Título
original: The Adventures of Priscilla, Queen of the Desert. Dirección: Stephan Elliott. País: Australia. Año: 1994. Duración: 102
min. Género: Comedia dramática.
Stephan Elliott (Guión), Brian J. Breheny (Fotografía), Guy Gross (Música), Sue Blainey (Montaje), Tim Chappel, Lizzy Gardiner (Vestuario), Byrd Holland (Efectos especiales), Angela Conte (Maquillaje), Colin Gibson (Dirección artística), Owen Paterson (Diseño de producción), Al Clark, Michael
Hamlyn (Producción).
Premio Óscar 1994 al
Mejor Vestuario. Premio del Público en el Festival de Cannes 1994
Estreno en Sevilla: 30 septiembre 1994.
Reparto:
Terence Stamp (Bernadette Bassenger / Ralph), Hugo Weaving (Anthony
"Tick" Belrose / Mitzi Del Bra), Guy Pearce (Adam Whitely / Felicia
Jollygoodfellow), Bill Hunter (Robert "Bob" Spart), Sarah Chadwick (Marion
Barber), Mark Holmes (Benjamin Barber), Julia Cortez (Cynthia Campos), Ken
Radley (Frank), Daniel Kellie (Bernadette joven), Leighton Picken (Adam joven).
Sinopsis:
Tres artistas de cabaret
que viven en Sidney son contratadas para actuar durante cuatro semanas en un
hotel de Alice Springs, en medio del desierto rojo de Australia. Les espera una
gran aventura, pero una cosa es atravesar el país en autobús, dejando atrás
todos sus problemas, y otra llegar a su destino sanas y salvas. Sobre todo si
Felicia y Mitzi son reinas del drag y Benardette transexual. Inician así un
periplo de dos semanas, con música sonando a toda pastilla y el autocar repleto
de un llamativo vestuario y zapatos de plataforma.
Comentarios:
El tópico sostiene que en
el desierto te encuentras a ti mismo. Te lo puede decir un viajero inglés del
siglo pasado, un piloto del París-Dakar o Josep-Lluís Carod-Rovira. Condición
indispensable para encontrarte a ti mismo: haberte perdido antes. De eso trata Las aventuras de Priscilla, reina del
desierto. El desierto es el australiano y Priscilla es un autobús
cochambroso que transporta a una transexual que acaba de quedarse viuda
(Terence Stamp), una drag queen ex heterosexual divorciada con un hijo (Hugo
Weaving) y una loca traumatizada por unos oscuros abusos infantiles (Guy
Pearce). La comitiva sale de Sidney y atraviesa medio país con el objetivo de
actuar en un pueblo de la Australia profunda. La actuación consiste en unos
alucinados bailes en los que, en play back, las tres reinas interpretan grandes
éxitos de Abba, Gloria Gaynor y otras diosas de esa franja noctámbula conocida
como la Hora del Vamos a Cerrar. Pero lo más fuerte del espectáculo está en el
maquillaje y el vestuario, un festival cosmético, cromático y textil que
multiplica las reacciones de horror-admiración de los espectadores.
La gracia de la historia
está en el contraste de estas drag queens urbanitas y de su público, rural o
desértico, según sean auténticos aborígenes o rudos machos homófobos. Priscilla
sirve de excusa para mostrarnos ese paisaje en el que, según cuenta la leyenda,
te encuentras a ti mismo, y que viene a ser como Los Monegros pero a lo bestia. Cielos insultantemente azules,
horizontes sin fin, toda clase de bichos, calor, un perro llamado Herpes y
reflexiones tan contemporáneas como ésta: "Cuando acabamos el show de
Abba, Kevin se hizo un aumento de pene por liposucción". La película se
rodó en 1994 y contribuyó a la popularización del sector más estridente de la
homosexualidad. No es casual que a su director, Stephan Elliot, la idea se le
ocurriera en las calles de Sidney, en plena celebración del Carnaval de Gays y
Lesbianas. Sarcasmo, mala uva y, sobre todo, la presencia de un paisaje tan
increíble como inhóspito, con vegetaciones imposibles, catálogos de piedras
milenarias y, de vez en cuando, algún lago de agua salada (una leyenda aborigen
sostiene que los ngayurnangalku que viven en las profundidades del lago tienen
el poder de atraer a los aviones que los sobrevuelan y hacer que se estrellen,
contaba el periodista Andrew Carter en The
Sidney Morning Herald).
Estrellarse, lo que se
dice estrellarse, los protagonistas no se estrellan pero descubren algunas de
sus contradicciones existenciales. Importante: el viaje se rodó en escenarios
naturales y no en estudios. La comitiva recorrió realmente el país (3.334 kilómetros)
llevando consigo un alijo de cremas hidratantes, tratamientos hormonales,
tacones, postizos, lacas tóxicas y vestuarios que, como confiesa una de las
protagonistas, las convertía en auténticas extraterrestres, no sólo por su
aspecto, sino por su sentido exagerado de la vida. La película fue un éxito y
le da la razón al tópico: las drag queens se encuentran a sí mismas.
Afortunadamente, no idealizan las virtudes del desierto ni maquillan sus
inconvenientes: peligro de quedarte tirado sin grúas a la vista y cierto
desamparo existencial ante la visión de según qué paisajes. En lo alto de un
acantilado desde el que se contempla la nada más absoluta, se produce el
siguiente diálogo: "No tiene fin, todo es espacio", dice una.
"¿Y ahora qué?", pregunta otra. Y la primera le responde: "Creo
que yo quiero irme a casa". Así pues, podríamos concluir que empiezas a
encontrarte a ti mismo cuando el deseo de regresar a casa es más fuerte que el
deseo de alejarte de ella. (Sergi Pamies)
Recomendada.
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