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martes, 24 de marzo de 2020

Pasqualino: Siete bellezas (Lina Wertmuller, 1975)


Título original: Pasqualino Settebellezze. Dirección: Lina Wertmuller. País: Italia. Año: 1975. Duración: 115 min. Género: Comedia dramática, Bélica.
Lina Wertmuller (Guión), Enzo Jannacci (Música), Tonino Delli Colli (Fotografía), Franco Fraticelli (Montaje), Arrigo Colombo, Lina Wertmüller (Producción).
Nominada a los Premios Óscar 1976 en las categorías de Mejor actor, Mejor dirección, Mejor película extranjera y Mejor guion original. Nominada en los Globos de Oro 1976 a Mejor Película Extranjera.
Estreno en España: 6 de marzo de 1978.  

Reparto: Giancarlo Giannini,  Fernando Rey,  Shirley Stoler,  Elena Fiore,  Piero Di lorio,  Enzo Vitale,  Roberto Herlitzka,  Lucio Amelio,  Ermelinda De Felice,  Bianca D'Origlia,  Francesca Marciano,  Mario Conti,  Aristide Caporale.
 
Sinopsis:
En el Nápoles de los años 30, el taimado y oportunista Pasqualino intenta por todos los medios hacer carrera en la camorra, para alcanzar una posición de relieve dentro de su clan. Irónicamente apodado “Settebellezze” (siete bellezas), por la fealdad de sus hermanas, este pendenciero quiere rescatar su propio honor amenazando al hombre que ha obligado a prostituirse a una de ellas.

Comentarios:
En recientes fechas se celebró el Día Internacional de La Mujer Trabajadora, que recuerda la lucha de la mujer por obtener una plena igualdad de trato en todos los ámbitos de la vida. Ciertamente asentada en el mundo del cine es la figura de esas grandes divas que tanto nos han hecho disfrutar con sus magistrales interpretaciones desde tiempos inmemoriales a los espectadores. Sin embargo, menos reivindicada, por desgracia, se encuentra la figura de esas grandes directoras y realizadoras de cine que han dado muestra de su innato talento bajo el anonimato visual que proporciona el trabajo detrás de las cámaras. Nombres como Liliana Cavani, Jane Campion, Ida Lupino, Josefina Molina, Kathryn Bigelow, Leni Riefenstahl, Gilliam Armstrong, Isabel Coixet, Sofia Coppola, Margarethe Von Trotta o Jodie Foster, representan una isla muy pequeña, casi desierta en el recuerdo de gran parte de los cinéfilos. Si es ya de por sí difícil moverse y hacerse un hueco en los pantanosos caminos que surcan el mundo del cine, la condición de mujer y directora acrecienta esas dificultades, y no por falta de virtuosismo, sino por el machismo imperante en nuestras supuestas sociedades avanzadas occidentales.
Aprovecho la oportunidad que brinda el haberse celebrado ese día tan señalado para rendir un pequeño homenaje a la que es mi directora favorita: Lina Wertmüller. Para ello, que mejor muestra que comentar su película más conocida a nivel internacional: la estupenda “Pasqualino: Siete bellezas”. Wertmüller, que trabajó como ayudante de dirección nada menos que en “8½”, se dio a conocer internacionalmente en la década de los setenta con una serie de comedias bastante negras y causticas protagonizadas fundamentalmente por su actor fetiche, el siempre genial Giancarlo Giannini. De entre todas ellas destacan de manera primordial obras tan estupendas como  “Mimi, metalúrgico herido en su honor”, “Amor y anarquía”, “Insólita aventura de verano” y la ya mencionada “Pasqualino: Siete bellezas”.
Con un humor crítico, grotesco, caricaturesco, y un grato recurso como la picaresca y la sátira, las comedias de Wertmüller siempre me han recordado al cine de Fernando Trueba, especialmente a “El año de las luces” y “Belle epoque”. “Pasqualino: Siete bellezas” es una comedia negra de referencia. Wertmüller empleó en su gestación los recursos de la gran comedia italiana para hacer una crítica a la cobardía, la mezquindad y a la deshumanización presente en la II Guerra Mundial y en el nazismo. En base a ello, la cineasta italiana otorgó el protagonismo de la cinta a un personaje amoral, carente de cualquier síntoma de dignidad, capaz de hacer lo que sea para pisar a sus semejantes y escalar socialmente.


