narra la historia de dos huérfanas, una de ellas adoptiva, que viajan a París para buscar la cura de una de ellas (la putativa precisamente), que está ciega. Allí se verán involucradas primero en los diletantes juegos de los canallescos nobles, y después, al estallar la Revolución, estarán en el punto de mira de los jerifaltes del nuevo régimen.

Por supuesto, Las dos huérfanas es, vista desde la perspectiva del siglo XXI, una obra de arqueología, no muy diferente de lo que puede ser un resto arquitectónico hallado de la antigua Sumeria o del Egipto de los faraones. Pero ello no quiere decir que no posea virtudes que la hagan moderna: el trepidante ritmo de toda la parte final, cuando Danton ha de vencer obstáculos sin cuento para evitar el ajusticiamiento de la heroína, está rodada y montada con una modernidad que admira: si hoy se hiciera de nuevo Las dos huérfanas, esa secuencia podría copiarse plano a plano, y resultaría espectacularmente actual. Claro que hay estatismo en otras muchas escenas: estamos en 1921, el cine aún está en pañales, todavía está definiendo sus diferencias con el resto de las artes (todas la demás) de las que beberá pero de las que terminará separándose. Pero aquí, como en Intolerancia o El nacimiento de una nación, empezó todo.

El cine tiene una inmensa deuda de gratitud con este curiosísimo cineasta, este precursor atávicamente conservador, que fue David Wark Griffith. Quizá alguna vez un director moderno y exquisito, como Scorsese, le rinda un homenaje tan merecido como el que tributó a Georges Méliès en La invención de Hugo.

En el reparto hay que destacar el protagonismo de Lillian Gish, que rodó a las órdenes de Griffith más de cuarenta títulos: eso es fidelidad, y lo demás es cuento… Aparte de ello, la gran Lillian interpretó, varias décadas después, ya convertida en venerable ancianita, el personaje principal de la extraordinaria La noche del cazador, la única película que dirigiría el actor Charles Laughton, una perla inclasificable. (Enrique Colmena)

Recomendada.




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