No hubo grandes vítores
cuando se anunció que Borgman, del
director holandés Alex van Warmerdam, se había llevado el premio grande de la
46ª edición del Festival de Sitges. Quizá es porque había algo en el aire que
venía a decirnos que, como sucedió el año pasado con Holy Motors, de Léos Carax, poco podía compararse en grandeza a Only lovers left alive, la relectura del
mito vampírico de Jim Jarmusch. En cualquier caso, tampoco se produjeron
grandes pataletas de queja porque, en justicia, el premio a Borgman es el reconocimiento a una
propuesta valiente y perturbadora sobre una encarnación pura del mal, un
extraño personaje que hace saltar en pedazos la paz de una idílica familia de
clase media centroeuropea.
Thriller doméstico con
grandes dosis de humor negro y algún toque surrealista, que podría evocar en
algunos pasajes a Canino, de Giorgos
Lanthimos, Borgman es la octava
película de Van Warmerdam, de 61 años, que el recibió en Sitges días antes una
Màquina del Temps en reconocimiento a su aportación -no siempre bien ponderada-
al cine contemporáneo. Sin embargo, el autor holandés declinó acudir a la
entrega de premios.
«Hemos premiado Borgman
por su capacidad perturbadora, por saber llegar al límite entre lo realista y
lo fantástico», explicó el jurado a través de Marcelo Panozzo, director del
Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente. «Nos parecía
injusto, además, que una obra como Borgman
pudiera pasar desapercibida en este país. Ha sido una de las razones de haberla
premiado», añadió, en un modo de justificar por qué había sido ésta y no Only lovers left alive, de carrera
comercial ya garantizada, la elegida.
En cualquier caso, el
filme de Jarmusch se llevó otro de los grandes premios, el Especial del Jurado,
formado en esta ocasión por el citado Panozzo y por los directores Fede Álvarez
y Miguel Ángel Vivas; la actriz Aina Clotet y el productor Christian Hallman.
«Realmente, Only lovers left alive es
una obra maestra», sentenció Clotet, no sin razón.
De entre el resto de
premios, destaca el de mejor dirección para los israelís Navot Papushado y
Aharon Keshales por Big bad wolves,
thriller psicológico que llegó a Sitges revalorizado por los elogios de Quentin
Tarantino, que la situó en la primera posición de su ránking de películas
favoritas del 2013. El galardón a la mejor interpretación masculina recayó en
el carismático actor hongkonés Andy Lau, protagonista del singularísimo híbrido
de intriga y comedia Blind detective,
de Johnnie To. Y el premio a mejor actriz fue para Juno Temple por su esforzado
trabajo en el estimable drama psicológico, casi psiquiátrico, Magic Magic, de Sebastián Silva.
Uno de los filmes que
salió reforzado de Sitges fue Coherence,
irresistible ópera prima de James Ward Byrkit sobre cometas, realidades
paralelas y física cuántica de andar por casa que conquistó el premio al mejor
guion y el premio Jurat Carnet Jove. Indiscutibles fueron los dos premios
técnicos: para los mejores efectos especiales de la injustamente minusvalorada Afflicted, de Clif Prowse y Derek Lee, y
para la fotografía de Larry Smith para la también ninguneada obra maestra Solo Dios perdona, de Nicolas Winding
Refn.
El siempre revelador Gran
Premio del Público, patrocinado por El
Periódico, recayó en el estupendo documental Jodorowsky's Dune, de Frank Pavich, sobre el intento frustrado del
artista y psicomago chileno de llevar al cine Dune, de Frank Herbert. El documental de Pavich también obtuvo una
justa mención del jurado. La crítica, por su parte, recompensó al experimento
animado de Ari Folman The congress
con el premio José Luis Guarner, mientras que reconoció a Shane Carruth como
mejor director novel (pese a tratarse de su segunda película) por la hipnótica Upstream color.
La 46ª edición del
festival echa el cierre con un balance muy positivo, según declaró ayer su
director, Ángel Sala. «Hemos vendido sobre 60.000 entradas, un 10% más que en
el 2012», explicó. «Son cifras espectaculares y sorprendentes, teniendo en
cuenta la situación actual», sentenció.
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