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lunes, 12 de febrero de 2018

ELENA, los vínculos de sangre



Ficha técnica:

Año: 2011
País: Rusia
Dirección: Andrey Zvyagintsev
Guion: Oleg Negin y Andrey Zvyagintsev
Música: Philip Glass
Fotografía: Mikhail Krichman
Reparto: Nadezhda Markina, Elena Lyadova, Aleksey Rozin, Andrey Smirnov, Evgeniya Konushkina, Igor Ogurtsov


Esta es la tercera película del premiado director ruso Andrey Zvyagintsev, que se dio a conocer en el año 2003, con su ópera prima El regreso, con la que consiguió el León de Oro en Venecia 2003, en el año 2007 su segunda película The Banishment (El destierro), consiguió el premio de interpretación en el Festival de Cannes 2007, Elena es su tercera obra con la que obtuvo el premio del jurado (sección “Un certain regard”) en Cannes el año 2011,  y mejor actriz en el festival europeo de Sevilla. Sus obras posteriores, Leviatan en el año 2014 obtuvo el globo de oro a la mejor película de habla no inglesa y fue nominada a los premios Oscar, Bafta y premios del cine europeo en la misma categoría, y Sin Amor en 2017 ha conseguido el premio del jurado de Cannes y está nominada al Oscar por mejor película de habla no inglesa. Es pues un director con una breve, pero intensa y galardonada filmografía.

Elena es una historia oscura que comienza y acaba de manera visualmente circular, a través de una imagen casi idéntica, una escena cotidiana, una visión de una ventana de una casa desde el exterior a través de un árbol y entre esas dos secuencias nada ha cambiado, pero en realidad todo ha cambiado. Esta estructura circular es algo habitual en el director, ya que lo hemos visto tambien en otras películas suyas como Leviatan y la más actual Sin amor. 

La historia parte de un guion escrito por el propio director junto a Oleg Negin, colaborador habitual en los guiones de 4 de sus 5 obras, quien empezó a elaborar la trama a raíz de un caso auténtico en el que existían sospechas sobre la verdadera causa de la muerte de un familiar. En esta historia nos desmenuza la situación emocional e intima de una familia corriente, simple, vulgar, en la Rusia de hoy en día.


Elena vive con su marido Vladimir en el moderno piso de éste, en un buen barrio, son una pareja madura, casados en segundas nupcias, en una unión muy desigual, no duermen en la misma habitación, ella ocupa el segundo plano actuando como una especie de doméstica sin sueldo, con beneficios de sexo esporádico y de desahogo económico. Nos la presenta como totalmente dedicada a cuidar y preparar la casa para él, que es rico y ocioso, con un pasado soviético (hay uniformes y condecoraciones militares), presentándonoslo como la encarnación del déspota en el ámbito familiar. Ambos tienen hijos procedentes de matrimonios previos, Elena un hijo –Sergey- que vive con su mujer y 2 nietos (un hijo adolescente y un bebe) en un sórdido piso al lado de una central nuclear en la periferia de la ciudad, es un hijo sin trabajo, sin futuro, y sin interés por conseguirlos, abandonado al alcohol y dependiente de la pensión de su madre, que les visita regularmente, para mantener a la familia. La hija de él Katja, una joven esnob y rebelde, con una vida hedonista, también dependiente del dinero que su padre le proporciona para su vida, pero detestándole y sin apenas relacionarse con él. Cuando surge un problema económico con el nieto de ella, el marido subraya los límites de la relación que él ha fijado y se niega a ayudarles. 


La brecha de nivel social entre las dos familias es el grano de arena que cambiará la relación dentro de la pareja, como una nueva versión de la lucha de clases llevada al nivel doméstico. Esta brecha nos la muestra mediante secuencias en las que Elena se adentra en los suburbios moscovitas, primero en tranvía, luego en tren, luego a pie por los descampados, contrapuestas a la secuencia de Vladímir yendo al gimnasio en su Audi, y con los planos lentos y vacíos de personajes del lujoso y frío piso de Vladimir, opuestos a la estrechez del departamento del hijo, que expone en forma de sucesión de planos fijos. Son dos mundos diferentes, dos caras de una sociedad dividida, irreconciliable, con perspectiva no de encuentro, sino de choque.


Aunque tiene algunas secuencias bajo mi punto de vista prescindibles, que no aportan nada a la historia, en general esta expresado con un lenguaje cinematográfico meticuloso, con abundantes planos generales y con un montaje que determina un ritmo pausado, quizá en algunos momentos demasiado parsimonioso, enfatizando mediante extensos y abundantes planos secuencia la diferencia abismal de ambientes tanto domésticos como exteriores, de una forma muy estética, midiendo cuidadosamente los encuadres, los movimientos de cámara (son incontables los travellings) y las luces. Todo esto con una fotografía impecable, quizás demasiado perfecta y fría, a cargo de Mikhail Krichman, tambien colaborador habitual en todas sus películas, y de una banda sonora de Philip Glass, con una música repetitiva instrumental de cuerda que contribuye desde el principio a generar la sensación de que fatalmente algo va a ocurrir, el suspense está presente casi en todas las secuencias, consiguiendo una sensación de clásico cine negro.


Aunque lo esencial de la película es el retrato de las relaciones humanas y familiares y de cómo el dinero lo cambia todo, también nos plantea algunas cuestiones sobre la educación, el entorno, la crisis económica, la moralidad y la culpa, siendo muy interesante la forma en la que realiza una crítica al modelo televisivo actual, colocando la televisión siempre en un segundo plano, pero mostrándolo de una forma muy manifiesta.


El propio director ha contado que le interesaba plasmar cómo el dinero transforma al ser humano, así como el deseo de supervivencia a toda costa y en una frase de Andrey Zvyagintsev en una entrevista se puede resumir perfectamente el espíritu de la película “Elena me ha permitido explorar una idea, que ocupa un lugar importante en la época actual: la supervivencia y la búsqueda de la salvación sin que importe el precio. En lo mas profundo de su ser cada individuo se encuentra totalmente solo. Dicha soledad es el principio, el fin y el hilo conductor en cada vida humana. En el mundo actual las ideas humanistas pierden valor con cada momento que pasa, obligando a las personas a replegarse sobre si mismas y volverse hacia sus instintos ancestrales





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