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miércoles, 3 de febrero de 2021

Jean Pierre Bacri (1951-2021)

 

Ha sido uno de los grandes del cine y del teatro francés. Apoyado en un talento excepcional, jugando con su rostro, a ratos anodino, a ratos gruñón, a ratos enfadado, alguna vez encantador. Y en sus mejores trabajos de la mano de Agnès Jaoui, su pareja profesional y personal. Jean-Pierre Bacri, gigante de la interpretación en su país, falleció el 18 de enero de 2021 a los 69 años víctima de un cáncer. En la memoria de cualquier cinéfilo están sus trabajos con Jaoui: Para todos los gustos (2000), Como una imagen (2004) -que les dio el premio a mejor guion en el festival de Cannes-, Háblame de la lluvia (2008), Un cuento francés (2013) y Llenos de vida (2018). Obtuvo 13 candidaturas a los premios César, y ganó cinco: cuatro como guionista con Jaoui, y una como actor por el musical de Alain Resnais On connaît la chanson (1997), que también había escrito con Jaoui. Por cierto, la pareja rompió sentimentalmente en 2012, pero mantuvieron la unión profesional.

 

Nacido en Argelia en 1951, Bacri llegó a París con 23 años y comenzó a trabajar en el teatro. Su carrera en el cine arrancó en 1979 en El matasanos, con Alain Delon, y su primera candidatura a los premios César le llegó con su memorable personaje secundario, Batman, en Subway (1985), de Luc Besson. Es en esos años cuando conoce a Agnès Jaoui, otra actriz dotada tanto para la interpretación como para la escritura. Justo como él. Y ahí arrancan sus guiones y libretos (en total, nueve). Primero para otros directores: Cuisine et dépendances (1993), para Philippe Muyl, y Smoking / No Smoking (1993), para Alain Resnais, que les catapulta como escritores: la película gana en la Berlinale un Oso de Plata por su originalidad, y arrasa en la taquilla y en los César. Ellos se llevan el galardón a mejor guion. Para Cédric Klapicsh escriben Como en las mejores familias (1996) y repiten con Resnais en el musical On connaît la chanson (1997), filmes en los que además actúan. Van de éxito en éxito de crítica, público y premios, por lo que por fin Bacri y Jaoui se encuentran con la posibilidad de cumplir su sueño: crear sus proyectos y dirigirlos. En 2000 estrenan Para todos los gustos, la primera de sus cinco películas en común antes mencionadas. Ese título es un ejemplo perfecto de su ductilidad interpretativa: capaz de encarnar a tipos inteligentes y amargados o a misóginos ridículos, en Para todos los gustos da vida a un rico algo simple que enamorado de su profesora de inglés se afeita el bigote y empieza a culturizarse con tal de cuajar la relación.

 


Bacri además enlazó un trabajo tras otro como actor: durante más de cuarenta años participó en más de cincuenta películas, sobre todo comedias. Y aunque dirigió teatro, nunca saltó a la realización cinematográfica. Eso le llevó a colaborar con todo tipo de directores (Alain Chabat, Claude Berri...) y proyectos. Hasta en Astérix y Obélix: Misión Cleopatra, de la que era el narrador. Con o sin bigote, siempre calvo, por el rostro de Bacri podían asomar todas las emociones.

 


En España sus últimos trabajos estrenados han sido C’est la vie (2017), la última comedia de Olivier Nakache y Éric Toledano, que él salva con su caracterización de un organizador de celebraciones de boda siempre al filo del desastre; Llenos de vida (2018), su última colaboración con Jaoui -y en la que porta un peluquín irreal- y Foto de familia (2018), su despedida del cine, en la que encarna a un padre muy alejado de sus hijos mayores, un papel secundario que él construye rápidamente con dos férreos brochazos. “Detrás de sus personajes divertidos y depresivos, Bacri conocía el sabor de la vida... El sentido de la vida... La extrema dignidad al final del camino”, escribió ayer en Twitter el presidente del festival de Cannes, Pierre Lescure. No cabe mejor definición. (Gregorio Belinchón)


 

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