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lunes, 13 de marzo de 2017

El Club (Pablo Larrain, 2015)




Pablo Larraín es un cineasta chileno que, aunque comenzó en el mundo del cine en el año 2005 con su primera película, el reconocimiento internacional no le llego hasta su cuarta película NO, realizada en el año 2012 y que fue la primera película chilena nominada a los Oscar en la categoría de Mejor Película de habla no inglesa. Su cine se ha caracterizado por estar muy centrado en la historia reciente de su país, sus películas nos llevan a la época pinochetista, a la influencia de la religión y a la visión del poeta nacional chileno Neruda desde un punto de vista muy particular. En el año 2016 ha rodado su primera película fuera de su país, en EEUU y con capital norteamericano, se trata de un biopc de la vida de Jacqueline Kennedy los días posteriores al asesinato de su esposo. Con esta cinta, actualmente en cartelera, ha conseguido varias nominaciones a los Oscar, a los Globos de Oro y en el festival de Venecia. 

Pero ha sido El Club su película del año 2015 con la que mayor reconocimiento ha logrado y la que le ha catapultado a la fama internacional.


El Club es una oscura y desasosegante película, que mereció el Oso de Plata y el Premio del Jurado en la Berlinale 2015, que insiste en destapar los escándalos que hemos ido conociendo durante los últimos años alrededor de la Iglesia Católica, tantos años ocultados y no por ello desconocidos. Sigue la estela de un tema de actualidad, que el periodismo está haciendo aflorar en los últimos años, como es la pedofilia en el seno de la Iglesia Católica, su connivencia con las dictaduras y su afán por mantenerse impoluta relegando al silencio y al oscurantismo los problemas, en lugar de solucionarlos.  Otras películas como la oscarizada Spotlight han seguido insistiendo en este tema. 

Es una película literalmente oscura, pues tiene una fotografía digna del tenebrismo, con un toque algo borroso, como con una niebla continua que le da un aspecto decadente, es como un invierno continuo con una falta de luz en interiores y exteriores, para los que elige casi siempre momentos de luz intermedia, como el atardecer o el amanecer. Deja la mayor luminosidad para los primeros planos en las escenas de los interrogatorios, en los que también utiliza algunas técnicas propias del tenebrismo, como la iluminación de partes de la cara de fundamentalmente el interrogador.


Es desasosegante, no solo por el tema elegido, sino por la forma en la que el director nos lo ha contado, ya que relatándolo de una forma muy pausada, nos muestra cómo se comportan varios sacerdotes y una monja encerrados en una casa "de retiro", pero nos los juzga, nos deja la tarea de juzgarlos a nosotros los espectadores, consiguiendo abordar este tema espinoso sin caer en el sensacionalismo o en el melodrama. La música muy discreta, pero claramente manifiesta, acompaña muy bien a la historia y consigue incrementar ese ambiente de desasosiego que se manifiesta desde el inicio.



En esta casa de retiro o  “club” nos presenta inicialmente a 4 hombres y una mujer, como muy expresamente explican en el cartel, que conviven, rezan, comen, cantan, entrenan a perros, cultivan un huerto, todo muy cotidiano y rutinario, pero que resultan ser  un cura abusador de niños, uno cómplice en robos de bebés, otro un cura militar connivente con la dictadura de Pinochet, otro un anciano con demencia del que desconocemos su pasado, todos ellos excomulgados y retirados por la Iglesia y llevados a estas casas de retiro en las que se les prohíbe el contacto con la población y están expiando sus pecados de una forma relativamente acomodada. La llegada de un nuevo sacerdote pederasta y de una de sus antiguas víctimas, un antiguo monaguillo desequilibrado por esa historia ocurrida en su infancia, son el detonante para que podamos conocer lo que se esconde tras esta rutina de vida.

Una parte muy importante de la película es la historia verbal, tanto por las entrevistas con el interrogador, como las declaraciones que grita por todo el pueblo una de las víctimas de estos sacerdotes, de hecho, es por esos gritos y conversaciones por los que vamos descubriendo las claves de la historia. En este sentido la película adolece de un serio problema de sonoridad, ya que muchos de los diálogos no son totalmente comprensibles, y si bien no se pierde el contexto general de la historia, si hacen que no se perciba en su totalidad, quizás hubiese sido conveniente poner subtítulos en algunas de las conversaciones, que probablemente debido a un dialecto más cerrado no son totalmente comprensibles.


Podríamos considerar adecuado un subtítulo para esta película que he leído “La película que la iglesia nunca hubiera querido que vieses”, por ello solo queda agradecerle a Pablo Larraín que se haya atrevido a contarla.




1 comentario:

  1. Magnífica definición de la película Elena. Es desasosegante y te provoca múltiples sentimientos y ninguno agradable. Una película valiente que inquieta.

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