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viernes, 30 de junio de 2017

Los estrenos en Sevilla de 30-06-2017



7 películas se estrenan el 30 de junio 2017 en la cartelera cinematográfica de Sevilla. Tres producciones son estadounidenses, dos españolas, una francesa y una japonesa. Se queda esta semana sin editar en Sevilla la película polaca “Los últimos años del artista: Afterimage” (Andrzej Wajda, 2016). Afterimage sigue a uno de los artistas de vanguardia polacos más importantes: Wladyslaw Strzeminski. El título de la película hace referencia a las imágenes remanentes, a las ilusiones ópticas que continúan apareciendo bajo los párpados tras haber mirado un objeto que refleja la luz. Sobre los estrenos, sólo dos recomendaciones, una película española basada en hechos reales y una película de animación japonesa.   


Verano 1993. (España, 2017). Dir. Carla Simón.
Carla Simón dirige su primer largometraje, “Verano 1993”, basado en su propia infancia. La conmovedora historia de una niña de seis años que acaba de perder a su madre, es por el momento la película española más galardonada del año, con los premios de Mejor Ópera Prima y el Gran Premio del Jurado Internacional de la Sección Gen. KPlus en el pasado Festival de Cine de Berlín, además de la Biznaga de Oro y el Premio Feroz de la crítica en el Festival de Málaga 2017. Frida (Laia Artigas), una niña de seis años, afronta el primer verano de su vida con su nueva familia adoptiva tras la muerte de su madre. Lejos de su entorno cercano, en pleno campo, la niña deberá adaptarse a su nueva vida. “Verano 1993” es una conmovedora historia magníficamente dirigida por una realizadora novel, Carla Simón, filmada con mucha sensibilidad y ternura, con unas soberbias actuaciones de las dos niñas, Laia Artigas y Paula Robles, y como broche de oro, posee una poderosa y hermosa escena final que describe de forma magistral todo el sentir de Frida. En resumen, una maravillosa película que seguramente después de los créditos finales, nos la llevaremos a casa con cariño guardada en nuestra mente. Recomendada.


En este rincón del mundo. (Japón, 2016). Dir. Sunao Katabuchi.
Las infinitas posibilidades del lenguaje audiovisual, aún inexploradas en muchos aspectos, te pueden dejar boquiabierto cuando se ejercitan en un sentido remoto al esperado. Es la magia cinematográfica, la del instante imperecedero, esa que surge en forma de explosión en tus ojos y en tu interior, trasladándote a un lugar que nunca habías visitado. Una emoción que puede gozarse justo en el momento más dramático de la película de animación japonesa “En este rincón del mundo”, cuando la tragedia, de pronto, lleva la pantalla a negro durante unos segundos con la práctica de un insólito fuera de campo mezclado con una elipsis, seguidos de un recurso de dibujo de trazo elemental. La película, y el espectador, alcanzan entonces la inocencia más pura. Tercer largometraje de Sunao Katabuchi, forjado en la televisión, y primero en estrenarse comercialmente en España, “En este rincón del mundo” está ambientado en los alrededores temporales y espaciales de la Hiroshima tristemente crucial a causa del lanzamiento de la bomba atómica, lo que hace que entronque, en tono y en sentido histórico, tanto con ciertas obras de ficción, caso de “La más bella” y de “Crónica de un ser vivo”, ambas de Akira Kurosawa, como con ineludibles referentes de la animación oriental. La conjunción del formato animado japonés y de la temática de la II Guerra Mundial tiene en la fundamental “La tumba de las luciérnagas” (Isao Takahata, 1988) una cima ineludible. Sin embargo, Katabuchi elude el exultante colorido de Takahata, con formas y personajes perfectamente trazados, con las tradicionales líneas negras de dibujo en los contornos de criaturas y objetos, junto al milimétrico trabajo de los fondos, y practica un tipo de animación más sencilla, más etérea, más pastel, con menos desarrollo en las formas y en los rostros, y sin tanta minuciosidad en los fondos. Es decir, en un territorio cercano a “El cuento de la princesa Kaguya”, también de Takahata, y lejos de los trazos de las cumbres del anime más conocidas por los no necesariamente especialistas en la materia: las películas de Hayao Miyazaki y de Satoshi Kon. Katabuchi utiliza además un tipo de movimiento de cadencia entrecortada, el que huye del realismo para atrapar la simplicidad. Una sistemática a menudo definida como limitada, que sin embargo nada tiene que ver con la baja calidad, pues es desarrollado así como método de narración, como modelo aparte de expresión visual. Quizá demasiado larga en cuanto a metraje, pero con un notable nivel medio, la película, desde luego, quedará en la retina por la valentía de un instante eterno. Recomendada.


