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lunes, 11 de diciembre de 2017

Mujeres y hombres: un tratamiento diferenciado en el cine de David Lean

Geraldine Chaplin, David Lean y Julie Christie, durante el rodaje de "Doctor Zhivago"

Aun siendo verdad que David Lean se caracteriza antes por un cierto tratamiento temático que por los temas concretos,  y que su trayectoria fílmica no se puede reducir a ninguno de los géneros cinematográficos, no lo es menos que a lo largo de sus películas van a tener una especial  significación ciertos personajes femeninos con características comunes. Además buena parte de lo que la mayoría de los espectadores conoce de David Lean es a través del comportamiento de dichas mujeres. 

Mary en "Amigos Apasionados"

Tampoco es desdeñable el tratamiento que el director da a ciertos personajes masculinos, algunos de ellos quizá los más conocidos de su filmografía: Lawrence, Zhivago o Nicholson por ejemplo.

Unos y otros son “víctimas” del destino común, universal se podría decir, al que  Lean les avoca en sus tramas argumentales: el fatalismo. Mujeres y hombres se dirigen- aunque no todos- a un destino fatal pero el tratamiento que les da a mujeres y  varones es notablemente diferente.

Las mujeres: la contención

La pasión que David Lean sintió por el cine está íntimamente relacionada con las mujeres y no sólo por la importancia que tienen en su vida privada sino por su peso en buena parte de su filmografía. Muchas de sus protagonistas son mujeres que por un momento experimentan el vértigo de romper con el mundo en el que se encuentran instaladas. Por lo general se trata de la posibilidad de iniciar una nueva relación amorosa, historias que parecen desarrollarse por caminos convencionales pero que finalmente acaban frustrándose dando un paso atrás. Justamente este retroceso es la principal característica: la contención. Cinematográficamente, esta contención se suele expresar con frecuentes silencios y con la ausencia de planos reiterativos que insistan en los sentimientos de los personajes.

Kate, en "Locuras de verano" y Laura, en "Breve encuentro"


Temáticamente, la contención significa que la expresión amorosa se manifiesta de manera templada, Lean subraya los aspectos realistas/racionales de esos sentimientos, se nos muestra como el director de la verdad adulta en la que no tienen cabida príncipes ni princesas. Por las mismas razones, el fracaso de la experiencia amorosa no se manifiesta tampoco de manera dramática, no hay tragedia o desesperación. El destino fatal se resuelve por lo general siguiendo el esquema siguiente: 1) negativa a aceptar los sentimientos sobrevenidos, 2) aceptación culpable, 3) rechazo y fracaso personal.

Este tratamiento ha dado lugar a interpretaciones diferentes sobre los fundamentos ideológicos de David Lean, frecuentemente tachado de conservador. Sin entrar en la polémica, sí conviene decir que el planteamiento no es siempre el mismo, hay algunas “heroínas” que sí se atreven a romper con el dogal que las atenaza como en el caso de Madeleine, aunque sea al precio de tener que afrontar un juicio por asesinato. Aunque en clave de comedia, también la Maggie en "El déspota" se atreve a enfrentarse a su padre orientando su vida de acuerdo con sus propios criterios, tanto en lo material como en lo sentimental, consiguiendo su propio negocio y casarse con el antiguo aprendiz de la tienda paterna. Otras mujeres, aunque fracasan, se atreven también a romper con sus ataduras,  como Rosy o Lara ("La hija de Ryan" y "Doctor Zhivago" respectivamente)

Maggie, en "El déspota", y "Madeleine"

Lean no se escuda en la sociedad, en su moral conservadora, para justificar el comportamiento de sus mujeres. Desde luego no hurta la realidad social, la presión que ésta ejerce sobre esas madres, esposas o solteras limitadas por prejuicios de todo tipo, pero no se complace en la crítica. Más bien apunta, en muchos casos, a la cobardía de los personajes, tanto hombres como mujeres.

En algún caso, como  Breve encuentro, el peso del conservador  autor de la pieza teatral en la que se basa -Nöel Coward- es posible que esté prefigurando su desenlace. Incluso muchos espectadores pueden comprenderlo y aceptarlo dadas las circunstancias que envuelven a Laura, pero en otros casos -Mary ("Amigos apasionados"), Kate ("Locuras de verano"), o Adela ("Pasaje a la India")-  la falta de osadía de los personajes no encuentran una explicación simple.

Adela, en "Pasaje a la India" y Rosy, en "La hija de Ryan"

Aunque la mayoría de estas mujeres no logran imponerse sobre su entorno, parece como si Lean, que tanto las ama y necesita, se apiadara de ellas otorgándoles en las películas finales “consoladores”, un cierto disfrute hogareño, como ocurre en los casos de Laura y Mary.