El talento demostrado por Wertmüller en esta cinta residió en su capacidad para mostrar estos comportamientos tan rastreros e inhumanos de manera satírica, consiguiendo sacarnos una sonrisa de situaciones muy desagradables. La película arranca con una serie de imágenes documentales de la II Guerra Mundial de gran simbolismo y violencia, acompañadas por una voz en off que, a través del enunciado de frases crípticas, nos recuerda las miserias presentes en la naturaleza humana.
A continuación emergerán en pantalla dos soldados que están desertando de las filas de su ejército a través de un bosque. En su huida serán testigos de una masacre de judíos perpetrada por el ejército nazi, sin que este hecho despierte el más mínimo sentimiento humanista en los dos desertores en defensa de las víctimas, adoptando pues los prófugos una actitud pasiva y cobarde.
Uno de los fugitivos, llamado Pasqualino, tratará de justificar su cobardía  evocando los recuerdos de su juventud en el Nápoles de los años 30. Pasqualino es un burdo intento de mafioso; un pelota, bravucón y fanfarrón que trata de ascender en el mundo del hampa napolitana. El gañán tiene siete hermanas de belleza distraída que le avergüenzan debido a su grotesca fachada e igualmente por el trabajo de cabaretera de una de ellas, lo cual es visto por el  aspirante a mafioso como una deshonra para la familia.
Para limpiar su honor, Pasqualino decidirá matar al novio proxeneta de su hermana prostituta, homicidio representado en una genial escena que enfrentará a un cobarde Pasqualino con el prometido de su hermana, reflejando dicha escena con maestría la cobarde personalidad del aprendiz de hampón. Tras este primer flashback, la acción retornará de nuevo al presente, exhibiendo a continuación la patética escena en la que Pasqualino y su compañero serán capturados por el ejército nazi, el cual trasladará a los mismos a un campo de concentración de prisioneros. Destaca la secuencia de la inspección sanitaria en el campo de concentración, con la cabalgata de las Valkirias de Wagner de fondo musical, en la que un numeroso grupo de prisioneros completamente desnudos serán vejados  y tratados peor que bestias.


La narración de la película funcionará a partir de ese instante a través de flashbacks, mostrando dos historias paralelas: la del campo de concentración y la de la vida de Pasqualino en el Nápoles de los años 30, en la que destaco la divertida escena, de un patetismo y comicidad sobresaliente, en la que Pasqualino trata de esconder en vano el cadáver del novio de su hermana. Igualmente reveladora y genial es sin duda la escena situada en el presente, en la miserable estancia de Pasqualino en el campo de concentración, en la que nuestro mafioso de poca monta no dudará en vejar su dignidad con el objeto de salvar su pellejo, humillándose a participar en un juego de seducción con la marimacho jefa de inspección nazi. Lejos de obtener sus fines, la bajeza de los actos de Pasqualino le llevarán a ser nombrado seleccionador de ejecución de prisioneros.
El personaje representado por Pasqualino tendrá su antagonista en el anarquista interpretado por nuestro Fernando Rey, que personifica al individuo digno e incorruptible que protagonizará el que para mí es el gran momento de la película, al manifestar una de las pocas muestras de decencia y humanismo que deja caer Wertmüller en su fábula.
La película obtuvo 4 nominaciones a los Oscar en 1977, incluyendo director, actor principal (espectacular interpretación de Giancarlo Giannini, una de las mejores de la historia del cine) y guión original. Caricaturesca, bella, esperpéntica (mítica la escena de seducción de Giancarlo Giannini a la horrorosa jefa de inspección nazi), la película traspasa los límites de la comedia para proponernos una profunda reflexión sobre el carácter impersonal del ser humano.
La película invita al debate y a la auto-crítica gracias a la inclusión en la misma de frases tan proféticas como la pronunciada por el personaje del anarquista que interpreta Fernando Rey: «Dentro de  300 años los hombres se asesinarán unos a otros, se aniquilarán, matarán por un pedazo de pan, cometerán masacres, matarán por una manzana, y el mundo acabará. Es una pena porque yo creo en el hombre (…) pero en un hombre diferente que tendrá que empezar a existir, un hombre que sea de verdad, realmente civilizado (…) Creo en un hombre con valores (….)  Un nuevo hombre en desorden, esa es la única esperanza». El contenido filosófico y lírico  de esta maravillosa frase convierte a “Pasqualino: Siete bellezas” en una película que va más allá del cine.
Una auténtica joya del cine que no puede faltar en la videoteca del club de élite que forman los cinéfilos de trincheras. (Rubén Redondo)
Recomendada.


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