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sábado, 20 de octubre de 2018

Los estrenos en Sevilla de 19-10-2018



9 películas se estrenan el 19 de octubre de 2018 en la cartelera cinematográfica de Sevilla. Tres producciones son estadounidenses, tres son españolas, una británica, una italiana y una surcoreana. A pesar de este aluvión de estrenos, se han quedado sin editar esta semana en Sevilla varios títulos. La película española “Miau” (Ignacio Estaregui, 2018), comedia sobre la vejez con muy malas críticas; el documental español “Desenterrando Sad Hill” (Guillermo de Oliveira, 2018), sobre la reconstrucción del cementerio construido en España hace 50 años para la secuencia final de la película "El bueno, el feo y el malo"; el drama español “Destierros”, dirigida por 12 cineastas que interpretan la obra del escritor Joseba Sarrionandia, entre los que están Oskar Alegria, Özcan Alper, Asier Altuna, Mireia Gabilondo, Eugène Green, Itziar Leemans, Josu Martinez, Fermín Muguruza, Ane Muñoz Mitxelena y Maider Oleaga. Otra película que se queda sin editar es el drama deportivo estadounidense “¡A ganar!” (Sean McNamara, 2018), basado en la historia real del equipo de voleibol femenino de West High School. Y tampoco se estrena la película de animación alemana “La pequeña bruja” (Mike Schaerer, 2018). Lamentamos estas ausencias de la cartelera sevillana y nos vamos a nuestro repaso semanal sobre los estrenos.  



Burning. (Corea del Sur, 2018). Dir. Lee Chang-dong.
Sección Oficial del Festival de Cannes 2018. Premio Fispreci a la Mejor Película.
Entre el drama y el thriller pivota esta adaptación de una obra de Haruki Murakami. Interpretado por Yoo Ah In, Yeun Steven, Jun Jong-seo, Gang Dong-won y Seung Geun Moon.
Para convertir un cuento de 20 páginas en una película de dos horas y media, más que atrevimiento o audacia, hay que tener ideas. Y el coreano Lee Chang-dong, además de ideas, posee talento y estilo.
“Quemar graneros”, inquietante relato de Haruki Murakami, contenido en su formidable colección de cuentos “El elefante desaparece”, donde lo cotidiano se transforma en misterioso en apenas una línea, se ha convertido en “Burning”, película de Lee, que, más que completar un relato abierto por múltiples costuras por el escritor japonés, maravillosamente ambiguo, lo que hace es incidir en su enigma desarrollando unos personajes apasionantes y unas actitudes fuera de norma.
Si se leen los tres primeros párrafos del texto de Murakami, ya es fácil ver en ellos las múltiples posibilidades narrativas para una posible adaptación. Sin concreción en las acciones ni en los personajes, en un estilo elíptico y con subtextos enigmáticos, rozando el existencialismo, “Quemar graneros” parece presto para la llegada de un autor como Lee, que en obras como “Peppermint Candy” (1999) y “Secret Sunshine” (2007) se había adentrado con sobresaliente personalidad en las complejidades del espíritu y de la pérdida con singular hermetismo.
Lee es fiel a Murakami siéndole infiel. Cambia aspectos básicos del protagonista (de casado a soltero, o su clase social), e inventa un nuevo desenlace (eso sí, casi tan abierto como el del cuento), manteniendo fijo el ardor de un triángulo amoroso al que aporta una magnífica potencia visual y sonora. Tanto en su música como en el bullicio y los susurros de la ciudad y del campo, en sus amaneceres y en el tratamiento del espacio: los reducidos de los apartamentos de la urbe y los amplios de las afueras, junto a los graneros del título (aquí, invernaderos).
Con ecos de William Faulkner y su cuento “Incendiar establos” (1939), que ya habitaban implícitamente el relato de Murakami y que en la película se convierten en explícitos, “Burning” posee unos personajes fascinantes, pero hay que abrirse a su atmósfera, a su extrañeza. El espectador que espere respuestas y trama, algo que tampoco hay en Murakami, solo encontrará frustración. El que se disponga con pasión ante un relato incierto y turbio, entrará en el fuego recóndito de una gran película sobre la perdición. Recomendada.



