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domingo, 12 de abril de 2015

Gett: El divorcio de Viviane Amsalem (Ronit Elkabetz, Shlomi Elkabetz, 2014)

Título original: Gett, the Trial of Viviane Amsalem. Dirección: Ronit Elkabetz, Shlomi Elkabetz. País: Israel. Año: 2014. Duración: 115 min. Género: Drama.  

Guión: Ronit Elkabetz, Shlomi Elkabetz. Fotografía: Jeanne Lapoirie. Vestuario: Li Alembik, Naomi Bar Or. Diseño de Producción: Ehud Gutterman, Hagai Galimidi. Montaje: Joel Alexis. Sonido: Tully Chen Oded Ringel. Producción: Sandrine Brauer, Rémi Burah, Denis Carot, Michael Eckelt, Shlomi Elkabetz, Marie Masmonteil.

Nominada al Globo de Oro 2014 a la Mejor Película de habla no inglesa. Mejor Película en el Hamptons International Film Festival 2014.

Fecha del estreno: 3 Abril 2015 (España)

 

Reparto: Ronit Elkabetz (Viviane), Menashe Noy (Carmel), Simon Abkarian (Elisha Simon), Sasson Gabai (Rabino Shimon), Eli Gornstein (Rabino Salmion).

 

Sinopsis:

Viviane Amsalem, separada desde hace años de Elisha, su marido, quiere conseguir el divorcio para no convertirse en una marginada social. En Israel no existe aún el matrimonio civil; según las leyes religiosas, sólo el marido puede conceder el divorcio. Sin embargo, Elisha, se niega a hacerlo. Viviane tendrá que luchar ante el Tribunal Rabínico para lograr lo que ella considera un derecho. Así se verá inmersa en un proceso de varios años en el que la tragedia competirá con lo absurdo y absolutamente todo se pondrá en tela de juicio.

 

Comentarios:

En Israel si una mujer quiere divorciarse la última palabra la tiene el marido; el rabino debe ratificar la decisión, pero quien lo concede en realidad es el esposo. Una situación legal, se sea o no religioso, que ha llevado a los hermanos Ronit y Shlomi Elkabetz a componer la interesantísima Gett, el divorcio de Viviane Amsalem, en la que la primera ejerce también de protagonista. Una obra de cámara, casi conceptual, con un único escenario, el frío juzgado y su diminuta sala de espera, en los que los desconchones de las paredes ejercen de metáfora del paso de los años y del enquistamiento de la situación, narrada como una especie de macrojuicio que se eterniza en el tiempo cuando estamos ante una situación de lo más sencilla: “¿Por qué me quiero divorciar? Porque ya no le quiero”. Punto.

Sin cargar las tintas en ninguna de las dos vertientes en conflicto (no hay maltratos, no hay adulterios, sólo falta de amor), sin maniqueísmos y con situaciones que de puro trágicas pueden llegar a ser incluso cómicas, la película trasciende el caso para instalarse en el terreno de una sociedad patriarcal, severa e injusta, que alcanza a la intolerancia religiosa y a costumbres como el compromiso entre familias para casar a adolescentes. Casi interpelando al espectador, no pocas veces se utiliza la cámara como punto de vista a un palmo del personaje que escucha, lo que lleva a que la platea llegue al convencimiento de que, sobre todo, la película es una reflexión sobre la dignidad y la incomprensión. Y aunque en algún momento pueda pensarse que su propia estrategia, la del único escenario y los esposos y sus abogados ante el tribunal, una y otra vez, pueda ser tan rigurosa como limitada, la reiteración solo es un espejo: si nosotros nos impacientamos, ¿cómo no se va a desesperar ella?. (Javier Ocaña)

Recomendada.




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