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lunes, 13 de abril de 2020

También la lluvia (Iciar Bollaín, 2010)


Título original: También la lluvia. Dirección: Iciar Bollaín. País: España. Año: 2010. Duración: 104 min. Género: Drama.
Paul Laberty (Guión), Alberto Iglesias (Música), Alex Catalán (Fotografía), Juan Pedro Gaspar (Dirección artística), Emilio Cortés (Sonido), Ángel Hernández Zoido (Montaje),  Sonia Grande (Vestuario), Karmele Soler (Maquillaje), Paco Rodríguez (Peluquería), Cristina Zumárraga (Dirección de producción), Juan Gordon (Producción).
Premio del Público en la sección “Panorama” del Festival de Berlín 2011. Goya al Mejor Actor de reparto 2010 (Karra Elejalde), a la Mejor Banda Sonora y a la Mejor Dirección de producción. Premio Ariel 2010 a la Mejor Película Iberoamericana.
Estreno en España: 5 enero 2011.

Reparto: Luis Tosar (Costa), Gael García Bernal (Sebastián), Juan Carlos Aduviri (Daniel), Carlos Santos (Alberto), Raúl Arévalo (Juan), Karra Elejalde (Antón), Nawja Nimri (Isabel), Vicente Romero.

Sinopsis:
Cochabamba, Bolivia. Año 2000. Sebastián y Costa se han propuesto hacer una película sobre Cristóbal Colón y el descubrimiento de América. Mientras que Sebastián, el director, pretende desmitificar al personaje presentándolo como un hombre ambicioso y sin escrúpulos; a Costa, el productor, sólo le importa ajustar la película al modesto presupuesto del que disponen; precisamente por eso elige Bolivia, por ser uno de los países más baratos y con mayor población indígena de Hispanoamérica. La película se rueda en Cochabamba, donde la privatización y venta del agua a una multinacional siembra entre la población un malestar tal que hará estallar la tristemente famosa Guerra Boliviana del Agua (abril del año 2000). Quinientos años después del descubrimiento de América, palos y piedras se enfrentan de nuevo al acero y la pólvora de un ejército moderno. Pero esta vez no se lucha por el oro, sino por el más imprescindible de los elementos vitales: el agua.

Comentarios:
Respecto a la realización de Iciar Bollaín hay que apuntar que se trata de un drama en el que magistralmente se mezclan el género histórico con el documental. Fue rodada en Cochabamba (Bolivia), hecho, a mí entender no casual, pues dicho país y las selvas, próximas a Cochabamba, fueron los lugares elegidos por Ernesto Guevara (“Ché” Guevara) para el inicio de una revolución libertadora a nivel continental, netamente latinoamericana, que desde Bolivia, como centro geográfico, neurálgico y corazón de Suramérica, se expandiera por todo el Continente. Desde aquellos lugares, con un elevado número de población indígena (Bolivia  y Guatemala son los países de América Latina en los que la población indígena es mayoritaria) el Ché lideró un movimiento guerrillero que fracasó y acabó con su vida en 1967; pero los rescoldos o cenizas del movimiento liberador han prevalecido, en forma de resistencia indígena y popular. Así pues, siguiendo el sentido circular del tiempo, tan propio de la cosmovisión indoamericana, 33 años después, en ese mismo lugar, surgió la guerra del agua que da título a la película dirigida por Bollaín, pues Bolivia ha sido objeto de expolio desde los inicios de la conquista a la actualidad. El cerro rico de Potosí, situado en el altiplano boliviano, proporcionó toda la plata, generadora del capitalismo mercantilista europeo; después siguieron el expolio del estaño, de los hidrocarburos, del litio...,  y en el año 2000 también quisieron quitarle el don preciado de la lluvia, el agua, lo único que les quedaba y que da título a la obra cinematográfica. Esta obra es, pues, una dura crítica que no sólo se queda en la época colonial sino que trasciende a la contemporánea, arremetiendo duramente contra el neocolonialismo de las transnacionales como una fase más del injusto y depredador capitalismo.

