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viernes, 13 de noviembre de 2020

Fucking with Nobody (Hannaleena Hauru, 2020)

 

SEFF 2020. 17ª Festival de Cine Europeo de Sevilla.

Sección Las Nuevas Olas.

 

Título original: Fucking with Nobody. Dirección: Hannaleena Hauru. País: Finlandia. Año: 2020. Duración: 102 min. Género: Comedia.  

Guion: Hannaleena Hauru, Lasse Poser. Fotografía: Lasse Poser, Jan-Niclas Jansson. Montaje: Hannaleena Hauru. Sonido: Karri Niinivaara. Producción: Emilia Haukka (Aamu Film Company)

Presentada en el Festival de Venecia 2020.

Estreno en Sevilla: SEFF 2020 (Del 6 al 14 de noviembre de 2020)

 

Reparto:

Hannaleena Hauru, Lasse Poser, Samuel Kujala, Pietu Wikström, Sara Melleri, Hanna-Kaisa Tiainen, Jussi Lankoski, Anna Kuusamo, Tanja Heinänen.

 

Sinopsis:

Cuando Hanna se queda sin un trabajo de dirección por culpa de su némesis Kristian, por resentimiento se inventa un ridiculísimo romance en Instagram con su amigo gay Ekku.

 

Comentarios:

Hannaleena Hauru (Hyvinkää, 1983) es una directora, guionista y actriz finlandesa, licenciada en cine por la Universidad de Aalto, con una carrera no demasiado dilatada pero que alcanza ya los tres largometrajes, incluido este, además de varios cortos (algunos muy premiados) y una serie de televisión. Hauru tiene también amplia experiencia teatral, que gusta aplicar a sus películas.

Con Fucking with nobody, Hannaleena se adentra en los procelosos terrenos de la mezcla de ficción y realidad, eso que se suele llamar ahora autoficción, y el resultado se puede considerar estimulante. La acción nos muestra a Hanna, actriz y directora (ella misma, claro...), que se siente desairada cuando Krista, la escritora del best seller Vampira decide que la dirección de la adaptación al cine, que se la había prometido a Hanna, la haga Kristian, a la sazón marido de Krista (parece un trabalenguas...). Enfadada, comenta el tema con sus amigos y compañeros de rodaje, y a la vista de las imágenes idílicas (y supersacarinosas...) de Kristian y Krista en Instagram, deciden hacer un “fake” por su cuenta, en el que Hanna y su amigo Ekku, actor gay emparejado con su chico desde hace tiempo, en lo que constituye una pareja de apariencia sumamente sólida, finjan tener un romance, con fotitos “ad hoc”, con esa parafernalia estúpida de las imágenes de postureo que se usan en las redes sociales, especialmente en Instagram (y últimamente en Tik Tok, sí...). Lo que comienza como una broma empieza a cobrar grosor cuando el “feedback” de los seguidores se convierte en un auténtico entusiasmo; a partir de ahí, deciden hacer una película, Fucking with nobody, sobre la relación entre Hanna y Ekku...

Estamos, por supuesto, en lo que los críticos solemos llamar “cine dentro del cine”, pero este tiene una vuelta más: de hecho, no sabemos prácticamente nunca cuando estamos en la realidad (en la realidad de la película, se entiende) y cuando en la ficción que se filma. De hecho, a veces no sabemos si lo que estamos viendo no son sino las reacciones reales de los personajes, en este caso de los actores, ante determinadas situaciones. Metalenguaje, entonces, cine autorreferencial, pero ciertamente hecho con gracia, con intención, no se queda en el mero ejercicio de estilo de la mezcla de realidad y ficción hasta fundirlas inextricablemente, sino que a lo largo de su historia va hablando de temas tan interesantes, y tan modernos, como la relación en las parejas homosexuales, y hasta qué punto, puestas a prueba, no reproducen los mismos esquemas que las heterosexuales; el nuevo feminismo, y cómo este puede derivar, como denuncian las feministas impulsoras del film que supuestamente están rodando, en un viejo machismo; del poliamor y las relaciones abiertas, y hasta qué punto estas, al final, no lo son, y terminan de nuevo con la aparición de los celos y los viejos esquemas relacionales; de la paridad, de la ausencia de jerarquías en la pareja, y cómo esa falta de jerarquía, finalmente, puede ser saboteada por el varón para llevarse su particular gato al agua.

Formalmente, y con buen criterio, Fucking with nobody está rodada cámara en mano, con un estilo premeditadamente desaliñado, en una decisión de directora que entendemos perfectamente plausible, dado el contenido; afortunadamente ello no incluye movimientos de tembleque de la cámara, que puede ser al hombro, pero no necesariamente aquejada del mal de San Vito. Huaru opta por lo que parece la técnica de improvisación de diálogos, con sus actores/personajes hablando del tema que sea con sus propias palabras, sobre el asunto que toque en cada escena, lo que confiere al film una extraña sensación de realidad, que es lo que se buscaba.

Denuncia también de los excesos de las redes sociales, en las que toda imbecilidad es posible, critica la bobaliconería rampante de las mismas, y qué fácil es hacer parecer reales las patrañas más evidentes. Pero también habla de la necesidad de la gente de idealizar el amor, de tener una idea a la que tender, como una utopía sentimental, un modelo a seguir, que es lo que les proporciona (falazmente) la pareja Hanna-Ekku. Habrá entonces interesantes reflexiones sobre el amor, pero sin muchas pretensiones, con nivel pero no pedantes, lo que se agradece tanto.

Hauru se atreve incluso con la exposición (bien que fuera de campo, deo gratias) de bizarras escenas que colindan con el porno, desde una corrida cuya viscosa sustancia será utilizada engañosamente para lubricar un consolador, hasta una escatológica (no en la acepción celestial, se entiende...) lluvia, e incluso un excurso zoófilo, vertiente cunilingual... Menos mal que, como decimos, Hauru nos lo muestra (mejor dicho, NO lo muestra) en off, en lo que podría considerarse esa cierta manía de algunos directores que pretenden ser provocadores y lo intentan aunque a estas alturas estemos ya más bien curados de espanto...

Extraña, desigual, arriesgada, imaginativa, a veces demasiado discursiva, de nuevo con exceso de metraje, como casi todo el cine actual, lo cierto es que Fucking with nobody es cine distinto, con errores pero también con muchos aciertos, cine arriesgado y de alguna forma experimental, pero que a la vez no renuncia a interesar al espectador, un espectador que, evidentemente, debe estar abierto a estas nuevas fórmulas cinematográficas. Con un final un tanto desconcertante, quizá inferior al resto del film, la imposible distinción de realidad y ficción del mismo se ejemplifica perfectamente en la escena en la que Hanna se despierta en la cama y se encuentra con Ekku dormido y abrazado amorosamente a ella, para preguntarle entonces, “¿en qué nivel de la película estamos?”: llegados a ese extremo, nos dice Hauru y los suyos, no sé si esto es realidad, ficción, o las dos cosas a la vez, como si en lugar de ser fineses fuéramos gallegos... (Enrique Colmena)

Recomendada (con reservas).




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