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lunes, 8 de marzo de 2021

Amantes (Vicente Aranda, 1991)

 

Título original: Amantes. Dirección: Vicente Aranda. País: España. Año: 1991. Duración: 103 min. Género: Drama.

Guión: Carlos Pérez Merinero, Álvaro del Amo, Vicente Aranda. Fotografía: José Luis Alcaine. Música: José Nieto. Montaje: Teresa Font. Producción: Pedro Costa.

Premio Goya 1991 a la Mejor Película y Mejor Dirección. Oso de Plata a la Mejor Actriz (Victoria Abril) en el Festival de Berlín 1991.

Fecha del estreno: 12 Abril 1991 (España).

 

Reparto: Jorge Sanz (Paco), Victoria Abril (Luisa), Maribel Verdú (Trini), Enrique Cerro (comandante), Mabel Escaño, Alicia Agut, José Cerro, Gabriel Latorre, Saturnino García.

 

Sinopsis:

Madrid, 1955. Paco, un joven que acaba de terminar el servicio militar, decide establecerse en la capital. Tiene planeado casarse con su novia Trini, pero otra mujer, una atractiva viuda llamada Luisa a la que ha alquilado una habitación, se cruza en su camino. Obsesionado con su amante, Paco se alejará cada vez más de su novia, teniendo que elegir entre ambas.

 

Comentarios:

El director barcelonés Vicente Aranda, nos dejó una dilatada carrera como realizador, iniciada a mediados de los años sesenta. Películas como La muchacha de las bragas de oro (1979), El Lute, camina o revienta (1987), La pasión turca (1994), Libertarias (1996), Celos (1999), Juana la Loca (2001) o Tirante el Blanco (Tirant lo Blanc, 2006), han representado lo más destacado de las últimas décadas de la cinematografía del estado español. Pero probablemente, su mejor película, aquella que hizo coincidir a crítica y público en máximos halagos fue la que realizó en el año 1991, cuando ya había rebasado con creces los sesenta años, su film Amantes, que consiguió alzarse con los mejores Goyas de Dirección y Mejor Película, además de conseguir el Oso de Plata a la Mejor Actriz para Victoria Abril en el Festival de Berlín.

Para este proyecto, se basó en un crimen real ocurrido en el Madrid de finales de los años 40 en el barrio de Tetuán, pero Aranda y los coguionistas Álvaro del Amo y Carlos Pérez Merinero prefirieron situar la historia en el año 1956, para desligarla de las penurias inmediatamente posteriores a la Guerra Civil, y al objeto de hacer de ella un relato intemporal. Como afirma el propio director en una de las conversaciones o entrevistas publicadas que mantuvo sobre su carrera, personalmente le molestaban las películas que no dejaban claro desde el principio el momento temporal en que se situaban, y se ocupó en el mismo arranque del film de aclarar al espectador de que nos encontrábamos en “España, años 50”.

El argumento se centra en un triángulo amoroso de tres personajes, interpretados por Victoria Abril, Maribel Verdú y Jorge Sanz, que son devorados por sus propias pasiones, amores, celos, perversidades y aspiraciones o metas soñadas que se vuelven inalcanzables, a pesar del empeño en su consecución o la tenacidad y necesidad de ir adaptando y modificando principios que se creían sólidos.

 


Victoria Abril y Maribel Verdú desarrollan unas interpretaciones soberbias, dos enfurecidas gatas luchando por “su” hombre con una actuación en la que priman las miradas, los sentimientos mostrados a través de la expresión facial, sin necesidad de apoyarse en diálogos para enfatizar sus anhelos y miserias. Aranda es un director de primeros planos, y ello se hace evidente a lo largo de toda la película, muy intimista y que deja de forma tangencial el trasfondo social, que busca con la cámara el pensamiento del personaje, lo que hace imprescindible la colaboración del actor para conseguir la transparencia deseada. Abril, y la “casi” debutante Verdú, Luisa y Trini en la ficción, dan vida a dos hembras de carácter muy poderoso, que luchan con todas las armas que cada una posee para llegar a su objetivo. En medio, encontramos a Paco, a Jorge Sanz, que devorado por la debilidad de su personaje, no consigue estar a la altura que exigía ese hombre confundido entre la pasión y el amor, manejado hasta llegar a comportamientos insólitos y deplorables. Sus lánguidas miradas, su cara de niño inocente en la mayoría de los momentos resulta exasperantemente lelo e inexpresivo, y en los pocos instantes en los que se atreve a forzar una mirada de deseo sexual, parece más bien una caricatura del lobo feroz. En un momento determinado no sabe qué mujer le gusta más, pero lo que bordó Ingrid Bergman en Casablanca (Michael Curtiz, 1942), desconociendo hasta el final su acompañante en aquel viaje liberador a Lisboa, no lo ha conseguido Jorge Sanz de este varón ahogado por las circunstancias y arrastrado por sus arrebatos carnales.

El erotismo es muy importante en la obra de Vicente Aranda, y también lo es en Amantes, que incluso fue tachada de pornográfica, tanto en Berlín como en Estados Unidos, donde consiguió ser la cuarta película de mayor recaudación del año, además de ser comparada con su contemporánea Instinto Básico (Basic Instinct, Paul Verhoeven, 1992). En realidad, el fuerte contenido erótico que desprende el film no viene de la mano de secuencias abiertamente explícitas. Se juega más bien con la imaginación del espectador, apoyando las escenas con elipsis que remueven la emoción y fantasía del público en un vendaval de lujuria e idolatría.

 

 

El relato se encierra cronológicamente en unos días perfectamente acotados: desde la celebración de una misa en conmemoración de La Inmaculada Concepción, el 8 de diciembre, hasta la víspera del día de Reyes, el 5 de enero, identificado por el típico dulce o “roscón” todavía característico de la efemérides. Las vísperas de la Navidad van transcurriendo entre mazapanes y polvorones, cae la nochebuena y el fin de año, y el drama y la fatalidad van cercando a nuestros protagonistas hasta el aciago final. Bellísimas las secuencias de ese desenlace, en la plaza de la catedral de Burgos, filmada con potentes inclemencias meteorológicas, nieve, lluvia y frío que se siente, acompañando lóbregamente el funesto destino de los protagonistas.

Vicente Aranda, como en muchas de sus películas, se ha rodeado en esta de colaboradores habituales, magníficos profesionales, como la montadora Teresa Font, el director de fotografía José Luis Alcaine y José Nieto, responsable de la banda sonora. Estremecedor ese villancico entristecido del final, cantado por Carmen Sarabia, solista del grupo Aguaviva: “…la nochebuena se viene, la nochebuena se va y nosotros nos iremos para no volver jamás”.

 


Desde el año de su estreno permanecía esta película en la memoria como un agradable recuerdo, habiendo resultado una sorpresa muy grata su nueva visión, que nos ha permitido deleitarnos con una mirada más perspicaz en el drama pasional y social que nos regaló Vicente Aranda, ese director que como Otto Preminger, hacía fácil lo difícil y conseguía que una cuidadosa y elaborada puesta en escena nos llegara con toda naturalidad, sin aparentar ingentes o personales malabarismos. Es posible que el paso de los años revalorice toda la obra de este realizador y logre situarlo en un puesto todavía mucho más destacado dentro de nuestra cinematografía. (Pilar Roldán)

Recomendada.




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