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sábado, 29 de diciembre de 2012

Recordando... El hombre que mató a Liberty Valance



Título original: The man who shot Liberty Valance. Dirección: John Ford. País: Estados Unidos. Año: 1962. Duración: 119 min. Género: Western. Guión: James Warner Bellah y Willis Goldbeck (basado en un relato de Dorothy M. Johnson. Producción: Willis Goldbeck. Fotografía: William H. Clothier (B/N). Montaje: Otho Lovering. Música: Cyril Mockridge. Vestuario: Edith Head.

Intérpretes: James Stewart (Ransom Stoddard), John Wayne (Tom Doniphon), Lee Marvin (Liberty Valance), Vera Miles (Hallie), Edmond O’Brien (Dutton Peabody), Woody Strode ( Pompey).
Sinopsis: Ransom Stoddard, un senador del Congreso de los Estados Unidos, relata a un periodista la historia de por qué ha viajado junto a su mujer Hallie para acudir al funeral de un viejo amigo, Tom Doniphon. Todo comenzó muchos años atrás, cuando Ransom era un joven abogado que llegó en diligencia a Shinbone, un pequeño pueblo del Oeste, para ejercer la abogacía. Poco antes de llegar a su destino, es atacado y golpeado brutalmente por el temido pistolero Liberty Valance.

Nunca me gustó el género del western. Y no podía ser de otro modo si las numerosas películas vistas durante la infancia te mostraban una realidad maniquea, normalmente centradas en la lucha por los intereses de indios y blancos y que no te dejaban mucha opción respecto a quién dirigir las filias y fobias. Sólo de pocos años para acá he afinado en mi selección (Horizontes de grandeza, Centauros del desierto, Solo ante el peligro, El árbol del ahorcado) y he ido suavizando mi exclusión categórica.

Todas se han eclipsado con El hombre que mató a Liberty Valance. Me habla de individuos que cargan con sus contradicciones,  personajes llenos de matices. Puedo buscar el simbolismo del viejo Oeste caduco que deja paso a la nueva realidad donde quien mandará es la ley, sí, aunque me quedo con los nombres propios de quienes encarnan esta historia.

Lee Marvin, James Stewart y John Wayne

John Ford nos muestra en un gran flashback, en ésta una de sus últimas películas del género, qué es lo que puede haber detrás de la leyenda (“en el Oeste, cuando la leyenda supera la verdad, publicamos la leyenda”). Y su exposición es tan brillante que mi fantasía vuela imaginando los años de silencio y olvido de Tom,  los escrúpulos de Ransom, el desengaño de Hallie, tanto equívoco y todo lo que hubo detrás del hecho legendario de esta ficción.

Mantiene el ritmo de modo magistral: lo que se nos va contando se equilibra con lo que nos falta por saber y nos tiene atrapados de tal forma que, cuando intuimos ya el fin de la historia, nos involucra todavía más, acercándonos a unos personajes que han tenido que vivir con las implicaciones morales de basar su prestigio sobre una mentira. El “perdedor” se nos engrandece y el símbolo de la flor de cactus, más allá de expresar un simple recuerdo, nos remite a todo lo que no se dice en una relación fallida.

James Stewart con Vera Miles al fondo

Habría que citar al menos otros aspectos sobresalientes de la película: la interpretación de todos los actores, los diálogos, la fotografía. Todo redunda en una factura impecable.

Pero quizá lo que hace que me llegue tanto esta obra, además del centrarse en el análisis psicológico de los personajes, tenga que ver con el punto antihéroe y con la distancia que mantiene con el western simplón y su compartimentación. También con la ambigüedad del posicionamiento en cuanto a la dicotomía entre el mundo civilizado regido por las leyes y la mano armada que en cierto momento se alza y salva la situación. Aunque algunos llamen a John Ford manipulador o cosas peores por su ideología, a mí me gusta que el director consiga hacerme dudar, que haga plantearme la justificación del que no actúa según mis principios. Y que finalmente ese personaje se lleve mi simpatía y hasta mi afecto. Lo siento: me quedo con el hombre que mató a Liberty Valance.

1 comentario:

  1. La película es una obra maestra incuestionable, un verdadero manual de aprendizaje para todo aquel que quiera iniciarse en el arte de la realización. Y si bien no todas las películas de John Ford me entusiasman por igual, tanto esta como algunas otras (el pesado recomienda: “Las uvas de la ira”, “El delator”, “La diligencia”, “Centauros del desierto”, “El hombre tranquilo”) me parecen espléndidas.

    La narración en este filme no tiene desperdicio, no sobra nada, roza la perfección. Consigue aunar en un mismo metraje los dos grandes temas de la ficción (¿y de la existencia humana?), el de la injusticia social con su correspondiente denuncia y su lucha para superarla, con el de la pasión amorosa en toda su complejidad. Y todo ello conseguido con el lenguaje de la imagen, sin muleta alguna, tal y como debe ser, según el buen cine americano.

    El personaje de James Stewart simboliza la plena madurez del género del western, tan dado a ofrecer visiones maniqueas y simplonas en muchas de sus creaciones, con interminables persecuciones y tiroteos incluidos; y en este punto reconozco el acierto de la opinión de Isabel, que comparto plenamente. Gracias a estas obras geniales, auténticas perlas en un mar de fusiles y pistolas, nos damos cuenta de que cualquier género, sea el que sea, es susceptible de generar obras maestras, debido, entre otros motivos, a que su materia prima se fundamenta en la realidad humana, y esta es siempre de una complejidad infinita, y no importa ni el lugar, ni el tiempo histórico, ni la situación, ni el estilo, ni el género, ni absolutamente nada, para que dicha complejidad, con todas sus sutilezas y grandezas, pueda aparecer. Está en manos del artista creador el saber descubrirlas o no.

    Un saludo, Galo.

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