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martes, 27 de octubre de 2015

Marte (The Martian), de Ridley Scott



Título original: The Martian. Dirección: Ridley Scott. País: EE.UU. Año: 2015. Duración: 144 min. Género: Ciencia ficción, Drama, Aventuras. Guión: Drew Goddard, basado en la novela de Andy Weir. Producción: Mark Huffam, Michael Schaefer, Ridley Scott, Simon Kinberg. Diseño de producción: Arthur Max. Fotografía: Dariusz Wolski. Música: Harry Gregson-Williams. Montaje: Pietro Scalia. Casting: Carmen Cuba, Nina Gold, Zsolt Csutak. Dirección de arte: Robert Cowper. Diseño de vestuario: Janty Yates. Estreno en España: 16 Octubre 2015.
Intérpretes: Matt Damon (Mark Watney), Jessica Chastain (Melissa Lewis), Kate Mara (Beth Johanssen), Jeff Daniels (Teddy Sanders), Sean Bean (Mith Henderson), Kristen Wiig (Annie Montrose), Michael Peña (Rick Martínez), Aksel Hennie, Donald Glover, Sebastian Stan, Chiwetel Ejiofor.

Sinopsis:
Durante una misión tripulada a Marte, el astronauta Mark Watney es dado por muerto tras una terrible tormenta y abandonado por la tripulación, que pone rumbo de vuelta a la Tierra. Pero Watney ha sobrevivido y se encuentra atrapado y solo en el hostil planeta rojo. Con suministros escasos, deberá recurrir a su ingenio y a su instinto de supervivencia para encontrar la manera de comunicar a la Tierra que sigue vivo.

Matt Damon en "Marte (The Martian)"

Comentarios:
Casi 40 años, desde que en 1977 realizara “Los duelistas”, lleva dirigiendo películas el incombustible Ridley Scott, teniendo en su haber auténticas obras maestras, mezcladas con filmes mucho más mediocres. Este nuevo producto de ciencia-ficción, después de la interesante “Prometheus” (2012), parece contar un poderío visual de factura impecable. Mientras Scott sigue inmerso en su siguiente proyecto para 2017, “Alien: Paradise Lost”, parece interesante echarle un vistazo al presente producto.
"Era inútil quedarse allí quieto, soñando con lo que no se podía conseguir, y esa urgencia me agudizó el ingenio", escribió Daniel Defoe en 1719. Poco podía imaginarse el autor de Robinson Crusoe que, 300 años después, y en medio de una ola de películas de ciencia-ficción dominada por las altas pretensiones, por las explicaciones trascendentes sobre el ser y el estar, sobre dios y la nada, Ridley Scott iba a componer una película que, como su mítica novela, no era más que una gran historia de aventuras. Nada más y nada menos. “Marte (The martian)”, basada en la novela de Andy Weir, autopublicada por primera vez en 2011, es el relato de supervivencia, un hombre que, como Crusoe, vio que "era inútil quedarse allí quieto". No en una isla, sino en un planeta.
Scott, sigue comentándonos Javier Ocaña, que en los inicios de su carrera, en “Blade Runner”, ya había aplicado los códigos de una cierta complejidad mesurada a una historia asentada en el clasicismo del noir, vuelve a adentrarse en los mecanismos del futuro con la mano firme en la bandera del entretenimiento. Igual que en “Blade Runner” había una aspiración por convertirse en la contrafigura de la cosmogonía de “2001: una odisea del espacio”, en “Marte” hay una clara idea de apartarse del camino de las explicaciones simbólicas, místicas y hasta metafísicas de películas recientes. De poner tierra de por medio con obras como “Interstellar”, e incluso de la búsqueda de sensaciones cinematográficas nuevas al estilo “Gravity”, para apostar por el camino de los padres de la literatura de aventuras y por el empirismo de la ciencia: hacia la supervivencia en un entorno inhóspito por la vía de un huerto creado con su propia mierda. Pura ciencia. Pura aventura.
Hay en “Marte” un desafío de tono que huye de lo trascendental para poder inyectar con eficacia el virus de la emoción. Y ahí el mejor ejemplo quizá sea la música discotequera que domina la banda sonora que escucha el náufrago y que, por tanto, suena en la película. Su ritmo, y su esencia desprejuiciada, es la que imprime el sello de diversión a una película contada por Scott con el rigor y el oficio de alguien que sabe que, a veces, es más importante ser un artesano, un cineasta, un narrador, que un aspirante a genio.



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