Colossal. (USA, 2016). Dir. Nacho Vigalondo.
La distancia entre una idea aparentemente insensata y una potente imagen poética, capaz de justificarse por sí sola y de sostener toda una ficción, puede ser muy corta, tal y como demuestra “Colossal”, cuarto largometraje de Nacho Vigalondo y, probablemente, su obra más contundente, inapelable y madura hasta la fecha. Una rima improbable se convierte en el precario punto de partida de este trabajo que, entre otras muchas cosas, arroja benéfica luz sobre la trayectoria anterior del director, desvelando una férrea coherencia interna bajo lo que podría parecer una sucesión de arbitrariedades, algunas más afortunadas que otras: los pasos erráticos de una treintañera alcohólica en una pequeña localidad estadounidense encuentran su inesperada, delirante correspondencia con las destructivas apariciones de un monstruo gigante sobre la ciudad de Seúl. Que “Colossal” se levante sobre la fragilidad de esa idea, que convierta en absolutamente irrelevante todo empeño de justificación racional y que, finalmente, acabe construyendo un emotivo, poderoso y humanísimo discurso sobre el poder interior (o la toxicidad moral) de sus desamparados personajes no es ya meritorio, sino una jugada triunfal en toda regla. La imagen que precede a los títulos de crédito –Anne Hathaway asomada al abismo del abandono, mientras sus amigos se organizan a fondo de plano para seguir disfrutando de la empalmada etílica- fija el tono de lo que va a venir a continuación: un equilibrado híbrido donde los tonos, en principio, irreconciliables de la comedia dramática de filiación indie y del kaiju-eiga –el género oriental de películas protagonizadas por monstruos hiperbólicos- se mezclan en inesperada armonía. En el cine de Vigalondo, la memoria de los géneros y los pequeños desvelos humanos se reparten un territorio común e interactúan desde sus dispares escalas: “Extraterrestre” (2011), película donde una invasión alienígena no era necesariamente más importante que los daños colaterales del polvo de una noche, permitía entender a la perfección una estrategia que “Colossal” eleva y sofistica. Películas como “Monstruoso” (2008), de Matt Reeves, y “Monsters” (2010), de Gareth Edwards, intentaron corregir la dificultad del kaigu-eiga para integrar el factor humano desplazando su punto de vista al sujeto a pie de catástrofe. Vigalondo hace algo muy distinto: proponer que lo apocalíptico no es sino la amplificación de lo íntimo y lo subjetivo, logrando que una película donde una catástrofe remota define la línea de bajo encuentre su melodía épica entre supuestos fracasos personales, envenenados regresos a casa y asfixiantes relaciones tóxicas. Recomendada (con reservas).


Un don excepcional. (USA, 2017). Dir. Marc Webb.
No parece buena señal que un espectador se pase buena parte de la proyección de una película pensando en otra. En otra que encarna todo lo que esta no es: un discurso que se plantea problemas, que se pone obstáculos y desafía constantemente ese impulso primario y conservador de agarrarse a los más elementales procesos de identificación, de recibir, en forma más o menos pre-masticada, pistas claras sobre cómo posicionarse ante los conflictos planteados. Viendo “Un don excepcional”, película muy convencional de ese Marc Webb que debutó alterando las convenciones de un género en la ingeniosa “(500) días juntos” (2009), no se puede parar de pensar en “La profesora de parvulario” (2014), gran confirmación del talento provocador y el gusto por la complejidad del israelí Nadav Lapid. En ambas hay niños prodigio y adultos que toman decisiones bien para proteger su inocencia, su frágil humanidad, bien para salvaguardar la llama de su genio en un mundo hostil. Mientras Lapid abría nuevos interrogantes ante cada nuevo gesto de sus personajes, Webb recurre a lo sentimental como salvoconducto. Es cierto que “Un don excepcional”, película con niña superdotada que podría emular el destino trágico de su madre matemática, maneja con cierta prudencia las potencialidades de su material para el burdo golpe de efecto, pero queda en manos del umbral de tolerancia de cada espectador decidir si uno está dispuesto a conformarse con tan poco. Siempre habrá quien prefiera que le sobreexciten el corazón a que le estimulen la cabeza. Recomendada (con reservas).


