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jueves, 14 de noviembre de 2013

“La grande bellezza”. Sorrentino camina sobre los hombros del gigante.



Título original: La grande bellezza. Año: 2013. Duración: 150 min. País: Italia. Director: Paolo Sorrentino. Guión: Paolo Sorrentino, Umberto Contarello. Música: Lele Marchitelli. Fotografía: Luca Bigazzi. Reparto: Toni Servillo, Carlo Verdone, Sabrina Ferilli, Serena Grandi, Isabella Ferrari, Giulia Di Quilio, Luca Marinelli, Giorgio Pasotti, Massimo Popolizio.

Sinopsis: Damas de la aristocracia, arribistas, hombres políticos, criminales de alto vuelo, periodistas, actores, nobles decadentes, prelados, artistas e intelectuales -auténticos o supuestos- tejen la trama de relaciones inconsistentes, todos envueltos en una Babilonia desesperada que se agita en los palacios antiguos, las inmensas villas, las terrazas más hermosas de la ciudad. Todos están allí. Y no tienen el mejor aspecto. Jep Gambardella, 65 años, escritor y periodista, indolente y decepcionado, la mirada perpetuamente empapada de gin tonic, asiste a este desfile de una humanidad hueca y descompuesta, poderosa y deprimente. Una atonía moral que da vértigo. Y en segundo plano, Roma, el verano. Espléndido e indiferente. Como una diva muerta. 




Acabo de terminar de verla y mis manos corren hacia el teclado para compartir mis sensaciones encontradas, pues acabo de disfrutar sin duda de una de las mejores y más bellas películas que he visto en los últimos tiempos, una elegante, descarnada y conmovedora REcreación en la que un monumental Toni Servillo danza etéreo, paseando su escepticismo y su hastío por una Roma bella hasta dejarte sin aliento y conmoverte gozosamente, serpenteando displicente y atildado entre un universo de personajes tan carentes de alma como las milenarias piedras que contemplan sus fiestas y su decadencia.


Hacía tiempo que no disfrutaba de un trabajo como el de Sorrentino, que consigue elevar a la ciudad al rango de coprotagonista de la cinta, la única que es capaz de dar respuesta actoral al inconmensurable Servillo.


La fotografía de Luca Bigazzi es de lo mejor que recuerdo haber visto últimamente, aunándose con la maestría de Sorrentino para obtener planos inverosímiles, estimulantes y conmovedores (La salida de Servillo a la terraza de su ático con vistas al Coliseo, o la toma cenital del besamanos a la monja en la capilla no pueden dejar indiferente a nadie, me parecen antológicas).


 

Pero claro, todo tiene un pero, y es que Sorrentino camina a hombros de un gigante, aunque lo hace con una maestría que hace casi olvidarlo; toda la película la hemos visto antes: es absolutamente tributaria hasta el remake de “La Dolce Vita” sobre todo, pero también es “Roma”, y el profesor Snaporaz de “La ciudad de las mujeres” asoma tras las gafas de pasta y la difícil relación de Gambardella con las mujeres, y el universo onírico de “8 ½” sobrevuela toda la cinta (“Asa, nisi masa”; tu sexualidad impresa desde la infancia – adolescencia)… La cinta es puro Fellini, revisitando el camino recorrido hace décadas por el maestro, dando una pátina de edad al descreído e insatisfecho periodista interpretado por Mastroianni hace cincuenta años y plenamente vigente en la decadente era berlusconiana plasmada en esta película.

No obstante, tanto Sorrentino como Servillo pasan con nota la comparación con los dos gigantes sobre cuyos hombros han tenido la osadía de caminar, lo cual no es poco, sobre todo teniendo en cuenta anteriores desafíos tan fallidos como la nefasta “Nine”.

El metraje es desmedido y excesivo, así como adolece de una línea argumental, pero bueno, estamos hablando de una película bella, extraordinariamente bella, y como tal, imperfecta.




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