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sábado, 11 de mayo de 2019

En buenas manos (Jeanne Herry, 2018)


Título original: Pupille. Dirección: Jeanne Herry. País: Francia. Año: 2018. Duración: 107 min. Género: Drama.  
Francis Vesin (Montaje), Sofian El Fani (Fotografía), Jeanne Herry (Guión), Pascal Sangla (Música), Alain Attal, Hugo Selignac, Vincent Mazel (Producción), Nicolas Provost Vincent, Mauduit Steven Ghouti (Sonido), Marie Le Garrec (Vestuario).
7 nominaciones a los Premios César (incluida Mejor Película y Mejor Director).
Estreno en Sevilla: 01 Mayo 2019.

Reparto:
Sandrine Kiberlain (Karine), Gilles Lellouche (Jean), Élodie Bouchez (Alice), Clotilde Mollet (Mathilde), Jean-François Stevenin (Padre de Alice), Bruno Podalydès (Ex de Alice), Miou-Miou (Irène), Anne Suarez (Laure), Youssef Hadji (Ahmed), Leïla Muse (Clara).

Sinopsis:
Theo acaba de nacer. Después de dar a luz, su madre biológica le entrega a un programa de adopción. Los servicios de adopción deben encontrar entonces a la que se convertirá en su madre adoptiva. En el otro extremo, Alice (Élodie Bouchez) lleva casi diez años luchando por ser madre. Un grupo de profesionales trabajará para que Theo y Alice puedan reunirse.

Comentarios:
La película definitiva en materia de adopción en país propio, al menos por lo que abarca. Y también por su ternura, su complejidad y una ambición bien arropada por un cálido disfraz de sencillez. Es la francesa “En buenas manos”, segundo largometraje de la también actriz Jeanne Henry, que ha compuesto un relato que suena desmesurado por su amplitud y que, sin embargo, se ve con la placidez del humanismo y la congoja de la posible derrota.
Con guion en solitario de la propia Herry, documentado sin que en su representación suene a protocolo de actuación, “En buenas manos” engloba todo el proceso de adopción de un bebé, desde su nacimiento, con meridianas descripciones de todos los intervinientes, que se van sumando como la necesaria cadena humana que vigila cada paso, y lucha, al fin, por el bien del niño: la joven madre natural, que, por circunstancias personales y sociales, ha ocultado su embarazo y acude al hospital a parir y a entregar a su hijo; la doctora y una enfermera del hospital; la asistente social asignada a la madre; las asistentes sociales que se encargan del bebé; el padre de acogida y su familia; y finalmente la persona que, entre distintos candidatos, se va a hacer cargo del niño, quizá para el resto de su vida. El sector público, como un ente que se hace palpable en profesionales de carne y hueso, y la simple y llana gente, que sueña, que sufre, que goza. El vértigo de lo desconocido.
Herry se las arregla incluso para, independientemente del proceso, describir algunas de las vidas privadas de los intervinientes. Y todo en menos de dos horas. Un triunfo. Además, esquivando los clichés y saliéndose en tres aspectos de la línea de lo que se entiende por convencional en estos casos: la procedencia social de la madre natural y su actitud respecto del bebé; la inclusión de familias monoparentales; y el personaje del padre de acogida, marido de mujer trabajadora que contribuye casi exclusivamente a la holgada economía familiar, mientras él cuida del hogar, en un papel que, por desgracia, suele corresponder a la esposa.
“En buenas manos” solo apunta un borrón cuando, en el epílogo, Herry añade un nuevo personaje y pretende un más difícil todavía: la cuadratura del círculo. Pero es apenas un desliz en una película muy redonda, que utiliza la banda sonora únicamente en las transiciones, y que tiene la suficiente delicadeza y la pausa necesaria para ofrecer hermosísimos planos del verdadero protagonista de la historia: el recién nacido. (Javier Ocaña)
Recomendada.

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