GRU 3: Mi villano favorito. (USA, 2017). Dir. Kyle Balda, Pierre Coffin y Eric Guillon.
Es sin duda meritorio que la saga Gru -también su 'spin-off' 'Los Minions' (2015)- haya logrado hacer tanto dinero en taquilla pese a no ser particularmente graciosa o inventiva. Lo mismo puede decirse de su nueva entrega. Menos una película que una colección de cortos superpuestos, en lugar de gags o escenas de acción que resulten memorables se limita a recurrir al 'slapstick' más obvio y los chistes de pedos y mucho grito y mucho frenetismo e inevitables dosis de sensiblería. Su mera existencia parece asumir que a estas alturas el público empatizará por inercia con lo que sucede en pantalla a pesar de que ninguno de sus autores se esforzó lo más mínimo para que así fuera. No Recomendada.


Despido procedente. (España, 2017). Dir. Lucas Figueroa.
El argentino afincado en España Lucas Figueroa dio hace casi una década con esa entelequia tan buscada como poco vista, e incluso indemostrable a posteriori, llamada fórmula del éxito: una presumible fusión entre temática, estilo y tono, que confluía en una pequeña pieza titulada “Porque hay cosas que nunca se olvidan”, asentada en el fútbol, y aún más en la nostalgia de la infancia, que, acompañada de un engranaje formal de gran vistosidad cercana a la grandilocuencia, fue inscrita hasta en el Libro Guinness de los récords: casi 300 premios en certámenes nacionales e internacionales de cortometrajes. Sin embargo, el cine nunca fue cuestión de números y, en los años siguientes, Figueroa no acabó de despegar en el largometraje. Tardó cinco años en poder debutar, y lo hizo con “Viral”, una vulgar película de terror de bajo presupuesto, con más pinta de operación comercial publicitaria de una famosa empresa especializada en venta de cultura y tecnología que de verdadero producto de fuste creativo. Y han debido pasar otros tres para llegar a la coproducción entre España y Argentina “Despido procedente”, comedia de acción con ilustre reparto, que aspira a retratar el estado de histeria social provocado por los desmanes de las grandes compañías y la crisis económica y laboral, de la que solo sale indemne su reparto, con viejos zorros como Imanol Arias y Darío Grandinetti, capaces de aterrizar de pie en una película que nace resquebrajada por su desastroso guion. Poco o nada se comprende de la trama empresarial que mueve a los personajes, una especie de mcguffin al que Figueroa, también escritor, dedica demasiado tiempo y esfuerzo, giros y revueltas, con los que ni siquiera logra hacerse entender. De modo que, si acaso, hay que quedarse con el relato de hostigamiento del alto ejecutivo al que le ha salido un grano en el culo en forma de acosador social, como un cabo del miedo con derivaciones cómicas. Sin embargo, con gags que no pasan del chascarrillo entre argentinos y gallegos, dos convencionales tramas sentimentales, y una perenne banda sonora de Federico Jusid, excelente músico, aquí desatado, sin dejar a la película una mínima rendija de silencio, “Despido procedente” es un continuo subidón sin tempo cómico ni altura social. Una obra que puede señalar a Figueroa como un técnico pero nunca como un narrador. No Recomendada.

Aurora (Jamais contente). (Francia, 2016). Dir. Emilie Deleuze. 
La adolescencia son esos años en los que tu abuela te dice que estás en una edad muy difícil. Aurora tiene el espíritu rebelde subido y el colegio le da igual. Su vida se desliza hacia el sumidero de la edad adulta, apenas protegido por un maestro sensible. El cine francés es rico en hermosas películas sobre la educación, pero Emilie Deleuze no logra colocar este aceptable título en la excelencia académica que inauguró -hasta donde alcanza la memoria- «Los cuatrocientos golpes», de Truffaut. Léna Magnien, prometedora actriz, carece del carisma necesario para involucrarnos de verdad en su viaje interior. Menos perdonable es que el guión, a partir de la novela de Marie Desplechin, se conforme con una foto fija de la muchacha sobre un marco insulso. No Recomendada.

miércoles, 28 de junio de 2017

Recordando a Hedy Lamarr

Pocas biografías del universo estrellado del Hollywood clásico pueden sorprendernos y admirarnos tanto como la de Hedy Lamarr que aúna un lado frívolo como actriz, modelo y femme fatal, con un lado serio como inventora del Sistema de Salto de Frecuencia, que está en la base de las tecnologías inalámbricas de la era digital.


