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viernes, 14 de agosto de 2020

The Actor´s Studio: 10 películas esenciales.


El Actor´s Studio fue ante todo un lugar de reflexión, de confrontación y de experimentación en dónde se reunían actores consagrados y principiantes. Prolífico vivero de actores, cuya fuerte personalidad e incluso insolencia revolucionaron la imagen marmórea de la estrella tradicional, el Actor´s Studio se convirtió en una escuela cuyo espíritu, a lo largo de los años 50 y 60, aportó nueva savia al corazón algo cansado de la creación dramática y cinematográfica americana. En la actualidad su influencia parece menos determinante.

En la época del New Deal, Elia Kazán, por aquel entonces joven actor y aprendiz de director, participaba en las actividades del Group Theatre, fundado en 1931 por Harold Clurman, Lee Strasberg y Cheryl Crawford. Trabajó bajo la dirección de Lee Strasberg, a su vez muy influenciado por el famoso “Método” del director y teórico ruso Konstantin Stanislavski.

Elia Kazan
Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, ya ha convertido en un director prestigioso en el teatro y en el cine, Elia Kazán prosiguió su experiencia como “formador de actores”. Con este espíritu inauguró en 1947, en Nueva York, con ayuda de Robert Lewis y Cheryl Crawford, una especie de “laboratorio de juego” qué fue bautizado como Actor´s Studio. En 1949, Lee Strasberg ingreso en el centro como profesor para convertirse, dos años más tarde, en director artístico. Tras la adquisición en 1955 de una vieja iglesia abandonada en el número 432 de la calle Oeste 44, el Studio se fue consagrando poco a poco como un lugar de culto.

Dos veces a la semana, los lunes y los viernes, se convertía en escenario de una misma ceremonia, oficiada por Strasberg hasta su muerte en 1982: los actores interpretaban una escena o un ejercicio que habían preparado; el profesor los interrogaba después sobre lo que habían querido representar, daba la palabra al público para recoger las opiniones críticas y finalmente exponía sus enseñanzas, que retomaban las grandes líneas del “Método” no dogmático de Stanislavski. El objetivo consistía, partiendo de la personalidad de cada actor, en descubrir la verdad del personaje con ayuda de una serie de técnicas que recurrían a la introspección, todo ello con el objetivo de evitar los tres lastres de la interpretación: la apatía, el convencionalismo y la mala actuación, pudiendo ir de este modo hacia lo “verdadero”, hacia lo “vivo”.

Muchos grandes nombres del cine americano participaron o asistieron a las sesiones del Actor´s Studio. Representaron para la institución un elenco prestigioso: actores como Marlon Brando, Montgomery Clift, James Dean, Robert De Niro, Jane Fonda, John Garfield, Ben Gazzara, Dustin Hoffmann, Harvey Keitel, Lee Remick, Steve McQueen, Marilyn Monroe o Paul Newman; autores como Edward Albee, Arthur Miller, Clifford Odets, Sam Shepard o Tennessee Williams; y directores como Sidney Lumet, Mike Nichols, Arthur Penn, Sydney Pollack o Martin Ritt.

 
Totalmente contrapuesto al star-system, que requería de las estrellas ante todo presencia, fotogenia y respeto a un personaje ficticio encarnado tanto en la vida real como en la gran pantalla, el principio del Actor´s Studio consistía en rehabilitar la noción de interpretación compuesta: Para encontrar la veracidad del personaje a través de la suya propia, el actor debía identificarse con éste y ser capaz de improvisar en cualquier momento. A lo largo de numerosos ensayos, debía encontrar las actitudes y los gestos correspondientes a un determinado estado psicológico.
Monty Clift y Lee Remick
 
El actor adquiría mayor independencia, afirmaba su papel creador y podía incluso entrar en competencia con el director (así ocurrió con James Dean y Marlon Brando).

Pero las enseñanza del Studio, en un principio revolucionarias por su gran empeño en atrapar la veracidad del personaje, mostraron cierta tendencia a derivar hacía una interpretación paradójica, a un tiempo interiorizada y agitada, lo que se traducía en tics (James Dean) y después en una interpretación sofisticada, amanerada, dotada de una intensidad dramática demasiado ostensiblemente destinada a favorecer la performance del actor (Paul Newman en El zurdo). El otro límite de esta escuela, que fue también el  de Stanislavski, consistía en confinar el espacio de la interpretación a la estética realista. Elia Kazán lo reconocía ya en 1962, distanciándose de Strasberg: “Mi gran decepción en lo que se refiere al trabajo realizado, se debe a que jamás ha ido más allá del mismo punto: el aspecto puramente psicológico del arte de la interpretación. Me siento tan responsable de este fracaso como mis colegas”.