Petra. (España, 2018). Dir. Jaime Rosales.
Nominada a Mejor Guión en los Premios Féniz 2018.
Drama interpretado por Bárbara Lennie, Àlex Brendemühl, Marisa Paredes, Joan Botey y Petra Martínez.
De todos los trabajos autoimpuestos, de todas las tareas pendientes, ninguna tan ingrata, dolorosa e injusta como la de perdonar. Probablemente imposible. Quizá por ello, ningún arco dramático resulta tan atractivo y, dado el caso, revolucionario como el que discurre de la traición al perdón. “Petra” se limita a tensar hasta casi la angustia ese arco. Y lo hace con la mirada clara.
Además de elegante, gamberra y dolorosa. Todo a la vez. Estructurada en actos, la película aspira a comportarse en la memoria del espectador como una tragedia griega. Una mujer (sorprendente y cada vez más grande a cada paso que da Bárbara Lennie) quiere saber quién es su padre. Su investigación, llamémosla así, la lleva a casa de un artista (igual de sorprendente el no actor, pero sí artista de verdad, Joan Botey). Lo que sigue, siempre alrededor de la familia y sus accidentes, es el descubrimiento de una traición y la obligación, quizá imposible, de, en efecto, el perdón.
La calculada y minuciosa estructura de la cinta conduce al espectador por un extraño laberinto a la vez ajeno y perfectamente reconocible; transparente y sonámbulo. La cámara se coloca siempre de frente en el lugar más transparente de todos. Las escenas se van hilando en planos que son a la vez secuencias tan tensos y crudos como magnéticos. Todo queda a la vista y, sin embargo, lo que cuenta es la herida que discurre por dentro. Tan perfectamente oculta que acaba por verse perfectamente. Demasiado quizá.
El resultado es una obra mayor sobre la humillación, el dolor y, otra vez, la tarea imposible de perdonar. Recomendada.



La buena esposa. (Reino Unido, 2017). Dir. Björn Runge.
Sección Oficial del Festival de San Sebastián (fuera de competición).
Drama ambientado en el mundo de la literature, interpretado por Glenn Close, Jonathan Pryce, Christian Slater, Max Irons y Harry Lloyd.
¿Cómo asume, cómo celebra, cómo vive un ganador del Premio Nobel de Literatura una llamada desde Estocolmo con la noticia del galardón y los días posteriores alrededor de los fastos? ¿Mirando hacia el presente, hacia el pasado o hacia el futuro? ¿Hacia los suyos o hacia sí mismo? ¿Con la pasión de un principiante o con la calma de la madurez profesional y personal?
El planteamiento inicial de “La buena esposa”, coproducción entre Suecia y Reino Unido dirigida por Björn Runge, tiene el suficiente atractivo cultural, e incluso psicológico y emocional, como para vislumbrar una obra interesante que, a partir de esa esencia, puede acabar abriéndose en muy diferentes direcciones. La de Ingmar Bergman, por ejemplo, con sus intelectuales rígidos, aislados, fríos, egocéntricos y con desgraciada habilidad para la humillación de sus mujeres, habitualmente dóciles y sumisas. O también la del melodrama más convencional, el que se bifurca hacia el pasado para esclarecer el presente (más que para interpretarlo), a través de flashbacks y explicaciones que no dejen lugar a la duda. Sobre todo, en un caso como el de la película, basada en una novela de Meg Wolitzer, que como bien indica ya su título va a poner el foco no tanto en el galardonado como en su fiel esposa, representante, copista, consejera, voz de la conciencia, señora de la limpieza, enfermera y quizá muchas cosas más.
Runge elige ambas vertientes al mismo tiempo, con aspectos trascendentes de la corriente bergmaniana, pero también con una puesta en escena y una estructura de un academicismo ramplón. Y el resultado es un tanto desigual. Atractivo en determinados matices, queriendo huir del lugar común, sobre todo en el de las razones de la fidelidad de la mujer, y sin embargo cayendo en los clichés con la tipología del novelista (judío, mujeriego, implacable, de alumna en alumna desde la primera de ellas, su propia esposa), y el consabido conflicto con un hijo aspirante a escritor al que suele machacar con su desprecio y sus juicios.
De modo que, ante la evidente irregularidad con cierto encanto de la película, hay que quedarse con dos aspectos incontestables: la reivindicación feminista de la historia, trayendo a la memoria casos lamentablemente semejantes, y la formidable interpretación de Glenn Close, de amplia gama y asentada en la mirada hacia sí misma, hacia un interior derrotado y orgulloso, que en su momento climático evoca a su histórica condesa de Merteuil en el último plano de “Las amistades peligrosas”. Recomendada (con reservas).



Caravaggio: En concepto y alma. (Italia, 2018). Dir. Jesus Garces Lambert. 
Documental italiano.
Un emocionante e inquietante viaje cinematográfico a través de la vida, el trabajo y los tormentos de Caravaggio. La luz y la sombra, los contrastes y las contradicciones, el genio y la intemperancia distinguen su existencia y su arte. Un recorrido narrativo y visual filmado en 8K en Milán, Florencia, Roma, Nápoles y Malta. Sin referencias, pero pinta bien. Recomendada (con reservas).