Nacida en Viena en la segunda década del siglo XX en una familia de origen judio, Hedwig Eva María Kiesler, luego conocida como Hedy Lamarr, fue considerada desde pequeña una superdotada. A los 16 años comenzó a estudiar ingeniería pero, a los 19, abandonó la Universidad atraída por el mundo del espectáculo y se marchó a Berlín. Allí, con ayuda de un joven Otto Preminger, logró trabajar en el teatro con el director Max Reinhardt.

Siempre se mostro como una mujer libre y muy decidida y el 1.933 se hizo mundialmente famosa por su participación en la película Extasis (1.933), en la que no solo es la primera actriz que aparece completamente desnuda en dos secuencias sino que, además, es la primera cuya cara aparece en pantalla mientras simula un orgasmo. El film provocó las iras de su familia, del Papá Pio XI y de todo el puritanismo yanqui, llegando a estar prohibida su exhibición en algunos estados americanos más de veinte años.








Aunque se casó varias veces, es su primer marido, Fredrich Alexander Fritz Mandl, el que más destaca. Pronazi y proveedor de armas de Hitler y Mussolini, era tan extremadamente celoso que la mantuvo aislada y encerrada en su casa durante cuatro años. Hedy aprovechó ese tiempo para continuar sus estudios y "sonsacar" conocimientos sobre la tecnología militar alemana del momento a los amigos de él. Posteriormente entregaría esa información a los americanos. En 1.937 logró escapar de las garras de ese monstruo haciéndose pasar por su asistenta y consiguió llegar primero a París y posteriormente al Reino Unido.

Decidida a recuperar su carrera de actriz, en Londres conoce a Louis B. Mayer, vende sus joyas y se embarca en el mismo barco que él rumbo a Estados Unidos. Al desembarcar en Nueva York ya tenía un contrato de siete años con la Metro y un nuevo nombre, ideado por Mayer en honor a una antigua amante suya, Barbara La Marr, actriz ya fallecida.


Aunque realizó unas treinta películas en USA y trabajo con los más importante actores y directores de los años 40, esta etapa de su carrera recordada por su intervención en Sansón y Dalila (1.949), su mayor éxito de taquilla. Casi siempre interpreto a mujeres "exóticas", objetos del deseo del héroe blanco americano clásico. Ella toda su vida se lamentó de su falta de criterio para elegir los guiones y llegó a  rechazar protagonizar Luz de Gas y Casablanca. Trabajo en el cine hasta 1.958 y con 44 años fue condenada al olvido por Hollywood.


A pesar de su vida de estrella en la meca del cine pronto se sintió aburrida y, animada por su odio al régimen nazi,  decidió desarrollar su faceta de ingeniera. En 1.942, junto al compositor George Antheil, inscribió la patente de un método de comunicación secreto, conocido como Salto de Frecuencia, cuyo objetivo era evitar la detección de los torpedos de las tropas aliadas. Su invento no se usó en la II Guerra Mundial por limitaciones técnicas. Tampoco obtuvo reconocimiento público porque la patente le fue dada con su apellido de casada, Loder, en aquel momento.

Ya en los años 60 lo uso el ejército americano durante la crisis de los misiles en Cuba, en la Guerra de Vietnam y, más tarde,  en el Sistema Estadounidense de Defensa por Satélite (Milstar). Con la llegada de la tecnología digital en los años 80, este método de comunicación permitió implantar la comunicación por Bluetooth y por Wifi.

Como hemos visto Hedy Lamarr fue mucho más que una estrella de Hollywood. Logró la fama gracias al cine y la inmortalidad gracias a sus inventos, pero, ante todo y como ella mismo dijo, fue "mujer por encima de cualquier cosa".


