La victoria no
puede detener
el tiempo ni
volverlo más prolijo.
Arroja el
caballero en la rocosa playa
sus armas, su
atavío. La guerra ha terminado.
Pero Cronos con
Tánatos se cubre
de ajedrezada
máscara su rostro.
Ha venido a rendirle
las exequias
en vida, frente a
frente, en un tablero
que hacia un mar
sin salida le conduce.
En peón, torre,
alfil...su pieza torna
siempre abocado al
signo irremediable,
sereno como vela
que se apaga
y que erguida en
lo oscuro permanece.
Un largo adiós le
toma de la mano
y en su humilde
morada se deleita.
Se derrama el
licor de lo vivido.
En procelosa danza
va. Tal vez,
lo ignoto le
designe otro tablero.
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