Animales sin collar. (España, 2018). Dir. Jota Linares.
Thriller español interpretado por  Natalia de Molina, Daniel Grao, Natalia Mateo, Borja Luna y Mariana Cordero.
La ambición, como el riesgo, son omnívoros. Y hasta omnímodos. Todo lo desean, todo lo devoran. Hasta la autofagia (es decir, hasta comerse por dentro) si es preciso. Y el comentario vale tanto para el argumento de “Animales sin collar” como para su resultado. Jota Linares adapta a su modo “Casa de muñecas”, de Henrik Ibsen, y lo hace como se deben hacer estas cosas: con una firme voluntad suicida. La historia de una mujer, de repente, consciente de su destino es utilizada como excusa para un thiller entre el misterio y la provocación donde son citados como testigos desde la corrupción de los pretendidamente honestos hasta la desesperación de los evidentemente humillados.
O humillada, mejor. El resultado es un película tan visceral como intensa, tan grave en su planteamiento como, y esto no es bueno, desenfocada en su ímpetu, en su pomposidad quizá. El empeño por hacer coincidir cada línea de la obra teatral con la actualidad política y social acaba por emborronar una cinta que lo quiere todo y todo lo devora: hasta a sí misma. Lástima. No Recomendada.



Escuela para fracasados. (USA, 2018). Dir. Malcolm D. Lee. 
Comedia simplona “made in USA”, interpretada por Kevin Hart, Tiffany Haddish, Megalyn Echikunwoke, Keith David y Anne Winters.
En su nueva comedia, el actor Kevin Hart se contenta con reciclar su limitada colección de tics maniáticos, hasta tal punto que el personaje que en ella interpreta es prácticamente indistinguible de los que encarnó en “Vaya patrulla” (2014), “Dale duro” (2015) y “Un espía y medio” (2016). Por lo demás, “Escuela para fracasados” son 111 minutos de metraje vehiculados por una trama increíblemente desgarbada e innecesariamente complicada, y rellenados con una sucesión de chistes de pedos y vómitos y zonas púbicas entre los que apenas dan en el blanco media docena, uno por cada uno de los guionistas que firman la película. No Recomendada.



Matar o morir (Peppermint). (USA, 2018). Dir. Pierre Morel.
Thriller de acción y venganza interpretado por Jennifer Garner, Richard Cabral, John Ortiz, John Gallagher Jr. y Juan Pablo Raba.
La cámara se acerca a un coche que se agita a golpe de rítmicas sacudidas en la azotea de un aparcamiento. Décadas de lugar común proporcionan al espectador las claves necesarias para interpretar la imagen: se supone que ese es el signo que ha inmortalizado el cine para informar a los espectadores de que, en el interior del vehículo, hay una pareja entregada al sexo. Pero no: lo que ocurre en el interior es que una contundente Jennifer Garner está repartiéndole estopa a un tipo patibulario hasta que remata la faena reventándole la cabeza. La secuencia pasa por corte a una secuencia de créditos que, en sus formas y ritmos, flirtea con la mímesis de las paradigmáticas cabeceras de una serie televisiva: en este caso, las imágenes parecen estar desarticulando el recuerdo nostálgico de la ráfaga de sonidos e imágenes que abrían la sofisticada “Corrupción en Miami” de los ochenta. En lugar de flamencos rosas ascendiendo a cielos de neón, colores pastel y glamour hortera, lo que aquí se acumula son calles desamparadas, poblados chabolistas, vidas sin techo en las zonas más marginales de Los Ángeles. El arranque de “Matar o morir (Peppermint)”, quinto largometraje de Pierre Morel, anticipa una película bastante menos sumisa a las fórmulas de lo que acaba siendo.
Formado en la escudería Luc Besson, Morel cuenta en su haber con la fundación de una franquicia que reformuló, inesperadamente, a Liam Neeson como torvo héroe de acción –Venganza (2008)- y con un sorprendente trabajo recorrido por un irreverente sentido del humor –Desde París con amor (2010)-, dos piezas que, de distintas maneras, transmitían el mensaje de que tenía cierto sentido proponer un cine de acción europeo a la americana, porque siempre se colaría entre sus rendijas una singularidad capaz de desmarcarlo del mero producto de consumo. Pero no, la combinatoria de tópicos que activa el temprano flashback sobre el trauma del personaje y la mera rutina con que se resuelven las secuencias de acción -¡ese tiroteo en el almacén de piñatas!- delatan que quizá la aspiración última de Morel era convertirse en un realizador de thrillers del montón. No Recomendada.



