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sábado, 25 de diciembre de 2021

El amor en su lugar (Rodrigo Cortés, 2021)

 

Título original: Love Gets a Room. Dirección: Rodrigo Cortés. País: España. Año: 2021. Duración: 103 min. Género: Drama.

Guión: Rodrigo Cortés, David Safier (basado en una obra de Jerzy Jurandot). Fotografía: Rafael García. Música: Víctor Reyes. Producción: Nostromo Pictures.

Sección Oficial (fuera de competición) en el Festival de Cine de Sevilla (SEFF 2021). 2 nominaciones a los Premios Goya 2021. 3 nominaciones a los Premios Feroz (incluido Mejor Dirección).

Fecha del estreno: 3 Diciembre 2021 (España).

 

Reparto: Clara Rugaard, Ferdia Walsh-Peelo, Magnus Krepper, Freya Parks, Jack Roth, Henry Goodman, Dalit Streett Tejeda, Anastasia Hille, Valentina Bellè, Mark Davison.

 

Sinopsis:

Enero de 1942, 400.000 judíos de toda Polonia llevan más de un año confinados por los nazis en un estrecho gueto en mitad de la ciudad. Fuera del muro, la vida sigue adelante. Dentro, sus habitantes luchan por sobrevivir. Sin embargo, el alto muro de ladrillos no consigue parar la creación de un grupo de actores judíos que, en una helada noche invernal, interpreta una comedia musical en el teatro Fémina. Los espectadores ríen y se emocionan ante una historia de amor, olvidando por un momento su difícil situación. Entre bambalinas, los actores se enfrentan a un dilema de vida o muerte ante la posibilidad de llevar a cabo una fuga después de la función.

 

Comentarios:

El gueto de Varsovia durante la Segunda Guerra Mundial ha sido escenario de infinidad de novelas y películas de todos los estilos y épocas, pero las vertientes dramáticas y humanas de la tragedia resultan tan inabarcables que siempre parece haber lugar para un relato más, con ángulos, tonos y personajes que parezcan nuevos. Rodrigo Cortés lo logra con la bonita El amor en su lugar, melodrama de emociones clásicas y puesta en escena contemporánea, que recupera una historia no demasiado conocida: la pervivencia del teatro en medio del aislamiento, de un cierto soplo de aire en medio del infierno, de unas risas entre las muecas. El encierro de los judíos no evitó que cada noche una compañía representara una comedia musical que ayudara a expurgar, al menos durante un par de horas, las penurias, la sangre, la desolación y la muerte de unos seres humanos al borde de la aniquilación durante la ocupación alemana, en el invierno de 1942.

Un brillante plano secuencia abre la película, filmada en inglés, y empieza a mostrar sus virtudes: una cámara agilísima que va y viene, que recorre calles, oscuridad y miedo entre la barbarie nazi; una sensación de agobio constante, de falta de aire, de martirio en vida, de hambre, frío y recelo, de que el fin de los días acecha en cualquier esquina; un notabilísimo diseño de producción, candidato en la categoría en los próximos premios Goya; y una impecable factura técnica y artística. Los primeros minutos parecen de superproducción americana, pero son casi los únicos en el exterior. El resto del relato está ambientado en el teatro donde se escenifica una obra del dramaturgo y compositor polaco Jerzy Durandot, representada realmente en el teatro Femina de Varsovia en aquellos días, de la que sobrevivieron las letras, y que Cortés ha recuperado para acompañarlas de una música original creada especialmente para la película por Víctor Reyes.

La obra teatral se fusiona con otros dos aditamentos: el triángulo amoroso de dos chicos y una chica, protagonistas de la pieza teatral; y el plan de fuga trazado por uno de ellos para escapar del encierro. Así, con un ritmo endiablado que pocas veces desfallece, las entradas y salidas del escenario, los problemas entre bambalinas, las carreras por la supervivencia y el romance se entremezclan con un apasionado amor al teatro, en la línea de lo que supusieron, en tonos muy distintos, ¡Qué ruina de función!, de Peter Bogdanovich, y ciertos pasajes de Noche de estreno, de John Cassavetes.

No son los únicos aspectos en los que destaca El amor en su lugar, escrita por el autor de Buried (Enterrado) junto con el novelista alemán David Safier. También, la frescura de los intérpretes —desconocidos en España, quizá salvo el veterano Henry Goodman—, que deben cambiar continuamente de registro, y en apenas un segundo, desde la pantomima del escenario a la tragedia de sus existencias, y la perfecta sonorización del ambiente en la platea, con las risas, las palmas y los gritos, sin que se pierdan los diálogos. Mientras, de fondo, el subtexto que lo mueve todo: ¿qué significa exactamente querer a una persona? ¿Cómo se demuestra el amor en tiempos de exterminio y humillación? La respuesta es imposible, pero quizá se trate, más que de ofrecer amor, de otorgar vida. (Javier Ocaña)

Recomendada.




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