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viernes, 3 de diciembre de 2021

Marlowe, detective muy privado (Paul Bogart, 1969)

 

Título original: Marlowe. Dirección: Paul Bogart. País: USA. Año: 1969. Duración: 96 min. Género: Policiaco.  

Guión: Stirling Silliphant (basado en una novela de Raymond Chandler). Fotografía: William H. Daniels. Música: Peter Matz. Montaje: Stirling Silliphant. Producción: Sidney Beckerman, Gabriel Katzka (Metro-Goldwyn-Mayer).

Fecha del estreno: 19 Septiembre 1969 (Alemania).

 

Reparto:

James Garner (Philip Marlowe), Gayle Hunnicutt (Mavis Wald), Carroll O'Connor (teniente Christy French), Rita Moreno (Dolores Gonzáles), Sharon Farrell (Orfamay Quest), William Daniels (señor Crowell), H.M. Wynant (Sonny Steelgrave), Jackie Coogan (Grant W. Hicks), Kenneth Tobey (sargento Fred Beifus), Bruce Lee (Winslow Wong), Christopher Cary (Chuck), George Tyne (Oliver Hady).

 

Sinopsis:

Philip Marlowe es un duro y honesto detective privado, cuya sensatez contrasta con el entorno sórdido y brutal de los bajos fondos de California donde trabaja. Marlowe es contratado por una apocada rubia de Kansas que trata de encontrar a su hermano desaparecido...

 

Comentarios:

Aquel día prometía ser sólo otra sucesión de horas con el sol entre las persianas, el pensamiento vacío y la botella como esporádica compañera. Sin embargo, alguien entró en el despacho y todo se volvió del revés. De repente, una cliente que quería que encontrase a su hermana. El típico cuento de la muchacha descarriada rescatada por la chica responsable. Lo de siempre. En estas cosas, no hay que creerse demasiado lo que te cuenten. No habrá más remedio que hacer un par de averiguaciones y a ver hacia dónde deriva el asunto. Y luego aparece la bailarina compañera de la chica buscada. La tentación en persona. Ser detective privado llega a ser muy duro. Especialmente si luego tienes a un chino dispuesto a romperte las lámparas de una patada. Más vale que le dé un buen trago a la botella porque hay que aguantar mucho y mi paciencia cada vez es más débil.

Además, por si fuera poco, hay un gángster metido en el meollo. Como si fuera fácil tratar con esos tipos. La policía anda detrás de lo que hago y les puedo oler a distancia. Esto no es un sueño eterno, ni la despedida de una muñeca. Es encontrar a la hermana pequeña. Y me voy a encontrar con una serie de personajes que harían las delicias de cualquier psicólogo. Eso requiere tiempo y energía y, tal vez, no me sobren ninguna de las dos cosas. Al fin y al cabo, estoy muy ocupado en mi despacho viendo pasar a las musarañas, pero, qué diablos, la chica lo merece. Si la desaparecida es la mitad de la mitad, habrá valido la pena. Ya saben, el cinismo y la nobleza no siempre casan y, a menudo, tengo que hurgar un poco más de la cuenta. Es el sino de todos los detectives privados del mundo.

Lo cierto es que uno se queda bastante asombrado de que me interprete James Garner, un actor que, en principio, está muy alejado de mí. Y la ambientación sesentera tiene su aquél porque no deja de ser irremediablemente kitsch y estúpidamente atractiva. Ya no llevo sombrero y, en lugar de gabardina, me han puesto una americana de tweed. Aún así, el caso funciona y se refleja con cierta gracia en mis idas y venidas, en los retorcidos giros de trama y en esa sensación inexplicable de que algo totalmente inesperado está a punto de pasar. Garner lo hace bien, muy relajado. En realidad, es como si se hubiese tomado un par de copas antes de empezar a rodar y eso me gusta. No te fíes de los hombres que no beben, son traicioneros. Y éste Marlowe tiene un no sé qué de la década que combina muy bien con el viejo concepto de ética y distancia. También hay alguna escena, como la del chino, que no viene demasiado a cuento, pero tampoco nos vamos a poner puntillosos con detalles nimios. Lo importante es que las balas salen con ligereza del cañón engrasado y que la mentira y la traición están a la orden del día. Por cierto, un día que prometía desfilar con sus largas horas y sus lujosos minutos y se ha convertido en un infierno de conspiraciones y de asesinatos. No está mal. Como sustitutivo de la botella y de la soledad, incluso me parece bien. Siempre que no me toque a mí. (César Bardés).

Recomendada.




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