Barbacana, la huella del lobo. (España, 2018). Dir. Arturo Menor. 
Documental español que Documental que aborda el conflicto entre ganaderos y lobos. El film nos transporta desde Sierra Morena a las cumbres de la cordillera cantábrica.
Cuatro años después de “Wildmed, el bosque mediterráneo”, meritorio documental de naturaleza filmado en Sierra Morena, Arturo Menor ha diversificado sus localizaciones (Picos de Europa, Fuentes Carrionas, Sierra Norte de Sevilla…) para filmar de nuevo a los depredadores con semejante táctica de acoso y derribo: los animales, con sus colmillos; él mismo, con su cámara. Sin embargo, “Barbacana, la huella del lobo” es un trabajo menor respecto de aquel: igual de didáctico, pero más modesto en sus imágenes y en sus logros, cerca de un añejo (y, aun así, interesante) documental de La2 de hace 15 años.
En demasiados momentos de su mitad inicial, la película de Menor parece la historia de una frustración. Ir a filmar al lobo, y no lograrlo. Y, como a veces hacen ciertos autores de literatura de autoficción, rodear el relativo fracaso (nunca lo es en estos casos de trabajos, siempre pertinentes y encomiables) con la explicación de sus reveses, lo que convierte a una parte del metraje en un documental sobre cómo filmar un documental. Algo que lleva a que la platea pueda analizar con la lupa del descreimiento algunas de sus persecuciones, narradas a modo de película de suspense, con la música subiendo y subiendo, pero en las que el rastreador y su prensa nunca salen en el mismo plano.
Eso sí, con interesantes entrevistas a profesionales del sector, Barbacana es directo en sus textos, sin la innecesaria retórica de fácil lirismo de otros productos del estilo, y loable en sus explicaciones de por qué el lobo es tan criminal como necesario. Y además tiene el buen gusto de introducir una bonita versión de la canción popular de los “Cinco lobitos”, interpretada por Rozalén. No Recomendada.



Slender Man. (USA, 2018). Dir. Sylvain White. 
Cine de terror interpretado por Joey King, Annalise Basso, Javier Botet, Julia Goldani Telles y Jaz Sinclair.
La recepción en Estados Unidos ha sido nefasta; las críticas, casi de forma unánime, terribles; y se cuenta que durante la fase de producción el guion debió ser reescrito y, ya en la de posproducción, el montaje final alteró parte del desarrollo y por el camino desaparecieron tramas y personajes. Y, sin embargo, la primera media hora de “Slender man”, película de terror juvenil dirigida por el francés afincado en EE UU Sylvain White, es estupenda.
¿Solo la primera media hora? No solo. Su espíritu de crueldad y su siniestra visión de la adolescencia permanecen a lo largo de todo el relato como un mazazo de perversa malignidad. Eso sí, no es una película de sustos al uso, la banda sonora es casi de vanguardia y el retrato de personajes, lúgubre. ¿Será por todo ello, razones que tienen más que ver con su falta de comercialidad que con su calidad intrínseca, por lo que ha sido rechazada? No solo. También es cierto que a partir de la mitad de la historia hay tramas incomprensibles, personajes que salen sin explicación alguna, y que el desenlace es anticlimático. Aparte de la nula capacidad para el escalofrío de la presencia de la criatura del terror, una especie de versión moderna del hombre del saco: un monstruo sin rostro, nacido en foros de Internet en el año 2009, al que interpreta el español Javier Botet con su privilegiado cuerpo para este tipo de cine.
“Slender man” presenta un panorama chungo para las chicas protagonistas, en un pueblo de mierda, con chicos claramente inferiores en mente y actitud, y padres invisibles o borrachos en el sofá, con rastro de botellas de cerveza por toda la casa. Un universo presto para el atrevimiento y para los miedos, para el contagio adolescente del mal, para los paralelismos con los desgraciadamente habituales secuestros y desapariciones contemporáneas. Y, desde el inicio, con diálogos creíbles y ambiente sórdido.
Sin embargo, con evidentes ecos de la japonesa “The Ring” y su vídeo maldito, las virtudes no acaban de durar. Tras la desaparición de la primera de las cuatro chicas de la pandilla, la historia se va derrumbando por reiteración y confusión, pese al buen gusto de White para el empaque formal. Y ya únicamente queda la perversidad. ¿Suficiente? Quizá. No Recomendada.

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