 
La obra de Iciar Bollaín es un homenaje al cine indigenista boliviano, tiene mucho del cineasta Jorge Sanginés, ya que dos de sus películas: “Yawar Malku” o “Sangre de Cóndor” (1969)  y “Para recibir el canto de los pájaros” (1994) están muy presentes en la realización de Bollaín. La primera, “Yawar Malku” es un drama documental, que plantea la resistencia y lucha indígenas; y la segunda, “Para recibir el canto de los pájaros” es de similar temática a “También la lluvia” pues se refiere a la realización de una película sobre la conquista de América, en la que, casi por primera vez en el cine, los indígenas son los “buenos” de la película, y los colonizadores, todos, incluidos los “buenos” o “defensores” de los naturales de la tierra, son cuestionados, pues sus prejuicios etnocéntricos o sus encorsetadas identidades les impiden “recibir el canto de los pájaros”.


La película es rica en simbología y, ya desde sus títulos de crédito iniciales, hace un guiño a la historia del cine, pues el helicóptero que porta una cruz nos recuerda a “La Dolce Vita” (1960) de Federico Fellini que también en sus títulos de crédito sobrevuela los cielos de Roma con una imagen religiosa de un Cristo triunfante. Pero más allá de lo cinematográfico, el helicóptero sobrevolando las selvas bolivianas posee un significado muy especial en el contexto de Bolivia pues el cadáver de Ernesto “Che” Guevara tras su asesinato en La Higuera fue atado al patín de un helicóptero para su traslado al cuartel de Vallegrande y desde allí, desde la provincia de Santa Cruz, exhibirlo al mundo como trofeo de la contrarrevolución. También en un helicóptero murió en 1969 René Barrientos, presidente de Bolivia y asesino de Ernesto Guevara de la Serna (Ché).

También la lluvia

La dolce vita



El contexto histórico colonial  en “También la lluvia”.


Desde los inicios del proceso colonizador en la América Hispánica, la Iglesia Católica siempre tuvo una postura ambivalente: por un lado nos hallamos ante los defensores del genocidio indígena en aras de la evangelización, como es el caso del dominico, doctor en Artes y Teología por la Universidad de Bolonia, Juan Ginés de Sepúlveda (1490-1573), natural de Pozoblanco (Córdoba), que en su libro “Democrates o Tratado sobre las justas causas de guerra contra los indios” justifica, desde el  etnocentrismo, el sometimiento o exterminio indígena, sólo por considerarlos seres inferiores. Para el humanista Ginés de Sepúlveda los indígenas americanos eran “hombres silvestres” o “bestias que hablan”, y como lo “perfecto debe reinar sobre lo imperfecto”, es justo, para Sepúlveda, que los indígenas se sometan al rey de España y a la Iglesia Católica. Así pues, en estos términos se pronuncia dicho representante de una Iglesia vinculada al poder: 

Tan horrendos son los crímenes contra naturaleza, cometidos por las tribus indias, que como castigo el rey de España tiene derecho a matar a todos los naturales y a privarlos de sus tierras y sus propiedades, para que, en adelante, bajo tutela cristiana tengan que abandonar esos vicios (las idolatrías) con los que tanto ofenden a Dios

Tesis, como las de Juan Ginés de Sepúlveda, justificaron la agresión conquistadora y colonizadora. Desde la llegada de los europeos al Nuevo Mundo, la obsesión por la búsqueda del oro explotó y diezmó a la población indígena, la cual se vio obligada a pagar un tributo a cambio de la evangelización, implantándose de esta manera el sistema de Encomiendas. En los primeros momentos se impuso a los indígenas el tributo (por ser vasallos “libres” de la Corona de Castilla y a cambio de la evangelización). Dicho tributo consistió en el pago de un cascabel lleno de polvo de oro, hecho que se refleja muy bien en la película de Iciar Bollaín y que podemos constatar en los escritos de los contemporáneos (Hernando Colón : Historia del Almirante. Cap. 61):

Pagaría toda persona mayor de catorce años un cascabel grande lleno de oro  en polvo… Y para saber quién debía pagar ese tributo se mandó hacer una medalla de latón o de cobre, que se diese a cada uno cuando lo paga, y la llevase al cuello, a fin de que quien fuese encontrado sin ella se supiese que no había pagado y se le castigase con alguna pena”.