                                                                                               Mª del Carmen Santiago 



viernes, 23 de junio de 2017

Los estrenos en Sevilla de 23-06-2017



6 películas se estrenan el 23 de junio 2017 en la cartelera cinematográfica de Sevilla. Dos producciones son estadounidenses, una española, una canadiense, una alemana y una coproducción austriaca-española. Se queda sin editar esta semana en Sevilla la película española “La película de nuestra vida” (Enrique Baró, 2016) y la india “Tubelight” (Kabir Khan, 2017). De lo estrenado, poca cosa que recomendar.  


Maudie, el color de la vida. (Canadá, 2016). Dir. Aisling Walsh.
La realizadora irlandesa Aisling Walsh dirige la película biográfica “Maudie, el color de la vida” protagonizada por Ethan Hawke y Sally Hawkins. Se trata de la historia real de la pintora canadiense Maud Lewis, cuyas limitaciones físicas, debido a una artritis reumática, no la impidieron ser una célebre artista, considerada pionera del Arte Naïf. La película ha participado en numerosos festivales de cine, como Telluride, Sidney, la sección oficial de la Berlinale y el Festival de Cine de Toronto, donde fue recibida con grandes elogios en su premiere internacional. Con este material biográfico de partida y dos actores (Sally Hawkins y Ethan Hawke) abocados a uno de esos trabajos de composición que obligan a quebrar la gestualidad natural, Maudie podía haber resultado un trabajo rutinario, lacrimógeno y manipulador, pero la directora irlandesa Aisling Walsh y su reparto afrontan el proyecto con una sensibilidad y una energía fuera de patrones. Lo que parece importar aquí, amén del contraste entre una cualidad lumínica de maestro flamenco y el estallido cromático de la pintura, es la resonancia emocional de cada pequeño momento y la elocuencia del gesto. Recomendada.


Hermanos del viento. (Austria-España, 2015). Dir. Gerardo Olivares y Otmar Penker.
Con algo de retraso llega a las salas de cine españolas, “Hermanos del Viento”, una coproducción hispano austriaca codirigida por los directores Otmar Penker y Gerardo Olivares. Su protagonista Manuel Camacho, nominado al Goya a Mejor Actor Revelación en 2010 por su papel en “Entrelobos”, vuelve a ponerse a las órdenes del director español Gerardo Olivares. El resto del reparto está formado por Jean Reno, Tobias Moretti y Eva Kuen. El hilo conductor de la película reside en la profunda amistad existente entre el águila y el niño, cuyas vidas estarán conectadas para siempre. Lo mejor de “Hermanos del Viento” es la escasez de diálogos que dan paso a sorprendentes secuencias rodadas de animales interactuando en su hábitat, las espectaculares tomas aéreas donde la cámara sigue la estela del vuelo del águila como si fuera otra ave más, los emocionantes y bellos momentos de Abel en el nido desde su nacimiento hasta que es expulsado por su hermano y las hermosas vistas de los Alpes Nevados. El dicho de una imagen vale más que mil palabras queda magníficamente reflejado en la película con cada aparición de Abel y su familia delante de la cámara, sin hablar, son capaces de transmitirnos tantas emociones y sensaciones, y decirnos tantas cosas... Una película muy familiar con un bello mensaje sobre la conservación y el respeto por la naturaleza. Recomendada (con reservas).


