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domingo, 10 de marzo de 2013

Zhang Yimou estrena "Las flores de la guerra"

 
Zhang Yimou


Coleccionista de premios en festivales con obras maestras como Sorgo rojo o El camino a casa, Zhang Yimou acabó erigiéndose en el cineasta más prestigioso y admirado de la llamada quinta generación. Pero le sobrevolaba un pasado de disidente que incluso le impidió un tiempo matricularse en la Academia de Cine de Pekín. Víctima de la censura implacable, que intentaba sortear con talento creativo, las cosas cambiaron con el paso de los años y su prestigio internacional. Así que en 2008 fue elegido para dirigir la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Pekín.

Fotograma de "Las flores de la guerra"
 
A pesar de la controversia suscitada por aquella superproducción de intrigas palaciegas y eróticas, su película La maldición de la flor dorada (2006) se convirtió en la más taquillera de la historia del cine chino. Para Las flores de la guerra, Yimou ha dispuesto de un presupuesto que rebasaba los noventa millones de dólares. El objetivo: plasmar en imágenes la guerra chino-japonesa, partiendo de la estremecedora matanza de Nankín, acontecida en 1937.

Fotograma de "Las flores de la guerra"
 
El cineasta adapta la novela de Geling Yan (Alfaguara), quien señaló: "Las mujeres son siempre las mayores víctimas de cualquier guerra, y también más fuertes y fiables que los hombres". Es una historia coral, pero en la que resulta determinante el itinerario de un maquillador de difuntos, norteamericano y tendente a la dipsomanía, cuyos servicios son requeridos para enterrar al párroco de una iglesia católica de la ciudad, último reducto ante las tropas imperiales japonesas.

Fotograma de "Las flores de la guerra"
 
La vida de las colegialas refugiadas en la iglesia corre peligro, y también la de un grupo de prostitutas que piden ser acogidas. El maquillaje funerario puede obrar milagros, así como propiciar una vocación de entrega y amor a los demás. Se trata, a pesar de la abundancia de medios, de una película intimista. El autor escruta rostros, sentimientos y -por supuesto- también toma partido. No está a la altura de sus mejores obras, pero logra captar al espectador y emocionarle.


Fotograma de "Las flores de la guerra"

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