Título original: The Guns of Navarone. Dirección: J. Lee Thompson. País: Reino Unido, USA. Año: 1961. Duración: 158 min. Género: Bélico.
Guión: Carl Foreman (basado en la novela de Alistair MacLean). Fotografía: Oswald Morris. Música: Dimitri Tiomkin. Montaje: Alan Osbiston. Efectos especiales: Bill Warrington, Chris Greenham. Producción: Carl Foreman.
Oscar 1961 a los Mejores Efectos Especiales. Globo de Oro 1961 a la mejor Película (Drama) y Mejor Banda Sonora Original.
Estreno en Reino Unido: 27 abril 1961.
Reparto:
Gregory Peck (Capitán Keith Mallory), David Niven (Miller), Anthony Quinn (Andrea), Stanley Baker (Brown), Anthony Quayle (Mayor Roy Franklin), James Darren (Spyros Pappadimos), Irene Papas (Maria), Gia Scala (Anna), James Robertson Justice (Jensen), Richard Harris (Barnsby), Bryan Forbes (Cohn), Allan Cuthbertson (Baker), Michael Trubshawe (Weaver), Percy Herbert (Grogan), George Mikell (Sessler), Walter Gotell (Muesel), Tutte Lemkow (Nicolai), Albert Lieven (Comandante), Norman Wooland (Capitán del grupo), Cleo Scouloudi (Novia), Nicholas Papakonstantinou (Capitán de patrulla), Christopher Rhodes (Oficial de artillería alemán).
Sinopsis:
Durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), los alemanes dominan las aguas del Mediterráneo gracias a un eficaz sistema de defensa que los aliados no pueden contrarrestar. La causa de la superioridad alemana es el fortín de Navarone, que, gracias a sus gigantescos cañones, cierra el paso a la navegación por el mar Egeo.
Comentarios:
El Dodecaneso italiano fue un grupo de doce islas situadas frente a la costa de Turquía en el mar Egeo. Ocupadas por Italia (1912-1947), oficialmente se llamaron Islas italianas del Egeo, pero, en 1943, durante la Segunda Guerra Mundial, fueron ocupadas por las fuerzas alemanas… hasta que llegaron los ingleses, y en 1947, las islas le fueron entregadas al reino de Grecia, al que históricamente pertenecían.
Aunque el hecho que se cuenta es, en parte, ficción y la isla griega de Navarone no existe, el contexto histórico de la expulsión de los alemanes del Dodecaneso, fue la base histórica para la aventura que imaginara el escritor, Alistair MacLean, a la hora de escribir su segunda novela, “Los cañones de Navarone” (1957), y para esto, se sirvió de su propia experiencia como miembro de la Armada Real, a la que se unió en 1941 y con la que participó en el bloqueo de Creta.
Con el que se convertiría en un habitual estilo de sus novelas: Hombres comprometidos en una difícil tarea, con poco espacio para el sexo y el romance (¿intencionalmente antagónico a las novelas de su compatriota Ian Fleming?), la novela de MacLean, lo haría internacionalmente famoso, luego de que el productor, Carl Foreman, decidiera llevarla al cine, haciendo, también éste, las veces de guionista, labor para la que ya se había probado en numerosas ocasiones.
Se trata aquí de, un comando aliado, llamado a destruir unos estratégicos y poderosos cañones que los alemanes tienen instalados en la isla Navarone, desde donde pretenden acabar con dos mil soldados británicos que se encuentran sitiados en la isla de Keros y cuyas naves deben cruzar obligatoriamente por Navarone. Quedan cinco días para la orden de ataque de los alemanes, y en este tiempo récord, el comando deberá cumplir con la peligrosa misión.
Tras haber asignado la dirección al director, J. Lee-Thompson, Foreman se hizo con un reparto internacional que incluye a Gregory Peck, Anthony Quinn, David Niven, Irene Papas, Gia Scala…y el resultado es un filme que asegura una aventura de primera línea, con fuertes relaciones interpersonales donde, los soldados, no se idealizan, sino que lucen tal como son. Tampoco faltan las indispensables escenas de suspense y tensión que reclama toda buena trama y unas efectivas escenas de acción que nos remiten, enseguida, al cine de James Bond.
Esa calculada mezcla de todo esto, es lo que convierte a la película en un espectáculo que convence y con lo cual se convertiría en unas de las películas más taquilleras de la época y la más importante que haya realizado J. Lee Thompson.
Como es habitual, magnífica partitura de Dimitri Tiomkin, y excelentes diálogos que dan fuerza a la tensa situación entre los miembros del comando aliado, creando una singular relación donde, la camaradería, no es precisamente lo que más abunde.
Una frase del capitán Mallory, quedó resonando en mis oídos: “El único modo de ganar una guerra, es ser tan malo como el enemigo. Lo que preocupa… es que despertemos un día, dándonos cuenta que somos peor que ellos”. (Luis Guillermo Cardona)
Recomendada.