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miércoles, 27 de noviembre de 2019

Adiós a… Asunción Balaguer


Siendo nonagenaria, la actriz Asunción Balaguer acudía a sus ensayos en autobús desde Alpedrete, un pueblo de Madrid donde residía, hasta la ciudad y allí tomaba otro transporte hasta el teatro para preparar su último gran papel teatral, “Sueños y visiones del rey Ricardo III”, la versión de José Sanchís Sinisterra sobre el clásico de Shakespeare.

Y lo hacía contenta, alegre, optimista y agradecida de tener que abordar a diario tal proeza. Más excepcional aún era el hecho de que toda la profesión teatral y cinematográfica la adoraba y nunca se ha oído a nadie ni insinuar una mínima crítica hacia esta mujer definida como buena compañera y buena actriz, lo cual siempre redundaba en mayor éxito y mejor ambiente de trabajo.

La actriz falleció el 23 de noviembre de 2019, tras sufrir días antes un ictus en su domicilio, donde se fue a vivir en los años ochenta con su marido, el inolvidable actor Francisco Rabal, con quien compartió más de medio siglo vida, dos hijos, Benito y Teresa, y varios nietos.

Balaguer, nacida en Manresa (Barcelona) en 1925 en una familia acomodada, recordaba perfectamente la llegada de la Segunda República, y cómo casi aprendió a leer en los libros de sus hermanos. Se subió a un escenario por primera vez en plena Guerra Civil, con 13 años, lo que la convirtió en los últimos años en decana de la interpretación en España. “Me gustaría tener otra vida y ser otra vez actriz; para mí actuar es una droga, no necesito más, que esto es como el pitillito de la risa”, dijo en 2007.

Tras enviudar en 2001, tuvo un renacer fulgurante jalonado de múltiples y exitosos trabajos, numerosos premios e incluso una actividad frenética fuera de las tablas, como la que realizó en la entidad de gestión de actores y bailarines AISGE, donde fue la socia número 3 y estuvo al pie del cañón con sus compañeros de oficio.

En ese no parar que la caracterizó a partir de los 75 años, cabe destacar que entre 2010 y 2013 recibió el Premio Actúa de AISGE, obtuvo cuatro galardones consecutivos de la Unión de Actores, el TP de Oro y el Premio Max por el musical Follies, bajo la dirección de Mario Gas, en el que cantó y bailó en las mejores escenas, dejando al público anonadado.
 
En este último periodo de su vida profesional fue especialmente importante un monólogo autobiográfico que puso en pie el también actor y amigo Rafael Álvarez El Brujo: “Hacía poco que nos había dejado Paco y me sirvió de terapia”, comentó hace casi 15 años a EL PAÍS  sobre este espectáculo, al que llamaron “El tiempo es un sueño”. En él recordaba lo mucho que significaron para ella en sus inicios el director José Tamayo y la compañía Lope de Vega, en la que conoció a un jovencísimo Rabal. Ya como su marido, él contó que, recién iniciada su relación, viajaron a Roma a representar un auto calderoniano en las Salas Pías del Vaticano y tras la función el Papa Pio XII les saludó, tras lo que Balaguer prorrumpió en sollozos y le dijo a Rabal: “Ay Paco, para mí que el Papa, por cómo me ha mirado, sabe lo nuestro”. Precisamente fue “lo nuestro” lo que provocó que ella relegara a un segundo y tercer plano su carrera durante décadas, y que nunca pudiera interpretar Lady Macbeth, el personaje que más le hubiera gustado hacer.

El caso es que nunca le importó, ya que para ella lo importante era su marido, del que asumía su ganada fama de vividor: “Él, como Pulgarcito, ponía piedrecitas para no perder el camino de vuelta a casa, y era profundamente bueno. Muchos dicen: ‘hay que negar a la pareja lo que uno hace’, pero cuando se tiene un buen compañero es mucho peor la mentira que la verdad, al menos para mí. Yo le dije a Paco: 'soy tu hermana, amiga, madre, esposa, pero a mí no me cuentas lo que saben tus amigos, tu gente… y me siento menospreciada y tengo muchos celos'. Y me empezó a contar delicadamente, sin hacerme daño… y jamás salió de mi boca un reproche, cuando una persona tiene la nobleza de hacer eso no hay nada que echar en cara”, comentó en 2007, al tiempo que recordaba lo que significó para ellos vivir en el franquismo siendo de izquierdas y con amigos como Pablo Picasso, Luis Buñuel o Rafael Alberti, con quien Rabal cantaba canciones verdes, o con el exilio de su hijo Benito.

En 2014, el cineasta Javier Espada le dedicó el documental “Una mujer sin sombra”, en el que intervenían allegados como Pilar Bardem, Sancho Gracia, Ángela Molina, Patricia Reyes Spíndola, Giuliano Montaldo y Pepe Viyuela, con quien también compartió cartel en la versión teatral de “El pisito”, que dirigió Pedro Olea.

En este periodo trabajó mucho en televisión: en “Gran hotel”, “La que se avecina”, “Pulseras rojas”, “Los misterios de Laura”... Sus últimos trabajos catódicos fueron en “Olmos y Robles”, “Chiringuito de Pepe y Merlí”. También fue sobrecogedor para los espectadores catalanoparlantes su trabajo en la película “Barcelona, noche de invierno” (Dani de la Orden, 2015), como la novia lesbiana de otra emblemática intérprete octogenaria, Montserrat Carulla.

Sus hijos anunciaron trasladar las cenizas de Asunción Balaguer a Águilas (Murcia), donde descansan desde 2001 las de su marido.

Balaguer en pleno rodaje

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