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martes, 7 de enero de 2020

La verdad (Hirokazu Koreeda, 2019)


Título original: La vérité. Dirección: Hirokazu Koreeda. País: Francia. Año: 2019. Duración: 106 min. Género: Drama.  

Guión: Hirokazu Kore-eda. Fotografía: Eric Gautier. Música: Alexeï Aïgui. Montaje: Hirokazu Kore-eda. Sonido: Jean-Pierre Duret, Emmanuel Croset, Olivier Walczak, Sebastien Noire. Vestuario: Pascaline Chavanne. Dirección artística: Riton Dupire-Clement. Producción: Muriel Merlin.

Sección Oficial del Festival de Venecia 2019.

Fecha del estreno: 25 Diciembre 2019 (España)

 

Reparto: Catherine Deneuve (Fabienne), Juliette Binoche (Lumir), Ethan Hawke (Hank), Clementine Grenier (Charlotte), Manon Clavel (Manon), Alain Libolt (Luc), Christian Crahay (Jacques), Roger Van Hool (Pierre), Ludivine Sagnier (Amy), Laurent Capelluto (Periodista), Jackie Berroyer (Chef).

 

Sinopsis:

Fabienne es una de las grandes estrellas del cine francés, una actriz que reina entre los hombres que la aman y admiran, pero en su mundo interior tiene grandes conflictos con Lumir, su hija. Lumir viaja con su marido e hija a París cuando se publican las memorias de su madre. El encuentro no tardará en convertirse en enfrentamiento: se revelarán verdades, se ajustarán cuentas, se hablará de amor y de resentimiento.


Comentarios:

La universalidad del arte y del talento se confirma con figuras como las de Asghar Farhadi e Hirokazu Kore-eda. De pronto, tras una sólida, fundamental, maravillosa carrera en sus respectivos países, el iraní y el japonés deciden hacer su siguiente película en España y Francia, y en “Todos lo saben” y “La verdad” cada uno de ellos parece haber mamado desde siempre el terruño castellano y los odios del pueblo, la burguesía gala, el resentimiento y la inseguridad de los habitantes del glamour cinematográfico. Y además, sin dejar de ser ellos mismos (Farhadi ya lo había hecho en Francia con “El pasado”), con su personal estilo formal y narrativo, ahondando en sus grandes temas de siempre.
Tras tocar techo con la Palma de Oro de Cannes por la formidable “Un asunto de familia” (2018), Kore-eda ha tardado poco en voltear su carrera sin dejar de seguir una línea coherente, yendo a Francia a componer una película sobre la familia, su especialidad, cargada de subtextos, he ahí la maestría, con intérpretes impensables en su obra poco antes. “La verdad” es una hermosa, divertida y lacerante película sobre la impostura. En muy variadas vertientes: las relaciones familiares, madre e hija; las sentimentales, marido y mujer; las profesionales, entre colegas artísticos. Y, sobre todo, sobre la impostura con uno mismo, con el autoengaño para una supervivencia personal que en realidad supone un hundimiento cuando no se tiene verdadera capacidad para la falsedad.
El director de obras maestras como “After life” (1998) y “Nadie sabe” (2004), que no sabe francés, habla de las divas del cine galo, de Hollywood y la lucha cotidiana de tantos intérpretes por una estabilidad a veces imposible, de las relaciones entre vida y arte en una profesión donde a cada momento hay que convertirse en un impostor, del ego, la (in)seguridad y la ambición, de la decadencia del cuerpo y de la fama, y de los falsos entresijos de la memoria. Con enorme trascendencia y con la complejidad habitual de uno de grandes del cine contemporáneo. Y con un fantástico duelo de actrices entre Juliette Binoche y Catherine Deneuve, hija y madre, que además incluye varias capas de cebolla metalingüísticas, pues ambas deben actuar bien, regular e incluso mal, dependiendo del grado de efectividad de sus mentiras, ya sean personales o profesionales dentro de la producción que la segunda está filmando durante el relato: por cierto, una película dentro de la película que parece la versión femenina de “Ad Astra”, y en la que, casualidad o no, hasta el director de ficción tiene un sorprendente parecido físico con James Gray.
En “La verdad” todos mienten porque la vida es una actuación. No se salva ni uno, de tres generaciones distintas, y en un relato donde las mujeres tienen una enorme personalidad y los hombres ejercen de timoratos floreros. Y Kore-eda se atreve casi con un tabú: no redimir a un rol irredimible, y ciscarse en el concepto “arco de personaje” de los gurús de los manuales de guion. (Javier Ocaña)
Recomendada.

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