Finalizamos reseñando 10 obras cinematográficas emblemáticas del Actor´s Studio:

1. Un tranvía llamado deseo. (Elia Kazan, 1951)
Blanche, que pertenece a una rancia pero arruinada familia sureña, es una mujer madura y decadente que vive anclada en el pasado. Ciertas circunstancias la obligan a ir a vivir a Nueva Orleáns con su hermana Stella y su cuñado Stanley (Marlon Brando), un hombre rudo y violento. A pesar de su actitud remilgada y arrogante, Blanche oculta un escabroso pasado que la ha conducido al desequilibrio mental. Su inestable conducta provoca conflictos que alteran la vida de la joven pareja.
Elia Kazan bucea en las relaciones de pareja, según la obra de Tennessee Williams, para mostrar -sin ningún tipo de anestesia- un tenso y apasionante ejercicio de sinsabores y verdades escupidas a la cara. Magistrales interpretaciones (de Leigh, Malden y Hunter) que se llevaron el Oscar mientras Brando, que revolucionó el mundo de la interpretación pero se quedó sin la estatuilla (se la dieron a Bogart por "La reina de África"), sudaba una camiseta que le encumbró en el olimpo de los mitos. Imprescindible.
 
2. ¡Viva Zapata! (Elia Kazan, 1952)
Biografía de Emiliano Zapata (1879-1919), famoso revolucionario mexicano que sublevó a todo el país contra el gobierno dictatorial del Presidente Porfirio Díaz.
Kazan intenta mostrar cómo los líderes revolucionarios se corrompen en cuanto alcanzan el poder, diseccionando con pulso de cirujano la vida del mítico héroe de la revolución mexicana. Sobresaliente filme con excelentes interpretaciones de Marlon Brando y Anthony Quinn, éste último ganador del Oscar al Mejor Actor secundario. El guión lo firma nada menos que el escritor John Steinbeck. 
 
3. De aquí a la eternidad. (Fred Zinnemann, 1953)
Año 1941. El soldado Prewitt (Montgomery Clift), que acaba de llegar a la base militar de Pearl Harbor en Hawai, es un antiguo boxeador retirado del ring. El capitán Holmes (Philip Ober), conocedor de sus habilidades como púgil, intenta que se una al equipo del ejército, pero Prewitt rechaza la propuesta. A partir de ese momento se ve sometido a toda clase de castigos y humillaciones tanto por parte de sus superiores como de sus compañeros. Sólo cuenta con la amistad y el apoyo del soldado Angelo Maggio (Frank Sinatra). Mientras tanto, el sargento Milton Warden (Burt Lancaster) y Karen (Deborah Kerr), la mujer de Holmes, viven una historia de amor adúltera. Pero la vida de todos cambiará con el ataque japonés a Pearl Harbor.
Incontestable obra maestra, una de las mejores películas de la historia del cine. Siendo todos los apartados del film de una calidad abrumadora, si hubiera que destacar uno sería el interpretativo, a cargo de un reparto lleno de grandes estrellas y formidables secundarios.
 
4. ¡Salvaje! (Laszlo Benedek, 1953)
Johnny (Marlon Brando) es el carismático líder de un grupo de motoristas pendencieros que llegan a un pequeño pueblo californiano. En medio del alboroto que montan él y sus colegas, Johnny se sentirá atraído por Kathy (Mary Murphy), la hija del sheriff local.
Nace un nuevo icono del siglo: Marlon Brando, de cuero negro y gorra de medio lado.


5. La ley del silencio. (Elia Kazan, 1954)
Johnny Friendly (Lee J Cobb), el jefe del sindicato portuario, utiliza métodos mafiosos para controlar y explotar a los estibadores de los muelles neoyorquinos. Terry Malloy (Marlon Brando), un boxeador fracasado que trabaja para él, se ha visto involuntariamente implicado en uno de sus crímenes. Cuando Malloy conoce a Edie Doyle (Eva Marie Saint), la hermana de la víctima, se produce en él una profunda transformación moral que lo lleva a arrepentirse de su vida pasada. A través de Edie conoce al padre Barrie (Karl Malden), que trata de animarlo para que acuda a los tribunales y cuente todo lo que sabe.
Tal como dice Carlos Boyero "Siempre se me saltan las lágrimas cuando escucho a Brando: "Eras mi hermano y no cuidaste de mí, pude haber ganado aquella pelea pero sólo me disteis un pasaporte al fracaso". Creo que es de los momentos más extraordinarios de interpretación en toda la historia del cine."
 