Los abusos cometidos contra los indígenas, además de las epidemias, produjeron una hecatombe poblacional sin parangón sobre todo en El Caribe, el dominico fray Pedro de Córdoba en una carta dirigida al rey denuncia en 1510 el “desgano vital” como una de las causas del declive demográfico indígena, desgano que se manifestó en las prácticas abortivas y de infanticidio que llevaron a cabo muchas mujeres indígenas y que el guion de Paul Laverty y una de las secuencias de la película así lo refleja:

Las mujeres fatigadas de los trabajos han huido el concebir y el parir [...] es tanto que muchas, estando preñadas, han tomado cosas para mover y han movido a las criaturas, y otras después de paridos, con sus manos han muerto a sus propios hijos para no dejarlos bajo una tan dura servidumbre [...]


Así pues, un sector de la Iglesia, representado por los frailes dominicos de la Isla de la Española, alzó su voz contra la colonización violenta y un ejemplo de ello fue el sermón de Antonio de Montesinos, pronunciado el primer domingo de Adviento de 1511 y que se ha considerado el inicio de la lucha por la justicia en América y un referente en la Historia de los Derechos Humanos por ello es justo que al filmar la colonización española se haga con sus sombras, pero también con sus luces como fue la denuncia de Montesinos que, fielmente, se reproduce en “También la lluvia” y que consideramos importante reproducirlo en estas líneas y así conocer un poco más nuestra Historia:
 
Me he subido aquí para deciros, para hablaros, yo que soy la voz de Cristo en el desierto de esta Isla, y, por tanto conviene que con atención, no cualquiera, sino con todo vuestro corazón y con todos vuestros  sentidos, la oigáis; la cual será la más nueva que nunca hayáis oído, la más áspera y dura, y la más espantable y peligrosa que jamás pensasteis oír. Esta voz, dijo él, que todos estáis en pecado mortal y en él vivís y morís, por la crueldad y tiranía que usáis con estas pobres gentes. Decid: ¿Con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbre a estos indios, ¿con qué autoridad habéis hecho tan detestables guerras a estas gentes que estaban en sus tierras mansas y pacíficas, donde tan infinitas de ellas (de estas gentes) con muertes y estragos nunca oídos, habéis consumido? ¿Cómo los tenéis tan oprimidos y fatigados, sin darles de comer ni curarlos en sus enfermedades, que de los excesivos trabajos que les dais, se os mueren , y por mejor decir, los matáis por sacar y adquirir oro cada día? ¿Y qué cuidado tenéis de que los adoctrinen y conozcan a su Dios y Criador, sean bautizados, oigan misa, guarden las fiestas y domingos? ¿Éstos no son hombres? ¿No tienen almas racionales? ¿No estáis obligados a amarlos como a vosotros mismos? ¿Éstos no sienten? ¿Cómo estáis en tanta profundidad de sueño, tan letárgico, dormidos? Tened por cierto que en el estado en que estáis no os podéis salvar más que los moros o turcos que carecen o no quieren la fe de Jesucristo?”.

Para concluir, cabe señalar que la realización de Iciar Bollaín posee su particular sello de saber escudriñar con finura en lo más recóndito del alma humana, de hacer que los espectadores seamos empáticos con los actores, comprendamos sus miedos y zozobras, y no dogmaticemos sobre  “bondades” o “maldades” absolutas, pues nada es lo que parece, nada es único ni excluyente, ya que la realidad es compleja, poliédrica, y para nada binaria. (María Dolores Pérez Murillo)
Recomendada.


2 comentarios:

  1. Excelente análisis y critica de esta maravillosa película. Una historiadora especialista en cine que abre el abanico a múltiples miradas. Felicitaciones María Dolores desde Cordoba, Argentina.

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  2. Magnífico análisis, María Dolores. Con tus aportaciones aprendemos siempre Historia (y mucho más) disfrutando de películas maravillosas como esta.

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