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jueves, 2 de enero de 2020

El banquete de los genios

En noviembre de 1972 George Cukor organizó en su mansión de Hollywood una comida en homenaje a Luis Buñuel, con motivo de la presentación de su película El discreto encanto de la burguesía (Le charme discret de la bourgeoisie, 1972) en el Festival de Cine de Los Ángeles. Buñuel acudió a la comida acompañado de su hijo Rafael, de su guionista Jean-Claude Carrière y del productor Serge Silberman. Cukor, a su vez, invitó a unos cuantos amigos y compañeros de profesión: Billy Wilder, George Stevens, William Wyler, Alfred Hitchcock, Rouben Mamoulian, Robert Wise, Robert Mulligan, John Ford y Fritz Lang, quien no pudo acudir debido a su delicado estado de salud.

De pie, de izquierda a derecha: Robert Mulligan, William Wyler, George Cukor, Robert Wise, Jean-Claude Carrière y Serge Silberman. Sentados, de izquierda a derecha: Billy Wilder, George Stevens, Luis Buñuel, Alfred Hitchcock y Rouben Mamoulian.

De la reunión se conservan varias fotos de los invitados conversando y unas cuantas del grupo posando para la cámara. Estas últimas, a pesar de que en ellas no aparece Ford porque tuvo que retirarse, indispuesto, antes de tiempo, muestran la que todavía hoy está considerada como la mayor concentración de talento cinematográfico que se haya visto.

A partir de esta singular reunión el periodista, novelista y guionista Manuel Hidalgo publicó en 2013 el libro “El Banquete de los Genios, Un homenaje a Luis Buñuel”, que ahora acaba de reeditarse por Ediciones Península; en él narra los detalles de aquel banquete y del extraordinario escenario en el que se celebró. Con técnicas narrativas y con multitud de anécdotas, pone en pie un espectacular y apasionante artefacto cinéfilo que recrea las vidas y las filmografías de Luis Buñuel y los demás grandes e inolvidables genios que participaron en aquel histórico almuerzo, al tiempo que esclarece sus afinidades y sus diferencias, sus luces y sus sombras, sus peripecias novelescas y su legado personal y cinematográfico.


El título del libro queda plenamente justificado con tan célebre foto y Manuel Hidalgo le saca todo el jugo imaginable analizando la figura de cada uno de los comensales, pormenorizando el decorado, la fastuosa mansión de Cukor, y las distintas filias y fobias que se esconden tras las civilizadas apariencias, estructurando todo con una especie de panorámica de trescientos sesenta grados que comienza y termina sobre el anfitrión, situando en el centro la figura contundente, misteriosa y contradictoria del propio Luis Buñuel. 

Concentrado sobre ese momento único y el desarrollo de toda la reunión, que tuvo lugar en un día inconcreto, anterior al 20 de noviembre 1972, el relato de Hidalgo va y viene del presente a distintos momentos de la vida de cada uno de los contertulios para deconstruir ese retrato colectivo, como si de una imagen caleidoscópica se tratase, y apoyándose en cada uno de esos fragmentos elevar la mirada hacia consideraciones más generales sobre algunas ideas controvertidas, como el valor que se le atribuye a la gente que hace cine a uno y otro lado del Atlántico, la modestia, incluso inocencia, con la que asumían el oficio los directores norteamericanos, hasta que los europeos, sobre todo a partir de los años cincuenta, empezaron a autodenominarse artistas, autores, responsables únicos de las películas del mismo modo el novelista o el pintor lo eran de sus obras. Es decir, la política de los autores, que tanto ha aportado, para bien y para mal, a la evolución de la crítica cinematográfica. El relato es jugoso y fluido, adictivo para cualquier cinéfilo que se precie, porque las anécdotas son muchas y van de los simplemente interesante hasta lo muy divertido, porque es difícil encontrarse con tal concentración de talento y pasar de largo, sin zambullirse en los detalles. Y al fondo está, el ambiente de Hollywood, las diferentes circunstancias vitales de cada uno y, en definitiva, sus películas, de las que añado aquí una muestra de los reportajes que el programa ha dedicado a algunas de ellas en los últimos tiempos.



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