La casa de la esperanza. (USA, 2017). Dir. Niki Caro.
Películas como “Paraíso”, del ruso Andréi Konchalovski o “El hijo de Saúl”, del húngaro László Nemes, nos hace pensar que aún quedaban resquicios, tanto éticos como estéticos, para abordar temas en principio tan agotados como el nazismo y el Holocausto judío, tratados del derecho y del revés, con explicitud y sutileza, con necesaria pertinencia e incontenible asiduidad. Una reflexión en la que es necesario insistir ahora que llega “La casa de la esperanza”, película de la neozelandesa Niki Caro acerca de un hecho real en la Varsovia invadida por el ejército alemán, y que acaba confirmando la teoría, y el valor de las películas de Konchalovski y Nemes, aunque sea justo por lo contrario: la insignificancia ética y cinematográfica, narrativa e histórica, de un relato que, aun verídico en su eje central, luce desteñido y melindroso, con unas ansias clásicas a destiempo que solo se revelan vulgarmente académicas y desdramatizadas. “La casa de la esperanza”, basada en un exitoso libro de Diane Ackerman, parece más una clase urgente para niños de siete años sobre deportación y exterminio, sobre invasión y resistencia en el gueto de Varsovia, que un análisis verdadero, congruente y capaz, de un hecho histórico de esencial importancia. Alrededor de la figura del matrimonio Zabinski, cuidadores del zoológico de la ciudad en tiempos de la invasión nazi, que llegaron a convertir las instalaciones, ya sin animales a causa de los bombardeos, en lugar de ocultamiento para judíos y en símbolo de obstinación y valentía frente a la barbarie, la película de Caro parece una dulzona producción de hace 70 años que haya atravesado un inconcebible túnel del tiempo. Que el análisis de los comportamientos exteriores y las conciencias interiores de los seres humanos implicados en los hechos sea dolorosamente inabarcable, tanto en el lado oprimido y exterminado como en el de los criminales que lo ejecutaron, lo que sigue abriendo la esperanza para futuros acercamientos de verdadera complejidad, provoca que sea aún más palpable el fracaso de una película a la que no sostiene ni el aura de estrella clásica de Jessica Chastain. Mal contada (la sistemática de guarecimiento y evasión no pasa de lo incomprensible), y peor concebida en tono y recursos, quizá se resuma en dos secuencias que Caro, la directora de “Whale Rider” y “En tierra de hombres”, filma con aspiraciones de turbación: el inverosímil conformismo del jerarca nazi enamorado de la señora Zabinski, atusándole el pelo y lavándole las manos en una fuente, y el atrevimiento lírico con las cenizas volantes, producto de la salvaje quema de los edificios del gueto. No Recomendada.


Selfie. (España, 2017). Dir. Víctor García León.
'Selfie' es la historia de Bosco. Su padre es un ministro del gobierno al que acaba de detener la policía: está imputado por corrupción, malversación de fondos públicos, blanqueo de capitales y 18 delitos económicos más. La historia de Bosco abarca desde que es expulsado de su lujoso chalet en la Moraleja hasta que okupa una casa de Lavapies. Desde que su novia perfecta le abandona, hasta que comienza un romance con una trabajadora social ciega. Desde que le expulsan de su exclusivo máster de dirección de empresas hasta que pasea asustado por las calles de su nuevo barrio... 'Selfie' es una película de Víctor García León que relata con un tono cómico las causas y las consecuencias que desencadenó la crisis económica en España. Protagonizado por Santiago Alverú, Macarena Sanz, Javier Carramiñana, Alicia Rubio y Pepe Ocio, el largometraje ilustra la realidad de muchos españoles desde la recesión de 2008, incluidos los casos de corrupción, blanqueo de dinero y manipulación de fondos públicos. La película, que cerró la sección oficial del Festival de Málaga, relata una parte de la historia reciente de la sociedad española alternando situaciones cómicas y dramáticas, un estilo característico de las producciones de García León como en 'Más pena que Gloria' y 'Vete de mí'. Los primeros minutos pueden hacer gracia, y el actor Santiago Alverú pone todo de su parte, pero la crítica a la corrupción imperante es algo zafia y el juguete se avería demasiado pronto. No Recomendada.


Wonder Woman. (USA, 2017). Dir. Patty Jenkins.
Diana es la princesa de las Amazonas, y vive una vida tranquila y apacible en una recóndita isla alejada de la civilización. Durante toda su vida se ha estado entrenando para convertirse en una guerrera invencible, y aunque ella no lo sabe, pronto tendrá que dar uso de ese gran poder para salvar el mundo: un buen día, un piloto estadounidense se estrellará en la costa de la isla, avisando a las guerreras Amazonas de que una terrible guerra está destruyendo el mundo exterior. Diana, atenta a todo ello, queda devastada, y decide idear un plan para poner fin a esta amenaza, convirtiéndose en Wonder Woman. Con ayuda del piloto Trevor se pondrán manos a la obra para detener al mal que está consumiendo el planeta. Y durante este transcurso de tiempo, comenzará a descubrir todos los poderes que oculta en su interior. Protagonizada por Gal Gadot y Chris Pine, esta nueva versión de la superheroína de DC llega 75 años después de su estreno en los cómics, de mano de la directora Patty Jenkins. La cinta nace en un universo cinematográfico DC dominado por los testoterónicos modelos de Nolan y Snyder, dos pesos pesados de la falsa importancia, y, junto al intento algo tímido de hacer justicia al ideario de Moulton Marston, sí marca la diferencia en algo esencial: su apuesta por la ligereza. He aquí una película, pues, que se somete a ciertas servidumbres –el clímax final con sus enfáticas imágenes ralentizadas a lo Snyder-, pero no se avergüenza en ningún momento de ser un tebeo. Y un tebeo antiguo, además, con espíritu de vieja película de aventuras, afortunadas ideas en sus secuencias menos espectaculares –la presentación de los personajes de Sameer y Charlie- e incluso inesperadas sorpresas camp, como la que llega de la mano de una Elena Anaya que se diría recién extirpada de “La piel que habito” (2011). No deben perdérsela los fans del comic. No Recomendada.


