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domingo, 13 de octubre de 2019

Día de lluvia en Nueva York (Woody Allen, 2019)


Título original: A Rainy Day in New York. Dirección: Woody Allen. País: USA. Año: 2019. Duración: 92 min. Género: Comedia.  
Vittorio Storaro (Fotografía), Woody Allen (Guión), Letty Aronson, Erika Aronson (Producción), Adam B. Stern, Howard Fischer, Ronald L. Chez (Producción ejecutiva), Patricia Dicerto (Casting).
Estreno en Sevilla: 11 Octubre 2019

Reparto:
Timothee Chalamet (Gatsby), Elle Fanning (Ashleigh), Selena Gomez (Chan), Jude Law (Ted Davidoff), Diego Luna (Francisco Vega), Liev Schreiber (Roland Pollard), Annaleigh Ashford (lily), Rebecca Hall (Connie), Cherry Jones (Madre Gatsby), Will Rogers (Hunter), Kelly Rohrbach (Terry).

Sinopsis:
Gatsby Welles y Ashleigh son una joven pareja enamorada de universitarios que se dispone a pasar un fin de semana en la ciudad de Nueva York. Ella va a entrevistar al reconocido cineasta Roland Pollard (Liev Schreiber), que pasa por un momento de crisis creativa, y durante su azarosa aventura conocerá al cautivador actor Francisco Vega (Diego Luna). Por su parte, Gatsby también conocerá a una joven, Chan (Selena Gómez), que le ayudará a poner en orden sus sentimientos. El lluvioso fin de semana estará plagado de encuentros, desencuentros y equívocos.

Comentarios:
Es cierto que hasta un reloj parado da la hora exacta dos veces al día, pero no es menos irrebatible que una de ellas suele pillarnos durmiendo. Se diría que buena parte de la última obra de Woody Allen funciona con la perfección de un reloj detenido en un tiempo anterior al propio tiempo. La angustia es ya una forma de caminar y el pesimismo, el equivalente a un peinado elegante pero pasado de moda. “Día de lluvia en Nueva York” es el mejor ejemplo del anacronismo existencial, llamémoslo así, en el que vive el maestro de Brooklyn. Sus personajes esta vez son jóvenes y guapos perdidos en la Gran Manzana, pero se comportan como los viejos feos de siempre. Juegan al póquer, escuchan jazz y, lo más curioso, no miran nunca el móvil. Además hablan con una fluidez incompatible con el uso habitual de emoticonos. Y, sin embargo, basta permanecer despierto. En el momento justo, Allen vuelve a dar la hora exacta.
La película cuenta el fin de semana en Manhattan de un niño pijo y su novia aprendiz de periodista. Él quiere dilapidar parte de la fortuna que le habita en 48 horas no tanto plenas de placer y desenfreno como, al revés, completamente vacías. Ella sólo sueña con hacer su primera entrevista al hombre (un director de cine) de moda. De por medio, dos más: la hermana de una antigua novia y la madre obviamente rica, las dos del primero, que están por allí. Con estas herramientas, Allen vuelve a su ciudad después de tantos años para contemplarla un poco desde fuera. Ése es el ejercicio: volver a sí mismo pero de otro modo; repetir cada uno de sus gestos, pero bajo la lluvia. Es decir, detenerse por enésima vez en el mismo instante perfectamente alleniano. A la hora exacta.
El estreno por fin de la película secuestrada por Amazon a cuenta de la mala baba de la horda furiosa hay que saludarlo, por tanto, como lo que es: una comedia romántica tan perfectamente fuera de tiempo, tan elegante en su minimalismo impresionista, tan irreal si se quiere, que entusiasma. Cuesta, eso sí, datarla. Ha estado retenida un año y más parece que sea una película de los años 30. De Lubitsch, dice Trueba. Pero eso, lejos de jugar en contra, la convierte en una pieza única e irrefutable. Bien están Timothée Chalamet (él), Elle Fanning (ella) y Selena Gomez (la hermana de la ex novia), pero nada comparable al monólogo fugaz y final de la veterana Cherry Jones (la madre rica). Esta última es la que aparece a la hora exacta. Prodigiosa.
Habrá quien no reconozca en nada de lo que hacen los personajes un solo gramo de autenticidad. Ya se ha dicho, ellos representan a las nuevas generaciones de la misma manera que el Quijote encarna la sensatez mundial. Que, la verdad, es una forma de hacerlo. Por supuesto, el desaliño en una puesta de escena que se limita a simplemente seguir, o retransmitir, la acción es ya un sello de la casa. No es que su forma de rodar sea clásica simplemente es. Que no es poco. Digamos que el grado de ensimismamiento, de descuido formal, es tal que ya es casi una forma de estar en el mundo. Hace tiempo que Allen ni da ni pide explicaciones. Hay que creerle. Y le creemos.
Era Cortázar el que decía aquello de que con el regalo de un reloj iba, además, "la necesidad de darle cuerda todos los días para que siga siendo un reloj". Con él va, la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías y hasta el miedo a perderlo. Luego y tras darle cuerda, pedía el argentino que lo atáramos rápido a la muñeca y lo dejáramos latir en libertad. "Imítelo anhelante", recomendaba. Con “Día de lluvia en Nueva York” no hace falta tanto. Basta esperar al momento justo. Y entonces sí, aparece Allen y da la hora exacta y en plena libertad. (Luis Martínez)
Recomendada.

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