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jueves, 4 de junio de 2015

Primavera tardía, de Yasujirô Ozu, en CICUS



El pasado martes, 2 de junio, tuvimos otra espléndida tarde cinematográfica, gracias a la actividad organizada por Linterna Mágica, en colaboración con CICUS. Dedicamos la tarde a la obra del gran director japonés Yasujirô Ozu, concretamente proyectamos “Primavera tardía” (1949), seguida de nuestra habitual mesa de debate, en esta ocasión presidida por Joaquín Ritoré, teniendo como invitados al crítico cinematográfico José Miguel Moreno y el profesor Manuel Yruela. Una vez proyectada la película, la mesa se sumergió en un profundo análisis de la película que fue culminado por las intervenciones espontáneas del público asistente.

Mesa de debate en CICUS, organizada por Linterna Mágica

Tal como afirma la experta pluma de un crítico abulense, cuyo blog, El crítico Abúlico, podréis encontrar por internet, pocos cineastas han recogido y reflejado el paso del tiempo con la estoica elegancia y la melancólica serenidad de Yasujirô Ozu. Punto de inflexión en su filmografía Primavera tardía, afronta este gran concepto temático, universal e inexorable, desde dos vertientes que convergen: la colectiva y cultural. Por una lado, el Japón posterior a la Segunda Guerra Mundial, sometido al control de los victoriosos Estados Unidos, y por el otro, la personal y privada, su personificación en el trauma de una joven que afronta la edad de abandonar el seno familiar para integrarse en la sociedad por medio del ineludible matrimonio.

Ozu, un autor que siempre sitúa a sus personajes y sus dramas íntimos en primer plano, deja apenas traslucir ese primer conflicto a través de sutiles detalles integrados en el escenario y la vida cotidiana que componen el telón de fondo de la película. De este modo, aparece en pantalla un país aún con cicatrices visibles (el recuerdo de la barbarie, como los días de trabajo forzado y carestía) y en el que conviven, con mayor o menor conflicto, el japonés y el inglés, los jardines zen y las megalópolis de cemento, los ropajes tradicional con el vestuario occidental, el sake y la Coca-Cola, la parafernalia de las costumbres con nuevos usos y modas de influencia extranjera, los divorcios y las segundas nupcias; la independencia femenina manifestada en la reticencia al matrimonio, su incorporación al mundo laboral o su innovador empleo del maquillaje.
 
Setsuko Hara, musa de Ozu

Es éste el contexto en el que se integra entonces la materia fundamental que compone la obra madura de Ozu: la exposición de la unidad familiar al inexorable devenir del tiempo, terreno donde Primavera tardía procede a definir los cimientos alrededor de los cuales se asentarán sus películas futuras. Primer capítulo de la trilogía de Noriko, completada con El comienzo del verano y Cuentos de Tokio, en las que aparece un personaje del mismo nombre y rasgos sociales similares, encarnado por la musa del director, Setsuko Hara, el filme examina el trance de una joven (Hara) atormentada por la perspectiva del alejamiento del hogar que comparte con su anciano padre (Chishû Ryû, otro miembro de la troupe habitual de Ozu) a causa de un matrimonio indeseado pero inexorable, auténtico rito de paso para la integración de la mujer en la sociedad nipona.

Noriko personifica parte de esa dualidad del Japón coetáneo –su rechazo del casamiento, contrapuesto a su desprecio hacia quienes ceden a la tentación de unos segundos esponsales-, a la vez que sufre en sus propias carnes el miedo provocado por la incertidumbre ante el futuro desconocido, separado de la cálida rutina y la confianza que conserva conmemorando su vida al fiel cuidado del viudo cabeza de familia.
 
Chishû Ryû, habitual en la filmografía de Ozu

Como será norma en su estilo, en parte contradicho para su propia insatisfacción por Una gallina en el viento, su película inmediatamente precedente, Ozu, de nuevo en alianza artística con su mejor cómplice, su guionista y amigo Kogo Noda, mantiene la tensión del relato en un plano íntimo, casi escondido, implosivo. Primavera tardía construye su desarrollo sobre acciones sencillas y cotidianas, aquellas que componen el armazón de la existencia humana –si no la existencia misma-.

El contenido lirismo de los fotogramas, capturado por una cámara contemplativa, que mira con armonía y afecto los sucesos diarios como parte natural del entorno de sus personajes –es decisiva su característica ubicación a baja altura-, se impone en consecuencia a los clímax típicos y al subrayado melodramático –la boda se esquiva mediante una audaz elipsis, el novio ni siquiera aparece representado en todo el metraje-, sin que por ello la profundidad de su discurso y sus sentimientos se resienta en absoluto. Más bien al contrario.

Los personajes quedan retratados con la misma complejidad, delicadeza y empatía que despiertan sus relaciones y sus inquietudes particulares, sus temores privados y sacrificios generosos, siempre inscritos dentro de un todo que comprende a la condición humana en su totalidad: seres pertenecientes a un ciclo perpetuo como ese mar que fluye eterno e indiferente frente a la casa de Noriko y su padre.

Maravillosa tarde contemplando esta espléndida obra de Ozu. ¡Disfrutamos mucho!

Fotograma de Primaver tardía, de Ozu.

1 comentario:

  1. Cómo siento habérmela perdido pero con tu artículo he
    disfrutado. No he visto mucho cine japonés y me parece preciosista por lo que escribes sobre él.Ana

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