Robby y Tobby en el viaje fantástico. (Alemania, 2016). Dir. Wolfgang Groos. 
Robby y Tobías Findteisen, alias Tobby, son dos grandes amigos tan normales como cualquier otro. Bueno, no tan normales, ya que Robby es, en realidad, un robot ROB 344 alienígena al que todos llaman Robby. El pequeño robot cayó del espacio, y así fue como ambos se hicieron amigos. Juntos, deseosos de vivir grandes aventuras, construyen junto con más amigos el Aeroguatutú, un vehículo especial que es capaz de ir por tierra, mar o aire. Sin embargo, las cosas no serán tan sencillas como ellos piensan. Unos hombres de una empresa de tecnología andan detrás de Robby, ya que es el único robot que puede sentir. La película de animación está basada en la novela infantil alemana de aventuras de Boy Lornsen, publicada en 1967 y que tuvo un gran éxito. Huyan para no verla. No Recomendada.

lunes, 19 de junio de 2017

Jaen Austen: "Sentido y Sensibilidad". Una modernidad de 200 años

Este año 2017 se celebra el bicentenario de la muerte de Jane Austen (1775-1817). Esta gran novelista británica que vivió durante el periodo histórico de la regencia tiene una corta obra literaria, apenas 8 novelas y varias pequeñas obras de juventud, pero 6 de sus novelas están consideradas de las mejores de la literatura inglesa.
                    


Austen actualmente se ha convertido en un fenómeno de masas, y este relanzamiento de su obra ha sido fundamentalmente debido a las adaptaciones para cine y para televisión de sus novelas, siendo esto especialmente cierto en el mundo de habla hispana, pues ha sido difícil conseguir ediciones en castellano de su obra y gracias al ‘boom’ de adaptaciones realizadas a mediados de la década de los 90 su obra comenzó a difundirse y reconocerse más.  En 1940 el éxito de una película basada en Orgullo y Prejuicio, que fue lanzada en España como Más fuerte que el orgullo, hizo que se recuperasen en nuestro país varias de las novelas de la escritora, aprovechando el tirón cinematográfico, pero fue en los años 90 cuando comenzó la austenmanía tal y como hoy la conocemos, ya que alrededor de las versiones fundamentalmente del cine se ha creado un verdadero mercado de publicaciones y “merchandising”, viajes con rutas austenianas y sociedades de seguidores de la autora en todos los países, que organizan actividades alrededor de la obra escrita y adaptada de la autora.
 

El mayor salto ocurrió en 1995, con la película Sentido y Sensibilidad” de Ang Lee, que obtuvo numerosos premios y reconocimientos, incluyendo el Óscar por mejor guion adaptado para Emma Thompson y otras 6 nominaciones más. En ese mismo año la BBC estrenó una miniserie de 6 episodios de Orgullo y prejuicio, considerada hasta la actualidad la mejor adaptación de la obra de Austen. A ellas siguieron otras adaptaciones de las demás novelas, de 1995 a 1999, dos versiones de época y una moderna de Emma y una versión de Mansfield Park, que no fue muy exitosa e hizo pensar que el interés del público por la obra de Austen había terminado. Más de una década transcurrió desde el primer ‘boom’, hasta que surgió una nueva oleada de adaptaciones, encabezada por la versión de 2005 de “Orgullo y Prejuicio, que fue bastante bien recibida por la crítica cinematográfica y con nominaciones a los Óscar. A ella se sumaron 3 nuevas cintas para televisión  en el 2007, dos miniseries BBC -una en el 2008 y otra en 2009-, y dos películas biográficas, una muy ficticia para cine y otra más realista de televisión. Este segundo ‘boom’, que continua en la actualidad, ya que en 2016 se ha estrenado “Amor y Amistad” una adaptación de la novela Lady Susan, ha hecho que nuevas generaciones conozcan y se interesen en la obra de la escritora y su obra se mantenga de tremenda actualidad interesando a público de todas las edades. Sus obras siguen adaptándose a formatos más modernos y hay versiones de Orgullo y Prejuicio, Sentido y Sensibilidad, Emma y Persuasión en formato de videoblog.