6. Al este del edén. (Elia Kazan, 1955)
Un granjero californiano tiene dos hijos, Cal y Aron, de caracteres muy diferentes, pero ambos compiten por el cariño de su padre. La situación de Cal se complica cuando averigua que, en realidad, su madre no sólo no está muerta, sino que además regenta un local de alterne.
Una película asombrosamente eléctrica, enfebrecidamente poética. No sólo uno de las películas más intensas de Kazan y el primer papel de relevancia de James Dean, también se puede decir que es su mejor interpretación.
 
7. Rebelde sin causa. (Nicholas Ray, 1955)
Tres jóvenes, Jim Stark, Judy y Platón, coinciden en una comisaría. Cada uno está allí por un motivo distinto: Jim está borracho, Judy se ha escapado de su casa y Platón acababa de matar a tiros a unos cachorros. El inspector Ray descubre que los tres mantienen una relación conflictiva con sus familias. A Jim y a Judy los van a recoger sus padres, pero Platón, hijo de una pareja divorciada, tiene que conformarse con la visita de la criada negra que vive con él.
"Rebelde sin causa" es la película de James Dean. La película que le convirtió en un icono para la mayoría de los jóvenes de la época. Su cigarrillo en la comisura de los labios, su chaqueta roja, su camiseta blanca y sus tejanos se convierteron en la imagen perfecta del muchacho rebelde, del de antes y... del de ahora. Cierto es, que se habían hecho antes otras películas con la misma temática pero Ray aparte de usar maravillosamente la técnica del scope, contó con el trío perfecto de rebeldes: James Dean, Natalie Wood y Sal Mineo, y, realizó simple y llanamente una película perfecta sobre la juventud y la sociedad del momento.
 
8. Gigante. (George Stevens, 1956)
El joven terrateniente Jordan 'Bick' Benedict (Rock Hudson) llega a su inmenso rancho de Texas con su flamante esposa Leslie (Elizabeth Taylor), una rica y bella muchacha del Este. No tardan mucho en descubrir que pertenecen a mundos radicalmente opuestos y que los separa un abismo. Jett Rink (James Dean), un joven y arrogante empleado de los Benedict, tiene la suerte de encontrar petróleo en unas tierras que le ha dejado en su testamento Luz, la hermana de Jordan; pero, a pesar de su inmensa fortuna, no consigue lo que realmente le importa.
Stevens se rodeó de lo mejorcito del star-system del Hollywood del momento para dar forma a este conocidísimo melodrama. El reparto es colosal. El trio protagonista forma un triángulo equilátero perfecto, donde todo resulta natural y expresivo. El guión pincela unos personajes con una psicología que va evolucionando al paso de los años, y que nos enamoran por lo encantadores que llegan a ser. Los paisajes agrios de Texas se contraponen con la belleza de la fotografía, que plasma imágenes de una belleza inexpresable por palabras y que son de aplauso obligado. La música es preciosa, así como el exquisito gusto por los decorados y por las localizaciones en Texas.

9. El zurdo. (Arthur Penn, 1958)
William Bonney, alias "Billy el Niño", fue un famoso y escurridizo pistolero. No se había visto nunca en el lejano Oeste a alguien como el problemático adolescente que escribió su nombre con sangre en los anales de la historia.
Enérgica cinta que recrea, desde un punto de vista bastante innovador, la vida del famoso Billy el Niño. Buen trabajo de Paul Newman en un western realmente original.
 
10. Río salvaje. (Elia Kazan, 1960)
América, años treinta. Chuck Glover (Montgomery Clift) es un funcionario del Gobierno del Valle del Tennessee, encargado de expropiar las tierras ribereñas, cuyos habitantes sufren con frecuencia los devastadores desbordamientos del río. El objetivo es, además de evitar catástrofes, construir una presa hidroeléctrica que garantice el progreso de la región. Pero ese proyecto exige la demolición de las viviendas de una pequeña población y la evacuación de sus habitantes. Y el caso más difícil de resolver es el de una mujer de 80 años (Jo Van Fleet), que se resiste con todas sus fuerzas a abandonar el hogar de sus antepasados. Mientras tanto Chuck se va enamorando de la nieta de la anciana, la bella Carol (Lee Remick).
Rodeado de un buen número de actores que le resultaban próximos —incluso con Monty Clift había trabajado previamente en teatro— Kazan, pese al batacazo “salvaje” en taquilla que se pegó, filmó una película que más tarde habría de confirmar en repetidas ocasiones como una de las favoritas de su filmografía. Quizás debido a que algunos de los temas fundamentales en su carrera —la temática social de cariz realista (que ya se apunta desde el material documental a modo de introito) y el análisis pormenorizado de personajes y ambivalencia de personalidades— aparecen aquí trazados con mesura y proporción. Incluso el contexto de la América profunda, también obsesión frecuente en su cine, encuentra en este guion acomodo para explayarse considerablemente.


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