Los hombres: un tratamiento implacable

Resulta cuando menos curioso que siendo Lean el hombre de la verdad adulta guste en cambio de ciertos personajes, siempre varones, utópicos, luchadores por unos ideales que acaban destruyéndolos.

Por tanto, la contención retrocede ante la osadía. Estos personajes sí se atreven a realizar proyectos, a diferencia de la mayoría de las mujeres mencionadas antes, aunque también como ellas sean víctimas del destino fatal que caracteriza el cine de David Lean.

El fracaso les lleva a la muerte, salvo en un caso, pero antes experimentan la “muerte” moral, mental o social. No hay compasión, el fracaso está a la altura del objetivo que en cada caso han pretendido estos personajes. Si las mujeres planteaban anhelos más personales y modestos, también modestos eran sus fracasos, justo lo contrario que ocurre con estos “héroes leanianos".

John Ridgefield
Acaso el más complejo de todos ellos sea el único que no muere, John Ridgefield, un poderoso personaje, ingeniero, que se propone construir un prototipo de avión capaz de romper la barrera del sonido y que finalmente logra su objetivo. Un personaje aparentemente triunfador pero a costa de la vida de su hijo y de su yerno, ambos pilotos de prueba, muertos en el curso de las pruebas continuas con aquellos prototipos. Es lo que nos muestra David Lean en "La barrera del sonido", una magnífica película que nos permite constatar una vez más el fatalismo de la trama y reflexionar sobre el sufrimiento que puede esconderse tras el “triunfo” de la “utopía” de su protagonista, alguien que se ha debatido entre conceptos resbaladizos como el deber, la prudencia, el progreso…

Más conocido es el coronel Nicholson, el protagonista de "El puente sobre el río Kwai", un personaje cuyo incomprensible objetivo es construir un magnífico puente para el enemigo japonés para demostrar así la superioridad de la disciplina y la eficacia del ejército británico, en el curso de la Segunda Guerra Mundial. Y digo incomprensible porque así lo ha querido Lean al trastocar la trama de la novela en que se apoya. Tal como la vemos en la película, no tiene sentido por muy oscarizado que fuera el guión, pero no nos importa ahora. Sólo nos interesa que Nicholson, campeón del militarismo británico y defensor de sus supuestos valores, se traza un objetivo cuya insensatez descubre al final, justo para experimentar el tratamiento inmisericorde del director de la película: la muerte moral que precede a la física.

Nicholson, en "El puente sobre el Río Kwai" y "Lawrence de Arabia"

Quizá sea Lawrence de Arabia el más característico de estos héroes utópicos de Lean. Su utopía es mayúscula, como la traición de sus jefes: nada menos que unir a las tribus árabes no sólo para combatir contra el turco en la Primera Guerra Mundial, sino para a partir de ahí construir la gran nación árabe, mientras las potencias ya fraguaban los acuerdo de Sykes-Picot y Balfour se aprestaba a publicar su célebre declaración de proclama de una futura tierra en Palestina para el pueblo judío. Y éste héroe, así reconocido por las tribus, es divinizado, ya no es un hombre como los demás entre los árabes, ni un británico entre ellos. El proceso esquizofrénico está en marcha, el camino está abierto para su muerte mental, antes que la física, Lean nos muestra el camino desde la cordura a la locura que precede a la muerte física producida por un accidente de moto.

Lara y Zhivago

Yuri Zhivago, médico pero sobre todo poeta sensible, cierra este cuarteto de utópicos con su deseo de escapar a las garras de la Revolución Rusa, enemigo como es de toda violencia y ajeno a las luchas políticas que no le interesan más que de una manera trasversal. Su fracaso es doble porque tampoco puede redimirse a través del amor de Lara, otra víctima más del destino que les atrapa a ambos. Con el fracaso, el sufrimiento de quien se ve aislado, desestimado por unos y otros, socialmente aislado, alejado de sus amores, y finalmente la muerte física, en este caso víctima de un ataque al corazón después de ver a Lara transitando por sus calles desde el tranvía en que viaja por Moscú.


JOSÉ MELERO BELLIDO      


        

1 comentario:

  1. Magnífico David Lean y magnífico tu dossier sobre él, Pepe. Estos día me lo he leído entero y he visto todas las películas que tenemos en el álbum menos Breve encuentro. Espero a mañana para verla y disfrutar de los comentarios. Gracias por este estupendo trabajo.

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