Sentido y Sensibilidad es de las primeras cintas que favorecieron ese gran lanzamiento de Jane Austen y colaboro en popularizar su obra. Esta es su primera novela llamada inicialmente Elinor y Marianne publicada en 1811 y en ella podemos apreciar ya las claves de su obra: la mujer como protagonista y su papel en la sociedad, el detenimiento en las pequeñas cosas de la vida cotidiana, unos personajes que enriquecen sus obras y que son totalmente asimilables a nuestra vida actual: padres egoístas, madres chismosas, ricos orgullosos, clérigos poco caritativos, etc., la descripción de su ambiente social, la burguesía territorial inglesa o la nobleza más baja e insignificante (la llamada gentry) todo ello escrito con una cuidada prosa, en tercera persona y con una ironía presente en todas sus obras.

Ang Lee realizo una maravillosa adaptación de la novela, nos ha presentado de forma delicada y fiel la historia de una familia británica que al perder al padre se convierte en un pequeño mundo femenino, la madre y las hermanas Dashwood, que ha perdido el patrimonio familiar y por ello se ven obligadas a abandonar las comodidades y adaptarse a una situación económica bastante más humilde. Asistiremos a todo tipo de situaciones sociales, desde la convivencia cotidiana en el hogar, invitaciones de vecinos, meriendas campestres, paseos, bailes…desarrolladas tanto en el pequeño mundo provinciano como en el sofisticado ambiente de la ciudad. Todo ello permite vivir el proceso de enamoramiento de las dos hermanas mayores, Elinor discreta pero profundamente enamorada de uno de los cuñados de su hermanastro (La Sensatez o el Sentido) y Marianne, apasionada y expresiva al máximo, enamorada de un joven tan lanzado y alocado como ella (La Sensibilidad). 

Los diálogos en la forma corresponden a su época, pero en el fondo tratan los temas más importantes en las relaciones humanas: amor, respeto, amistad, familia. El guion escrito por Emma Thompson, una gran admiradora de Jane Austen, adapta muy bien la obra original, ha sabido dar algunos matices nuevos y reducir lo necesario para que la historia se vea actualizada. Ang Lee ha conseguido que no sea solo una película de época, pues es moderna, incluso tras los años transcurridos, con unos personajes vivos, actuales, con los que el espectador se puede identificar y a pesar de estar contada de forma lenta, te mantiene atenta hasta el final.

A nivel visual se caracteriza por una cuidadísima estética en la elección de los encuadres,  una puesta en escena sobria y elegante, evitando subrayados innecesarios, contando la historia desde la distancia, por eso nos proporciona unas imágenes de exteriores y de interiores de gran belleza. Abundan los planos generales pausados y las panorámicas, destacando la fotografía de Michael Coulter, y la interpretación de los actores, todos ellos actores británicos de primera fila, pero destaca fundamentalmente Emma Thompson y Kate Winslet y el propio Alan Rickman. La ambientación y el vestuario están cuidados al detalle, la música de Patrick Doyle es preciosa, siempre situada en un plano por debajo de la historia, el director la utiliza para realzar momentos estelares, elegida con mucho acierto. Y a pesar de ser un drama con momentos de tensión casi hasta el final, el sentido del humor británico nos hará sonreír algunas veces.  



Han pasado mas de 20 años ya desde el estreno de esta película, pero a pesar del tiempo transcurrido la obra no ha envejecido, mantiene su interés, su belleza y sigue siendo completamente recomendable.